Por suerte Eva tenía una tolerancia excepcional y tan pronto notó que sus sentidos flaqueaban, llamó a su querido esposo para que pasara a buscarlas.
El buen hombre llegó y se encontró con su esposa cantando karaoke en medio de un espectáculo que ella y su amiga habían montado de la nada. Estaban robándole el micrófono a la banda que tenían por invitada, pero extrañamente el show era vivaz y lejos de querer sacarles el micrófono, parecían disfrutar el show que brindaban ella y su amiga.
Recordó aquel dúo en su infancia, e internamente se sintió acongojado. Amaba verlas así de felices.
Eva vio a través del público a su amado, y gritó un te amo que se perdió entre las notas musicales de la canción de la banda. Tomó a Zahra de la mano y luego de arrebatarle suavemente el micrófono, entregó los honores de aquella preciada herramienta al verdadero cantante de la banda. Éste estaba realmente divertido con la insólita circunstancia y tras tomar el micrófono las despidió solicitando a la audiencia un fuerte aplauso para las extrañas forasteras que habían servido de cortina para el inicio de su propio show.
Estacionaron en el edificio de Zahra y aunque veía triple fue insistente al confirmar que estaba perfectamente bien como para subir por sus propios medios hasta su propio departamento.
— Lo más difícil era venir hasta acá, gracias por traerme. — agradeció alegre y los despidió.
Al ver a la pareja marcharse en el auto no reparó en el camión de mudanza que se acaba de ir de la entrada de su edificio.
Para su suerte, el ascensor ya estaba libre para usarse.
Marcó su piso y éste comenzó a ascender emitiendo esa desagradable sensación que genera ir muy rápido en forma vertical. Los sentidos estaban casi silenciados por el alcohol y avanzaba dando tanteadas contra la pared para orientarse y no caer de bruces al piso.
Avanzó hasta que llegó a su puerta.
Fue fácil entrar y tan pronto como vio la cama cayó desmayada.
Se durmió en el acto. Por lo que no llegó a notar de que en realidad no estaba sola.
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Un ruido sordo hizo eco en el pasillo despertándolo de su ligero sueño. Pensó que de seguro se trataba de su vecino arribando a su propio departamento.
En un pensamiento ridículo pensó que sería necesario ir a disculparse por generarle tantos problemas, después de todo, su mudanza había sido la responsable de que no pudiera acceder a su propio hogar reteniéndolo hasta altas horas de la noche. Seguramente estaría furioso.
El solo hecho de imaginarlo, hizo que su consciencia no se sintiera tranquila hasta aceptar el hecho de que debía disculparse. Cuando le confirmó esto a su conciencia, ésta aceptó la ofrenda de paz y liberó serotonina para que pueda alivianar su malestar y agregando una pequeña dosis extra de melatonina logró que conciliara el sueño.
De pronto, sintió que la puerta se abría.
Pero debía ser su imaginación. Desconocía los ruidos de su nuevo hogar. Sabía que los ecos de los vecinos podrían sentirse como actos propios de su departamento. Debería aprender a diferenciarlos, pero como sucedía con todo, primero debería acostumbrarse a ellos.
Se dio media vuelta y mientras recuperaba el sueño perdido, sintió que su cama era invadida por un movimiento brusco. Quedó paralizado con la mirada fija sobre la ventana que daba una vista directa a la ciudad. El corazón galopaba desenfrenado en su pecho. ¿Sería una experiencia extrasensorial? ¿Un fantasma… un demonio? Se sentía demasiado real.
Estaba entrando en pánico mientras seguía en la penumbra total.
De repente, escuchó una respiración sobre su nuca. Y su espíritu finalmente eclipsó.
Sentía que se le escapaba el corazón por la boca, pero eso no fue nada. No hasta que sintió que le sacaban la manta arrastrándola lejos de él para dejarlo al descubierto totalmente entregado a su suerte. El cobertor fue moviéndose por sí mismo mientras él contenía absolutamente el aire en sus pulmones. La tensión del momento no le permitió medir los segundos que retuvo el aire, los que pasaron de segundos a convertirse en lo que parecían unos minutos extremadamente largos.
No lo pudo soportar por mucho más tiempo. La desesperación se aferró a nuestro protagonista tanto así que salió de su cama dando un salto tan impresionante, que por un instante pareció que por el impulso con el cual lo había hecho parecía más bien a que salía volando de un trampolín.
Pegó un grito tan alto que terminó despertando a los vecinos de las plantas alta y baja, aunque como estaban dormidos no entendieron bien cuál había sido el origen del ruido. Por lo que volvieron al mundo de los sueños sin reparar en la causa de su abrupta interrupción.
Tan pronto como prendió la luz ahogó su grito con sus dos manos.
Tenía que aceptar que para ser un fantasma se veía demasiado real.
Y lo único bueno, de todo el asunto, era que su figura no inspiraba miedo sino todo lo contrario. La belleza de aquella dama le había robado el aliento.
La contempló unos minutos hasta que entendió lo que estaba sucediendo.
La mujer que dormía sobre su cama, sin lugar a dudas era su vecina. De alguna forma muy extraña había podido abrir su puerta por error y había ingresado pensando que era su departamento. Sin reparar en que se había metido en el hogar de un perfecto extraño.
Aun así, ella respiraba aliviada, ligera y perdida en sueño tan profundo como una borrachera de alto nivel lo podía llegar a permitir.
Se preguntó qué razón afligida habría ido a ahogar con aquel par de litros de alcohol que debió de beber aquella noche.
Mientras su imagen cautivaba su mirada, escuchó que ella susurraba algo totalmente inaudible. Sin embargo, al acercarse descubrió que sobre su mejilla rodaba una lágrima que terminó cautivando a su único espectador.
Ella era una completa extraña.
Los años podían pasar y hacer estragos en las personas.
No sabía con quién podía encontrarse. Y lo último que se esperaba, era encontrarla bajo estas circunstancias tan particulares.
Su rostro delataba que era una buena persona.
Pero las apariencias engañaban. Una cruda verdad que había descubierto desde muy joven y que con el paso del tiempo reafirmaba con ímpetu.
Sin embargo, pese al daño del tiempo, allí estaba. Contemplando aquella extraña con una sonrisa que dejó escapar casi sin darse cuenta.
— Al fin nos volvemos a encontrar… — suspiró nostálgico y con cierto aire de victoria.
Cuando despertó la cabeza le daba vueltas. A diferencia de algunos años atrás, la resaca estaba haciendo acto de presencia, lo cual definitivamente no estaba dentro de sus planes.Sin embargo, el sólo recordar las risas hizo que el malestar del sol en la frente no le molestara en lo absoluto.Estaba amaneciendo.No estaba acostumbrada a que el sol le diera la bienvenida tan temprano. Normalmente la recibía por la tarde, cuando volvía de su trabajo y se detenía a apreciar los últimos y hermosos rayos de luz que la aguardaban lo máximo que podían para despedirla desde su balcón.Se paró frente a la ventana antes de dirigirse al baño para refrescar su rostro y así darle inicio a su día.Sin embargo, la usual vista al parque estaba siendo saboteada por otra igual de hermosa pero contrastante. Su ventana que daba al frondoso parque de l
—“Sex on the beach”, “Mojito”, “Destornillador”, “Daikiri”, “Tequila”— enumeró los distintos tragos que recordaba haber tomado la noche anterior, lo que no recordaba eran las cantidades de cada uno.Suspiró agobiada. Se sentía fatal y abrazó su almohada hasta que liberó el estrés y largó una risita divertida.No recordaba nada, y la verdad era que tampoco le importaba.Ya estaban pasando los últimos rayos de sol sobre su ventana cuando terminó de disfrutar esa escena con un café entre las manos. Ya estaba lista para salir a dar un trote por el parque para renovar un poco el aire. Había estado descansando todo el día con un humor bastante cambiante. Hacía mucho que no se tomaba un tiempo para ella. Para justamente no hacer nada que estuviera
Aquella acción tan repentina la tomó por sorpresa. Pero no era ajena a esas situaciones, sus ojos solían generar comportamientos bastantes exagerados en las personas. Solían asombrarse por su tan característica pigmentación. No los culpaba, pero sí los odiaba profundamente cuando hacían ademanes como los de recién para poder verlos a una distancia más corta de la deseada, y eso era debido a que la dejaban expuesta a una posición bastante incómoda para nuestra protagonista. Detestaba cuando invadían su espacio personal. Lo odiaba profundamente.Pero esta vez había sido diferente. No era odio lo que sentía sino una profunda timidez.El joven era unos años mayor a ella, tenía veintiocho años. Era delgado y extremadamente encantador a los ojos de Zahra. Se sentía atraída por su belleza, parec&i
Un silencio sepulcral azotó la sala y mientras el mal trago trataba de pasar por el estómago de Zahra, el embarazoso momento fue compartido por Jonathan quien no entendía absolutamente nada de lo que sucedía.—ja ja. Hm, bueno adiós. — se despidió nuestra protagonista sin dar señales de que quisiera seguir allí con ellos por más de un segundo extra.Cuando hubo cerrado la puerta de un azote, Jonathan se dirigió a Benjamín con cara fatídica y en un reclamo al aire le dijo:—… amigo, eso fue realmente incómodo. ¿Qué mierda te pasa? — reclamó y exigió la misma franqueza en su respuesta.—Eso no te importa. Y ya no molestes a mis vecinos. ¿Quién te crees que eres? Ridículo. — contestó con la misma crudeza solicita
A veces, nuestro lenguaje corporal no va acorde a nuestra línea de pensamientos. Hay personas que pueden perderse en pensamientos de unicornios voladores y en la paz mundial, mientras que su lenguaje corporal sólo muestra una forma fría y distante de ser que resulta superficial e incluso frívola para el resto de la comunidad… a veces, no saber expresarse, resulta bastante engorroso. Más cuando no se conoce a ciencia cierta a la persona que está transmitiendo el mensaje, porque lo más seguro es que se preste a confusión y se generen conflictos totalmente innecesarios.—Bueno, yo…— comenzó por contestar Zahra pero Lizy ya estaba tan compenetrada en la conversación que no le dio tiempo a responder que ya lo había hecho por su vecina.—Zary trabaja en la librería de la universidad. Así que si precisan un libro, ya saben a qui&
—¿Soltera? Jovencita, voy a reformular tus palabras: Ahora, eres libre. Ahora de verdad sí que lo eres. No te das ni una idea de la mochila que te sacaste de encima. — reafirmó Lizy con cierto énfasis.—… — Zahra respondió con un silencio afirmativo. Muy en el fondo sabía que ella tenía razón, pero cómo dolía. Todavía era muy reciente la ruptura. Y a pesar de que él había roto su corazón al tratarla como basura, su amor propio era lo que más le dolía, porque le reclamaba a sí misma las razones por las cuales se había descuidado.—Yo también estoy soltera— les informó a los dos muchachos sacando el peso de sus miradas sobre la jovencita—. ¡Ay chicos! ¡Siempre hay que escucharse! Nunca dejen callar a esa voz que les avisa que por ahí n
A Zahra la despertó un mensaje de su ex pareja a las nueve de la mañana.La peor alarma que una persona pudiera llegarse a imaginar.Leer las líneas de aquel mensaje berreta no hizo más que propinarle una bofeteada metafórica al estómago, arrebatándole el aliento y hasta las ganas de seguir respirando normalmente.Una sensación de malestar se asentó en su interior y la resaca de la noche anterior pareció combinar perfectamente con la ocasión.Se bañó, se peinó y se cambió. Y mirando un punto fijo en el horizonte de su ventana sentada sobre su cama, se quedó esperando el momento en que escuchara el sonido del timbre de su casa anunciándole las malas noticias. Sólo deseaba que al menos el tiempo curara y, en lo posible, de forma bastante apresurada aquella situación que le partía innecesariamente el alma.<
Sus amigos en común, que ahora eran casi todos, terminaron creyendo la historia triste de él donde la dejaba como una tirana. No quiso ni siquiera oír los detalles, cuando vio que sus amigos pasaron a ser extraños, se dio cuenta de una triste verdad: las personas en las que alguna vez confió, en realidad no la conocían. Ni tampoco se merecían su respeto y admiración.Si habían sido influenciados tan fácilmente por un mentiroso y manipulador, entonces, ¿realmente merecían su amistad?Aquella filosofía y pregunta ancestral no hizo más que retumbar en sus oídos. Nadie le había preguntado a ella cómo se sintió después de la ruptura, nadie preguntó por su corazón roto. Todavía seguía juntando los pedazos. Aún había lugares que sangraban y dolían tajantem