Estaba volviendo a su casa, con sus propios pies llevándola casi por inercia pura. Se sentían pesados y prácticamente los llevaba a un paso que se asemejaba más al hecho de arrastrarlos.
No levantó ni por un instante la vista. Por lo que al ver al ascensor con una tirita impidiéndole su paso ni se inmutó y siguió su camino avanzando hacia la escalera.
Estando en un quinto piso no se sintió mal de tener que subir las escaleras, pensó que con un poco de ejercicio podría dejar la tristeza que llevaba consigo en cada uno de los peldaños que dejaba detrás de sí.
Pero nunca estuvo tan equivocada.
Al llegar al pasillo del quinto piso, se encontró con otra estúpida cinta que evitaba el acceso a su propio departamento. Un ridículo cartel decía que estaba prohibido su acceso por cuestiones de seguridad.
De pronto, el conserje apareció nervioso frente a ella diciéndole que no podía pasar hasta pasadas unas horas.
Estaban arreglando unos desperfectos del departamento que estaba frente al suyo por lo que no podía acceder, a pesar de estar a unos escasos metros no podría ingresar al menos no hasta bien entrada la noche.
— Perfecto. Sólo esto me faltaba. — masculló molesta luego de tener que retirarse de su propio edificio, al cual prácticamente la habían sacado a patadas.
Ya lo estaba pasando demasiado mal como para encima no tener su propia casa para ir a desahogarse.
De pronto, una llamada telefónica.
Su celular sonaba en una marcha electrónica que le recordaba la boda de su mejor amiga. No había pasado mucho tiempo de aquella vez, adoraba ese recuerdo y lo conmemoró atesorándolo a través de su tono musical asignado para cada llamada telefónica que tuviera con ella. Era una de esas cosas que hacía para sí misma, para sentirse más cómoda al hacer cosas cotidianas como recibir una llamada. Cosas que por alguna razón, muy en el fondo, sabía que la estresaban aunque simplemente no lo entendía del todo. ¿Quizás era ansiedad social? Perdida en ese pensamiento repentino, arrastró su dedo por la pantalla del portátil y atendió la llamada entrante.
— ¡Zahra! ¿Cómo te fue?
— ¿Eva?
— Zari…
— Evaaa — lloriqueó en el teléfono. Hacerse la fuerte siempre le había servido para afrontar las malas situaciones por las que tenía que atravesar. Pero esta vez las emociones se apelmazaron de golpe en su pecho y oprimieron su garganta sin dejarle pasar una mísera gota de aire que le permitiera ahogar su pena y así disimularla enteramente.
— ¡Ay Zahraa! ¿Dónde estás, amiga? — exigió saber su interlocutora, mientras al otro lado de la línea tomaba su chaqueta y con un movimiento de mano le avisaba a su esposo que partiría a ver a su amiga.
— En el centro, un lunático cerró todo el piso de mi edificio y no me dejaron pasar a mi casa. — con todas las fuerzas que pudo reunir intentó recuperar la compostura para hablar, pero su rostro estaba empapado y al final de la oración no pudo evitar sorberse la nariz.
— Espérame en “Hot Line” — dijo guiñándole un ojo a su esposo y ambos intercambiaron una sonrisa picarona llena de complicidad que les sirvió a modo de despedida. Cerró la puerta con una risa compartida por su eterno amante y partió de su hogar con su celular aún pegado al oído para seguir instruyendo a su amiga para ir directo a su encuentro—. Nos encontramos allí en 10 minutos. ¿Entendido?
— No lo sé Eva…
— ¡Vamos! Tienes que animarte y sé que te hará bien. Ambas lo necesitamos y lo sabes.
— Eva…— lloriqueó nuevamente y colgó luego de decirle que la vería allí, estaba a muy pocas cuadras del lugar.
El viejo y confiable “Hot Line” era el bar donde ambas solían pasar noches completas bailando y tomando hasta alcanzar niveles alcohólicos que no sólo lograban el efecto de que “borraran cassette” sino que también era el sitio donde generaron en más de una ocasión una resaca digna de admiración.
Pero cuando Eva se casó, esos tiempos quedaron en el olvido. Habían pasado por lo menos tres años de la última vez que habían salido a una buena parranda.
De hecho, la última fiesta buena que habían tenido juntas fue la despedida de soltera de Eva, había sido un descontrol sin reparos. Pero ambas habían jurado silencio absoluto. Nadie nunca jamás sabría las cosas que allí sucedieron, y eso porque justamente el modo “Borro Cassette” fue activado por la presencia ininterrumpida de alcohol. Un trago tras otro hizo que el desastre que se desató en esa fiesta sólo se perdiera en recuerdos que nunca jamás volverían a sus memorias. Un pacto de silencio y tan fiel que ni siquiera tuvo que ser expresado en palabras. Jamás admitirían eso frente a nadie, y para lo que respecta al resto del mundo, la última fiesta maravillosa que tuvieron había sido la boda de su mejor amiga.
*Breve nota de la autora: Beber alcohol es malo, perjudica tus neuronas e inhibe tus sentidos. Pero por sobre todo recuerda esto: con cada gota que bebas, una neurona tuya muere y jamás vuelve; y en consecuencia te vuelves un poco más y más estúpido. Beber es malo. ~ Fin del comunicado*
No hizo más que mirar la puerta de vidrio que tenía frente a ella para descubrir su propio reflejo en él. Unas horribles ojeras adornaban su cansado rostro. No tenía puestos sus lentes, por lo que no pudo ver sus ojos enrojecidos por las lágrimas que estaban terminando de secarse en su cara. Su tapado largo color piel y su bufanda color blanco hueso la abrigaban del frío.
No pasaron más que dos minutos allí para que escuchara cómo la llamaban a los gritos desde la esquina. Eva llegó hasta ella corriendo, su estilo tan único para vestirse siempre hacía que luciera espectacular. Botas largas hasta las rodillas, una calza negra la protegía del frío, y un tapado hermosísimo blanco con detalles en la gorra de color grisáceo. Una gorra de lana blanca tan delicada que el pompón que pendía hacía lucir con clase sus cabellos sueltos y perfectamente alisados. Su piel tan pálida hacía que sus ojos de un color verde tan profundo no hicieran más que resaltar, aunque el toque perfecto de su maquillaje también hacía acto favorable a su innata belleza.
Al ver a su amiga y comprender su estado patético de ansiedad, supo que todo estaba mal.
Zahra tan pronto como vio a Eva volvió a sentirse la persona más minúscula del mundo y rompió a llorar como lo haría una pequeña de 3 años que por el cansancio lucha contra el sueño para no irse todavía a dormir.
Eva miró a su amiga, no era la mujer de 25 años que físicamente era. Ahora, justo en ese preciso momento, creyó ver a aquella niña del jardín que conoció en las mismas circunstancias. Conmovida por ese reencuentro casi místico rodeó a su amiga en un reparador abrazo. Sabía que Zahra estaba en su límite. Nunca mostraba sus sentimientos negativos frente a nadie, pero hoy solo podía llorar casi sin consuelo sin que pudiera armar una palabra que resultara coherente.
— Ya, ya. Vamos a tomar algo para que se te afloje la lengua. — dijo divertida mientras la llevaba de un brazo y con la mano libre abría de par en par la puerta del bar.
Las luces de neón que se paseaban de un lado a otro no hacían más que generar un efecto divertido y jovial en cada recoveco del bar.El calor abrazador del local las obligó a despojarse de cada abrigo que tenían puesto.Eva quedó al descubierto con un hermoso vestido corto, sin mangas de alta costura color blanco. Eva era una excelente modista que dedicaba su vida al trabajo en la farándula de la moda. Imponiendo su estilo único y excelente a la vista de cualquier persona con clase.Zahra vestía un sencillo pero elegante jean tiro alto, y lucía una camisa sin mangas que era en extremo delicada. Sus zapatos de taco de punta y cuero hacían juego con su tapadoPronto la camarera se acercó a ellas para consu
Por suerte Eva tenía una tolerancia excepcional y tan pronto notó que sus sentidos flaqueaban, llamó a su querido esposo para que pasara a buscarlas.El buen hombre llegó y se encontró con su esposa cantando karaoke en medio de un espectáculo que ella y su amiga habían montado de la nada. Estaban robándole el micrófono a la banda que tenían por invitada, pero extrañamente el show era vivaz y lejos de querer sacarles el micrófono, parecían disfrutar el show que brindaban ella y su amiga.Recordó aquel dúo en su infancia, e internamente se sintió acongojado. Amaba verlas así de felices.Eva vio a través del público a su amado, y gritó un te amo que se perdió entre las notas musicales de la canción de la banda. Tomó a Zahra de la mano y luego de arrebatarle suavemen
