— ¿Qué te parece? — le preguntó Zahra a su profesora, mostrándose ciertamente ansiosa por su respuesta.
— Aplicaste muy bien la perspectiva, era justamente lo que les pedí —contestó ella dirigiéndose a su alumno—. Además, creo que encontramos tu estilo. Se ve que lo tuyo es el arte realista. Me has dejado sin palabras. Me encanta. — anunció su veredicto final, lo que para Zahra no representaba más que un festejo de campanas de fondo.
— ¡Por supuesto! Hizo exactamente todo lo que le pediste, así que…— dijo Zahra intentando que su profesora siguiera su línea y continuara la frase por sí misma.
— Está bien, por supuesto que estás aprobado— le dijo a su alumno tras evaluar con cuidado el trabajo que le presentaban—. Vos, por otro lado, tendrás ese punto extra
A la mañana siguiente, Zahra tomó su bicicleta y marchó rumbo a la escuela.Hacía un frío apocalíptico, pero lo que más le gustaba de esta época era poder usar su bufanda preferida. Tenía varias, regalos de sus amigos o de su propia familia. Pero la que más amaba era su bufanda rosa de lana suave como un conejo y abrigadora como un oso. Podía darle dos vueltas a su cuello y aun así quedaba suficiente para que quedaran sus extremos bailando sobre su espalda hasta alcanzar la altura de su cintura.Hoy le esperaba un examen. Estaba preocupada pero como estaba yendo temprano y tendrían que rendir al final del día, no dejó que la preocupación le robara el poder vivir aquel momento de paz yendo a la escuela.Dejó el caos del tráfico detrás cuando tomó una de las vías que la llevarían directamente al ins
—¿Estás nerviosa?—Sí, pero ya no hay marcha atrás. El examen es en dos horas, no pienso tocar ningún apunte más.—¡Vamos, Zahra! ¡Ayuda a tu amiga! — suplicó una Eva adolescente junto a su mejor amiga.Zahra rio divertida por la mentira que había dicho sólo para fastidiarla.—Ya, ya. Bueno, repasemos una vez más y listo. Pero al menos comamos algo dulce mientras tanto. — afirmó al aire logrando que a Eva le brillaran los ojos al ver que aceptó ayudarla.Caminaron por los pasillos hablando de las posibles preguntas que podrían realizarles en su prueba de Historia. Plantearon toda clase de escenarios con sus respectivas respuestas y en medio de ese juego de palabras combinaban el estudio con algún que otro dulce que iban masticando al pasearse por toda la escuela.
Zarha se sentó en su pupitre y automáticamente fijó la vista sobre el asiento asignado a Eva.—Vacío. — susurró inquieta.La profesora todavía no había entrado, así que salió del salón sin decir una palabra.Buscó en todos los pasillos hasta que dio con un charco de agua que se escapaba de uno de los baños abandonados al fondo de la escuela.Se odió tanto por no prevenirlo. Ya podía imaginar toda la secuencia en su cabeza sin necesidad de que Eva abriera la boca para contárselo. Tan pronto como cruzaron miradas sabía perfectamente todo lo que le había sucedido.Hacía un frío horrible y Eva estaba empapada de pies a cabeza. Por entre los vidrios rotos de las ventanas del lado izquierdo, entraba una brisa que erizaba la piel de quien estuviera en aquel lugar.
Eva se sentía mejor y cuando se puso la ropa que la enfermera le había acercado supo una cosa. Zahra debía de estar muy preocupada. Se odiaba así misma cada vez que hacía sufrir a su amiga por culpa suya. Sentía que si no hubiera sido tan descuidada, aquellas malhechoras no la hubieran tomado desprevenida.En consecuencia, sufrió una golpiza, algunos arañazos y un terrible dolor de cabeza que al cabo de una hora se le terminó pasando, consecuencia de las reiterados jalones que le habían propinado.No sabía qué había hecho para merecer una cosa así, pero se había vuelto una especie de rutina que había llegado a un extremo bastante peligroso.La verdad es que nunca habían llegado tan lejos porque siempre estaba Zahra cerca. Nadie se atrevía hacerle daño cuando ella la acompañaba. Como
—Ellas fueron expulsadas. — dijo mientras sostenía la hoja de presentación de las dos chicas que se habían encargado de hacerle la vida imposible desde que había comenzado el año escolar. — ¿Las conoces?—No sé sus nombres, pero ellas… siempre… Hoy me encerraron en el baño abandonado del primer piso y me… — a Eva comenzó a fallarle la voz. Tenía un nudo en la garganta que no le dejaba siquiera respirar.—Lo sé — continuó su supervisora para ahorrarle el mal trago de seguir explayándose para contar algo tan doloroso como el hecho de sufrir abuso escolar—. A tu amiga también la expulsaron. — agregó sin que le temblara la voz.—¿Qué? ¿Por qué? — Eva estaba alterada con la noticia.
La expulsión vino aparejada con varias actividades extracurriculares para que aquel incidente quedara excluido en el expediente de Zahra.Limpiar los pizarrones de todo un piso al final de las clases, acomodar algunos salones para que queden listos para que el personal de limpieza pudiera terminar de limpiar en vez de perder el tiempo ordenando. Finalmente, durante los recreos, debía ayudar en la biblioteca a reacondicionar algunos libros a medida que la bibliotecaria se lo fuera solicitando.Durante un mes cumplió el castigo sin siquiera decirle una palabra a Eva. No quería preocuparla, mucho menos hacerla sentir culpable. Ya demasiado tenía con lo de la expulsión.Después de todo, solo serían unos meses. O al menos eso pensó.Eva por su parte sintió las ausencias de Zahra y pensó que su amiga la estaba evadiendo.Durante las clas
Zahra estaba empezando a despertarse. Pero su cerebro no quería dejar pasar la ocasión para terminar aquel pasaje de su pasado sin que quedara expuesto uno de los más bellos recuerdos que mantenía guardado para ella. Entre un esfuerzo inútil de su cuerpo por abrir sus parpados, evitó su cometido tras liberar una pequeña fracción de melatonina para así regular el ciclo de aquel sueño en particular. Zahra estaba un poco triste con la noticia, pero si era para su futuro, decidió que lo mejor era apoyarlo de la misma forma en que él le había brindado su amistad cada vez que la necesitó. Benjamín se iría al extranjero para seguir con su carrera universitaria. El joven prodigio se iría a cumplir su sueño y bien sabido era que ése día llegaría tarde o temprano. Era el último día de escuela y ya estaban llegando al final del trayecto que compartían de regreso a sus casas. Hablaron un rato largo mientras avanzaban cada vez más a paso de tortu
—Vendré por ti algún día.El eco de esas palabras retumbó entre los pensamientos de Zahra hasta que finalmente logró despertarse.Con un hilo de baba recorriéndole el rostro, se levantó de su cama sintiendo el peso de su semana, la cual recién comenzaba.Sin embargo, el aire de nostalgia duró bastante, acompañándola el resto del día sin que pudiera hacer mucho por evitarlo.Su semana podía resumirse en una rutina que rozaba la sencillez. Pasaba sus mañanas pegada al teléfono laboral, sentada frente a la pantalla de su computadora haciendo trabajo de oficina sin cesar. Después de almorzar se trasladaba hasta la librería universitaria de su propio instituto donde recibía pedidos de libros y los acomodaba en cada sector que correspondía, así com