Capitulo 04.| Es un patito feo.

POV : ACE.

Si tuviera una lista negra de las cosas que me desagradan en la vida, mí futuro matrimonio estaría de primero en esa lista, pero eso era algo que jamás iba a suceder. Me había fijado una meta, un reto en mí vida y era conseguir la unificación con el imperio Ford.

Y no iba abandonarlo estando tan cerca de conseguirlo. El único inconveniente que tenía hasta ahora era mí futura esposa, por más que había intentado conocerla siempre encontraba la manera de escabullirse de mí.

— ¡Damas y caballeros! — Dijo por el micrófono el decano de la facultad de ciencias políticas. — Recibamos al homenajeado de la noche: ¡Ace Beringhelis!

Hubo un fuerte aplauso cuando salí al escenario y acepte el premio, que llevaba grabado una placa por delante.

«Estudiante del Año»

— ¿Te quedas para la cena de triunfo? — Preguntó el decano con voz entusiasta, simulé mirar mí reloj como si tuviera prisa.

— Me temo que tengo un agenda difícil señor.

— Bueno, ya quedará para después.

Decidí marcharme cuándo comenzó otra ronda de aplausos y fuí directo hacía la salida, no me molesté en acercarme a ninguno de mis mediocres compañeros, no había establecido contacto con ningúna persona mientras hacía el grado.

— ¿Disculpa eres Ace Beringhelis? — Un hombre de aspecto caucásico se detuvo delante de mí interrumpiendo mi escape.

— Verdaderamente sí que has realizado una transición interesante, ¿No crees? — Fruncí mí ceño al no entender sus palabras.

— ¿Disculpa? No entiendo de que habla.

— Hablo de que pasaste de superestrella del deporte a superestrella de los negocios. — Sonrió mientras observaba mi pierna derecha.

— Fue un pena que te lesionaras, estoy seguro de que de no ser así, hubieses llegado muy lejos. — Apreté los puños y seguí de largo agradeciendo llevar puesto un Armani; la tela era mucho más incomoda para golpear a alguien.

Todo comenzó a pasar por mi mente como una película triste y antigua.

En el primer año de la facultad me habían elegido como una de las mejores promesas del país en el futbol americano, era un «Fenómeno inesperado» de «Talento increíble», puesto que mí pasión por el deporte había comenzado desde que apenas era un niño.

Era algo con lo que soñaba, pues se habían contactado conmigo una decena de cazadores de talento de todo el país, la razón ; Lleve a mi equipo directo al campeonato estatal durante el último año, pasaba todas las horas entrenando porque no quería pensar en nada más.

Sin dudarlo acepté una beca deportiva universitaria, quería jugar de forma profesional, quería la atención de los medios de comunicación y claro, quería las ovaciones de los seguidores. Lo quería todo.

Pero el destino tenía otros planes para mí, después de cinco partidos de liga, me destruí el ligamento cruzado de la rodilla y toda la gloria termino para mí.

¿Podía recuperarme?

Sí.

Pero ni con la mejor rehabilitación podría estar de nuevo al ciento porciento.

Fue allí dónde toda la atención rápida y repentina que recibí de los medios se detuvo bruscamente. Con el tiempo fingí no estar destrozado por haber perdido mí sueño y ser una estrella deportiva quedó enterrado en lo más profundo de mis recuerdos.

Cuándo todos mis supuestos amigos se alejaron supe que yo mismo podría trazar mi destino y sabía exactamente por dónde comenzar.

[...]

Me remuevo nervioso, hoy por fin la conoceré en persona, solo espero que no sea obesa y lo más importante que sea una chica bien portada y bonita, creo que por la genética de sus padres debería ser preciosa.

es una señora muy hermosa y distinguida un poco santurrona pero sigue siendo muy intrigante, supongo que su hija debería ser igual.

— ¿Cuánto más se van a tardar, mamá? — Me levanté molesto para comprobar la hora, iban veinte minutos de retraso y contando.

— Quizás vió una foto tuya y no le pareces tan atractivo como crees que eres. Tal vez por eso siempre huye. — Mi hermano Vasil, se acercó para burlarse de mí.

— ¡No seas imbécil! — Le lancé mi pelota antiestrés al rostro y se rió con más fuerza.

— Para que lo sepas nunca he tenido problema con que una chica se enamore de mí, de hecho no ha existido una que se resista y estoy seguro que Tamara Ford no será la excepción.

— A mi se me hace que de nuevo te dejó plantado.

— Sólo estás celoso porqué soy yo quién heredará el imperio Ford y seguramente también porque tendré una esposa hermosa y sexy.

— ¡Ja! No cantes victoria, hermanito. Ya con esta será la octava vez.

— La sexta. — Corregí y soltó otra carcajada.

— En todo caso podríamos mostrarle una segunda opción y ver a cuál de nosotros elige la heredera. — Se alistó los puños de su traje

— La respuesta es sencilla Vasil. «Me elegirá a mí»

En ese instante mi hermana G*****a, se adentró junto con mis padres al salón.

Mí padre en sociedad con Doménico Ford, había arreglado su matrimonio con uno de sus sobrinos. «Dioniso Ford» quién en mí opinión era un imbécil, pero un imbécil con un buen apellido y buena posición social.

Al mirar por las ventanas nos dimos cuenta que el momento había llegado, el coche de la familia Ford se encontraba estacionando en nuestra propiedad, inmediatamente comprobé mi atuendo y me coloqué al lado de mi padre para esperar a mí futura esposa.

— Sean Bienvenidos.

Los señores Beringhelis, esperan en el salón, junto a sus hijos. — Se escuchó la voz neutra de nuestro mayordomo.

