Capítulo I

Olano percibió como su cuerpo era levantado por alguien cuyo aroma no reconocía, el dolor que sentía por los golpes no se comparaba con aquel que la duda sembrada por su atacante le dejó.

Con dificultad logró acomodarse entre los brazos del individuo que, aunque muy débil, tenía una fragancia similar a uno de los licores que su padre degustaba y del cual no se acordaba el nombre.

En medio de la inconsciencia seguía preguntándose qué falló en su relación. Rosario amó a Tauzín desde la escuela, a pesar de que le tocó marcharse debido a la frágil salud de Hideo Olano, siguió queriéndole y siéndole fiel a esa promesa que se hicieron cuando a sus quince años le entregó su virginidad, y que sellaron con una argolla barata que ni siquiera Denise, su madre,  pudo lograr que se quitara cuando le mostró las fotografías de Misael con diferentes parejas.

Caso contrario era su padre, las palabras de Hideo le mantuvieron firme y con la esperanza del reencuentro con aquel, que a pesar de los años, ella creía que mantenía el mismo amor que le juró en aquella pequeña capilla sin más testigos que los bultos de los santos y la figura de un Cristo.

Ocho años después, cuando regresó a su país natal, el reencuentro dio paso a un romance que terminó en el matrimonio, no le importaron los reproches, las pruebas y tampoco que Denise le repitiera que todo era un engaño, que pensará en la posición que desde siempre Tauzín supo que tendría, una dada por el dinero y por el periódico, el cuarto poder que tanto nombraban.

No obstante, a un año de la unión Misael seguía a su lado, con viajes de vez en cuando por los negocios que mantenía con el marido de Coral viuda de Tauzín, su suegra, esos en los que le llamaba por lo menos tres veces al día para saber cómo se encontraba, de los que le traía pequeños detalles y se los entregaba en las noches de pasión cuando regresaba, pero en los que se cuidaba muy bien de no dejarla embarazada.

La verdad es que no tenía ni idea que hacía en esos viajes, ni cuales eran los supuestos negocios, pero lo que si le era claro es que a veces encontraba vacíos en las explicaciones que su consorte daba sobre estos. Ella confiaba ciegamente en Misael, no necesitaba conocer su trabajo a fondo, suficiente con que regresara sano y salvo al hogar de ambos.

Olano decidió callar a su mente, no quería seguir pensando que fue engañada, eso significaba darle la razón Denise, y por ende, ceder la poca dignidad que ella le permitía mantener.

Fue cuando escuchó el grito angustiado de quien le cargaba, inconscientemente colocó su mano en el pecho del hombre que se sorprendió, y por lo que Rosario creyó un instinto, le apretó contra él.

“Shaio” —como cariñosamente le llamaban su padre— Olano, se vio envuelta por la sensación de paz y protección que le embargó, y que no sentía desde pequeña dentro de los brazos de Hideo, extrañaba a su padre, él siempre creyó que la manera como lleváramos la vida, aprendiendo de los errores y fortaleciendo nuestros puntos fuerte.

—¡Tadeo, el automóvil!, llama al hospital Central…

—No…por favor no me lleves… —odiaba gimotear para conseguir algo, pero el temor de que la trasladaran a la clínica y que los medios se enteraran de su estado, era el boleto para perder lo que Hideo logró al dejarla como directora del Diario Voces, desde los veinte años y en un mundo donde los hombres eran los que lideraban.

Aaron Urraza observó a la castaño en sus brazos y cambió la solicitud, subiendo a la chica a su habitación.

Al recostarla en la cama, el pelinegro se dio cuenta que lo ocurrido hace unos momentos fue más la reacción de una sobreesfuerzo, que una acción consciente de la joven, buscó en el baño unos pañitos húmedos para con delicadeza limpiar las manchas de tierra que cubrían el rostro de la mujer. Con cuidado la cubrió con las cobijas, y salió a llamar al médico de la familia.

Al cerrar la puerta se encontró con la persona que menos esperaba frente a él.

—¿Cuándo llegaste? —sonrió abrazando a una ojiazul que consideraba como su hermana.

—Cuando saliste a ser el héroe de esa muchacha —repuso Taiana Ybarra devolviendo el abrazo.

—¿Viniste con él? —preguntó el dueño de casa a Taiana.

—Fernando regresará en unos días para firmar el traspaso total de la empresa a tu nombre —respondió la visitante con tranquilidad—, quiere recomponer su matrimonio con Natalia, y estar más pendiente de sus futuros nietos.

Si había algo que detestaba de Ybarra era la manera como disfrutaba el recordarle que Mirta lo dejó de lado por su hermano menor Alberto Urraza.

Aaron con dificultad superó el dolor de ser abandonado por quien llevaba cortejando por un año, y que el día de la cena donde pediría su mano ante sus familias, la encontrara follando con Alberto en medio del estudio. Ahora con un embarazo de gemelos y viviendo en Inglaterra, la chica era sólo un mal recuerdo.

Ordenó llamar al médico, bajando a la sala para conversar del negocio hasta que llegó el médico Jonás Sierra, ambos ingresaron a la habitación donde yacía Olano,  por suerte el diagnóstico determinó que la mayoría eran contusiones y heridas menores, parte de la sangre de sus ropas, por lo visto, pertenecían a alguien más.

