Intereses egoistas

Caleb vio por tercera vez su reloj, tenía boletos en mano y su equipaje había sido ya guardado. Sacó su móvil y, fastidiado, marcó a Stefano.

—¿Sí? – respondió Stefano que, en su hogar, ya se disponía a darse una ducha.

—Tu nueva contratación— habló Caleb viendo como un empleado del aeropuerto le indicaba dirigirse hacia la sección de seguridad – Despídela –

– ¿Que? ¿No te pareció adecuada o…?

—No ha llegado todavía, no pienso esperarla— interrumpió molesto el rubio al tomar el pasillo para que registrasen su equipaje de mano. El ojiazul había estado enojado desde que amaneció, en el fondo, estuvo esperando, aunque sea un mensaje de Leia… ese por el que mandaría al diablo sus planes. Pero no llegó.

—¡Lo siento, jefe! – una voz femenina, agitada pero muy segura, sonó atrás de él, haciéndolo detener sus pasos – El taxi se averió y…

Caleb volteó con el celular en la oreja.

Adelaide sonrió abierta y avergonzadamente.

—Y… - ella prosiguió a pesar de la extrañez del de ojos azules – aun as
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