A Zahra la despertó un mensaje de su ex pareja a las nueve de la mañana.
La peor alarma que una persona pudiera llegarse a imaginar.
Leer las líneas de aquel mensaje berreta no hizo más que propinarle una bofeteada metafórica al estómago, arrebatándole el aliento y hasta las ganas de seguir respirando normalmente.
Una sensación de malestar se asentó en su interior y la resaca de la noche anterior pareció combinar perfectamente con la ocasión.
Se bañó, se peinó y se cambió. Y mirando un punto fijo en el horizonte de su ventana sentada sobre su cama, se quedó esperando el momento en que escuchara el sonido del timbre de su casa anunciándole las malas noticias. Sólo deseaba que al menos el tiempo curara y, en lo posible, de forma bastante apresurada aquella situación que le partía innecesariamente el alma.<
Sus amigos en común, que ahora eran casi todos, terminaron creyendo la historia triste de él donde la dejaba como una tirana. No quiso ni siquiera oír los detalles, cuando vio que sus amigos pasaron a ser extraños, se dio cuenta de una triste verdad: las personas en las que alguna vez confió, en realidad no la conocían. Ni tampoco se merecían su respeto y admiración.Si habían sido influenciados tan fácilmente por un mentiroso y manipulador, entonces, ¿realmente merecían su amistad?Aquella filosofía y pregunta ancestral no hizo más que retumbar en sus oídos. Nadie le había preguntado a ella cómo se sintió después de la ruptura, nadie preguntó por su corazón roto. Todavía seguía juntando los pedazos. Aún había lugares que sangraban y dolían tajantem
Por alguna razón, ahí estaba, sosteniendo una taza de café prácticamente vacía sobre sus manos. Cuando sorbió la última gota, volvió la vista hacia adelante para encontrarse con la mirada conciliadora de su único oyente aplicando la escucha activa en lo que iba de esa mañana.Zahra nunca se imaginó que podría al fin hablar con alguien respecto a esa parte de su historia. Por mucho tiempo se había guardado todo ese dolor y al fin tener a alguien más de su lado hizo que por alguna extraña razón se sintiera reconfortada.Había transitado por varios sentimientos encontrados. Había perdido muchas amistades, al punto de quedarse únicamente con Eva. A quien obviamente agradecía todos los días a los cielos por tenerla a su lado. Pese a que no podían reunirse frecuentemente como cuando eran más jóve
Algunos años antes...Era otro día aburrido en el salón de arte.Zahra había terminado su fantástica obra de arte desde hacía un buen rato. Estaba orgullosa de los trazos majestuosos que había dejado plasmados sobre la hoja que pronto tendrían que entregarle a su profesora para ser evaluados.Respiró hondo mientras acomodaba su cabeza para mirar por el vidrío de la ventana. Era un perfecto día de otoño. El sol brillaba entusiasmado, mientras los troncos lucían su vegetación totalmente desnuda. En secreto adoraba aquella época, no por el frío, sino porel instante mágicoque sólo ocurría muy de vez en cuando y que muy pocas personas eran capaces de percibir.Ella lo había visto un par de veces, y ocurría solo una vez al a&nt
—¿Qué te parece? — le preguntó Zahra a su profesora, mostrándose ciertamente ansiosa por su respuesta.—Aplicaste muy bien la perspectiva, era justamente lo que les pedí —contestó ella dirigiéndose a su alumno—. Además, creo que encontramos tu estilo. Se ve que lo tuyo es el arte realista. Me has dejado sin palabras. Me encanta. — anunció su veredicto final, lo que para Zahra no representaba más que un festejo de campanas de fondo.—¡Por supuesto! Hizo exactamente todo lo que le pediste, así que…— dijo Zahra intentando que su profesora siguiera su línea y continuara la frase por sí misma.—Está bien, por supuesto que estás aprobado— le dijo a su alumno tras evaluar con cuidado el trabajo que le presentaban—. Vos, por otro lado, tendrás ese punto extra
A la mañana siguiente, Zahra tomó su bicicleta y marchó rumbo a la escuela.Hacía un frío apocalíptico, pero lo que más le gustaba de esta época era poder usar su bufanda preferida. Tenía varias, regalos de sus amigos o de su propia familia. Pero la que más amaba era su bufanda rosa de lana suave como un conejo y abrigadora como un oso. Podía darle dos vueltas a su cuello y aun así quedaba suficiente para que quedaran sus extremos bailando sobre su espalda hasta alcanzar la altura de su cintura.Hoy le esperaba un examen. Estaba preocupada pero como estaba yendo temprano y tendrían que rendir al final del día, no dejó que la preocupación le robara el poder vivir aquel momento de paz yendo a la escuela.Dejó el caos del tráfico detrás cuando tomó una de las vías que la llevarían directamente al ins
—¿Estás nerviosa?—Sí, pero ya no hay marcha atrás. El examen es en dos horas, no pienso tocar ningún apunte más.—¡Vamos, Zahra! ¡Ayuda a tu amiga! — suplicó una Eva adolescente junto a su mejor amiga.Zahra rio divertida por la mentira que había dicho sólo para fastidiarla.—Ya, ya. Bueno, repasemos una vez más y listo. Pero al menos comamos algo dulce mientras tanto. — afirmó al aire logrando que a Eva le brillaran los ojos al ver que aceptó ayudarla.Caminaron por los pasillos hablando de las posibles preguntas que podrían realizarles en su prueba de Historia. Plantearon toda clase de escenarios con sus respectivas respuestas y en medio de ese juego de palabras combinaban el estudio con algún que otro dulce que iban masticando al pasearse por toda la escuela.
Zarha se sentó en su pupitre y automáticamente fijó la vista sobre el asiento asignado a Eva.—Vacío. — susurró inquieta.La profesora todavía no había entrado, así que salió del salón sin decir una palabra.Buscó en todos los pasillos hasta que dio con un charco de agua que se escapaba de uno de los baños abandonados al fondo de la escuela.Se odió tanto por no prevenirlo. Ya podía imaginar toda la secuencia en su cabeza sin necesidad de que Eva abriera la boca para contárselo. Tan pronto como cruzaron miradas sabía perfectamente todo lo que le había sucedido.Hacía un frío horrible y Eva estaba empapada de pies a cabeza. Por entre los vidrios rotos de las ventanas del lado izquierdo, entraba una brisa que erizaba la piel de quien estuviera en aquel lugar.
Eva se sentía mejor y cuando se puso la ropa que la enfermera le había acercado supo una cosa. Zahra debía de estar muy preocupada. Se odiaba así misma cada vez que hacía sufrir a su amiga por culpa suya. Sentía que si no hubiera sido tan descuidada, aquellas malhechoras no la hubieran tomado desprevenida.En consecuencia, sufrió una golpiza, algunos arañazos y un terrible dolor de cabeza que al cabo de una hora se le terminó pasando, consecuencia de las reiterados jalones que le habían propinado.No sabía qué había hecho para merecer una cosa así, pero se había vuelto una especie de rutina que había llegado a un extremo bastante peligroso.La verdad es que nunca habían llegado tan lejos porque siempre estaba Zahra cerca. Nadie se atrevía hacerle daño cuando ella la acompañaba. Como