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Capítulo 5. Sin futuro

Narra David De María Ramírez

Pasaron varios días después de la tragedia que ocasioné, en los cuales no me levantaba ni para bañarme. Me había descuidado totalmente, porque ya no me importaba verme guapo para nadie, ya nadie me estaría diciendo “mi güero hermoso” eso, ya había quedado atrás y lo cierto era, que cada día que pasaba a mí, me dolía más todo aquello. Me sentía muy mal y con el alma hecha pedazos, no quería sentir, no quería pensar, no quería ni comer y uno de esos días que lloré sin parar y que el tiempo que no lloraba, la pasaba durmiendo y tomando vino sin poder calmarme, mi madre entró a mi recámara para hablar conmigo.

–David, no quiero que sigas sufriendo por Alondra – Dijo mi madre – Sé que la amas y sé también, que eres muy necio. Estoy segura que ustedes, son el uno para el otro, pero, como no quiero que eches a perder tu vida, ni que otra persona inocente pague por tu depresión, quiero que hablemos, de ti y de tu futuro.

Todo mi mundo se había detenido, se había acabado y por lo consiguiente no deslumbraba ningún futuro, no valía la pena seguir mintiéndome, ya no quería hacer nada, si ella no estaba junto a mí, me hacía tanta falta mi consentida, tenerla aquí a mi lado, para sentir de nuevo el latir de mi corazón, estaba respirando de puro milagro, pues me hacía falta mi otra mitad.

–Mi futuro, ya no existe madre. Si a duras penas, existo yo – Le comenté – Siento que, sin ella, me extingo, me muero y me evaporo. La amo, me falta esa mujer, para sentirme especial, me faltan sus besos, sus caricias, sus te amo, me falta ella.

Mi madre me abrazó y en sus brazos, lloré como un niño desvalido y en cierta forma lo era, tan así que mi amigo Andrés, al ver lo destruido que estaba, mejor se fue de mi casa, para no verme convertido en una piltrafa. No podía más con esta depresión tan devastadora que estaba llevando a cuestas. Necesitaba irme de esta ciudad, de este país que solo me recordaría todos y cada uno de los sitios que recorrí con ella, dándonos muestras de amor en cada rincón que recorríamos juntos. Nos separamos poco a poco del abrazo mi madre y yo, para seguir platicando.

–David, sé lo que piensas hijo, pero no dejaré que pierdas un año escolar por esto que ha pasado – Mi madre, externaba su sentir – Te amo David. Eres lo que yo más quiero en la vida y si ya estás decidido a no volver más con Alondra, entonces dime ¿Qué necesitas, para levantarte?

Muchas cosas, entre esas, poder cerrar los ojos, y que ya no me doliera el alma, que se me quitara este profundo dolor, su recuerdo, olvidar todo, y que Alondra, ya no corriera por mis venas, pero sabía muy en el fondo que eso no iba a ser posible, que todo seguiría igual, porque todo estaba tatuado a fuego en mi piel como una barra de hierro ardiente.

–Necesito dormir y nunca despertar, necesito olvidarla, madre – Confesé desconsolado – Su recuerdo duele, en mi mente, en mi cuerpo y en mi corazón que todavía late por ella y sufre por no estar a su lado. Ella siempre será mi consentida.

Sé, que yo fui el que tomó esa decisión, de que lo nuestro acabara para siempre, pero me estaba doliendo tanto, que no había palabras para describirlo, porque duele, quema, lacera, todo al mismo tiempo, no hay descanso, todo lo va arrasando a su paso, es una tortura eterna y nada la puede pausar, ni detener, seguirá así, hasta el final de mis días. 

–Lo sé, pero ya decidiste dejarla y por más que yo los quiera juntos, tampoco puedo obligarte a nada, hijo – Declaró con pesar – Es por eso y porque no quiero que sigas así, que, aunque yo quiera que sigas aquí en México conmigo, dejaré que te vayas por un tiempo a Madrid.

Era lo que debía haber hecho, desde antes de que esto ya no se hubiera podido arreglar, ese mismo día debí partir, porque lo que siguió, es lo que me está destruyendo, cada milímetro de su piel, lo recuerdo como si hubiera pasado ayer, y el dolor más grande es que solo va a quedar en mi recuerdo, porque no la voy a poder tocar de nuevo.

–Gracias, madre – La abracé de nuevo – No esperaba menos de ti. Te amo y te agradezco, que, aunque estés en contra de mi ida a Madrid, que me dejes hacerlo. Yo no puedo seguir aquí, pensando en Alondra y viéndola en el Tec, no puedo, me mataría verla amar a otro hombre.

No sabría que hacer o cómo reaccionar al verla la lado de otro que no fuera yo y que lo besara y que lo abrazara y que le demostrara su amor delante de todos y yo ser un espectador más, de todo eso, sería el peor martirio de toda mi existencia, aguantar sin poder decir nada, sin poder reclamar, porque ya no tenía ningún derecho sobre ella. 

–Y a ella, la mataría también verte con otra mujer, pero es la ley de la vida hijo. Ambos, tienen derecho de poder andar con otra persona, siendo que ya no están juntos.

Lo que decía mi madre era verdad, no íbamos a permanecer, ni ella, ni yo, viviendo del recuerdo de nuestro gran amor. No era sano para nadie y en estos casos, aunque dicen que el tiempo todo lo acomoda, le tenía que ayudar, poniendo tierra de por medio, para no saber más de la mujer que amaba con todas las fuerzas de mi corazón.

–Madre, te amo y gracias a ti soy lo que soy – Le agradecí – Tu me irás a ver a Madrid ¿Cierto?

Yo siempre iba a querer estar cerca de mi madre, la amaba demasiado para dejarla de ver, ella me tendría que ir a visitar, aunque ella no le guste que yo esté tan alejado, era lo que se debía hacer en estos momentos y la recibiría con los brazos abiertos.

–También te amo hijo y claro que te iré a ver a Madrid, eres mi hijo, lo único que puedo decir que es mío, porque naciste de mí y sé que, aunque no te quiero lejos, aquí solo te vas a estar lastimando hijo, así que, ya que regreses de las vacaciones del Tec, iremos a ver si te puedes ir a Madrid, para que continúes allá tus estudios. No quiero que pierdas el año.

Era la única solución, yo tampoco quisiera dejarla sola, me hace mucha falta a donde vaya, es la que me puede sostener cuando estoy sufriendo, ella es la única que puede aguantar mis estados de ánimo, y comprendía por todo lo que estaba pasando, mi madre era única, la mejor del mundo.

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