Lo que sí notó con lo poco que hablaron fue el estado anímico de la joven, le inyectó un calmante que la mantendría dormida por unas horas, eso le ayudaría a que la desazón que tenía se disipara.

Al salir el doctor, Aaron aprovechó a hablar con quién le miraba somnolienta.

—Tendré que viajar mañana, quiero que te sientas como en tu casa —la ojiverde asintió con la cabeza extendiéndole la mano para que se acercara—. Mujer, puedes quedarte hasta que desees, mi hermana te ayudará en lo que necesites.

—Gracias —Rosario quiso decir su nombre, pero el mantenerse en el anonimato era una medida de asegurarse que podía pensar tranquilo lo que iba a hacer de ahora en adelante, no quería ni a Denise ni a Coral sugiriéndole cómo actuar.

De repente, percibió como la mano de Urraza se deslizó por su mejilla logrando que se aproximara más a esta para continuar con el mimo. El leve jadeo que emitió la joven ojiverde, llenó de satisfacción al pelinegro que distinguió la conexión con ella, disfrutó por unos minutos de la imagen de quien permanecería en su cuarto por unos días, muy a su pesar cesó la caricia, no debía hacerse ilusiones con alguien que en su dedo anular lucía una costosa argolla de matrimonio.

—Descansa, cuando regrese hablaremos y haremos las debidas presentaciones.

La chica obedeció, al irse Aaron de la habitación el reloj señalaba las cuatro de la mañana, él tendría que arreglarse, y marcharse de inmediato al aeropuerto. Dormiría en el vuelo, dio las indicaciones a Taiana y a Tadeo en su ausencia y para con la invitada, se despidió para emprender el viaje que le daría más luces sobre el negocio que debía firmar con los Calvet.

La luz dio de lleno en la cara de Sennet Cavet que se dedicó a estirarse como de un gato se tratara, desafortunadamente cuando abrió los ojos la persona que le miraba no tenía la más mínima intención de seguir esperando a que concluyera su ritual de “buenos días”.

En quince minutos se encontraba en el despacho de Nathaniel Cavet, su padre, con un periódico en las manos leyendo del accidente de Misael Tauzín.

—Eres un incompetente que no sabe hacer nada bien. Una cosa es que Coral quiera denunciarte por atento de homicidio —señaló el hombre con enojo—, pero que hayas dejado a un maldito testigo vivo es lo peor, ya que puede confirmar que los atacaste.

—¿Qué te hace pensar que fui yo? —inquirió Sennet fastidiado por la manera como su padre le reclamaba.

—No me hagas golpearte —respondió exasperado el hombre porque su hijo lo creía estúpido—. Sabes cómo son los negocios, esa mujer es hábil, por eso la tengo a mi lado, y con cada paso que das considero que el más indicado como sucesor no eres tú.

Sennet escuchó a Nathaniel con cansancio, una muestra más de que el remplazo de su difunta madre avanzaba con rapidez para sacarlo del camino y quedarse con todo.

El lío comenzó años atrás, pero la gota que derramó el vaso fue el día anterior cuando Misael recibió la comisión del negocio que llevaba meses organizando, pero que en el último momento, mientras él se deshacía de los policías que llegaron al lugar, firmó el ojimiel llevándose los honores y el dinero.

No era la primera vez que lo hacía, lo que pasaba es que ahora la competencia era por el liderazgo del clan. Suspiró para sacudir su cabello castaño y desordenarlo más de lo que estaba, dándole ese carácter rebelde que siempre alabó Myriam, su madre, cuando estaba viva.

Nathaniel lo vio deseando que su hijo comprendiera que dirigir su “negocio” requería más de lo que él se imaginaba, y a decir verdad, Coral instruyó muy bien a Misael en esos menesteres.

—¿Cuándo piensas casarte? —una pregunta tan fuera de contexto frunció el ceño de Sennet—. Después de firmar con los Urraza anunciaré tu boda, quiero que selecciones a una de tus tontas parejas para ese momento.

El que suspiró ahora fue el patriarca al notar el desconcierto en su hijo por lo que le pedía.

—Rosario Olano iba anoche con Tauzín en el vehículo y se encuentra desaparecida —explicó lo evidente—, la mejor cortina de humo sobre tu fallido intento de asesinato, es un matrimonio.

—¿Es en serio? —la mirada de Nathaniel no dejo duda, debía comprometerse con alguna de las zorras que se acostaba, en su mayoría no eran más que encuentros de unas pocas noches, ya que tan pronto pasaban a la tercera semana de encuentros sexuales querían atraparlo—. Sabes que no quiero casarme.

—No es lo QUE TU QUIERAS, es lo mejor para el negocio —gritó el mayor de los Cavet—. Sennet te casas y ya, no quiero más estupideces.

El castaño salió sin desayunar de la casa, se metió en el auto y pudo desahogar su frustración, quería y se merecía todo lo que Nathaniel tenía, él lo ayudó a llegar hasta donde estaba, y que el idiota de Misael le quería arrebatar.

—¡Mierda! Y ¿Dónde consigo a una p**a esposa?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo