Narra Alondra Ferreyra Pérez
–Pues créelo, hemos terminado y no quiero hablar del tema – Seguí devastada – No quiero vivir. No quiero sentir nada, quiero algo que anestesie el dolor y se quede ahí recluido en mi interior, para siempre. Por culpa de la imbécil de Lola, David me ha dejado, Axel vio cómo se puso el día de mi santo, en mi festejo.
Como si esa mujer hubiera sido mejor que yo, por eso la defendió, yo no valí nada para él, ahí me di cuenta de que de nada valía decir que me amaba, si al final iba a preferir a una muerta que a mí.
–Sí, me pude dar cuenta de eso, pero Alondra todos somos personas diferentes – Axel, quería calmarme – Tu chico, piensa las cosas de una forma que no las pensamos nosotros y está en su derecho, pero a mi forma de ver, eso no era razón contundente para terminar.
Pero eso no era lo que David, pensaba, yo era la inhumana, la que se había burlado de una persona muerta, la que no tenía sentimientos y por eso había tomado la decisión de terminar, de dejarme con el corazón en la mano, aun palpitando por él, no le importó que me humillara, que le rogara que no se fuera, que no me dejara.
–No lo era, pero así ha pasado – Me recargué en el pecho de Axel – Quisiera morirme, ya no tengo dónde vivir, ni con quién dormir y lo peor de todo, no tengo a quién amar, ni quien me ame.
Era la única realidad, estaba sola en el mundo de nuevo, estaba peor que un mendigo de la calle, porque aun teniendo yo familiares, no tenía a nadie, quien se iba a hacer cargo de mí ahora, si no lo habían hecho antes, siempre estaba rebotando de un lugar para otro, como si fuera un estorbo para todos.
–Nosotras te amamos tía Alondra – Dijeron a coro mis dos sobrinas Hada y Paola.
Mis sobrinas y mi cuñado, se sentaron con nosotros en la sala, entre todos hablaron y me ofrecieron su casa, para que yo viviera ahí con ellos, en lo que veía a ver qué era lo que iba a hacer con mi vida, yo para esto no decía nada, la verdad me encontraba en calidad de bulto, porque no me importaba nada de lo que dijeran. Mi hermana empezó a preparar el desayuno.
–Espero que te quedes a desayunar, Axel.
Mi hermana invitó a Axel, a que se quedara a desayunar con ellos, yo no tenía ganas de comer nada, no tenía hambre, estaba segura de que así como me lo sirviera lo iba a dejar, solo necesitaba la cama para dormir para siempre, era lo único que quería hacer.
–Claro que sí, Anastasia, muchas gracias.
Nos sentamos todos a la mesa y Anastasia, sirvió el desayuno para todos y yo casi no probé lo que había preparado, lo que necesitaba era una botella de alcohol para desconectarme del mundo, para adormecer el dolor que me estaba consumiendo por dentro, quería que se fuera para siempre, que ya no existiera.
–Tienes que comer tía, no quiero que te enfermes, no me gusta verte así, te amo.
Me dijo Hada, yo ni siquiera hice el intento por contestarle, sabía que nadie era culpable de mi sufrimiento, pero no sabía cómo sobrellevarlo, era la primera vez que sentía de esta manera una ruptura, porque antes eso no había existido para mí, nunca había amado a nadie, como para sentir tal dolor.
–Déjala, hija, tu tía se siente mal, ahora que tome una ducha y duerma algo, tal vez se sienta mejor y pueda hablar contigo.
Terminaron todos de comer y mi plato seguía en las mismas, ya ni siquiera hacía el intento por comer, era una pérdida de tiempo y de comida el que me haya servido. Mi cuñado ayudó a mi hermana a recoger todos los platos de la mesa, y nos dejaron a Axel a mis sobrinas y a mí, sentados en el comedor.
–Anastasia, me llevo a las chicas a casa de mi mamá, espero que te mejores Alondra.
