—Ya he pedido perdón por eso— soltó viendo cómo las primeras lágrimas amenazaban con rebasar los ojos azulinos.—Y eso no cambia nada, me hiciste amarte deliberadamente – acusó.—Yo también me enamoré— respondió de inmediato y con voz seca. Leia quiso morir – Y eso no fue planeado –No, seguro que no, pensó ella. Lo planeado era destruirla y botarla como a un perro.Cuando ella sollozó, él quiso tomarle una mano, pero ella la apartó, como si él le quemase. Caleb se molestó.—Y cuando me enamoré, te lo dije— volvió a hablar él – Yo lo hice, Leia, fui sincero en ese entonces –—¿Y por qué no lo dijiste todo? Decirme la verdad no hubiese ahorrado todo esto– le reprocho.—¿Y qué querías que te dijera? ¿Qué te usé? ¿Qué jugaba contigo para quedarme con Emireth? ¡Me acobardé, maldita sea! – soltó frustrado, lastimándola con cada palabra – Y no fui el único en mentir— reprochó.—¡Pero yo sólo tenía miedo por lo que sintió! – ella se defendió al dejar rodar sus lágrimas luego de pestañear, y
—Leia— mencionó al querer acercarse más a ella, luego de que la joven retrocediera.Ella soportó el estremecimiento de toda su piel.—Vine a preguntarte una cosa— su voz salió ronca, luego de ese beso, pero su rostro no demostró más.Él dejó escapar el aliento al llevarse una mano a arrastrar su largo flequillo.—¿Qué cosa? – preguntó secamente, molesto.—Aquella noche, cuando los chicos fueron a nuestra casa— le recordó.—¿Qué con ello? – ante la molestia de la voz, ella apretó los puños para soportar el nudo en el estómago.—Te escuché hablando con Elton –Él contuvo el aliento. Ya sabía a dónde iba.—¿Querías…?—¿Embarazarte? – interrumpió completando su frase. Ella casi palidece y él sonrió con ironía. Si Leia ya lo sabía, ¿qué caso tenía seguir mintiendo? – Si, eso pretendí durante mucho tiempo, debía asegurar tu permanencia a mi lado – dijo el con franca y terrible honestidad.La sangre le bajó hasta los pies a la joven frente a él, a ella se le volvieron a llenar de lágrimas lo
De regreso a casa, Leia condujo con menor velocidad, su mirada fija en el frente, pero su mente sumergida en su interior, hizo todo en automático, pues apenas recordaba si había tenido obstáculos, justo al estar girando en la esquina que la llevaría a su hogar.Estacionó y bajó cuando ya estaba oscureciendo, sintió una nostalgia bañarla completa y sus siguientes pasos se sintieron pesados, era tan triste sentirse sola, sus ojos casi se vuelven a mojar, pero contuvo las ganas cuando las luces de un coche iluminaron su delgado cuerpo.Ella entrecerró los ojos y el conductor del auto concedió a apagar las mismas al estacionarse, a escasos metros de ella, un auto mucho más elegante que los que normalmente transitaban por ahí, eso extrañó a Leia que de cualquier forma no perdió tiempo para apretar sus llaves y retomar su camino.La puerta del auto se abrió en total silencio.—Leia— una voz fría, seria, distante, la detuvo.Ella se mantuvo quieta al reconocerlo, no se giró a verlo, al haber
—No— respondió con la garganta ardiendo, luego de ese largo trago de Bourbon – Mañana iré por la tarde. Deja todo resuelto – demando el rubio.—Tu vuelo es por la noche, te necesito aquí temprano, aún hay asuntos que atender y debes elegir a quien será tu asistente personal en el proyecto. ¿Has visto los currículums que te envíe a tu correo? – cuestiono Stefano al otro lado de la línea.—No— volvió a responder al tiempo de colocar su vaso sobre la mesa ratona en medio de su sala. El rose de cristal contra cristal, fue escuchado incluso por el interlocutor del de ojos azules – Elige a la más apta, no tengo cabeza para eso –El otro resopló sonoramente —Tienes que tener la cabeza fría, no comiences a descuidar tus obligaciones nuevamente, por favor –—¡No me digas lo que tengo que hacer! – cortó Caleb molesto, haciendo que la persona que lo acompañaba en su departamento dejara de prestarle atención a su móvil y voltease a verlo con toda atención – Elige hoy mismo a quien creas pertinent
