Capítulo V

El insoportable timbre la obligó a levantarse de la cama, le dolía todo el cuerpo, y su cara debía lucir como si acabase de salir de un ring de boxeo.

Giró su cuerpo y pudo respirar tranquila, al menos el miserable que su padre le consiguió como marido se marchó sin despertarla… y el maldito timbre seguía sonando.

Bastó un insulto para que el molesto ruido se detuviera y Krystal poder buscar el sobre con el alquiler, era jueves y pasaba de las nueve de la mañana, por eso la desesperación de su casero. Con la poca paciencia que le quedaba e importándole poco su apariencia abrió la puerta y le entregó el dinero.

—Faltan 100.000.

—La renta está completa, vuelve a contarla.

—Está completa para lo que costaba la semana pasada, ahora te faltan 100.000 —explicó burlándose de la castaña que aún no comprendía sus palabras—. La plata en una hora o tiro tus porquerías a la calle.

Los ojos avellana de la inquilina brillaron de la impotencia, apretó los puños y le pidió aguardar, lo único que le quedaba era el anillo de compromiso que años atrás le dio su “gran amado esposo”.

—Vale más de los 100.000, las piedras son diamantes.

El casero analizó la joya, la mujer tenía razón, al menos costaba unos 300.000, guardó todo en el maletín que cargaba y le extendió un recibo que validaba su estadía por otra semana.

—El próximo jueves quiero el alquiler temprano, si no tienes con que pagar, me lo dices el miércoles y sabes cómo arreglarlo, al menos no te dejare la cara como la de un mapache.

Henares le cerró la puerta en la cara dándole a entender su respuesta, la risa del hombre junto con el comentario despectivo sobre su situación le llenaron de más dolor que de rabia, recargándose en la madera procurando calmarse.

Debía arreglarse para ir al trabajo, no podía darse el lujo de perderlo si quería volver a escapar del control de Walter, esta vez lo haría fuera del país, y por un medio de transporte que no permitiera su rastreo.

Se dio un rápido baño y comenzó a guardar algunos de sus objetos más preciados, los llevaría consigo en caso tal de tener que huir desde el hospital.

Abrió el cajón donde antes se encontraba la cajita con el anillo de compromiso, sacó el sobre con la ecografía de lo único bueno que ese hombre le dio para arrebatárselo de la manera más cruel posible.

Extrajo la ecografía de su bebé de cinco meses. Con dolor recordó la noche que Becerra la molió a golpes después de llegar de una reunión de trabajo completamente ebrio.

Las imágenes de cómo llegó al hospital más cercano, la sangre en su entrepierna y el dolor en su vientre le provocaron, como siempre, lágrimas de un dolor que duraría por siempre. No pudo salvarlo, el niño murió en el vientre, y tan sólo le quedó esa foto difusa con manchas rodeando lo que debió ser su cabecita.

El recuerdo del día que pasó en recuperación, y la manera como después del último chequeo reglamentario, se vistió para salir del lugar con precaución de que no la vieran.

De inmediato se dirigió a un centro comercial de veinticuatro horas abierto, compró un celular prepago, y comenzó a realizar cuantiosos retiros de sus dos cuentas a las CATS de ambos teléfonos. Viajó por diferentes pueblos con una identidad falsa, estudió a distancia y obtuvo alguna experiencia en el cargo que ahora desempeñaba. Fueron cuatro años donde vivió tranquila y feliz, pero la dicha no le duró para siempre, una semana atrás Becerra se apareció ante ella con una sonrisa que no presagiaba nada bueno, la cogió de la mano y con disimulo la llevó hasta un carro que los esperaba.

Krystal sacudió la cabeza, debía centrarse en lo que haría después de volver de la clínica, contando podría recoger su ropa, los enceres poco le importaban, hace mucho aprendió que lo material se recupera, pero la dignidad es irremplazable. Sin darle más vueltas, se preparó para su jornada laboral.

En el consultorio de Jonás Sierra, Aaron le explicaba al médico la locura que Taiana y Rosario habían planeado para dar con la identidad y los motivos de quien atentó contra esta última.

