~4~ Acaso

Alberth

Reproducía en mi cabeza una y otra vez el video que me dejó mi amigo. Era algo sorprendente; su hermano era peligroso y sus cuñados harían todo por meter a su hija en un hospital de jóvenes con problemas de drogadicción. Su única salida era casarse conmigo. Es decir, yo tenía que ser el héroe. Qué cosas, ¿no? Una joven con problemas depresivos, unos tíos locos y un tío que casi abusa de ella. Cuando él quiso demandar, no sirvió de nada porque no había pruebas. Yo estoy a punto de volverme loco con algo que no tengo idea de cómo resolver. Tengo que casarme porque le debo un favor: cuando estuve a punto de morir en ese río, él me salvó. En aquel entonces solo tenía 12 años y le prometí que le pagaría como fuera. Era un suicidio que yo mismo provoqué. Qué locura. Necesito saber qué haré. Aunque podría casarme con un contrato que dure cinco años y luego nos divorciamos. Le explico a mi novia y Valeria, cuando cumpla los veinticinco años, puede hacer lo que quiera. Esa idea no está mal.

No, no y no. Tengo que pensar en una solución y ahora mismo no tengo mi cerebro bien.

Ahora mismo me encuentro en una reunión en la que no puedo concentrarme. Definitivamente voy a quedar loco. La voz de Edward resuena en mi cabeza, como una alarma recordándome que debo casarme con su única hija, por el bien de ella. ¿Y qué hay con el mío?

─Señor Alberth, ¿todo bien? ─cuestiona Juan Carlos, uno de los socios mayoritarios de mi empresa. Los demás carraspean al verme con la mano en la cabeza. Bajo la mano y me acomodo en la silla.

─Bien, sigamos. Dejemos los chismes por ahora. Solo me estaba acomodando y estirando.

Todos soltaron una risa, pero los fulminé con la mirada y siguieron mirando el documento.

Cuando transcurre el día, salgo de la empresa, agotado. Estoy a punto de irme a ver una serie o bien la ópera. Estoy harto. Subí a mi camioneta y arranqué. Mi celular suena con una llamada entrante. Es la nana de Valeria, la señora Martha.

─Hola, señora Martha, ¿sucedió algo? ─quise saber.

─¿Puede venir? El tío de la señorita Valeria está discutiendo con ella y yo no puedo hacer nada. Se encerró con ella en la habitación y ella le tiene miedo. Por favor, ¿puede venir? Está gritando y los guardias no están.

─Voy enseguida.

Cuelgo la llamada y manejo a toda velocidad. ¿Qué le pasa a ese hombre? ¿Con qué derecho fue a la casa de Valeria y con qué intención? Ahora que no tiene a su padre cerca quiere aprovecharse de ella. Se equivocó, yo la sacaré de ahí como sea.

Llego a la casa y aparco mi auto. No veo a los guardias, solo a uno que está coqueteando con una de las criadas. Vaya, para eso se les paga. Cuando ven que bajo de la camioneta, se separan.

Sin decirles nada entro a la casa. Martha está esperando.

─¿Por qué no llamó a la policía?─Cuestione mirando fijamente a la señora.

─Tenía miedo de que le hicieran algo peor. No tenía otra opción, por eso lo llamé a usted. El señor Jovanny no responde la llamada.

─Está bien, guíeme a la habitación de Valeria.

Entro a la gran casa. Todo está silencioso, como si estuviera planeado que este hombre estuviera aquí. Subo a la planta alta y, mientras camino por el pasillo, escucho los sollozos de Valeria y la gruesa voz de su tío. Supongo que un tío no debería comportarse así.

─¡Suéltame! Jamás haré lo que me pides, ni siquiera por mi abuela. Además, esta casa es de mi padre, no de ustedes... ¡Suéltame, maldito degenerado!

─Cállate, m*****a drogadicta.

Rápidamente entro a la habitación tirando la puerta con fuerza. Todo está tirado y el imbécil me mira sin entender. Valeria tiene el labio partido y los ojos lastimados. Me abalanzo sobre el supuesto tío y lo golpeo tan fuerte que ni siquiera puedo controlarme.

