Capítulo IV

Al recobrar la conciencia ya se encontraba en el hospital, amargo despertar fue ver a Nathaniel con una expresión de preocupación escuchando al médico que le avisaba de la incapacidad que sufriría por un tiempo, Misael asumió eso con un castigo divino, no iba a poder moverse y tampoco hablar.

Cuando el galeno salió, su padrastro se sentó al lado de la camilla para mirarlo con un poco de pesar, la charla que inició sin ese tono de reproche que siempre empleaba Coral, le hizo recapacitar sobre la manera como perdió la posibilidad de quedarse con una herencia millonaria y el control de un medio de comunicación por las decisiones equivocadas que tomó. Le recalcó que cuando se reencontró con Rosario lo primero que debió hacer fue embarazarla y poder, a través del vástago, hacerse con la fortuna de los Olano.

No obstante, cuando concluyó el discurso casi aprendido que supuso le pidió Coral que dijera, Nathaniel le sonrió cogiéndolo de la mano para expresar como agradecía al cielo que estuviese vivo, le contó como al llegar la policía determinaron que la onda explosiva lo alejó del auto librándolo de quemarse.

También habló de la desaparición de Rosario, momento para decir realmente de lo que Cavet pensaba sobre su matrimonio. Le dejó claro que no podía meterse en las decisiones que tomara, pero que a veces era mejor perder un buen negocio, algo que aprendió con los años, y que le redundó en otras oportunidades.

Misael percibió la mano de alguien en su hombro, se había perdido en los recuerdos sin poner atención a lo que Sennet Cavet decía, moviendo su cabeza fijó sus ojos en el rostro de su hermanastro.

—Por lo visto no me vas a contestar —el sarcasmo hizo que Misael rodara los ojos—, me gustaría seguir conversando contigo, pero debo encontrarme con mi futura pareja.

La expresión curiosa de Tauzín hizo que Sennet le relatara con más beneplácito del esperado lo relacionado con su compromiso.

—Mi padre piensa que casándome no podrán asegurar que atenté contra la vida de tu esposa, tan pronto Olano aparezca sé que mi feliz compromiso se irá a la m****a, aunque con "mi chica" esperamos tener pronto descendencia y te aseguró que seré el líder del clan.

Misael respiró demostrándole con el gesto de su rostro lo poco que le interesaba ser nombrado sucesor de Nathaniel, sin embargo, Coral quería el poder y la única manera de conseguirlo era a través de él.

Tauzín sintió interés por conocer que mujer sería la que había elegido Sennet para comprometerse, el heredero legítimo de Nathaniel físicamente era atractivo, tenía el cabello castaño claro un poco ondulado, los ojos eran de una tonalidad casi dorada, que sobresalían por el contraste con su piel trigueña, tenía un excelente cuerpo debido a que le gustaba practicar varios deportes, entre ellos el motociclismo, y eso sumado al metro noventa que medía, era difícil mantener a las féminas lejos de él, hasta que abría la boca o las trataba por más de una semana.

Cavet tenía una historia que le hizo prometerse nunca volver a enamorarse, aunque jamás entraron en detalles, Misael podía asegurar que quien parecía ser el amor de la vida de Cavet, le dejó una secuela que la pagaban las personas con las que se relacionaba en el campo sentimental.

Aunque era bastante calmado y relajado, honesto y responsable con su trabajo, y con una percepción para identificar las intenciones de quienes lo rodeaban, también tenía un carácter alegre, tolerante y solidario. Eso sin despreciar lo infantil que podía llegar a ser cuando de divertirse se trataba.

—Me gustaría responder lo que sin duda debes estar pensando, pero no he hablado con ella —eso si sorprendió a Misael, así que no era una de las antiguas parejas de Sennet sino una que contrataría para la ocasión—. Espero poder cumplir con las expectativas de padre, o tal vez tendré que buscar una mujer como tu amada y siempre perfecta Erika.

Lo último fue dicho haciendo énfasis en lo amada y perfecta, Misael sabía que esa era la definición que daba Coral a Cheverría, para él significaba casarse con una copia de su madre. Al principio Erika le pareció una mujer hermosa e inteligente, con el tiempo se dio cuenta que era ambiciosa, manipuladora, quería controlarlo en todo, y que no se cansaba en recordarle que pronto se casarían.

Sennet se despidió con tristeza de Misael, aunque todos creían que se odiaban, la verdad era que quería mucho a ese estúpido, y acababa de darle la estrategia perfecta para deshacerse, aunque fuese en un mínimo, del dominio de su madre.

Se metió a su alcoba, trabajaría desde la casa para salir a la hora que le dijo Iván terminaba el turno de la mujer a la que esperaba contratar para ser presentada como su prometida.

Esa noche Taiana o Alana como se hizo llamar en el restaurante donde consiguió trabajo como mesera desde unas semana atrás, se vistió con el ajustado uniforme que dejaba muy poco a la. A diferencia del Club propiedad de Ignacio Díaz, donde podía presentarse siempre y cuando la situación con Cavet lo requiriese, en este lugar si debía cumplir un horario.

Miró el reloj, sería una jornada de ocho horas que debía comenzar con vestir el humillante uniforme, uno demasiado apretado para su gusto, y que mostraba más de lo que quisiera. El tiempo pasó con lentitud, desearía estar en la cocina y no ahí aguantando todo tipo de comentarios que iban desde la calidad de la comida hasta una que otra insinuación para tenerla después de acabar su horario laboral. Entre estas últimas se encontraba la del antipático tipo que llegó a ofrecerle dinero de la manera más descarada posible, uno que como cada miércoles y sábado llegó acompañado, la diferencia fue que en esta ocasión la joven le pareció conocida de algún lado.

