La puerta de esa oficina se abrió, haciendo que el pequeño rechinar que siempre hacía, alertase a la persona que se mantenía tras el escritorio, pulcramente ordenado.Los ojos fríamente azules que habían dejado de ver la pantalla de su portátil, vieron a la madura mujer castaña que lo veía casi con súplica, Caleb volvió sin interés su vista al ordenador.—Diablos— soltó Adelaide cuando perdió su atención, entró a la oficina y cerró la puerta tras ella — Sigues decidido a ello –Caleb se recargó mejor en el asiento de piel donde había estado sentado, su atención seguía cayendo a la imagen que la pantalla le mostraba.—Vamos, Caleb, no tenemos por qué regresar, lo hemos hecho muy bien aquí— dijo ella que comenzó a vagar por la elegante oficina tapizada en madera, viendo como en las paredes se exhibían varias fotos, donde aparecían ella y él, junto a las personas que les habían abierto las puertas en ese mercado, volteó a ver a Caleb, pero éste mantenía su completa atención, ya no en lo
Los cuerpos de dos chicas se apretaron uno contra otro, en medio de ese gran abrazo que compartían.—Dios, cuánto te extrañé, Leia— susurró Kristel al deshacer el abrazo.Sus maletas estaban tiradas un par de metros más atrás, donde las soltó al ver a Leia entrando a esa zona del aeropuerto.La cobriza sonrió.—Y yo a ti, ha pasado tiempo, ¿no? — comentó Leia que todavía tenía rastros en su rostro pálido de las pocas horas de sueño.—¡Claro que sí! A pesar de que parece que vienes en pijama, luces espectacular — se burló la castaña al verla en un conjunto deportivo gris y holgado.—Ah, no te burles –—Sabes que nunca lo haría— aseguró Kristel.—¡Tía Kristel! — una pequeña voz infantil hizo que Kristel girara buscando de dónde venía.Kristel soltó un pequeño grito de alegría cuando el niño de cinco años saltó sobre ella y se abrazó de brazos y piernas a su cuerpo —¡Te extrañé mucho! –Leia sonrió viendo a Nicoleta llegar tras Edrick, luego de acompañarlo al baño.—Pues no parece que me
Horas más tarde, la fogata que Leia le preparó a su hijo para azar los malvaviscos que había comprado, estaba agotándose en medio del jardín trasero, Kristel y la cobriza seguían sentadas en los pequeños cojines a un costado de ésta.Kristel todavía jugaba a tostar uno de sus bombones mientras se aclaraba la garganta para abordar un tema más serio.Arriba, en la habitación, Edrick ya dormía acompañando a su abuela.—Y entonces, ¿piensas decirme ya? – cuestiono la castaña.Los ojos entre azulinos y verdosos de Leia brillaron al estar observando la fogata que poco a poco disminuía su tamaño, era más de media noche y luego de que Edrick se fuese a duchar y dormir, ellas permanecieron ahí.—No hay mucho qué decir, sólo lo que ya hice— respondió Leia con voz baja, pensativa.—¿Cómo qué no? Que Caleb venga desatará un pequeño infierno, puedes perder a tu hijo— le recordó.—Por supuesto que no— respondió Leia de inmediato y decidida — Ninguna ley le quitará un hijo a su madre –Kristel lo to
La segunda noche de ese fin de semana cayó sobre la ciudad, Caleb suspiró y echó su cabeza hacia atrás, recargándola en la pared del balcón ubicado en el departamento, que desde el día anterior ocupaba, su mano derecha pendía de su cuerpo sujetando un grueso vaso semivacío con whisky de malta.Sus ojos azules y fríos se clavaron en la enorme ciudad que se extendía bajo el negro cielo, sus pensamientos no salían, manteniéndose presos tras la casi rabia en sus ojos, una suave brisa ondeó su largo y suelto cabello, haciendo pasar un mechón por encima de su hombro desnudo y él no se inmutó.Mañana tenía asuntos qué atender. Su estómago ardió en molestia.Dio un último sorbo a su escocés y tragó pesadamente el líquido quemante, abandonó el vaso en una mesita colocada a un par de pasos de él y dio un último vistazo a la ciudad, ingresó a la habitación portando todavía únicamente su pantalón de dormir y terminó por secarse el cabello, sus brazos se alzaron para alcanzarlo, estirando su torso