Apenas ingresaron al salón mi vista pasó de Doménico y Victoria Ford, hasta su hija y sentí un hormigueo en la piel cuándo la ví.

O mejor dicho un escalofrío de los que siente un hombre apunto de morir.

Pero... ¡QUE DEMONIOS! Esto debe ser una broma.

«Una broma de mal gusto»

— Pensándolo bien Ace, creo que te dejare el camino libre con la heredera... Recordé que aún no estoy listo para casarme. — Vasil me dió con el codo por el costado, su rostro demostraba lo mucho que estaba conteniendose para no explotar de la risa.

Tenía que haber una palabra en el diccionario que fuera descriptiva y que fuera capaz de explicar cómo me siento ahora.

Mi futura esposa era extremadamente... ¡HORRENDA!

— Ace, muchachos.

Quisiera presentarte a mí tesoro más preciado y delicado. Mi florecita. Tamara Ford. — Trague saliva sin poder dejar de mirarla, era un ¡PATITO FEO!.

¡Dios, no! Seré el hazmerreír de todos.

— Ehh.... Es un placer... Conocerte... — Extendí mí mano para tomar la suya y ella espero algunos segundos para corresponderme.

Pero de cualquier manera era desagradable.

— El placer es todo mío, señor Berlusconi. — Dijo con voz chillona.

— No mi nombre no es...

— Ah da igual. — Se aparto de mi.

Me quedé un rato observando a detalle su rostro, el bigote me perturbaba mucho pero también esa uniceja me incomodaba.

Después de unos minutos con una sonrisa falsa en el rostro, me excusé con mis futuros suegros para ir a la cocina.

«¡Aggg...! ¡No puedo creer que sea tan fea!.» Definitivamente no puedo mirarla.

— Ace, cariño. — Escuché a mi madre entrar detrás de mí.

— Creo que será mejor hablar cuánto antes con los Ford para suspender el compromiso.

— ¿Qué? ¡Por supuesto que no mamá! Sigo firme en llevar a cabo mi matrimonio con la fea.— Ella se sorprendió al darse cuenta del tamaño de mi ambición.

Después de unos segundos respiró hondo y negó con la cabeza.

— ¡Pero te acabas de burlar de la apariencia de esa pobre chica.

— No me burle, madre.

Solo la llamé fea.

— Ok... ¿Y no crees que si se entera que le dijiste fea, se va a sentir mal?

— ¡Pero es fea, mamá!

— No, no lo es. — Aseguro Vasil entrando también a la cocina.

— Es posible que los brackets si lo sean, su cabello enmarañado, el bigote o esas horrendas gafas de pasta negra.

Pero ella en conjunto es una chica preciosa.

— ¿Lo dices en serio? — Pregunté observándolo con estupor, al igual que mi madre pero él comenzó a reír automáticamente.

¡Idiota!

— Lo siento, lo siento.

Hermano. — Se acercó y me dió una palmada en el hombro.

— Tienes razón, es bastante fea.

— ¿Pero que sucede con ustedes? No está bien que digan que alguien es feo.

Ace, hijo. Acércate a ella, dile que sus ojos son hermosos. — Dejé escapar un gruñido.

— Creo que esa chica es de mal carácter, no me agrada.

— Da igual si no te agrada Ace. — De nuevo Vasil interrumpió. — Su compromiso es sólo un trato, no es cómo si fuese de verdad. Además, piensa en el dinero.

— Ambos se fueron para darme un minuto más y cuándo estuve listo pasé al gran comedor para sentarme junto a ella.

Esperé el momento más adecuado para darle un cumplido, cómo se lo prometí a mi madre pero me era imposible, ella estaba concentrada en la comida, dándole unas mordidas indecorosas a su filete.

— ¿Tamara? — Me atreví hablarle y ella se giró para mirarme.

— ¿Sí? ¿Que sucede futuro esposito?. — Habló con la boca llena.

«Que mujer tan desagradable, joder»

— Toma una servilleta.

— Ay... Jijiji Gracias. — Dice con esa voz tan desagradable.

— ¿Y, bien? ¿Qué ibas a decirme? — Sonrió.

— Eh... Bueno tus ojos... — Me quedé mirando sus gafas, el grosor del cristal hacia que sus ojos se vieran enormes y saltones.

«Diablos sus ojos no»

— Tu... Tu boca.. — Miré sus labios y Aggg

Sus dientes de metal estaban llenos de restos de comida.

«No joder, su boca tampoco»

— Tu cabello...

— Si... ¿Que pasa con mí cabello?. — Al observarlo me fijé que estaba todo enmarañado.

Suspiré profundamente solo deseaba salir corriendo de aquí.

— Eh.. bueno quería decir que tú cabello es... Lin-do. — Murmuré observando el nido de pájaros en su cabeza.

— Y... También quería decir que me-agradas-mucho. — Sonreí forzadamente.

— Mmmmn pues, fíjate que a mi me sucede todo lo contrario Ace. — Colocó la servilleta sobre la mesa con fuerza.

— No me agradas ni un poco. Además, llevas chueca la corbata y si me lo preguntas llevas puesto mucho perfume.

¡Apestas! — Añadió sin ningún tipo de interés en mi.

— ¿Que? ¿Ella dijo que yo apesto?. — Mi boca casi llegaba al suelo de la impresión, luego se levantó de la mesa y se marchó.

— ¿¿¿Me dejaras hablando solo??? — Grité de vuelta pero ella no se detuvo.

No podía entender cómo demonios me vine a meter con alguien tan irritante, fea y odiosa.

La patito feo, a partir de este momento, se acaba de convertir en mí enemiga.

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