Caleb vio por tercera vez su reloj, tenía boletos en mano y su equipaje había sido ya guardado. Sacó su móvil y, fastidiado, marcó a Stefano.—¿Sí? – respondió Stefano que, en su hogar, ya se disponía a darse una ducha.—Tu nueva contratación— habló Caleb viendo como un empleado del aeropuerto le indicaba dirigirse hacia la sección de seguridad – Despídela – – ¿Que? ¿No te pareció adecuada o…?—No ha llegado todavía, no pienso esperarla— interrumpió molesto el rubio al tomar el pasillo para que registrasen su equipaje de mano. El ojiazul había estado enojado desde que amaneció, en el fondo, estuvo esperando, aunque sea un mensaje de Leia… ese por el que mandaría al diablo sus planes. Pero no llegó.—¡Lo siento, jefe! – una voz femenina, agitada pero muy segura, sonó atrás de él, haciéndolo detener sus pasos – El taxi se averió y…Caleb volteó con el celular en la oreja.Adelaide sonrió abierta y avergonzadamente.—Y… - ella prosiguió a pesar de la extrañez del de ojos azules – aun as
Leia apretó sus ojos y soltó un suspiro cansado, luego de revisar su bolso, había olvidado sus llaves en rectoría.—Demonios— soltó secamente y de inmediato se giró para volver.La joven con un traje sastre de dos piezas, color gris y ligeramente ceñido al cuerpo, hizo una mueca de desaprobación por tan ingenuo descuido, el viento le ondeó su cabello que, a pesar de estar recogido en una apretada coleta, todavía contaba con el largo suficiente para pasarle frente al rostro al ser suavemente mecido.Soltó un suspiro cuando dejó las no tan grandes áreas verdes de ese campus, e ingresó de vuelta al edificio de rectoría, subió los largos escalones y sonrió, esta vez se permitió sentir la nostalgia de ser la última vez que pisaba ese lugar.Cinco años. Había pasado cinco años en esa universidad.«Parece mentira» pensó y sonrió con un tinte de ironía en sus labios rosas.Su móvil vibró justo cuando se apoyaba en el escritorio de la secretaria que momentos antes la había atendido, entregándo
Leia observó por el espejo retrovisor como la universidad que le había dado la bienvenida cinco años atrás, se hacía pequeña.Inhaló profundamente y retuvo el aire un segundo antes de dejarlo salir despacio, había sido realmente difícil llegar ahí, justo a ese momento de su vida; estaba graduada.Una vez que se despidió de Kristel en las puertas de la que había sido la casa de su madre y abuelo, e incluso de ella durante meses, se había ido sin voltear atrás, habían sido casi veinticuatro horas de viaje, con sus descansos, claro, algo que le dolió vender, casi igual que su casa, había sido su viejo Volkswagen, pues ese pequeño trasto tenía recuerdos que no quería… además, no sabía si aguantaría el viaje, ahora tenía un discreto sedán, blanco, nada ostentoso.Llegó al edificio donde Connor alquilaba un piso, en el que el bufete se extendía, bajó con seguridad al estacionar el coche en el subterráneo.Estar en California había sido todo un reto, recordó.Llegó con su pequeño sedán y var
El día siguiente, martes, Leia se encontraba sola en su oficina, Carla hacía más de cinco horas que había salido a su cita, luego de medio ordenar el archivo, la cobriza suspiró con pesadez.Dos golpes en su puerta la interrumpieron.—Adelante – soltó con indiferencia.—Vi luz bajo la puerta y supuse que estabas aquí— comentó un alto y atlético barón de más treinta y cinco años.Vicenzo era uno de los asociados principales de Connor en esa prefectura, incluso, se atrevía a pensar, que de los principales a nivel nacional; prácticamente Vicenzo estaba a cargo de ese bufete, aun así, Connor había dejado claro que no era su jefe.—¿Te marchas? — preguntó Leia al verlo cargar su portafolios.Él se apretó el puente de la nariz.—Sí, tengo una reunión con la demandante, al parecer ha conseguido videos que pueden llegar a ser incriminatorios para el sospechoso – afirmo el apuesto hombre con premura.—Ya veo – respondió ella sin darle mucha importancia.—¿Seguirás aquí? — preguntó él girándose