Narra David De María Ramírez
Iba en mi auto a toda velocidad, por las avenidas casi desiertas de la ciudad. La mayoría de la gente debía estar dormida y trasnochada, desvelada y demás por la noche del año nuevo. En mi caso, estaba todo lo demás, sumándole un inmenso dolor, que se sentía como millones de cuchillos apuñalándome, mientras recorría las calles cómo un loco a toda velocidad, recordaba esos besos y esas caricias de ella, de Alondra, de mi consentida y uno de esos recuerdos, más la desvelada y la cruda me hicieron cerrar los ojos y en una fracción de segundo sentí como impacté con algo que voló por los aires y cayó desplomado en el pavimento a unos metros de mí.
Por unos momentos, perdí el control de mi auto y como pude, me orillé sobre la avenida, para darme cuenta de una dolorosa verdad, había atropellado a alguien que yacía inmóvil en medio de la avenida y no quise, ni acercarme al lugar, justo en ese momento entró a mi móvil, la llamada de mi madre, ella seguramente me estaba buscando, pues me salí de casa sin avisar a nadie. Tomé la llamada, sintiendo que el móvil temblaba en mi mano.
–Madre, sabía que eras tú, escucha, me he metido en un buen lío – Le informé asustado – Necesito ayuda.
Por mi imprudencia, esa persona podía estar muerta o muy malherida, todo por solo estar concentrado en mi dolor, he causado un daño a alguien que no lo merecía, eso no podía ser, estaba temblando de pies a cabeza y la voz de mi madre era lo único que me podía calmar.
–David, no sales de un problema cuando ya estás metido en otro, hijo – Me regañó – Ahora, ¿Qué has hecho? Y ¿Dónde estás?
No sabía cómo decirle a mi madre, lo que acababa de hacer, pues esto no era cualquier lío y más me valía decírselo, yo no iba a huir y si me llevaban preso, bien merecido me lo tenía, la persona que atropellé no tenía para nada la culpa, de todo lo que yo estaba cargando en mi mente, de todo el dolor que estaba habitando dentro de mí, por haber perdido a la mujer y al amor de mi vida, muy a mi pesar, debía enfrentar mis actos y hablarle a mi madre con la verdad.
–Madre, he atropellado a una persona – Dije con un nudo en la garganta – Lo peor, es que no sé, si esté viva o muerta.
Un silencio incómodo se manifestó en la línea. Mi madre es la mujer, más buena del mundo, y rogaba a Dios, que no le fuera a pasar algo a ella, producto de la estupidez que le acababa de confesar, que cometí. Ella no me decía nada y yo, temblando, le mandé mi ubicación, para que acudiera en mi búsqueda, no sabía en qué momento, es que iba a llegar la policía.
–David, es que no debiste salirte así de la casa – Al fin dijo algo mi madre – No puede ser, lo que he escuchado. Al menos espero, que hayas llamado ya a los servicios de emergencia.
No lo había pensado antes, pero lo haría en cuanto terminara de hablar con ella, debían venir los del servicio médico, la persona debía ser atendida, cuanto antes, si estaba todavía viva, la podían salvar, estaba tan nervioso que eso, se me había pasado por completo.
–Enseguida lo haré madre, estoy muy nervioso – Confesé – Por favor, te pido que me ayudes, ven por favor, que tengo mucho miedo de ir a la cárcel. Te he enviado ya, mi ubicación.
Mi madre, debía estar aquí conmigo, ella sabría qué hacer, porque estaba tan nervioso, ella me sabía calmar, me urgía que ya estuviera en camino y que llegara antes de que llegara la ambulancia, había sido un estúpido, no pensé que al cerrar los ojos, nada más unos segundos, iba a atropellar a alguien.
–Está bien hijo, ahora mismo salgo para allá – Dijo mi madre – Por favor, cálmate y llama a emergencias. Ahorita nos vemos.
Eso era lo que iba a hacer, para que la persona se pudiera salvar, esto no me lo voy a perdonar nunca, no había sido mi intensión, causar un accidente de esta magnitud, no quería llevar esa culpa en mi conciencia, jamás había cometido un descuido como este.
–Gracias madre.
Corté la llamada con mi madre y de inmediato, hice lo que debí hacer desde hace unos momentos, llamar a los servicios de emergencia, que no tardaron nada en tomar mi llamada y entonces, les confesé lo ocurrido. No me atrevía ni a acercarme a la persona tendida en la avenida. Solo rogaba porque no pasara otro auto y rematara el daño ya ocasionado por mí. Subí a mi auto y lloré amargamente abrazando al volante, pensando muchas cosas, entre ellas que, si yo había privado de la vida a esta persona, era algo que no podría perdonarme.
No sé cuánto tiempo tardé en ese lugar conmiserándome de mí mismo cuando vi llegar a la ambulancia y detrás de ella, a los pocos minutos, llegó mi madre y se colocó a un costado de la avenida, delante de mi auto. Ella se bajó de su auto y yo bajé del mío y nos abrazamos ahí mismo, ella era la mujer más importante de mi vida, siempre podía contar con su ayuda, en las circunstancias que me encontrara, ella es, la mejor madre del mundo.