La chica era un poco más alta que Rosario, delgada, con ojos color miel y cabello castaño medio, su piel era bastante blanca y esto le permitía descubrir incluso debajo del maquillaje uno que otro moretón.

Sin embargo, a diferencia de otras ocasiones, ese día parecía no estar muy contento, desde lejos Taiana lo vio contestar en medio de la cena varias veces el celular, el gesto medio agradable con el que entró, ahora lucía completamente diferente, hasta el punto de golpear la mesa y lanzar un insulto logrando que varios comensales voltearan a observarlo.

A regañadientes se levantó no sin antes decir algo al oído de la castaña que tembló, negando con la cabeza. Ybarra sabía que se metería en un problema, pero no podía quedarse quieta, quizás su propia historia le obligaba a sentirse la adalid de las causas perdidas.

Se encaminó hacia la mesa donde la muchacha miraba el mantel como si fuera lo más interesante del mundo.

—¿Puedo retirar los platos? —la mujer asintió, ya habían acabado el plato principal, así que no le vio problema—. ¿Desea algún postre? Le puedo recomendar un Opera o…

—Nada por el momento, mi esposo le dirá si desea algo cuando vuelva.

Taiana se dio cuenta que no lograría nada porque se notaba el miedo que le tenía a ese tipo, así que fue directa en su apreciación.

—Disculpe, pero creo que la conozco de algún lugar…¿puedo saber su nombre?

—Krystal Henares, ¿se puede saber para que lo quieres? —la voz del tipo que sabía Ybarra se llamaba Walter Becerra sonó a su espalda—. Trae la cuenta antes de que ponga la queja por tu impertinencia.

La ojiazul asintió pidiendo disculpas por la impertinencia, le dio pena por ella, sabía que la furia de ese hombre se desfogaría contra la joven.

Los vio marcharse para en el celular buscar quien era la mujer, como todos los sábados el lugar estaba lleno, lo que tuvo que postergar por unos minutos mientras terminaba el turno, a las diez Taiana logró marcharse con la idea de comprobar su duda.

Al salir despeinó el húmedo cabello que acababa de lavar para liberarse de la incómoda gel que tenía que agregar para darle ese estilo de joven pulcra e inocente que requería el empleo, caminó una calle para sentir los pasos de alguien detrás suyo, lo que falta, otro admirador.

—¿Te acompaño preciosa? —Volteó para dar cara al tipo que reconoció de inmediato.

—Señor Becerra, pensé que esta noche me libraría de su fastidiosa compañía —respondió haciéndole frente sin miedo, el tipo era un descarado, aparentemente fue a dejar a su esposa para volver a cobrarle la impertinencia de hace unas horas.

—Tengo un límite de paciencia Alana, te aseguro que estás rebosándolo —cuando trató de acariciar el rostro de Taiana, la pelinegra le lanzó una cachetada que fue detenida por Walter que de inmediato la atrajo hacía él inmovilizándola—. ¿Crees que no se tu secretito del Club Magallanes?, no veo problema en que por unos miles te dejes poseer.

El espíritu de Ybarra le impedía caer sin dar pelea, por eso trató de liberarse de los brazos que le sujetaban, quizás no superaba el trauma en el instituto, pero cada vez percibía que querían imponérsele, por instinto le cogía fastidio colocándose a la defensiva.

—El que sigas luchando lo único que logra es excitarme más —habló Becerra a su oído dándole un mordisco en la oreja consiguiendo que Tai se estremeciera—. Alana eres demasiado caliente.

Lo siguiente en ser tomado fue su boca, el hombre la cubrió por completo para besarla con rudeza, en la mente Ybarra quería matar a Iván por la pantalla que le armó, si no fuera porque necesitaba saber qué realmente querían de Olano, nunca se hubiese arriesgado.

—Suélteme —solicitó la ojiazul tratando de recomponerse del asfixiante beso—. Aunque me dediqué en un tiempo a trabajar como scort, siempre elegí mis parejas, no lo hago porque me obliguen.

Lo siguiente fue sentir una cachetada en su rostro, para ser cogida por la barbilla y encarada por el hombre que, a pesar de ser muy apetecible, se veía que era un atarbán completo.

—Creo que escuchó bien que dijo que la suelte.

La voz a la espalda de Baltes sirvió para que el pelinegro liberara la cara de Ybarra— ¿Y qué si no lo hago?

—Considero que deberá pagar la cantidad que el cliente que la contrató dio por sus servicios.

—¿Cuál es la suma? —repuso con prepotencia Walter que sacó la chequera para hacer la entrega.

El hombre salió de las sombras que le protegían bajándose el visor del casco de motociclista que evitaba vieran su rostro, sacó una tarjeta que tenía una cifra escrita. La respuesta fue una carcajada y que se volteara hacia Ybarra que se sintió humillado por lo despectivo de la mirada.

—No lo vales bonita.

Lo vieron alejarse sin decir nada más, sobando su mejilla fue el momento para que Taiana agradeciera.

—¿Por qué lo hizo? —cuestionó sabiendo que hasta el momento el hombre mantenía al margen su identidad, pero podía adivinar de quien se trataba.

—Un amigo me dijo que usted podría servirme para un trabajo —explicó quien se mostró quitándose el casco—. Sennet Cavet, su prometido.

—Iván no se equivocó al decirme que me buscaría —dijo Ybarra con una pose insinuante y extendiéndole la mano para liberar con sutileza su aroma—, mucho gusto Alana Ytai, querido novio.

Sennet sonrió respondiendo a la invitación, suficiente para el castaño que de inmediato supo que quería a esa chica en su cama.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo