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Capítulo 3: Reencuentro

 

Por suerte Eva tenía una tolerancia excepcional y tan pronto notó que sus sentidos flaqueaban, llamó a su querido esposo para que pasara a buscarlas.

El buen hombre llegó y se encontró con su esposa cantando karaoke en medio de un espectáculo que ella y su amiga habían montado de la nada. Estaban robándole el micrófono a la banda que tenían por invitada, pero extrañamente el show era vivaz y lejos de querer sacarles el micrófono, parecían disfrutar el show que brindaban ella y su amiga.

Recordó aquel dúo en su infancia, e internamente se sintió acongojado. Amaba verlas así de felices.

Eva vio a través del público a su amado, y gritó un te amo que se perdió entre las notas musicales de la canción de la banda. Tomó a Zahra de la mano y luego de arrebatarle suavemente el micrófono, entregó los honores de aquella preciada herramienta al verdadero cantante de la banda. Éste estaba realmente divertido con la insólita circunstancia y tras tomar el micrófono las despidió solicitando a la audiencia un fuerte aplauso para las extrañas forasteras que habían servido de cortina para el inicio de su propio show.

Estacionaron en el edificio de Zahra y aunque veía triple fue insistente al confirmar que estaba perfectamente bien como para subir por sus propios medios hasta su propio departamento.

— Lo más difícil era venir hasta acá, gracias por traerme. — agradeció alegre y los despidió.

Al ver a la pareja marcharse en el auto no reparó en el camión de mudanza que se acaba de ir de la entrada de su edificio.

Para su suerte, el ascensor ya estaba libre para usarse.

Marcó su piso y éste comenzó a ascender emitiendo esa desagradable sensación que genera ir muy rápido en forma vertical. Los sentidos estaban casi silenciados por el alcohol y avanzaba dando tanteadas contra la pared para orientarse y no caer de bruces al piso.

Avanzó hasta que llegó a su puerta.

Fue fácil entrar y tan pronto como vio la cama cayó desmayada.

Se durmió en el acto. Por lo que no llegó a notar de que en realidad no estaba sola.

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Un ruido sordo hizo eco en el pasillo despertándolo de su ligero sueño. Pensó que de seguro se trataba de su vecino arribando a su propio departamento.

En un pensamiento ridículo pensó que sería necesario ir a disculparse por generarle tantos problemas, después de todo, su mudanza había sido la responsable de que no pudiera acceder a su propio hogar reteniéndolo hasta altas horas de la noche. Seguramente estaría furioso.

El solo hecho de imaginarlo, hizo que su consciencia no se sintiera tranquila hasta aceptar el hecho de que debía disculparse. Cuando le confirmó esto a su conciencia, ésta aceptó la ofrenda de paz y liberó serotonina para que pueda alivianar su malestar y agregando una pequeña dosis extra de melatonina logró que conciliara el sueño.

De pronto, sintió que la puerta se abría.

Pero debía ser su imaginación. Desconocía los ruidos de su nuevo hogar. Sabía que los ecos de los vecinos podrían sentirse como actos propios de su departamento. Debería aprender a diferenciarlos, pero como sucedía con todo, primero debería acostumbrarse a ellos.

Se dio media vuelta y mientras recuperaba el sueño perdido, sintió que su cama era invadida por un movimiento brusco. Quedó paralizado con la mirada fija sobre la ventana que daba una vista directa a la ciudad. El corazón galopaba desenfrenado en su pecho. ¿Sería una experiencia extrasensorial? ¿Un fantasma… un demonio? Se sentía demasiado real.

Estaba entrando en pánico mientras seguía en la penumbra total.

De repente, escuchó una respiración sobre su nuca. Y su espíritu finalmente eclipsó.

Sentía que se le escapaba el corazón por la boca, pero eso no fue nada. No hasta que sintió que le sacaban la manta arrastrándola lejos de él para dejarlo al descubierto totalmente entregado a su suerte. El cobertor fue moviéndose por sí mismo mientras él contenía absolutamente el aire en sus pulmones. La tensión del momento no le permitió medir los segundos que retuvo el aire, los que pasaron de segundos a convertirse en lo que parecían unos minutos extremadamente largos.

No lo pudo soportar por mucho más tiempo. La desesperación se aferró a nuestro protagonista tanto así que salió de su cama dando un salto tan impresionante, que por un instante pareció que por el impulso con el cual lo había hecho parecía más bien a que salía volando de un trampolín.

Pegó un grito tan alto que terminó despertando a los vecinos de las plantas alta y baja, aunque como estaban dormidos no entendieron bien cuál había sido el origen del ruido. Por lo que volvieron al mundo de los sueños sin reparar en la causa de su abrupta interrupción.

Tan pronto como prendió la luz ahogó su grito con sus dos manos.

Tenía que aceptar que para ser un fantasma se veía demasiado real.

Y lo único bueno, de todo el asunto, era que su figura no inspiraba miedo sino todo lo contrario. La belleza de aquella dama le había robado el aliento.

La contempló unos minutos hasta que entendió lo que estaba sucediendo.

La mujer que dormía sobre su cama, sin lugar a dudas era su vecina. De alguna forma muy extraña había podido abrir su puerta por error y había ingresado pensando que era su departamento. Sin reparar en que se había metido en el hogar de un perfecto extraño.

Aun así, ella respiraba aliviada, ligera y perdida en sueño tan profundo como una borrachera de alto nivel lo podía llegar a permitir.

Se preguntó qué razón afligida habría ido a ahogar con aquel par de litros de alcohol que debió de beber aquella noche.

Mientras su imagen cautivaba su mirada, escuchó que ella susurraba algo totalmente inaudible. Sin embargo, al acercarse descubrió que sobre su mejilla rodaba una lágrima que terminó cautivando a su único espectador.

Ella era una completa extraña.

Los años podían pasar y hacer estragos en las personas.

No sabía con quién podía encontrarse. Y lo último que se esperaba, era encontrarla bajo estas circunstancias tan particulares.

Su rostro delataba que era una buena persona.

Pero las apariencias engañaban. Una cruda verdad que había descubierto desde muy joven y que con el paso del tiempo reafirmaba con ímpetu.

Sin embargo, pese al daño del tiempo, allí estaba. Contemplando aquella extraña con una sonrisa que dejó escapar casi sin darse cuenta.

— Al fin nos volvemos a encontrar… — suspiró nostálgico y con cierto aire de victoria. 

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