Muy dificíl

Casi dos horas después, y luego de que cada fármaco se hubiese agotado, la enfermera estaba retirando el catéter a Emireth.

—Oh, señorita Emireth, ¿pasará ya a su habitación? — Astrid que recién llegaba se alegró al verla ponerse en pie.

La chica no respondió al solo verla dar giros emocionada.

—Fue todo por hoy, tu amiga puede irse al haber sido una muy buena paciente— dijo la madura enfermera, que antes de pasar a revisar al otro paciente, le guiñó un ojo a la niña.

Emireth se sujetó el estómago al sentir asco y comenzó a caminar despacio.

—¿No prefiere esperar al joven Caleb? – cuestiono la pequeña.

—No, él salió a atender una llamada— Emireth fue cortante y siguió caminando.

Astrid la tomó de la mano y ella rodó los ojos, pero no se soltó.

Apenas cruzaron la puerta, en la intersección de pasillos cercana, observaron al médico que estaba a cargo de esa lacia pelinegra, el mismo que parecía hablar con algún familiar de un paciente.

—¡Oh, mire, es el doctor Arthur! — alzó la voz la
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