─¡Alberth, déjalo! Te puedes meter en problemas. – Lo suelto y me alejo. Ella luce consternada.

─¿Quién demonios eres para que vengas a meterte en asuntos familiares?

Lo miro fulminante y le replico.

─Valeria Smith es mi prometida y no permitiré que quiera abusar de ella. Lo voy a refundir en la cárcel. Lo mejor que puede hacer es irse inmediatamente, buscar su abogado y prepararse.

El hombre me mira enojado, se levanta del suelo y apunta a Valeria.

─Esto no se quedará así. Y este tu supuesto prometido está loco, ni siquiera sé de qué habla. – Vaya, qué idiota. Ahora se dirige a mí. –Mi sobrina tiene problemas de droga y necesita rehabilitarse. ¿Cómo se va a casar con una jovencita con problemas mentales?

─No estés mintiendo. Esa droga la metiste tú mismo en mi bolso para hacerme pasar por adicta. Cuidado y yo misma te demando. Quizás a tu madre le dé un infarto cuando sepa la clase de hijo que tiene.

─Estás loca. Pronto este tipo se aburrirá de ti cuando sepa lo que eres.

─Tenga cuidado. Ese será mi problema, y que sea la última vez que lo veo merodeando estos rumbos.

El tipo me miró con maldad y luego salió de la habitación de Valeria. La miré sin saber qué pensar. Me acerqué a ella, saqué mi pañuelo y limpié su labio inferior.

─Gracias, Alberth.

─No es nada. Trata de no permitir esto de nuevo. Por ahora mandaré a uno de mis guardias porque el que tienes ahí debe ser comprado por tu tío.

─Está bien. En cuanto a lo otro, no es necesario que nos casemos.

La miré y solté un suspiro. Sinceramente, necesito pensar con la cabeza fría sobre lo que realmente haré.

─Mañana hablaremos bien sobre lo que haremos. Trata de descansar y no dejes que nadie entre en tu casa. No dudes en llamarme. Por cierto, debes buscar buenos empleados. Ese que está ahí no te sirve, ni una de las empleadas, es delgada y de piel morena, si no me equivoco.

─Gracias. Tomaré tu consejo, y gracias por lo de hoy. Por otro lado, no soy adicta.

─Tranquila, y lo de la boda lo veremos mañana. Necesito irme.

Ella asintió mirándome fijamente. Su nana se acercó a ella y la abrazó. Salí de la casa de Valeria, llamé a uno de mis guardias y le pedí que viniera a la casa del difunto Edward Smith, le compartí mi ubicación. Miré de reojo al guardia que se estaba besando con la empleada. No quise decir nada ya que no me trabaja, pero espero que Valeria lo saque de aquí y contrate nuevos hombres.

Subí a mi camioneta y salí disparado de la mansión. Nuevamente mi móvil sonó y vi que era mi novia. Solté un bufido y respondí.

─Cariño, ¿cómo estás? Estuve trabajando todo el día en la agencia. Y tú, ¿qué tal estás?

─Estoy cansado. Me dirijo a la casa. Cuando estés desocupada, llámame.

─Bueno, está bien. Pensé que ya habías salido. Bueno, te tengo una sorpresa, pero será luego. Te amo.

─Sí...si yo también.

Llegué a mi casa, le entregué la llave al guardia y entré directamente a mi habitación. No tengo ganas de nada, estoy agotado. Entré a tomar una ducha, me senté en mi escritorio, leí un poco y con ganas de dormir me eché en mi cama. Miré mi móvil y no había llamada de mi novia. Me encogí de hombros. Seguramente sigue trabajando. Cerré los ojos y quedé dormido.

Abro los ojos al escuchar mi móvil sonar desesperadamente. Veo el reloj en la pared de mi habitación y son más de las tres de la mañana. Miro el remitente y es Jovanny. Son más de tres llamadas. Nuevamente me llama y respondo, molesto.

─Dime que no estás borracho y que es algo importante a esta hora.

─Alberth, Valeria está siendo llevada al hospital. La casa de Edward está en llamas. Es urgente que vengas al hospital.

Cuelgo la llamada y quedo consternado. ¿Quién demonios habrá echó eso?

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