Alberth
Estoy en mi oficina, en una reunión con los accionistas de la empresa. La venta de las pequeñas casas construidas en las residencias ha sido un éxito y, sobre todo, se nos han unido más accionistas para crear nuevas residencias en las afueras de la ciudad. Este proyecto será de grandes beneficios para las familias de bajos recursos.
—Señor Sandoval, tiene una llamada urgente—, me informa mi asistente, interrumpiendo la reunión. Acepto la llamada de un número desconocido.
—Hola, ¿con quién hablo?
—¿Usted es el señor Alberth Sandoval? Necesito que venga inmediatamente al hospital Central. El señor Edwards Smith Estrada ha solicitado su presencia. Tuvo un accidente y su estado es reservado. Sin embargo, solo pide por usted.
No, ¿qué pudo haber pasado? Ajusto mi corbata con nerviosismo.
—Voy enseguida—. Cuelgo la llamada y salgo a toda prisa de mi empresa, dejando a los accionistas desconcertados.
***
El trayecto al hospital se siente eterno. Cada semáforo en rojo y cada minuto que pasa aumenta mi ansiedad. Edwards es más que un socio, es mi amigo de toda la vida. ¿Qué clase de accidente pudo haberlo dejado en un estado tan crítico?
Llego al hospital y corro hacia la recepción, donde una enfermera me indica la habitación de Edwards. Al entrar, el ambiente frío y estéril del hospital me golpea de lleno. Ahí está, rodeado de máquinas que monitorean sus signos vitales. Se ve pálido y frágil, muy diferente al hombre enérgico que conocía.
—Alberth...—, murmura con dificultad, apenas consciente.
—Estoy aquí, Edwards. ¿Qué ocurrió?
Sus ojos se llenan de desesperación mientras intenta hablar.
—No fue un accidente...—, dice con voz entrecortada. —Sabes... hubo mano criminal... protege a Vale...
Mi mente corre a mil por hora. ¿Mano criminal? ¿Quién querría hacerle daño a Edwards?
—¿Quién? ¿Qué pasó exactamente?
Pero antes de que pueda obtener una respuesta clara, Edwards empieza a toser violentamente. Los monitores comienzan a sonar alarmas, y el equipo médico entra rápidamente para asistirlo. Me hacen a un lado mientras tratan de estabilizarlo, pero en cuestión de minutos, todo se detiene.
—Lo siento—, dice el doctor con una expresión grave. —Hemos hecho todo lo posible, pero no lo logramos.
El mundo se detiene para mí en ese instante. Edwards ha muerto y sus últimas palabras resuenan en mi mente. Esto no fue un simple accidente. Hay algo más oscuro detrás de todo esto, y debo descubrirlo.
Mientras salgo del hospital, una mezcla de dolor y determinación me invade. Debo honrar la memoria de mi amigo y encontrar a los responsables de su muerte.
Llamé a mi hombre de confianza, el cual es como un padre y a la vez amigo de Edwards. Jovanny respondió al instante.
—Alberth, buenas tardes. ¿Sucedió algo?
Solté un suspiro de tristeza.
—Edwards ha muerto —Solte con un nudo en la garganta.
—¿Pero cómo sucedió? Hace unos días regresó de las Bahamas.
—Me confesó antes de morir que ese accidente fue provocado. Debemos buscar a los culpables. Sin embargo, ¿quién podría ser? Nunca le conocí algún enemigo.
—Alberth, qué misterio. Por otro lado, ¿qué ha pasado con Valeria, estuvo en el accidente o ya sabe de esto?
—No lo sé. Creo que ni siquiera sabe que su padre falleció. Necesito ir a darle la noticia y sé que ella te tiene confianza. Ya ni siquiera la recuerdo; era una niña cuando la vi y luego, en las reuniones con Edwards, nunca asistía. En fin, no podemos seguir hablando. Te veo aquí en el hospital central. Necesitamos hablar con esa jovencita.
Colgué la llamada y miré un punto fijo. No puedo imaginar cómo tomará esta joven la noticia.
