Los climas fríos del invierno comenzaron a desaparecer opacados por un calor gradualmente más notable y agradable, las hojas de los árboles comenzaron a reverdecer y eran movidas por suaves vientos frescos, en la clara muestra que la primavera estaba en puerta.—¡Achú! – Leia estornudó. •Con el sol brillando en lo alto y con un delicado suéter sujeto al cuello, bajo su negro cabello, Leia parpadeó una vez más al salir del edificio de su facultad, su cabeza no había dejado de doler y justo sintió que sus ojos comenzaban a lagrimear.Su móvil vibró y ella lo extrajo del bolsillo de su coqueto vestido de lana gris, vío el mensaje que Hillary le mandaba al ser consciente de que ya terminó sus clases; leyó la invitación de comer que hacía mientras avanzaba por los suelos adoquinados del campus, haciendo sonar suavemente el tacón de sus botas negras y por encima de la rodilla que ese día había decidido usar."Creo que esta vez no. No me siento muy bien e iré al médico."La cobriza envió el mensaje y no se detuvo hasta llegar a su auto, Leia, con poco ánimo, esbozó una sonrisa cuando la pelicorta se ofreció a acompañarla, pero finalmente se negó, no tenía caso, después de pasar por el departamento de urgencias de cualquier clínica, le indicarían algún médico general que laGran mentira
El rostro de Leia estaba pálido y sus ojos temblaban incrédulos, casi asustados, la chica que se sintió descubierta no pudo más que boquear intentando justificar su presencia en el lugar, pero Darlene, a pesar de encontrarse tan cansada, conservaba rastros de la astucia que siempre la caracterizó.—Lo sabes, ¿eh?La cobriza apretó su cartera entre los dedos de sus manos, cerró sus ojos despacio y dejó escapar el aliento con suavidad, todavía sintiendo a su corazón oprimido latir fuertemente.—Creo tener idea— confesó segundos después, viéndola con incredulidad. Darlene y ella siempre estarían lejos de ser amigas, pero en ese momento, era la única que podía ofrecerle las respuestas que necesitaba — ¿Ella está…? – —¿Muriéndose? — la rudeza con la que soltó esa palabra la de largo pelo lacio, hizo mayor impacto en la joven cobriza — Sí, Leia, Emireth está muriendo – La nombrada quiso sonreír, en muestra clara de su nerviosismo —No puede ser – La otra cerró los ojos despacio y suspiró
Con la llegada de la noche, las estrellas brillaron apenas notoriamente sobre la ciudad, los ojos tan azules de Caleb se abrieron despacio y su atención se posó sobre el escritorio pegado a la pared de enfrente, viéndolo sin ver, al seguir recostado sobre su cama.El reloj de pared marcaba las diez más veinte, y él hacía apenas diez minutos que iba llegando, esa noche se había propuesto ver a Leia, buscarla una vez más, pero la verdad estaba agotado, física, anímica y moralmente, había permanecido al lado de Emireth cerca de cinco horas, hasta que la chica se durmió; apenas al salir se había dirigido a un bar del centro y bebió acompañado de un par de botellas sobre la barra, quemándose la garganta con licor e ignorando el vibrar de su celular, necesitaba entenderse, la dolorosa desazón que su fallido matrimonio le había dejado, era ligeramente apaciguada al echar sobre sus hombros el peso de sus culpas, Leia tenía razón en estar molesta, si lo odiaba podía entenderla, había sido un b
Luego de dejar su auto estacionado frente a su casa, entrar a la misma y subir sin siquiera cenar, y darse una ducha rápida que sólo le provocó más frío, Leia se encontraba acostada, hecha un ovillo, sobre su cama y envuelta por un enorme cobertor.Los ojos entre azulinos y verdosos de la joven brillaban, al reflejarse en ellos la luz que provenía del otro lado del balcón, pero su visión no enfocaba nada en particular, cuando Leia quedaba sola, sus recuerdos volvían a ella, torturándola y haciéndola dudar de incluso sus más primarias decisiones; era, era como si su subconsciente buscara protegerse del dolor y la animara a minimizar el daño que se le había hecho, a hacerle creer que tal vez exageró al tomar la decisión de irse y odiaba a esa parte de ella que vibraba por volver a sentir el calor de Caleb.Era tan patética, sonrió con tristeza… sí, sentía todo eso, pero aun, costándole mucho, estaba soportándolo bien, ¿verdad?Sus ojos ardieron y se forzó a no llorar, esta vez no.Cerró
Odió dividirse entre amarla, o intentar olvidarla y dejarla ir, lo incorrecto o lo moral, hacer lo que su juicio, orgulloso y soberbio le dictaba hacer, pensando únicamente en él; o lo que debería hacer… alejarse al haberla dañado a plena conciencia, un tiempo ni siquiera le importó lastimarla, es más, la quería enamorada de él para destruirla y destruir a James, y Leia, esa dulce niña no se lo merecía, nunca se lo mereció.Maldita sea, ¿Qué debía hacer?Pocos minutos antes de las tres, Caleb salió por fin de su coche, dando un portazo que llamó la atención de más de uno por el lugar, se recargó en la cajuela de su auto y apoyó su pie sobre la defensa al llevarse un cigarrillo a los labios y encenderlo, un viento fresco hizo arder más al tabaco y también le revolvió el flequillo al rubio, al tiempo de dar la primera calada.Los ojos penetrantemente azules del joven recorrieron el estacionamiento, por el que ahora concurrían más estudiantes, y mantuvo su atención por el sector que daba
—¿Qué pasa contigo, Leia? — preguntó preocupada Kristel al asomarse en medio de los dos asientos delanteros, luego de que Hillary corriera al lugar del copiloto — Desde hace un par de días te ves rara, demasiado pensativa – —Y demacrada— añadió Hillary.Leia sonrió sin ánimo y vio por el retrovisor a su amiga. Tardó unos segundos en contestar.—Sólo estoy cansada— respondió al volver su vista al camino — Y creo que esta gripe me pone peor – Esa respuesta dejó una sensación de falsedad dentro de ese coche, ¿Qué les estaba ocultando Leia? Se formó un silencio incómodo entre las tres grandes amigas.—Sigue siendo por Caleb, ¿verdad? — preguntó desanimada Kristel al recargarse completamente en el asiento trasero.Leia volvió a observarla por el retrovisor mientras avanzaba y tragó pesadamente.—Ah, no hablemos de ese idiota— se quejó Hillary que bajó el visor del auto y se observó en el espejo tras él — Por cierto, ¿quiénes serían los que se estaban rompiendo la cara en el estacionamien
Casi dos horas después, y luego de que cada fármaco se hubiese agotado, la enfermera estaba retirando el catéter a Emireth.—Oh, señorita Emireth, ¿pasará ya a su habitación? — Astrid que recién llegaba se alegró al verla ponerse en pie.La chica no respondió al solo verla dar giros emocionada.—Fue todo por hoy, tu amiga puede irse al haber sido una muy buena paciente— dijo la madura enfermera, que antes de pasar a revisar al otro paciente, le guiñó un ojo a la niña.Emireth se sujetó el estómago al sentir asco y comenzó a caminar despacio.—¿No prefiere esperar al joven Caleb? – cuestiono la pequeña.—No, él salió a atender una llamada— Emireth fue cortante y siguió caminando. Astrid la tomó de la mano y ella rodó los ojos, pero no se soltó.Apenas cruzaron la puerta, en la intersección de pasillos cercana, observaron al médico que estaba a cargo de esa lacia pelinegra, el mismo que parecía hablar con algún familiar de un paciente.—¡Oh, mire, es el doctor Arthur! — alzó la voz la