Dijo mi cuñado, y en verdad les agradecía que se preocuparan por mí, pero prefería ya estar acostada, no que vieran mi pobre humanidad acabarse ante sus ojos.
–Sí, tía, mejórate y ya cuando regresemos jugamos contigo.
Mis sobrinas me abrazaron y yo les devolví el abrazo, ellas no tenían la culpa de lo mal que me sentía, eran tan inocentes, esperaba que no les pasara lo que a mí, me había pasado, que nunca se enamoraran.
–Nos vemos, tía, te quiero mucho.
Mis sobrinas eran un encanto, yo las amaba mucho, pero en estos momentos, era una muy mala compañía, no estaba de ánimos para jugar como lo hacíamos antes, ahora solo lo que quiero es acostarme, cerrar los ojos y dejar de pensar, aniquilar todos los recuerdos, los buenos y los malos, no quiero saber nada de nada.
Al quedarme solo con Axel y con mi hermana Anastasia, ellos trataron por todos los medios hacerme reaccionar, pero era inútil, porque cada palabra que me decían, era peor para mí, porque no me quería animar, era muy duro para mí, estar viva y no tenerlo a él junto a mí, David, lo es todo en mi vida y sin él, me estaba muriendo lentamente.
–Ya me voy chicas, espero que te mejores Alondra, no ganas nada con deprimirte, a lo mejor sería bueno llevarte a algún lugar para que medites, cualquier cosa me llamas Anastasia.
Eso era lo peor que me pudo haber dicho, tendría que ir a algún lugar para no pensar, para borrar de mi mente todo recuerdo, poder cerrar los ojos y que me pusieran una máquina en la cabeza, para olvidar este dolor tan profundo, era una agonía que me estaba consumiendo a cada minuto.
–Muchas gracias Axel, por todo, y te aviso cualquier cosa que pase.
Después de un rato Axel se fue y al quedarme sola con Anastasia, ella se metió a bañar conmigo y prácticamente ella me baño, yo no tenía ganas ni fuerzas de bañarme, ni de hacer nada. Estaba fatal, hundida en una depresión que no tenía nombre, o más bien si lo tenía, el de mi amado David de María, el hombre al que hubiera dado lo que fuera porque me diera otra oportunidad, pero eso no iba a pasar.
–Ven Alondra, vamos a arreglar la recámara de las chicas.
Entramos a la recámara de mis sobrinas, le ayudé a mi hermana, pues yo me iba a quedar a dormir con ellas, y eso estaba bien, porque no estaba acostumbrada a dormir sola.
Me sentía demasiado desanimada, como si estuviera muerta en vida, el dolor que atravesaba mi pecho era muy profundo, extrañaba a David, como no tenía una idea, cada día, cada hora, cada minuto que había pasado, y sentía que mi vida sin él no tenía sentido. Ya no quería seguir viviendo así, quería seguir llorando, pero ya no tenía lágrimas, estaba seca por dentro.