*****
Al encontrarme con Jovanny rápidamente entramos hospital central para realizar los trámites necesarios y coordinar el traslado del cuerpo de Edwards. La tarde estaba nublada, reflejando perfectamente nuestro estado de ánimo sombrío. Con el papeleo terminado y el cuerpo preparado, nos encaminamos a la mansión de Edwards.
La mansión, una imponente estructura rodeada de jardines bien cuidados, parecía más oscura y silenciosa de lo habitual cuando llegamos. La noticia de la muerte de Edwards al parecer aún no había llegado a sus ocupantes, y la paz del lugar pronto se vería interrumpida.
Jovanny y yo bajamos del coche fúnebre, llevando con cuidado el ataúd de madera oscura hacia la entrada principal.
—Ahí se encuentra Valeria—Me indico Jovanny hacia el Jardín la hija de Edwards, se encontraba en el jardín trasero. No era más que una sombra de la niña que recordaba; ahora, una joven de unos diecisiete años, de mirada profunda y serena.
Valeria regresaba a la casa, absorta en sus pensamientos, cuando notó el coche fúnebre y el movimiento inusual en la entrada. Sus pasos se aceleraron y sus ojos se abrieron con sorpresa y miedo. Al ver el ataúd, su rostro palideció, y por un instante, parecía que el suelo se abría bajo sus pies.
Martha, la nana que había cuidado a Valeria desde pequeña, salió apresuradamente de la casa al notar la conmoción. Su expresión era de confusión y preocupación. Al vernos con el ataúd, entendió inmediatamente lo que había sucedido, pero le costaba aceptarlo.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Martha con voz temblorosa mientras se acercaba a Valeria y la rodeaba con un brazo protector.
Jovanny llamo a dos de los guardia para que ayuden con el ataúd, me acerqué a ellas con la cara seria, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Miré a Valeria directamente a los ojos, mis propios ojos llenos de compasión.
—Valeria, lo siento mucho... —Expresé con un nudo en la garganta—. Tu padre ha fallecido, tubo un accidente de auto esta mañana. Sin embargo el me confesó antes de morir que el accidente fue provocado.
Valeria me miró incrédula, su mente intentando procesar la información. Las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos.
—No puede ser... —susurró, su voz quebrada por el dolor—. ¿Cómo pasó esto? ¿Quién le haría algo así?
Jovanny, tomando la iniciativa, se acercó a ella y puso una mano reconfortante en su hombro.
—Vamos a descubrir quién hizo esto, Valeria, Prometemos encontrar a los responsables y hacer justicia. Pero por ahora, necesitamos ser fuertes y prepararnos para despedirnos de tu padre de la mejor manera posible.
Martha, con lágrimas en los ojos, asintió y tomó a Valeria de la mano, llevándola hacia la casa.
—Ven, querida. Necesitas descansar y estar con tu familia. Nosotros nos encargaremos de todo lo demás.
Mientras entraban a la mansión, Jovanny y yo intercambiamos una mirada de determinación. Sabíamos que la búsqueda de la verdad apenas comenzaba, y que proteger a Valeria sería una de nuestras principales prioridades en los difíciles días que se avecinaban. Quizás tendré que contratar más guardianes y Guarda Espaldas para protegerla.
"La soledad es el silencio del alma, donde se escuchan los ecos más profundos de nuestro ser."Alberth Veo el cielo oscuro por la prominente lluvia. Estamos en el cementerio, el sepulcro de Edwards se está llevando a cabo y los únicos presentes son sus empleados, la nana de Valeria, ella, Jovanny y yo. Me siento mal por ella; verla llorar es tremendamente triste. Jovanny se le acerca y la abraza, reconfortando su dolor.Pienso en lo último que Edwards me dijo antes de morir. ¿Quiénes serán sus enemigos? ¿Por qué razón lo querían muerto? Dejo de lado esos pensamientos al ver a una señora de pie cerca de un árbol. Ella llora a mares, me pregunto de quién se tratará.—Alberth, creo que lo mejor será llevar a la chica a la mansión. Se nota débil. Acompáñala con su nana, mientras yo me quedo hasta el final —me dice Jovanny.—Está bien, hermano —respondo.Me acerco a la nana de Valeria y le digo que la ayude a llevarla al coche. La amable señora se acerca a la joven, quien reniega al princi
Aparqué mi camioneta en la entrada de la mansión de mi buen amigo Edwards Smith. Un nudo de tristeza se formó en mi pecho al pensar en él. El guardia abrió el portón de acero y entré con pasos rápidos, notando varios coches estacionados.Al entrar, me recibió una de las criadas, seguida de la señora Martha, que lucía demacrada. Ella me guió hasta el despacho donde aparentemente estaban los demás.—Buenos días —saludé al entrar. Los únicos en responder fueron mi amigo Jovanny y el abogado. Valeria estaba absorta mirando el gran cuadro que colgaba en la pared.—Alberth, toma asiento —me indicó Jovanny.—Señor Sandoval, se requería su presencia —declaró el abogado. Los presentes estaban molestos.—No entiendo por qué se requiere aquí a un desconocido en un momento familiar —protestó uno de los presentes, mirándome con desdén.Lo miré seriamente. ¿Quién se creía que era?—¿Y ustedes quiénes eran para mi padre? Nada. Así que no deberían ni siquiera estar sentados en su silla —mencionó Valer
AlberthReproducía en mi cabeza una y otra vez el video que me dejó mi amigo. Era algo sorprendente; su hermano era peligroso y sus cuñados harían todo por meter a su hija en un hospital de jóvenes con problemas de drogadicción. Su única salida era casarse conmigo. Es decir, yo tenía que ser el héroe. Qué cosas, ¿no? Una joven con problemas depresivos, unos tíos locos y un tío que casi abusa de ella. Cuando él quiso demandar, no sirvió de nada porque no había pruebas. Yo estoy a punto de volverme loco con algo que no tengo idea de cómo resolver. Tengo que casarme porque le debo un favor: cuando estuve a punto de morir en ese río, él me salvó. En aquel entonces solo tenía 12 años y le prometí que le pagaría como fuera. Era un suicidio que yo mismo provoqué. Qué locura. Necesito saber qué haré. Aunque podría casarme con un contrato que dure cinco años y luego nos divorciamos. Le explico a mi novia y Valeria, cuando cumpla los veinticinco años, puede hacer lo que quiera. Esa idea no está
Estacioné mi camioneta en la entrada del hospital, bajé rápidamente y entré apresurado. Vi a la señora Martha con la cabeza baja y a Jovanny dando vueltas, visiblemente nervioso.—Señora Martha, ¿qué sucedió? —pregunté con urgencia.—Mi niña estaba en la sala cuando empezó el fuego... la casa explotó —respondió ella con la voz quebrada.Jovanny añadió, con el rostro pálido de preocupación:—Alberth, Valeria casi muere en ese incendio. Siento que fue provocado, aunque los empleados no vieron nada raro. Hablan de una mala conexión, pero no creo nada de eso.Apreté los puños, sintiendo una mezcla de rabia e impotencia. ¿Quién podría ser tan cruel con esta familia?—Necesitamos alejarla cuanto antes. ¿Cómo está? —pregunté, cada vez más angustiado.—Su estado es reservado. Inhaló mucho humo, no tiene quemaduras graves, solo algunas en la espalda —respondió Martha—La están practicando una cirugía.Pobre chica.Comencé a caminar de un lado a otro en el pasillo. La incertidumbre me estaba mat
Carajos, ahora sí estoy en problemas. ¿Cómo es posible que Joselyn ya esté de regreso? Pienso sin poder articular palabra alguna.—Amor, ¿estás ahí? —preguntó Joselyn al teléfono.—Sí, estoy aquí. Bueno, iré a verte al Penthouse —respondí.—No, te aviso, eh... me vine donde unas amigas. Cuando esté en mi casa te escribo.Fruncí el ceño, dudoso.—¿Viniste a quedarte o regresarás a Miami?—Vamos a hablar cuando nos veamos, ¿te parece?—Sí, de hecho, necesito conversar contigo sobre un asunto...—Amor, te hablo luego, bye.No me dio tiempo a terminar de hablar y ella ya había colgado. Suspiré, resignado; era normal en Joselyn ser así de impaciente.Marqué el número de Jovanny mientras salía del hospital.—Dime, hermano —respondió Jovanny.—Jovanny, Joselyn regresó y no tengo idea de cómo hablar con ella sobre mi matrimonio sin amor.Jovanny soltó una risa.—¿Por qué mierda te ríes de mi situación?—Calma, caramba. Es que tu situación es complicada. Sé que te casarás con Valeria para prot
"La verdadera fuerza no se mide por lo que puedes cargar, sino por la capacidad de cuidar y proteger a quienes amas."******ALBERTH —¡Qué mierda! —exclamó Joselyn, levantándose de la cama, visiblemente furiosa y a punto de explotar.— Alberth, me estás cargando una broma de mal gusto.—Cálmate. Y no, le hice una promesa a mi amigo Edwards y debo cumplirla. Me casaré con su hija, pero será por un contrato de cinco a seis años.Joselyn estaba claramente molesta. Se puso su ropa interior apresuradamente y se sirvió una copa de coñac. Negué con la cabeza al ver eso; no me agradaba ver a una mujer bebiendo en estas circunstancias.—¡Qué locura! O sea, ni siquiera me has pedido que sea tu esposa y tienes que casarte por una maldita promesa que le hiciste a un estúpido muerto.—Joselyn, ese vocabulario no te lo conocía —dije mirándola severamente.—Pues lo siento. Explícame bien, necesito aclarar la cabeza.Le expliqué todo sobre la supuesta boda y los motivos detrás de ella, pero ella inte
"Entre el tumulto de mis pensamientos, anhelo encontrar el sosiego que mi alma tanto necesita."ALBERTH Estacioné mi coche en la entrada de la mansión. Al vernos llegar, los guardias se acercaron para ayudar. Bajé a Valeria en mis brazos y la llevé dentro de la casa. Martha y los demás empleados se apresuraron a bajar para ocuparse del equipaje.Mi tía Gloria, al vernos entrar, no pudo ocultar su sorpresa. Con Valeria en brazos, subí las escaleras hasta su nueva habitación y la deposité suavemente sobre la alcoba.—Espero que te sientas cómoda, cualquier cosa que necesites no dudes en llamarme—expresé mientras Valeria miraba hacia el jardín. —Debo irme.—Gracias, espero no darte tantos dolores de cabeza—dijo ella, y yo esperaba lo mismo.—Trata de no darme dolores de cabeza. Cuando te sientas recuperada, debemos ver lo de la boda.—¿Crees que una boda resolverá todo? Mi padre no estaba en sus cinco sentidos cuando grabó esos videos.—Puede que resuelva algunos problemas, no todos. Y
Valeria.No dejaba de pensar en todo lo que había sucedido en las últimas semanas. Mi padre había muerto, casi muero calcinada en mi propia mansión, y ahora vivo en la casa de un hombre a quien apenas conozco, pero en quien mi padre confiaba plenamente. Pronto seré su esposa, no una boda por amor, sino un pacto. El aire se vuelve espeso cuando está cerca de mí. Actúa como si nada, pero se nota que no quiere esto, y la verdad, yo tampoco lo deseo. Mi padre no estaba en su sano juicio cuando dejó ese estúpido video, y resulta que hay más videos que podremos ver después de un año de casados.Pobre Alberth, casarse conmigo será como entrar en el infierno. Espero no causarle problemas; trataré de no perderme en mis arranques de desesperación y seré una buena chica hasta que expire el contrato.Miro hacia el jardín, la mañana se ve melancolía, recuerdo mi vida de hace unos meses. Papá siempre estaba preocupado, decía que tenía que estar preparado para lo que viniera. Últimamente no comía bie