Lucha y huida

Clyde agarró al sujeto por la pechera de la chaqueta y lo levantó, al mismo tiempo que tomaba el arma de la mano y la apretaba con tal fuerza que la deformó, al menos lo suficiente como para que quedara inutilizada.

No estaba seguro si podía hacer eso, pero el abuelo Angus había escrito que había roto, más de una vez, espadas con las manos limpias. Por eso no tuvo dudas de que podría hacerlo con cierta facilidad.

—¡No me mates, por favor! —le suplicó el hombre en el colmo del pánico.

Y no era para menos, el ser que lo tenía agarrado por la chaqueta debía medir más de dos metros, porque él era un hombre alto y fornido y este lo había levantado como si fuera un muñeco de trapo relleno de plumas.

Y encima los ojos le fulguraban con un destello azul que lo hacía parecer demasiado impresionante.

—¿Y tú no pensabas en matarme a mí? —le preguntó Clyde con su voz que parecía salir del fondo de la tierra.

—N - no, señor… —dijo con voz temblorosa— Sólo quería asustarlo… por favor.

Clyde no quis
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