Esperando al que amo

Horas más tarde, la fogata que Leia le preparó a su hijo para azar los malvaviscos que había comprado, estaba agotándose en medio del jardín trasero, Kristel y la cobriza seguían sentadas en los pequeños cojines a un costado de ésta.

Kristel todavía jugaba a tostar uno de sus bombones mientras se aclaraba la garganta para abordar un tema más serio.

Arriba, en la habitación, Edrick ya dormía acompañando a su abuela.

—Y entonces, ¿piensas decirme ya? – cuestiono la castaña.

Los ojos entre azulinos y verdosos de Leia brillaron al estar observando la fogata que poco a poco disminuía su tamaño, era más de media noche y luego de que Edrick se fuese a duchar y dormir, ellas permanecieron ahí.

—No hay mucho qué decir, sólo lo que ya hice— respondió Leia con voz baja, pensativa.

—¿Cómo qué no? Que Caleb venga desatará un pequeño infierno, puedes perder a tu hijo— le recordó.

—Por supuesto que no— respondió Leia de inmediato y decidida — Ninguna ley le quitará un hijo a su madre –

Kristel lo to
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