Narra David De María RamírezPasaron varios días después de la tragedia que ocasioné, en los cuales no me levantaba ni para bañarme. Me había descuidado totalmente, porque ya no me importaba verme guapo para nadie, ya nadie me estaría diciendo “mi güero hermoso” eso, ya había quedado atrás y lo cierto era, que cada día que pasaba a mí, me dolía más todo aquello. Me sentía muy mal y con el alma hecha pedazos, no quería sentir, no quería pensar, no quería ni comer y uno de esos días que lloré sin parar y que el tiempo que no lloraba, la pasaba durmiendo y tomando vino sin poder calmarme, mi madre entró a mi recámara para hablar conmigo.–David, no quiero que sigas sufriendo por Alondra – Dijo mi madre – Sé que la amas y sé también, que eres muy necio. Estoy segura que ustedes, son el uno para el otro, pero, como no quiero que eches a perder tu vida, ni que otra persona inocente pague por tu depresión, quiero que hablemos, de ti y de tu futuro.Todo mi mundo se había detenido, se había a
Narra David De María Ramírez–Lo siento mucho madre – Seguí llorando – Yo tampoco quisiera dejarte, pero sabes que es necesario. Al menos un tiempo, en lo que asimilo, que ella ahora ya no es mía. Además, aunque pierda el año, es lo de menos, si lo que se me está yendo es la vida.Sentía que se me iba esfumando de entre los dedos, por lo menos en Madrid, iba a evitar ver a mi consentida con otro, era lo que me iba a mantener, con menos dolor, pero al fin de cuentas, muerto en vida. –Hijo, cálmate por favor. No me gusta verte así. Debes retomar la vida que tenías antes de Alondra, debes salir con tus amigos en lo que vemos lo de Madrid. Casi todas las vacaciones, las has pasado aquí, sin comer, solo durmiendo y llorando y eso no es vida.Pero era lo que tenía ahora, de nada me servía salir con mis amigos, si iba a estar así, como me sentía, no quería estar dando lastima por donde fuera, mejor quedarme aquí, hasta que me pudiera ir a Madrid, no le veía el caso salir para no hacer nada.
Narra Alondra Ferreyra PérezAsí pasaron todas mis amargas vacaciones, en las que no hacía más que llorar a todas horas, no quería comer, no quería nada. La vida me daba igual, sin David, todos mis días eran iguales, tristes y vacíos, solo el alcohol anestesiaba en momentos mi dolor, pero para colmo esos días que tuve de vacaciones, apenas si me podía tomar una botella de vino al día, porque mi hermana se ponía en su plan y como estaba en su casa de arrimada, me tenía que aguantar. Las pobres de mis sobrinas, eran las que sufrían más con mi estado de ánimo, pues me escuchaban llorar todas las noches, cómo me dormía con ellas. Por eso un día antes de volver al Tec, mi hermana, entró a la recámara que compartía con sus hijas, para hablar conmigo.–Alondra, tenemos que hablar, no puedes seguir así – Me reprendió mi hermana – Sí es que quieres seguir viviendo aquí conmigo, necesitaré más ayuda tuya y de paso, se te va saliendo un poco ese estado depresivo que tienes.Como si fuera fácil,
Narra Alondra Ferreyra Pérez–No, eso no es cierto – Lloré histérica – Lo dices, porque a ti nunca nadie te amó, como David me ama a mí y porque a ti no te gusta como Tavo, te demuestra el amor. Pero lo de David y yo, es más que amar.Éramos el uno para el otro y no se pudo haber ido así nada más. Él tenía que regresar a mí, teníamos que empezar de nuevo, me iba a morir si mi güero se ha ido a Madrid, no le creía nada a mi hermana, estaba celosa del amor que nos teníamos David y yo.–Alondra, por favor despierta – Mi hermana me jalaba de los brazos – Si te digo que él se fue de México, es porque es la verdad. Es más, mañana Carmen, piensa ir a buscarte al taller de mi tío para invitarte a cenar y contártelo ella misma. Él se fue y tú, estás aquí. Tienes que dejar ir lo que sea, que sientas por él.No entendía como mi hermana me podía estar pidiendo eso, yo amaba a David con cada fibra de mi cuerpo, no lo iba a poder olvidar nunca, estaba enamorada de él desde el momento que lo vi por
