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Capitulo 02. | ¡No pienso casarme!

POV: TARA. [Parte II]

* * * * * * * *

— Por Dios, te ves... Tan... preciosa, hija. — Exclamó mi madre confundida, después de verme con aquel vestido horrendo que decidí ponerme. — Si tenemos suerte celebraremos tu compromiso esta noche y también el de tu primo Dioniso. — Rodé mis ojos hasta ponerlos en blanco.

— No me veas así, sabes que tu padre quiere lo mejor para ti y se asegurará de conseguirte a un caballero.

— Mamá.... si entiendes que no soy un objeto ¿Verdad? Hago esto porque no tengo otra elección, en realidad no hay nada que celebrar hoy.

— Tamara hija.

— ¡No digas nada mamá! ¡Estoy harta de todos ustedes!

¡No quiero ser una mujer con sueños frustrados igual que tú, mamá! — Me quejé y ella aparto la mirada del espejo.

Se que he sido cruel y estoy actuando de manera egoísta pues, mi mamá no tenia la culpa.

En nuestra familia se ha repetido el mismo patrón desde siempre y cómo diría mi padre:

"El matrimonio es solo un intercambio donde ambas partes se benefician, aquí no hay espacio para el amor".

— Lo siento, ma... — Tomé su mano. — tienes razón el vestido esta bonito y me gusta mucho. — Le digo para compensar por la forma en que le hablé.

— Debes cumplir con tu deber, así como yo lo hice, Tara. — Ella sonrió de nuevo y me guió hasta el pasillo.

— Ok, — Suspiré. — Pero necesito ir al tocador primero. Ya te alcanzo. — Invente una excusa. «Necesitaba respirar.»

— Te veré en unos minutos para presentarte ante los invitados.

— Si mamá. — Dí media vuelta pero ella tomó mi muñeca. — Tamara, no te tardes y lo más importante ¡No causes problemas! — Dice antes de dejarme.

«¿No causes problemas?»

¡Ja! Es más fácil decirlo que hacerlo.

Bajé las anchas escaleras hasta la primera planta, pasando entre las docenas de invitados en la gala.

La multitud hace que me tense; no conocía a nadie, por eso me concentro en llegar a las extraordinarias mesas de postres, pero una horda de camareros se mueve más rápido que yo con bandejas repletas de bebidas.

Por mala suerte tropiezo con uno de ellos y varias copas caen sobre mí, dejando en peores condiciones mi vestido más de lo que ya estaba.

¡Genial! Ahora tendré que cambiarme de nuevo.

Me desvío de mí objetivo retrocediendo y evitando tropezar de nuevo, también esquivo las miradas que me lanzan más de un invitado y estoy segura de que no se debe a qué me hayan reconocido cómo la hija de Domenico Ford.

La mayoría me observa por mi aspecto desalineado, aquí todos parecen recien salidos de un desfile de moda y mi vestido ancho, largo, sin forma, de color naranja chillón no armoniza con la elegancia del evento.

Lo que ellos no saben es que luzco de esta manera porque así lo he decidido.

¡JA!

Veamos cuántos pretendientes logro atrapar está noche con estos bellos harapos.

****

Fue imposible regresar a mi habitación, por el contrario me desvíe hacía uno de los pasillos que da hacia el tercer piso para ocultarme en una de las estancias, pero al abrir la puerta me encontré con un intruso el cuál no veía desde hace años.

— Oh... Cosita rara...

Creo que te has equivocado de piso, acá solo puede pasar la familia. — Dice con un tono de voz amable y mucho más agudo de lo que realmente es. — La servidumbre es por el otro lado.

— ¡Vaya, que estilo, te ves fantástico! — Sonreí. — No has cambiado absolutamente nada, Midas.

— ¡Por favor! Querida. — Batió sus manos con gracia y elegancia como si fuera una mariposa. — Me lo dicen tanto que ya estoy acostumbrada. — Dió un breve carraspeo. — Quiero decir acostumbrado...

— Mmmm ya veo. — Le contesté admirando su look, la verdad es que mi primo Midas, se veía increíble.

— Muy bien, pequeña Quasimodo. Ya es momento de que te vayas, no es correcto que estes aquí...

— ¿Que dice mi tío Hermes sobre tu look, o mejor aún, cómo te trata mi primo Dioniso.?

— Pues... Hay muchos abusos e insultos de su parte pero ya sabes, los hombres de mi familia son retrogra... — Se quedó observandome por unos segundos, hasta que me reconoció.

— ¿Tara? Por Dios, ¿eres tú? — Se acercó a mí para darme un abrazo.

— No te reconocí querida. — Se disculpó mientras me repasaba con la mirada.

— Si.

Lo noté.

— ¿Pero que te sucedió, porque carajo pareces la novia de un gremlins? — Sonreí sin poder evitarlo.

— Hmmm bueno, me vestí así para conocer a mi futuro marido. — Modelé para el haciendo burla de mis verdaderas intenciones.

— ¡Ay, querida! No quiero desanimarte pero ya las cartas están echadas, nuestra familia se va a fusionar con los Beringhelis tarde o temprano. Aunque pensándolo bien... —Me toma del brazo para sacarme de arrastra de esa habitación.

