Megan se sorprendió al sentir que él se levantaba, sin el calor de Clyde el aire de octubre pronto le hizo sentir frío de inmediato. Entonces abrió los ojos justo para ver cómo el hombre amando saltaba por el balcón del apartamento.
Cubriendo sus pechos con una mano se levantó de inmediato para correr hacia el balcón también, el placer que sentía había sido sustituído por el terror.
Se asomó al balcón con la incredulidad marcada en su expresión, pero pudo ver con claridad cómo su amado corría desnudo por el amplio jardín que rodeaba el edificio.
—¿Pero, cómo demonios pudo…? —la frase quedó truncada a la mitad por la sorpresa.
Esto era casi imposible. Nadie podía saltar desde tan alto y luego correr como si hubiera salido por la puerta principal…
Entonces Megan recordó…
Unos meses atrás…
La chica estaba aterrada, sus ojos, desmesuradamente abiertos contemplaban a los cinco hombres que la rodeaban. Todos tenían los rostros libidinosos y su aliento a licor hacía que las náuseas que sentía se intensificaran.
A unos metros de ella estaba el cuerpo de un hombre joven, estaba tirado boca abajo con un brazo retorcido debajo de su cuerpo, tenía sangre brotando de su cabeza y no se movía.
El hombre estaba caminando tranquilamente atravesando el parque cuando escuchó los gritos desesperados de ella, sin dudarlo un segundo se lanzó hacia ellos tratando de defenderla, derribó a uno de ellos, pero ese fue su único triunfo, luego lo habían apaleado.
Los rufianes lo habían golpeado duramente, en especial uno que llamaban “chico”, aunque su cuerpo era enorme, le había dado un soberbio golpe con un tubo grueso en el brazo, ella escuchó el crujir de los huesos al partirse al mismo tiempo que el grito ahogado del chico al caer, luego lo había golpeado en la cabeza, Megan creyó que estaba muerto o casi…
—¿A dónde estábamos, chiquita? —el desagradable aliento del hombre llegó a su nariz haciendo que arrugara la cara, el hombre al notarlo, soltó una risa grosera— Tal parece que a la princesa no le gusta mi olor —dijo entre risas.
Los otros facinerosos estallaron en carcajadas, deleitándose con las palabras del llamado “Rob” quien parecía el jefe del grupo.
—Por favor, señor… —comenzó a decir balbuceando, pero la risotada de Rob le cortó el habla de inmediato.
—¿Ahora vas a suplicar, nenita? —dijo mirando sus hermosos pechos que sobresalían de la ajustada blusa que se había puesto esa tarde para salir con sus amigas. Todo había ido de perlas hasta que ellas decidieron ir a un bar y ella se negó porque quería estudiar para un examen que tendría el día siguiente.
—Por f fa favor… —logró medio articular de nuevo— No me haga daño.
—¿Y quién te va a hacer daño, muñeca? —dijo poniendo cara de extrañado— Mis amigos y yo sólo queremos darte una noche de ternura y… placer —su voz rasposa hizo que se le erizara la piel del terror.
Megan sabía que no tenía escapatoria, el único que había estado lo suficientemente cerca para ayudarla yacía inconsciente, o muerto, a unos cinco metros de ella. ¡La iban a violar de la peor manera!
«¡Dios mío! —clamó en su mente— Necesito un milagro, de veras. Te prometo ser una buena chica, soportaré cualquier cosa, pero ayúdame»
Ella dirigió una nueva mirada a su fracasado salvador. Rob, al ver hacia donde dirigía la mirada soltó una nueva risotada.
—¿En verdad estás esperando que tu héroe resucite? —dijo entre su odiosa risa— Pues no creo que pueda ayudarte —dijo mientras extendía una de sus grandes manos y la tomaba por la parte superior de su blusa mientras sus dedos rozaban la blanca y delicada piel femenina.
Un escalofrío, mezcla de asco y terror, recorrió todo su cuerpo una vez más.
Al notarlo, el malvado Rob rió con suficiencia.