El galeno se llevó una mano a la cabeza para tratar de no perder la calma, nunca había visto a los Urraza de esa manera, pero lo cierto es que Olano puso la vida de Aaron de cabeza, así el pelinegro frente a él justificara las acciones con evitar un mal negocio y la ruina familiar.

—Esa es la razón de que Iván viniese a entregarme esto —Jonás se consideraba inteligente, un buen médico y excelente amigo de Aaron, por eso cuando le mostró la invitación a la cena en el hotel de los Hamilton reconoció la expresión de burla del pelinegro—. Me dijo que Nathaniel Cavet y su esposa Coral viuda de Tauzín, requerían de un especialista para su hijo, no sabía que tenía relación con toda esta locura.

Aaron decidió ignorar el comentario del galeno, Garrido podía ser muy directo y hasta imprudente en su actuar, sin embargo, era mejor eso y no irse por las ramas como pensaba él hacer para que su amigo aceptara tomar bajo su cuidado a Misael.

—Por favor, si no confiara en ti, y supiese que estarás fuera de peligro, no te pediría que me ayudaras.

Sierra le demandó que le contara exactamente cual iba a ser su papel en el enredo que tenían montado, Urraza le comentó sobre la situación de Olano y su matrimonio con Tauzín, así mismo, le mostró la entrevista que la madre de la castaña, Denise Olano, dio a los medios de comunicación presentando supuestas pruebas de que su hija estaría muerta, y que por lo tanto, comenzaría los trámites legales para que la madre de Misael asumiera el liderazgo del Diario Voces mientras su yerno mejoraba su salud, ella volvería a Estados Unidos con Hideo, su esposo enfermo

—Aaron, yo lo único que comprendo de esto es que quieren quedarse con una herencia —dijo el médico al notar el gesto de desconcierto de su amigo—, Tauzín o Coral, deseaban deshacer de un matrimonio que no les retribuyó económicamente, como la chica no pedía el divorcio, la opción fue asesinarla, yo lo que no entiendo es qué buscan los Cavet, ¿Cuál es su ganancia en este asunto?

Jonas escuchó a Urraza afirmar que Sennet aparentemente era quien intentó asesinar a Rosario, además, Nathaniel buscaba limpiar de manera más efectiva el dinero proveniente de los negocios que manejaba de forma ilícita, y para eso necesitaba que Fernando y Hamilton lo aceptaran en el consorcio hotelero. Aunque al médico no le gustó lo que intuía, era la primera vez que observaba en Aaron esa chispa que perdió cuando Mirta lo cambió por Alberto. Con resignación cogió un papel del escritorio para escribir un nombre y una dirección.

—Ella podrá ser la enfermera que necesitan, debe estar de turno ahora, así que te recomiendo ir a su casa alrededor de las cinco de la tarde, quizás puedas convencerla de que trabaje interna en la casa de los Cavet.

—Te lo agradezco, y…

—Voy a pensarlo, no me presiones, y tampoco vuelvas a enviar a Iván a que haga el trabajo sucio, esa artimaña te puede costar mi amistad.

Aaron Urraza sonrió, Jonás era un viejo zorro igual que él, y descubrió sus intenciones con m****r a Garrido antes de que llegase a pedir su ayuda, era necesario que fuese a la cena, pero no iba a obligarlo, de lo contrario menos se presentaría en el lugar o aceptaría entrar en el juego.

Se despidió, miró el reloj y se dispuso a comer algo antes de buscar a quien debía remplazar a Erika Chevarría.

A la hora señalada el chofer estacionó el coche en el deteriorado edificio de apartamentos, el sector era lamentable, por seguridad, le pidió a Gilberto darse una vuelta y aparecer cuando lo llamara, no quería arriesgarse a que los robaran. El hombre siguió la instrucción, una vez su jefe entró a la construcción, él arrancó a esperarlo en un lugar cercano, pero más seguro.

Aaron subió las escaleras preguntándose el porqué de querer enfrentarse a los supuestos enemigos de Rosario, por más que le doliera, sabía que lo mejor era alejarse de la chica, apartar a Taiana de los Cavet, y no firmar el contrato con la Nathaniel. El dinero se recupera, la tranquilidad no tenía precio al igual que la reputación de la corporación Urraza. Sin embargo, allí estaba, listo a enfrentar a un fantasma del pasado, una persona que años atrás mantuvo una relación Alberto, su hermano, y la razón de que la vida de Krystal Henares se convirtiera en una tortura.