Cuando despertó la cabeza le daba vueltas. A diferencia de algunos años atrás, la resaca estaba haciendo acto de presencia, lo cual definitivamente no estaba dentro de sus planes.Sin embargo, el sólo recordar las risas hizo que el malestar del sol en la frente no le molestara en lo absoluto.Estaba amaneciendo.No estaba acostumbrada a que el sol le diera la bienvenida tan temprano. Normalmente la recibía por la tarde, cuando volvía de su trabajo y se detenía a apreciar los últimos y hermosos rayos de luz que la aguardaban lo máximo que podían para despedirla desde su balcón.Se paró frente a la ventana antes de dirigirse al baño para refrescar su rostro y así darle inicio a su día.Sin embargo, la usual vista al parque estaba siendo saboteada por otra igual de hermosa pero contrastante. Su ventana que daba al frondoso parque de l
—“Sex on the beach”, “Mojito”, “Destornillador”, “Daikiri”, “Tequila”— enumeró los distintos tragos que recordaba haber tomado la noche anterior, lo que no recordaba eran las cantidades de cada uno.Suspiró agobiada. Se sentía fatal y abrazó su almohada hasta que liberó el estrés y largó una risita divertida.No recordaba nada, y la verdad era que tampoco le importaba.Ya estaban pasando los últimos rayos de sol sobre su ventana cuando terminó de disfrutar esa escena con un café entre las manos. Ya estaba lista para salir a dar un trote por el parque para renovar un poco el aire. Había estado descansando todo el día con un humor bastante cambiante. Hacía mucho que no se tomaba un tiempo para ella. Para justamente no hacer nada que estuviera
Aquella acción tan repentina la tomó por sorpresa. Pero no era ajena a esas situaciones, sus ojos solían generar comportamientos bastantes exagerados en las personas. Solían asombrarse por su tan característica pigmentación. No los culpaba, pero sí los odiaba profundamente cuando hacían ademanes como los de recién para poder verlos a una distancia más corta de la deseada, y eso era debido a que la dejaban expuesta a una posición bastante incómoda para nuestra protagonista. Detestaba cuando invadían su espacio personal. Lo odiaba profundamente.Pero esta vez había sido diferente. No era odio lo que sentía sino una profunda timidez.El joven era unos años mayor a ella, tenía veintiocho años. Era delgado y extremadamente encantador a los ojos de Zahra. Se sentía atraída por su belleza, parec&i
Un silencio sepulcral azotó la sala y mientras el mal trago trataba de pasar por el estómago de Zahra, el embarazoso momento fue compartido por Jonathan quien no entendía absolutamente nada de lo que sucedía.—ja ja. Hm, bueno adiós. — se despidió nuestra protagonista sin dar señales de que quisiera seguir allí con ellos por más de un segundo extra.Cuando hubo cerrado la puerta de un azote, Jonathan se dirigió a Benjamín con cara fatídica y en un reclamo al aire le dijo:—… amigo, eso fue realmente incómodo. ¿Qué mierda te pasa? — reclamó y exigió la misma franqueza en su respuesta.—Eso no te importa. Y ya no molestes a mis vecinos. ¿Quién te crees que eres? Ridículo. — contestó con la misma crudeza solicita
A veces, nuestro lenguaje corporal no va acorde a nuestra línea de pensamientos. Hay personas que pueden perderse en pensamientos de unicornios voladores y en la paz mundial, mientras que su lenguaje corporal sólo muestra una forma fría y distante de ser que resulta superficial e incluso frívola para el resto de la comunidad… a veces, no saber expresarse, resulta bastante engorroso. Más cuando no se conoce a ciencia cierta a la persona que está transmitiendo el mensaje, porque lo más seguro es que se preste a confusión y se generen conflictos totalmente innecesarios.—Bueno, yo…— comenzó por contestar Zahra pero Lizy ya estaba tan compenetrada en la conversación que no le dio tiempo a responder que ya lo había hecho por su vecina.—Zary trabaja en la librería de la universidad. Así que si precisan un libro, ya saben a qui&
—¿Soltera? Jovencita, voy a reformular tus palabras: Ahora, eres libre. Ahora de verdad sí que lo eres. No te das ni una idea de la mochila que te sacaste de encima. — reafirmó Lizy con cierto énfasis.—… — Zahra respondió con un silencio afirmativo. Muy en el fondo sabía que ella tenía razón, pero cómo dolía. Todavía era muy reciente la ruptura. Y a pesar de que él había roto su corazón al tratarla como basura, su amor propio era lo que más le dolía, porque le reclamaba a sí misma las razones por las cuales se había descuidado.—Yo también estoy soltera— les informó a los dos muchachos sacando el peso de sus miradas sobre la jovencita—. ¡Ay chicos! ¡Siempre hay que escucharse! Nunca dejen callar a esa voz que les avisa que por ahí n