—Ya vas a temblar entre mis brazos cuando te inunde de placer, bonitica —dijo con los ojos vidriosos de lujuria y deseo malsano.
A cada adjetivo libidinoso lanzado por el desagradable sujeto, Megan se estremecía, dirigió una mirada de desespero hacia el joven inconsciente, esperando un milagro. Por un momento pensó que se movía, pero dejó de verlo al sentir el desgarrón que estaba sufriendo su delicada blusa de seda.
Rob había rasgado la suave tela casi hasta la cintura de la chica quien, en su desespero, le dió un golpe al hombre en su desagradable rostro, una mezcla de cachetada y arañazo que hizo que el hombre echara la cabeza violentamente hacia atrás.
Unos trazos rojizos se habían marcado desde su ojo hasta casi llegara la barbilla, el golpe había sido imponente considerando que era una chica de apenas un metro sesenta y siete con apenas un poco más de cincuenta kilos de peso.
Lo siguiente que se escuchó fue el soberbio golpe que recibió en su cara, la manaza de Rob la había golpeado como si se tratara de un hombre. Megan cayó hacia atrás mientras el resto de la banda reía a carcajadas, tanto por lo que le había pasado a su jefe como la respuesta de este.
Al caer su cuerpo golpeó duramente contra la tierra engramada de esa zona del parque, unas lágrimas de rebeldía y dolor acudieron a sus ojos haciéndola ver borroso todo el entorno que la rodeaba.
Rob se le fue encima levantando su falda con facilidad, abrió sus piernas sin mucha resistencia. Era muy difícil que ella pudiera hacer algo contra un sujeto que casi medía los dos metros y pesaba más de ciento setenta kilogramos de músculo. Para el sujeto fue una tarea fácil.
Megan alcanzó a escuchar, entre el coro de risas de los bandidos, un grito de sorpresa. Ella trató de voltear, pero el sujeto se había bajado sus pantalones y en ese momento se estaba echando encima de ella.
Con desesperación trató de empujarlo, pero era como un niño procurando detener a un hombre. Rob comenzó a lamer su rostro de manera lujuriosa mientras su aliento la hacía dar arcadas de asco.
«¡Dios, por favor! —clamó de nuevo en sus mente con desesperación— ¡Ayúdame!»
El hombre se levantó un poco y jaló con fuerza el brassier rompiéndolo como si fuera una suave gasa, dejando expuestos los hermosos pechos de la chica, quien gritó de desesperación pura.
Y cuando Megan daba todo por perdido, mientras el sujeto sobaba a placer los turgentes pechos femeninos, de pronto se sintió libre del peso opresor del hombre que se había echado encima de ella, mientras trataba de apartar su prenda íntima inferior, para consumar su asalto.
Ella se levantó y solo pudo ver todo como un borrón delante de sus ojos llorosos, no sabía si por las lágrimas o por el golpe recibido, porque la escena que tenía delante de sus ojos era una escena dantesca que pasaba a gran velocidad, al menos el celaje que se veía golpeando a los sujetos, que hace unos momentos reían con lujuria anticipando lo que les tocaba, era casi imposible de seguir en sus movimientos.
Megan comenzó a perder el sentido por el cúmulo de emociones y el terrible dolor en su cara por el brutal golpe.
Lo último que pudo percibir fueron unos brazos musculosos y tibios que la levantaban suavemente y la acunaban contra un torso duro y poderoso.
—Gracias… gracias —era todo lo que podía decir.
—Tranquila —se escuchó la voz gruesa y dura, con un extraño resonar— Ahora estás a salvo —fue lo último que escuchó antes de hundirse en las tinieblas de un desmayo benevolente.