–David, hijo – Mi madre, lloraba conmigo – Dios mío, pero ¿Qué has hecho?
Mi madre miraba hacia la dirección, donde se encontraba esta persona tendida en el pavimento, yo no me había percatado si se había movido o no, pues no me quise acercar al lugar en todo este tiempo.
–No sé, madre – Nos separamos del abrazo – Tengo mucho miedo, que esa persona esté muerta.
Sería la equivocación más grande de mi vida, no iba a poder vivir con eso, era una culpa que estaría conmigo durante toda mi existencia, el haberle quitado la vida a una persona, por una imprudencia tan garrafal como la que había ocasionado.
–Bien, vamos a averiguarlo – Dijo mi madre convencida – Tenemos que ir a ver, lo que ha pasado.
Estaba demasiado consiente, de que el accidentado, podía ya estar muerto, porque no se le había prestado la ayuda de inmediato y yo no sabía qué hacer, estaba más temeroso de causarle un daño más si lo movía, por eso no me había acercado, era un cobarde.
–Tengo miedo, que sea demasiado tarde.
Mi madre me tomó del brazo y caminamos los pocos metros que nos separaban de la ambulancia, mientras que observábamos entre más nos acercábamos a dónde estaban atendiendo a la persona, que se trataba de un adulto mayor y que le estaban dando ahí mismo, en el suelo, los primeros auxilios. Vimos después como lo colocaban en la camilla y uno de los paramédicos, se acercó a nosotros.
Narra David De María RamírezPues le teníamos que dar la información que, de seguro, iban a necesitar para poder llevarse al herido e ingresarlo a un hospital.–Buen día, supongo que usted ha sido quién llamó joven – Dijo dirigiéndose a mí – La persona está muy grave. Nos podría decir, lo que recuerde del accidente o si vio quién lo ocasionó.Yo iba a afrontar mi responsabilidad, pero no quería ir a la cárcel, me había regresado el alma al cuerpo, cuando el paramédico confirmó que todavía estaba vivo el señor, aunque muy grave. Estaba rezando para que el señor llegara bien al hospital a donde lo iban a llevar, tenía que vivir, esperaba que Dios le diera una oportunidad de recuperarse.–Buenos días – Respondí – Así es, he sido yo quién llamé y también quién ocasionó el accidente. Sobra decir, que me haré cargo de todo.El paramédico me miraba desaprobándome y era lógico, yo mismo me desaprobaba después de lo que acababa de hacer. Él comenzó a tomar los datos que le dábamos de mí, despu
Narra Alondra Ferreyra PérezMi tío, Axel y mi hermana, que fue la última en entrar al taller, me miraban con una cara de desaprobación y me atrevería a decir, que no solo era de eso, también era de horror. Yo no me había visto en dos días, pero debía parecer un guiñapo y una piltrafa humana, pues así me sentía totalmente. Me dolía mucho la cabeza y veía incluso algo borroso.–Alondra, ¿Desde cuándo estabas aquí? – Preguntó mi tío – Me has dado un susto de muerte, pensé que algún ratero se había metido al taller.No tenía ni la menor idea de lo que había pasado conmigo, ni me acordaba muy bien a qué hora había llegado al taller, solo que era el único sitio donde podía tomar a gusto, sin que nadie me molestara.–No lo sé tío – Admití desanimada – Solo sé que vine a ahogarme en el alcohol, aquí.Era lo único que me importaba, ahogar mis penas en el licor, entumecer tanto mi mente, que no pudiera recordar nada de lo que me había pasado y de lo que me estaba pasando.–Esto es el colmo – D
Narra Alondra Ferreyra Pérez–Pues créelo, hemos terminado y no quiero hablar del tema – Seguí devastada – No quiero vivir. No quiero sentir nada, quiero algo que anestesie el dolor y se quede ahí recluido en mi interior, para siempre. Por culpa de la imbécil de Lola, David me ha dejado, Axel vio cómo se puso el día de mi santo, en mi festejo.Como si esa mujer hubiera sido mejor que yo, por eso la defendió, yo no valí nada para él, ahí me di cuenta de que de nada valía decir que me amaba, si al final iba a preferir a una muerta que a mí.–Sí, me pude dar cuenta de eso, pero Alondra todos somos personas diferentes – Axel, quería calmarme – Tu chico, piensa las cosas de una forma que no las pensamos nosotros y está en su derecho, pero a mi forma de ver, eso no era razón contundente para terminar.Pero eso no era lo que David, pensaba, yo era la inhumana, la que se había burlado de una persona muerta, la que no tenía sentimientos y por eso había tomado la decisión de terminar, de dejarm
