Mi Divina Dama
Mi Divina Dama
Por: Cardecy Rivera
Prólogo

El automóvil rodó unos metros por la llanta que explotó haciendo que perdieran el control.

Un giro del volante por parte del conductor lo llevó directo a chocarse contra las barandas vehiculares provocando que el auto se ladeara y los dos pasajeros vieran como su mundo giraba trescientos sesenta grados, sin pensarlo Tauzín y Rosario se tomaron de la mano cerrando los ojos, un fuerte golpe y luego la nada.

Los minutos pasaron en silencio, de pronto la puerta del copiloto se abrió dejando ver a una chica delgada descendiendo mientras se limpiaba el rostro y con dificultad se dirigía al lado contrario, se sujetó de los fierros y haló llamando a su acompañante. El esfuerzo fue recompensado cuando la joven se retiró para que un hombre que unos 180 centímetros salía para abrazarla y por la forma que la revisaba, ver si estaba bien.

La más baja tomó el rostro de su pareja y le besó buscando tranquilizarle, un instante que quedó destruido por los pasos que escucharon sobre la gravilla mostrando un figura alta enfundada en un traje de motociclista que les apuntaba ordenándoles que se separaran.

—¿Tú? —preguntó Tauzín tan pronto reconoció a su agresor—. Nunca creí que cayeras tan bajo por unos cuantos dólares.

El castaño levantó los hombros sin inmutarse por la acusación, bajando el revolver.

—Negocios son negocios amigo mío, ¿o me dirás que tu matrimonio no lo fue?

Rosario le miró con preocupación, Misael Tauzín y ella tenían una larga historia juntos, pero el temblor en la mano de su esposo era símbolo claro de que las cosas no eran como pensaba.

Misael apretó su agarre e hizo que le mirara negando con una triste sonrisa en su rostro, para Rosario Olano la duda sembrada por su madre años atrás volvía a relucir en su mente, en más de una ocasión ella se los repitió, que él sólo la quería para quedarse la fortuna de la heredera del Diario Voces.

Una expresión de burla salió de los labios del castaño que pasó sus dedos por el rizado cabello, levantó de nuevo el arma y apuntó al cuerpo de Rosario.

—No lo tomes personal —el disparo salió dándole escasos segundos a Tauzín para empujar a su pareja, de repente una fuerte explosión retumbó en el lugar.

Pasaron unos minutos en los que el castaño miraba todo como en cámara lenta, se fijó en el carro incendiado, el cuerpo de Tauzín que yacía cercano a una de las barreras vehiculares. Recuperándose del embotamiento causado por la onda, sacudió la cabeza para volver a la normalidad, como pudo se irguió regresando a su motocicleta, la encendió y caminó con esta en lo que se sentía capaz de manejarla, al escuchar las sirenas, se subió arrancando a una velocidad normal, debía salir de ahí sin prisa, lo que menos quería era dejar huellas de su presencia en el lugar.

Deseó que Tauzín se pudriera en el infierno, se lo merecía por traidor, sintió pena por la chica Olano, sin embargo, siempre hay un daño colateral.

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