Megan despertó con un terrible dolor de cabeza, las luces blancas de la habitación donde estaba acostada molestaron mucho sus pupilas incrementando el dolor que sentía, por las ventanas, la tenue luz del alba comenzaba a colarse en la habitación.Parpadeó varias veces antes de poder mantener los ojos abiertos, se fue acostumbrando a la claridad poco a poco y pudo ver que estaba en una limpia y pulcra habitación de un hospital. Cerca de ella había otras dos camas donde reposaban dos mujeres más conectadas a unos monitores al igual que ella.Sentía el rostro acartonado por la inflamación, usó su mano derecha para tratar de palparse el rostro, pues el brazo izquierdo estaba conectado a una vía por donde le administraban un suero y en el dedo índice de esa mano tenía un dispositivo para lecturas digitales de su estado.Al pasar la mano por la parte izquierda de su cara sintió la inflamación y al presionar un poco el dolor la atenazó de golpe haciendo que emitiera un ahogado quejido.—Tran
La luz del sol entraba en la pequeña habitación ubicada en el conjunto de residencias del campus de la Universidad de Vancouver, en la Columbia Británica de Canadá.Cuando llegó a la cama le dio de lleno a un joven delgado, pero bastante alto, que estaba durmiendo boca abajo sobre ella, vestido solo con un sucio blue jean. Este abrió los ojos poco a poco volteando hacia un costado para evitar que le diera de lleno en los ojos.Clyde abrió los ojos por completo, cuando se movió para tratar de voltearse en la cama, sintió que todos los músculos de su cuerpo crujían por el esfuerzo, como si hubiera estado picando piedras con un enorme martillo en una prisión.De pronto imágenes borrosas llenaron su mente y recordó lo que había sucedido en la noche. De la impresión se levantó sobre sus manos y terminó sentado en la cama, aunque un poco mareado, como si hubiera bebido anoche, pero estaba seguro de que no había probado más que una cerveza fría y ni siquiera se la tomó por completo.—¡Demoni
—No sé, pero lo va a pagar caro —gruñó el otro sujeto metiendo su mano en la chaqueta de cuero que llevaba y extrayendo un gran cuchillo que brilló con la luz que llegaba de un poste a unos metros de ellos.Este último se lanzó a fondo contra el hombrón y trató de apuñalarlo en el estómago, y creyó que lo había conseguido hasta que una mano muy grande y fuerte lo sujetó por el antebrazo y lo apretó con tanta fuerza que le crujieron los huesos y el cuchillo cayó de su mano mientras gritaba de dolor.Trató de golpearlo con la otra mano y alcanzó la cara del hombre pero parecía que le había hecho cosquillas nada más. La mano izquierda del hombre lo golpeó en el pecho y le abrió unas profundas heridas haciendo que cayera hacia atrás mientras gritaba de dolor nuevamente.El otro agarró el tubo que “Chico” había tenido en la mano y golpeó con fuerza al sujeto en la espalda mientras sujetaba a su compañero del cuchillo, pero este apenas se inmutó aunque el golpe fue formidable, después de go
—Señorita Sommers —un hombre vestido con traje y una placa en la cintura se acercó a la cama donde Megan estaba acostada en el hospital. Después de que el médico había hablado con ella había quedado bastante confundida y preocupada.Pareciera que nadie sabía nada del muchacho, o el hombre joven, que había corrido a ayudarla mientras los cinco hombres la atacaban. Esperaba que este policía pudiera darle alguna noticia sobre él, porque se veía mal herido, la sangre manaba de su cabeza manchando toda la camisa de cuadros que llevaba puesta. —Soy yo, oficial —le dijo ella con aplomo.—Soy el teniente Reynolds, señorita —le dijo con voz afable— Lamento que haya pasado por todo esto y sé que las preguntas a veces son molestas en estos casos, pero todo esto es necesario para el expediente.—Lo entiendo, teniente —dijo Megan.—Hay varias preguntas que me gustaría hacerle para ver si esclarecemos este caso —dio el teniente con aire preocupado— Porque no solo se trata del ataque que usted sufr
Megan no se rió como lo estaba haciendo el teniente, sino que su boca se secó de golpe, porque esa descripción era bastante exacta cuando vio el rostro del sujeto muy cerca al verlo tomar a Rob por un brazo y levantarlo como si fuera un muñeco de juguete.Se mojó los labios con la punta de la lengua y trató de respirar profundo para calmar la súbita ansiedad que había sentido.Ella misma creía que lo que había visto era una especie de alucinación por la situación, pero las alucinaciones no eran colectivas (ella como estudiante de psicología sabía ese concepto básico). Eso quería decir que lo que vió fue real.El teniente había dejado de reír y se fijó que ella se había puesto un poco pálida.—Lo siento, señorita Sommers —dijo con tono preocupado— Creo que la hice sentir mal.—No, estoy bien, teniente —dijo con rapidez— Aún me dan mareos inesperados —dijo tratando de sonreír.—Puedo volver mañana, si tiene algo más que decirme —dijo Reynolds.—No se preocupe —volvió a decir— Pero… el l
Clyde recordó que la chica era aquella con la que Adam bromeaba con él. Recordó la vez en la biblioteca.Clyde había estado mirando a la hermosa chica que estaba buscando un libro en la estantería de la biblioteca de la universidad, justo delante de la mesa donde él se hallaba estudiando con su amigo Adam.—Creo que no aprenderás nada sobre historia antigua si continúas mirando el hermoso trasero de esa chica, Clyde —le dijo Adam con una risita irónica.—Ya cállate, Adam —le dijo con algo de enfado— No estoy mirando su trasero, solo la estoy viendo completa.—Pues se nota que te gusta —le replicó su amigo— Y además tiene un trasero super hermoso… ¡Auch!Adam se quejó por el golpe que le había dado Clyde en el hombro.—Ya deja de decir tonterías, pareces un baboso adolescente —le dijo Clyde con tono molesto.—Mira quien habla de baboso —le dijo Adam con rencor— Por cierto, ¿estás yendo al gimnasio de la universidad? Cada vez me golpeas más fuerte.Clyde lo ignoró por unos momentos, en
El doctor revisaba la cara de Megan y luego miraba para ver la radiografía que le habían hecho. Después de unos minutos de cuidadosa exploración, por fin levantó el torso y la miró después de arreglarse la bata.—Muy bien, señorita Sommers —le dijo el galeno— Creo que ya podemos darla de alta, solo tenemos que esperar los resultados de la tomografía que me deben estar entregando dentro de una hora más o menos.—Gracias, Doctor —le dijo ella animada, esos cinco días en el hospital se habían hecho muy largos.Aunque Sandra la había visitado con frecuencia para ponerla al día con las materias y asignaciones que estaban viendo, Megan se sentía ultra aburrida. El doctor había permitido que paseara por los amplios jardines del hospital, pero tenía que llevarla un camillero en una silla de ruedas, lo que era particularmente molesto, pero al menos podía respirar aire puro al menos una vez al día.—Vendré después de que me sean entregados los exámenes que faltan y me acercaré a conversar con u
—¿Recuerdas el latido de su corazón? —le preguntó Sandra mirándola con curiosidad— No sé cómo puedes recordar ese detalle.— Creo que lo recuerdo porque me sentía tan mal, adolorida, asustada —dijo recordando las sensaciones que sintió en esos momentos— Y el escuchar ese poderoso latido hizo que me llenara de una extraña paz.Sandra la miraba con curiosidad y algo de sorpresa, no solamente por lo que estaba diciendo, sino por la expresión que tenía su amiga en el rostro. Su mirada estaba perdida en la distancia y la expresión de su rostro era de auténtico embeleso.—Solo espero que el sujeto sea guapo y tenga mucho dinero —dijo Sandra conteniendo la risa.El comentario burlón hizo que Megan saliera del ensueño de sus recuerdos.—¿Por qué dices eso? —le pregunto frunciendo el ceño.—Porque tenías la misma cara de tonta que tienen los enamorados —dijo Sandra ya comenzando a reír abiertamente.—No seas tonta —replicó con el rostro ahora serio— No estoy enamorada de ese sujeto, quien quie