Narra David De María RamírezIrme de México, me había dolido demasiado. Había sido un gran dolor en el alma, nunca antes me había costado tanto dejar atrás México, solo que esta vez, la había dejado atrás a ella, a mi consentida, a la única mujer a la que amaba de verdad y me dolía demasiado no estar aquí con ella, cuando soñaba que estuviéramos aquí juntos, como las dos veces anteriores que había venido a Madrid. Estaba en el piso de mi amigo Sabadelle, era uno de esos días que él estaba en una llamada y yo, no sé por qué sentí que me latía más rápido el corazón, pues algo me decía que quién lo llamaba, era ella, mi consentida. Lo vi colgar su móvil y mirarme cabizbajo, entonces un inmenso escalofrío sacudió todo mi ser.–David, era ella, colega – Me confirmó él – Está muy mal, está muy triste y me atrevo a pensar, que así ha estado, desde que ustedes ya no están juntos.Por supuesto que ella la estaba pasando mal, y yo había dejado que se tirara al suelo pidiendo mi perdón y no se l
Narra David De María RamírezMejor que no me dijera nada, si con todo esto que estaba sufriendo ya era suficiente, no se lo deseaba a nadie.–No hijo, por favor tienes que calmarte. David, no llores así, no es sano para nadie y ahora, si estás tan mal y te arrepientes de no estar con ella, entonces regresa y lucha por ella, pero no te destruyas así – Me aconsejó mi madre – Yo no quiero, saber que sigues en ese estado depresivo, te vas a enfermar.Ya nada me importaba, si me enfermaba o si me moría, porque no la tenía conmigo, y si eso me estaba destruyendo, que lo hiciera de una buena vez, la amaba más que a mí mismo, no podía ver un futuro sin ella, ni siquiera el día de mañana lo veía seguro, esto iba a acabar conmigo.–Quiero morirme madre – Grité destrozado – La amo, la necesito en mi vida. Cada mujer que veo, la comparo con ella, Alondra es mi amor, es mi vida, es mi princesa, mi todo, mi consentida.Necesitaba que la fuera a ayudar, si ella estaba peor que yo, algo le podía pasa
Capítulo 11. Un gran amor no se olvidaNarra Alondra Ferreyra PérezDesperté en un lugar desconocido para mí y me asusté demasiado, y al no ver a nadie conocido, hasta que me levanté un poco y vi a mi hermana Anastasia ahí sentada. Ella me miraba moviendo la cabeza negativamente hacia ambos lados, en señal de desaprobación y también de molestia.–Alondra, nos has dado a todos un susto de muerte – Me dijo mi hermana – Por eso te trajo una ambulancia al hospital.Al escuchar la palabra hospital, me asusté más, por más que pasara el tiempo no me gustaba estar en ese tipo de lugares,– ¿Qué? No, Anastasia, yo no quiero estar aquí, no quiero, solo quiero que nos vayamos a casa – Le supliqué – Sabes, que odio estar en estos lugares.–Te tuvieron que poner un suero vitaminado, te has desmayado y llevas un buen rato inconsciente – Me explicaba – No puedo creer, que te la estés pasando dañando de la peor manera posible tu vida, es el colmo Alondra. Una ruptura no es para que dejes todo y te hu
Capítulo 12 Una nueva amistadNarra Alondra Ferreyra PérezEn lo que ella había estado conmigo en el hospital, ellos la habían ayudado, se veía que yo iba a ser una carga para ellos, era una buena para nada, no sabía hacer nada, ni siquiera me sabía defender en eso.–Gracias.Me fui a lavar las manos como pude y después, me senté a la mesa con mis sobrinas que ya estaban sentadas ahí para cenar. Mi hermana y mi cuñado nos sirvieron la cena y yo, me comí lo que me dieron casi pasándomelo entero, la comida no me sabía a nada y parecía estar viviendo fuera de mi cuerpo, nada se sentía ni parecía real, yo en verdad, me sentía de lo más mal. Después de cenar, mis sobrinas y yo, lavamos los trastes y recogimos la cocina y después, nos fuimos a dormir a la recámara que ocupábamos las tres, desde que yo llegué a esta casa.–Buenas noches, chicas – Les dije a las dos – Por favor, ¿Me despiertan? Mañana, cuando se levanten. No puedo faltar a clases.Era la única forma que me podía levantar, y e