Bastaron unos golpes para que la castaña abriese, por lo visto esperaba a alguien, cuando lo vio, trató de cerrar la puerta, pero Aaron fue más rápido entrando y asegurándola tras de él.

—Escúchame antes de atacarme —al ver las marcas en el cuello y los brazos comprendió que ese hombre la había encontrado—. Yo puedo ayudar a que vuelvas a desaparecer por un tiempo.

—¿Cómo? ¿Vas a asesinar a mi queridísimo marido? —habló con los brazos cruzados demostrando impaciencia—, ya escapé una vez, podré hacerlo de nuevo.

—¿Crees que esta vez será tan fácil? Volverán a dar contigo, estuviste cuatro años lejos de todo, incluso lograste vivir en la misma ciudad que ellos, para de un momento a otro, ser encontrada. ¿Consideras eso coincidencia?

La mueca de disgusto dio la respuesta que necesitaba, Henares le pidió que hablara porque tenían poco tiempo antes de que apareciera Becerra. Aaron trató de ser resumido en la explicación, pero muy convincente.

—No soy fisioterapeuta, habla con el médico que me recomendó, para que consigas otra persona —Urraza se aproximó cansado de ver la actitud desesperante de la que fue la mejor amiga de su hermano.

Presintiendo la acción Krystal se irguió demostrando que no le temía, no iba a ceder tan fácil, no quería relacionarse otra vez con la familia Urraza, menos con Alberto, el causante indirecto de sus desgracias.

—Confío en Jonás y sé que si te recomendó es porque puedes hacerlo.

—¿Qué gano con esto? —quería acabar con la visita, de pronto si modificaba la estrategia las cosas se agilizarían.

Aaron comprendió la intención de Henares, ganar la confianza de quien amó ciegamente a Alberto sería difícil.

—Dinero, escapar de Walter y de tu familia.

Krystal reconoció que el mayor de los hijos de Fernando Urraza no era estúpido ni sentimental, por algo su padre le dejó el consorcio tan pronto como el joven ,salió de la preparatoria, siendo el único del grupo de herederos que estudiaba y trabajaba como CEO de las empresas familiares del círculo social al que pertenecían.

Suspiró sobando su frente, de pronto no era el trato más justo porque sin decirlo el peligro de ser descubierta y que le mataran en el proceso, también era otra posible opción. Sin embargo, no perdía nada, su vida se resumía a una jodida m****a, sabía que su padre pronto buscaría regresarla a la mansión, sería una prisionera en su propia casa, los golpes e insultos de Becerra estarían como una constante por la inutilidad de no quedar embarazada, y al final si la suerte la acompañaba, podría cumplir con lo que se esperaba de ella, salir ilesa, con un vástago al que no criaría y lo más seguro es que la viese como un estorbo, de nacer como hombre. Si era niña, la pobre correría una suerte parecida a la suya.

—Ayúdame a mudarme esta misma tarde, dame un tiempo para descansar y mejorar mi aspecto, y estaré a tu servicio.

Un estrechón de manos fue más que suficiente. Cuando Krystal entregó la llave del apartamento al administrador del edificio diciéndole que podía hacer con lo que quedaba en este lo que quisiera, supo que la vida le daba una segunda oportunidad.

Al entrar a la mansión Urraza, Tadeo la saludó tan formal como siempre, Krystal nunca pensó que su nuevo lugar de vivienda sería a unos cuantos metros de la casa de sus padres, y menos que regresaría a donde vivió su historia de amor y desamor.

Cuando entró al estudio con Aaron, vio a un hombre que reconoció provocándole gran alegría, una que fue correspondía por quien la abrazó transmitiéndole toda la seguridad que en su época de niñez y juventud fue su soporte.

—Bienvenida de nuevo a casa, mi bella Krystal Henares Garrido.

—Ahora sé que no me equivoqué en aceptar, mi querido primo.

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