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Mi Consentida 2
Mi Consentida 2
Por: Lu Fabiano
Capítulo 1. Comenzando mal el año

Narra David De María Ramírez

Iba en mi auto a toda velocidad, por las avenidas casi desiertas de la ciudad. La mayoría de la gente debía estar dormida y trasnochada, desvelada y demás por la noche del año nuevo. En mi caso, estaba todo lo demás, sumándole un inmenso dolor, que se sentía como millones de cuchillos apuñalándome, mientras recorría las calles cómo un loco a toda velocidad, recordaba esos besos y esas caricias de ella, de Alondra, de mi consentida y uno de esos recuerdos, más la desvelada y la cruda me hicieron cerrar los ojos y en una fracción de segundo sentí como impacté con algo que voló por los aires y cayó desplomado en el pavimento a unos metros de mí.

Por unos momentos, perdí el control de mi auto y como pude, me orillé sobre la avenida, para darme cuenta de una dolorosa verdad, había atropellado a alguien que yacía inmóvil en medio de la avenida y no quise, ni acercarme al lugar, justo en ese momento entró a mi móvil, la llamada de mi madre, ella seguramente me estaba buscando, pues me salí de casa sin avisar a nadie. Tomé la llamada, sintiendo que el móvil temblaba en mi mano.

–Madre, sabía que eras tú, escucha, me he metido en un buen lío – Le informé asustado – Necesito ayuda.

Por mi imprudencia, esa persona podía estar muerta o muy malherida, todo por solo estar concentrado en mi dolor, he causado un daño a alguien que no lo merecía, eso no podía ser, estaba temblando de pies a cabeza y la voz de mi madre era lo único que me podía calmar.

–David, no sales de un problema cuando ya estás metido en otro, hijo – Me regañó – Ahora, ¿Qué has hecho? Y ¿Dónde estás?

No sabía cómo decirle a mi madre, lo que acababa de hacer, pues esto no era cualquier lío y más me valía decírselo, yo no iba a huir y si me llevaban preso, bien merecido me lo tenía, la persona que atropellé no tenía para nada la culpa, de todo lo que yo estaba cargando en mi mente, de todo el dolor que estaba habitando dentro de mí, por haber perdido a la mujer y al amor de mi vida, muy a mi pesar, debía enfrentar mis actos y hablarle a mi madre con la verdad.

–Madre, he atropellado a una persona – Dije con un nudo en la garganta – Lo peor, es que no sé, si esté viva o muerta.

Un silencio incómodo se manifestó en la línea. Mi madre es la mujer, más buena del mundo, y rogaba a Dios, que no le fuera a pasar algo a ella, producto de la estupidez que le acababa de confesar, que cometí. Ella no me decía nada y yo, temblando, le mandé mi ubicación, para que acudiera en mi búsqueda, no sabía en qué momento, es que iba a llegar la policía.

–David, es que no debiste salirte así de la casa – Al fin dijo algo mi madre – No puede ser, lo que he escuchado. Al menos espero, que hayas llamado ya a los servicios de emergencia.

No lo había pensado antes, pero lo haría en cuanto terminara de hablar con ella, debían venir los del servicio médico, la persona debía ser atendida, cuanto antes, si estaba todavía viva, la podían salvar, estaba tan nervioso que eso, se me había pasado por completo.

–Enseguida lo haré madre, estoy muy nervioso – Confesé – Por favor, te pido que me ayudes, ven por favor, que tengo mucho miedo de ir a la cárcel. Te he enviado ya, mi ubicación.

Mi madre, debía estar aquí conmigo, ella sabría qué hacer, porque estaba tan nervioso, ella me sabía calmar, me urgía que ya estuviera en camino y que llegara antes de que llegara la ambulancia, había sido un estúpido, no pensé que al cerrar los ojos, nada más unos segundos, iba a atropellar a alguien.

–Está bien hijo, ahora mismo salgo para allá – Dijo mi madre – Por favor, cálmate y llama a emergencias. Ahorita nos vemos.

Eso era lo que iba a hacer, para que la persona se pudiera salvar, esto no me lo voy a perdonar nunca, no había sido mi intensión, causar un accidente de esta magnitud, no quería llevar esa culpa en mi conciencia, jamás había cometido un descuido como este.

–Gracias madre.

Corté la llamada con mi madre y de inmediato, hice lo que debí hacer desde hace unos momentos, llamar a los servicios de emergencia, que no tardaron nada en tomar mi llamada y entonces, les confesé lo ocurrido. No me atrevía ni a acercarme a la persona tendida en la avenida. Solo rogaba porque no pasara otro auto y rematara el daño ya ocasionado por mí. Subí a mi auto y lloré amargamente abrazando al volante, pensando muchas cosas, entre ellas que, si yo había privado de la vida a esta persona, era algo que no podría perdonarme.

No sé cuánto tiempo tardé en ese lugar conmiserándome de mí mismo cuando vi llegar a la ambulancia y detrás de ella, a los pocos minutos, llegó mi madre y se colocó a un costado de la avenida, delante de mi auto. Ella se bajó de su auto y yo bajé del mío y nos abrazamos ahí mismo, ella era la mujer más importante de mi vida, siempre podía contar con su ayuda, en las circunstancias que me encontrara, ella es, la mejor madre del mundo.

–David, hijo – Mi madre, lloraba conmigo – Dios mío, pero ¿Qué has hecho?

Mi madre miraba hacia la dirección, donde se encontraba esta persona tendida en el pavimento, yo no me había percatado si se había movido o no, pues no me quise acercar al lugar en todo este tiempo.

–No sé, madre – Nos separamos del abrazo – Tengo mucho miedo, que esa persona esté muerta.

Sería la equivocación más grande de mi vida, no iba a poder vivir con eso, era una culpa que estaría conmigo durante toda mi existencia, el haberle quitado la vida a una persona, por una imprudencia tan garrafal como la que había ocasionado.

–Bien, vamos a averiguarlo – Dijo mi madre convencida – Tenemos que ir a ver, lo que ha pasado.

Estaba demasiado consiente, de que el accidentado, podía ya estar muerto, porque no se le había prestado la ayuda de inmediato y yo no sabía qué hacer, estaba más temeroso de causarle un daño más si lo movía, por eso no me había acercado, era un cobarde.

–Tengo miedo, que sea demasiado tarde.

Mi madre me tomó del brazo y caminamos los pocos metros que nos separaban de la ambulancia, mientras que observábamos entre más nos acercábamos a dónde estaban atendiendo a la persona, que se trataba de un adulto mayor y que le estaban dando ahí mismo, en el suelo, los primeros auxilios. Vimos después como lo colocaban en la camilla y uno de los paramédicos, se acercó a nosotros.

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