— Mientras eso pasa te puedes divertir.

— ¿Que haces a dónde vamos?

— Por algo de diversión querida, pero para eso primero debemos huir de aquí. — Sus palabras me llevan ante un mar de posibilidades, era justo lo que deseaba.

— Sabes... Creo que tu y yo nos llevaremos muy bien. — Le digo a mi primo Midas y este me sonríe.

— Demasiado bien, cariño.

Soy el rey Midas, todo lo que toco se convierte en oro.

Logramos escabullirnos por el jardín trasero, solo faltaban pocos metros para llegar al auto de Midas cuándo alguien nos detuvo.

— ¿Que hacen?

— ¡Aaaahhh! — Alguien nos detuvo y ambos dejamos escapar un gritito por el susto. Luego me dí cuenta de que se trataba de Bastian.

— ¡Ay, que susto me diste!

Voy a escapar esta noche, no le daré el gusto a mi padre de intercambiarme como si fuera una vaca. — Las emociones atraviesan su rostro como un rayo, veo dolor en él y lamento mucho que sea así.

— Seguramente tu padre estará furioso. — Se inclina hacía mí y pasa sus dedos por mi cabello revuelto para acariciarlo con ternura.

— Lo sé, estoy horrenda pero no hay tiempo.

¡Vamos! Tienes que venir conmigo. — Lo tomé de su mano para traerlo con nosotros pero no se movió.

— Hagas lo que hagas, para mi, siempre serás hermosa. — acaricio mis mejillas antes de dejar un beso muy cerca de mis labios.

— Bueno, bueno no quiero hacer de mal tercio, así que disculpen pequeños tortolitos.— Midas nos interrumpe y casi se come a Bastian con la mirada. — Mi tío no tardará en darse cuenta de que no estás, debemos irnos.

— El tiene razón, Tara. Escaparte ahora solo te dará más problemas. — Bastián me hace considerar lo que estaba a punto de hacer.

— Si, es una locura... — afirmé. — Creo que será mejor regre... — Colocó un dedo sobre mis labios.

— Yo los distraeré preciosa y así tendrás más tiempo para salir de aquí. — Me sorprendió su respuesta, entonces me lance sobre él para abrazarlo.

— ¡Gracias!

— Promete que sólo será está vez Tara, si mi padre se entera que te estoy ayudando se decepcionará mucho de mí. — Dejó un beso en mis labios antes de separarse.

— Solo esta vez. — Prometí levantando mi mano derecha en forma de juramento.

Si había jurado en serio...

Pero cuándo una persona como yo, a la cuál han mantenido encerrada toda su vida abre los ojos ante el maravilloso mundo, cumplir una promesa como aquella, realmente se vuelve un reto.

Uno muy difícil.

Mucho más, después de haber conocido el lugar hacía dónde Midas me llevó.

Era una propiedad en los suburbios, cualquiera podría pensar que el sitio estaba abandonado pero luego de pasar un callejón helado y desolado, fue dónde comienzo la verdadera diversión...

[...]

Estacionamos el auto en el parqueadero, había una fila interminable de personas para ingresar, La mayoría llevaban puesta máscaras y un atuendo alocado que mostraba mucha pero mucha piel.

— ¿Dónde estamos? — Pregunté deslumbrada por todo lo que tenía ante mí.

— Es un sitio prohíbido y sobretodo muy exclusivo dónde viene gente peligrosa.

Pero te prometo que te encantará. — Hizo una pausa.

— Ten, usa esto. — Me dió un antifaz, luego avanzamos hacía la entrada, veía que la mayoría de las personas usaban un código para ingresar.

Nosotros no teníamos uno y éramos menores de edad....

Nos iban a descubrir.

Debía inventar algo para que nos dejarán pasar, yo en verdad tenía que saber de la forma que sea, que había detras de esas puertas.

Una vez que fue nuestro turno de ingresar, él hombre a cargo de la seguridad nos interrogó.

— ¿Código? — Preguntó con voz pesada.

— Pues... Mire amigo este es el asunto, nosotros...

— ¡Rascacielos! — Escuché la voz de Midas y enseguida volteé a verlo.

— ¿¿Que?? — Se rió con picardía. —Tengo mis contactos, querida.

— ¡Adelante!. — El hombre dio unos toques en la enorme puerta que segundos después se abrió.

— INFERNO les da la bienvenida, disfruten de su estadía. — Añadió el guardia de seguridad.

¡Guau!

Las luces, la música, el ambiente libre, las personas...

Todo era terrorífico y también maravilloso, no tenía idea de dónde estaba ni que pasaba, solo sabia que por primera vez en mi vida sentía que este era mi lugar.

Si quería cumplir la promesa que le había hecho a Bastian, incluso me dije a mi misma que solo daría una pequeña miradita a ese bajo mundo que no conocía.

"El problema fue que esa miradita me embriagó de curiosidad y debo admitir que en el futuro eso complicaría las cosas mucho más de lo que ya estaban".

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