Narra David De María RamírezPasaron varios días después de la tragedia que ocasioné, en los cuales no me levantaba ni para bañarme. Me había descuidado totalmente, porque ya no me importaba verme guapo para nadie, ya nadie me estaría diciendo “mi güero hermoso” eso, ya había quedado atrás y lo cierto era, que cada día que pasaba a mí, me dolía más todo aquello. Me sentía muy mal y con el alma hecha pedazos, no quería sentir, no quería pensar, no quería ni comer y uno de esos días que lloré sin parar y que el tiempo que no lloraba, la pasaba durmiendo y tomando vino sin poder calmarme, mi madre entró a mi recámara para hablar conmigo.–David, no quiero que sigas sufriendo por Alondra – Dijo mi madre – Sé que la amas y sé también, que eres muy necio. Estoy segura que ustedes, son el uno para el otro, pero, como no quiero que eches a perder tu vida, ni que otra persona inocente pague por tu depresión, quiero que hablemos, de ti y de tu futuro.Todo mi mundo se había detenido, se había a
Narra David De María Ramírez–Lo siento mucho madre – Seguí llorando – Yo tampoco quisiera dejarte, pero sabes que es necesario. Al menos un tiempo, en lo que asimilo, que ella ahora ya no es mía. Además, aunque pierda el año, es lo de menos, si lo que se me está yendo es la vida.Sentía que se me iba esfumando de entre los dedos, por lo menos en Madrid, iba a evitar ver a mi consentida con otro, era lo que me iba a mantener, con menos dolor, pero al fin de cuentas, muerto en vida. –Hijo, cálmate por favor. No me gusta verte así. Debes retomar la vida que tenías antes de Alondra, debes salir con tus amigos en lo que vemos lo de Madrid. Casi todas las vacaciones, las has pasado aquí, sin comer, solo durmiendo y llorando y eso no es vida.Pero era lo que tenía ahora, de nada me servía salir con mis amigos, si iba a estar así, como me sentía, no quería estar dando lastima por donde fuera, mejor quedarme aquí, hasta que me pudiera ir a Madrid, no le veía el caso salir para no hacer nada.
Narra Alondra Ferreyra PérezAsí pasaron todas mis amargas vacaciones, en las que no hacía más que llorar a todas horas, no quería comer, no quería nada. La vida me daba igual, sin David, todos mis días eran iguales, tristes y vacíos, solo el alcohol anestesiaba en momentos mi dolor, pero para colmo esos días que tuve de vacaciones, apenas si me podía tomar una botella de vino al día, porque mi hermana se ponía en su plan y como estaba en su casa de arrimada, me tenía que aguantar. Las pobres de mis sobrinas, eran las que sufrían más con mi estado de ánimo, pues me escuchaban llorar todas las noches, cómo me dormía con ellas. Por eso un día antes de volver al Tec, mi hermana, entró a la recámara que compartía con sus hijas, para hablar conmigo.–Alondra, tenemos que hablar, no puedes seguir así – Me reprendió mi hermana – Sí es que quieres seguir viviendo aquí conmigo, necesitaré más ayuda tuya y de paso, se te va saliendo un poco ese estado depresivo que tienes.Como si fuera fácil,
Narra Alondra Ferreyra Pérez–No, eso no es cierto – Lloré histérica – Lo dices, porque a ti nunca nadie te amó, como David me ama a mí y porque a ti no te gusta como Tavo, te demuestra el amor. Pero lo de David y yo, es más que amar.Éramos el uno para el otro y no se pudo haber ido así nada más. Él tenía que regresar a mí, teníamos que empezar de nuevo, me iba a morir si mi güero se ha ido a Madrid, no le creía nada a mi hermana, estaba celosa del amor que nos teníamos David y yo.–Alondra, por favor despierta – Mi hermana me jalaba de los brazos – Si te digo que él se fue de México, es porque es la verdad. Es más, mañana Carmen, piensa ir a buscarte al taller de mi tío para invitarte a cenar y contártelo ella misma. Él se fue y tú, estás aquí. Tienes que dejar ir lo que sea, que sientas por él.No entendía como mi hermana me podía estar pidiendo eso, yo amaba a David con cada fibra de mi cuerpo, no lo iba a poder olvidar nunca, estaba enamorada de él desde el momento que lo vi por
Narra David De María RamírezIrme de México, me había dolido demasiado. Había sido un gran dolor en el alma, nunca antes me había costado tanto dejar atrás México, solo que esta vez, la había dejado atrás a ella, a mi consentida, a la única mujer a la que amaba de verdad y me dolía demasiado no estar aquí con ella, cuando soñaba que estuviéramos aquí juntos, como las dos veces anteriores que había venido a Madrid. Estaba en el piso de mi amigo Sabadelle, era uno de esos días que él estaba en una llamada y yo, no sé por qué sentí que me latía más rápido el corazón, pues algo me decía que quién lo llamaba, era ella, mi consentida. Lo vi colgar su móvil y mirarme cabizbajo, entonces un inmenso escalofrío sacudió todo mi ser.–David, era ella, colega – Me confirmó él – Está muy mal, está muy triste y me atrevo a pensar, que así ha estado, desde que ustedes ya no están juntos.Por supuesto que ella la estaba pasando mal, y yo había dejado que se tirara al suelo pidiendo mi perdón y no se l