La Zahra adolescente caminó con su glorioso postre hacia un lugar tranquilo y alejado.
Cerca de un árbol donde podía estar serena y sin fisgones merodeando.
Llegó a su lugar secreto y suspiró aliviada de ya estar al resguardo del ruido de la gente y de las preocupaciones ajenas.
Sin embargo, al sentarse, se percató de que en realidad no estaba sola.
No hizo más que levantar la vista para ver que entre los arbustos frente a ella había alguien sentado, abrazando sus piernas como si su vida colapsara por completo con tan solo no hacerlo.
Se contemplaron la una a la otra por varios segundos sin decirse absolutamente nada.
Las dos estaban muy impactadas al descubrirse una frente a la otra.
Zahra nunca había visto a nadie en aquella zona del campus y era evidente que la otra muchacha er
Estaba volviendo a su casa, con sus propios pies llevándola casi por inercia pura. Se sentían pesados y prácticamente los llevaba a un paso que se asemejaba más al hecho de arrastrarlos.No levantó ni por un instante la vista. Por lo que al ver al ascensor con una tirita impidiéndole su paso ni se inmutó y siguió su camino avanzando hacia la escalera.Estando en un quinto piso no se sintió mal de tener que subir las escaleras, pensó que con un poco de ejercicio podría dejar la tristeza que llevaba consigo en cada uno de los peldaños que dejaba detrás de sí.Pero nunca estuvo tan equivocada.Al llegar al pasillo del quinto piso, se encontró con otra estúpida cinta que evitaba el acceso a su propio departamento. Un ridículo cartel decía que estaba prohibido su acceso por cuestiones de seguridad.De pronto, el con
Las luces de neón que se paseaban de un lado a otro no hacían más que generar un efecto divertido y jovial en cada recoveco del bar.El calor abrazador del local las obligó a despojarse de cada abrigo que tenían puesto.Eva quedó al descubierto con un hermoso vestido corto, sin mangas de alta costura color blanco. Eva era una excelente modista que dedicaba su vida al trabajo en la farándula de la moda. Imponiendo su estilo único y excelente a la vista de cualquier persona con clase.Zahra vestía un sencillo pero elegante jean tiro alto, y lucía una camisa sin mangas que era en extremo delicada. Sus zapatos de taco de punta y cuero hacían juego con su tapadoPronto la camarera se acercó a ellas para consu
Por suerte Eva tenía una tolerancia excepcional y tan pronto notó que sus sentidos flaqueaban, llamó a su querido esposo para que pasara a buscarlas.El buen hombre llegó y se encontró con su esposa cantando karaoke en medio de un espectáculo que ella y su amiga habían montado de la nada. Estaban robándole el micrófono a la banda que tenían por invitada, pero extrañamente el show era vivaz y lejos de querer sacarles el micrófono, parecían disfrutar el show que brindaban ella y su amiga.Recordó aquel dúo en su infancia, e internamente se sintió acongojado. Amaba verlas así de felices.Eva vio a través del público a su amado, y gritó un te amo que se perdió entre las notas musicales de la canción de la banda. Tomó a Zahra de la mano y luego de arrebatarle suavemen
Cuando despertó la cabeza le daba vueltas. A diferencia de algunos años atrás, la resaca estaba haciendo acto de presencia, lo cual definitivamente no estaba dentro de sus planes.Sin embargo, el sólo recordar las risas hizo que el malestar del sol en la frente no le molestara en lo absoluto.Estaba amaneciendo.No estaba acostumbrada a que el sol le diera la bienvenida tan temprano. Normalmente la recibía por la tarde, cuando volvía de su trabajo y se detenía a apreciar los últimos y hermosos rayos de luz que la aguardaban lo máximo que podían para despedirla desde su balcón.Se paró frente a la ventana antes de dirigirse al baño para refrescar su rostro y así darle inicio a su día.Sin embargo, la usual vista al parque estaba siendo saboteada por otra igual de hermosa pero contrastante. Su ventana que daba al frondoso parque de l
—“Sex on the beach”, “Mojito”, “Destornillador”, “Daikiri”, “Tequila”— enumeró los distintos tragos que recordaba haber tomado la noche anterior, lo que no recordaba eran las cantidades de cada uno.Suspiró agobiada. Se sentía fatal y abrazó su almohada hasta que liberó el estrés y largó una risita divertida.No recordaba nada, y la verdad era que tampoco le importaba.Ya estaban pasando los últimos rayos de sol sobre su ventana cuando terminó de disfrutar esa escena con un café entre las manos. Ya estaba lista para salir a dar un trote por el parque para renovar un poco el aire. Había estado descansando todo el día con un humor bastante cambiante. Hacía mucho que no se tomaba un tiempo para ella. Para justamente no hacer nada que estuviera
Aquella acción tan repentina la tomó por sorpresa. Pero no era ajena a esas situaciones, sus ojos solían generar comportamientos bastantes exagerados en las personas. Solían asombrarse por su tan característica pigmentación. No los culpaba, pero sí los odiaba profundamente cuando hacían ademanes como los de recién para poder verlos a una distancia más corta de la deseada, y eso era debido a que la dejaban expuesta a una posición bastante incómoda para nuestra protagonista. Detestaba cuando invadían su espacio personal. Lo odiaba profundamente.Pero esta vez había sido diferente. No era odio lo que sentía sino una profunda timidez.El joven era unos años mayor a ella, tenía veintiocho años. Era delgado y extremadamente encantador a los ojos de Zahra. Se sentía atraída por su belleza, parec&i
Un silencio sepulcral azotó la sala y mientras el mal trago trataba de pasar por el estómago de Zahra, el embarazoso momento fue compartido por Jonathan quien no entendía absolutamente nada de lo que sucedía.—ja ja. Hm, bueno adiós. — se despidió nuestra protagonista sin dar señales de que quisiera seguir allí con ellos por más de un segundo extra.Cuando hubo cerrado la puerta de un azote, Jonathan se dirigió a Benjamín con cara fatídica y en un reclamo al aire le dijo:—… amigo, eso fue realmente incómodo. ¿Qué mierda te pasa? — reclamó y exigió la misma franqueza en su respuesta.—Eso no te importa. Y ya no molestes a mis vecinos. ¿Quién te crees que eres? Ridículo. — contestó con la misma crudeza solicita
A veces, nuestro lenguaje corporal no va acorde a nuestra línea de pensamientos. Hay personas que pueden perderse en pensamientos de unicornios voladores y en la paz mundial, mientras que su lenguaje corporal sólo muestra una forma fría y distante de ser que resulta superficial e incluso frívola para el resto de la comunidad… a veces, no saber expresarse, resulta bastante engorroso. Más cuando no se conoce a ciencia cierta a la persona que está transmitiendo el mensaje, porque lo más seguro es que se preste a confusión y se generen conflictos totalmente innecesarios.—Bueno, yo…— comenzó por contestar Zahra pero Lizy ya estaba tan compenetrada en la conversación que no le dio tiempo a responder que ya lo había hecho por su vecina.—Zary trabaja en la librería de la universidad. Así que si precisan un libro, ya saben a qui&