Durante la mañana Leia se había despedido de su hijo y le había explicado que durante un tiempo se quedaría con su abuelita, sólo que esta vez no sería sólo el fin de semana o vacaciones, esta vez podría ser un poco más, Scarlett lo llevaría y recogería de la escuela porque ella, Leia, su mamá, saldría de la ciudad por trabajo.Otra mentira a la lista, pensó Leia, pero si así lo mantenía a salvo, estaba bien.El día siguiente extrañó a su hijo en casa, pero supuso que no se había equivocado en su decisión, cuando un par de veces se había encontrado con Adelaide al salir de su trabajo. Esa mujer no le daba buena espina y supuso que también de ella debía cuidarse.Sus compañeros de trabajo solían mantenerse al margen de su vida privada y salvo Vicenzo y Carla de los presentes, nadie más sabía de la existencia de su hijo, así que como un favor especial les pidió mantener aquello en secreto, la chica aceptó de inmediato sospechando que algo ocurría con Leia y ese hombre de ojos azules, pu
El miércoles temprano, al apenas entrar a su despacho, Leia se encontró con un Vicenzo de semblante serio, esperándola.—Hola— saludó la joven que otra vez mantenía su cabello recogido.El varón la notó y regresó su atención a ella, al haberse mantenido viendo los distintos diplomas de la joven abogada.—¿Necesitas algo? — preguntó al dejar su bolso y portafolios sobre el respaldo de la silla y escritorio respectivamente.Él asintió apretándose el puente de la nariz.Ella pensó que había hecho algo mal con su trabajo y trató de hacer memoria qué pudo haber sido, pero él interrumpió sus pensamientos.—Verás, tenemos un problema – dijo el hombre que se veía bastante estresado.—¿Qué es? Seguro lo arreglaremos— dijo recargándose a un costado de su escritorio.—El nuevo cliente, pide que seas tú quien se haga cargo de su cuenta— soltó secamente y la vio con seriedad.¿El nuevo cliente? Se pregunto mentalmente.Palideció. Ese era Caleb.—Pero yo estoy trabajando contigo— le recordó sin ent
Los días siguientes Leia lidió con el sinsabor del trato distante que se dio entre ella y Caleb. Al final, no había el dichoso equipo que pensaba formar; pues cada abogado o pasante, tenía una carga bastante grande de trabajo, Leia tuvo que dividir sus días entre el trabajo de Caleb y sus noches en el caso de Vicenzo.Con tan solo unas horas Leia pudo notar que la ensambladora había estado trabajando en números rojos y, que, al momento de absorberla, contraería desde ese momento deudas que no necesitaba, era un trato que traía más desventajas que ventajas, porque, además, según inventarios, el porcentaje de la maquinaria con vida útil, no era alto; aunque bueno, eso no era un problema para alguien como Caleb.Dejó de pensar en ayudarlo a obtener un trato justo para él, y se enfocó en darle únicamente lo que pedía: un
Con la luz de la luna llena entrando por la ventana de su habitación, Leia cerró los ojos y casi vibró, tocó sus labios y rememoró la sensación de los labios de Caleb fundidos en los suyos.Era tan estúpida, abrió los ojos y se acomodó con su espalda pegada al colchón, luego de abandonar la posición fetal, Caleb era el amor de su vida, había intentado olvidarlo e incluso se acostó con Connor creyendo que lo haría, pero no había salido muy bien y casi echa a perder todo.Connor era tan atractivo, tan elegante, tenía una forma de hacerle el amor que por momentos la hacía olvidar todo su pasado, era fuerte y pasional.Pero él era frío y no era él.No era Caleb, no tenía ese atrevimiento, ni ese descaro para hacerla avergonzarse y vibrar cuando la tocaba, ni e