—¿Qué pasa contigo, Leia? — preguntó preocupada Kristel al asomarse en medio de los dos asientos delanteros, luego de que Hillary corriera al lugar del copiloto — Desde hace un par de días te ves rara, demasiado pensativa – —Y demacrada— añadió Hillary.Leia sonrió sin ánimo y vio por el retrovisor a su amiga. Tardó unos segundos en contestar.—Sólo estoy cansada— respondió al volver su vista al camino — Y creo que esta gripe me pone peor – Esa respuesta dejó una sensación de falsedad dentro de ese coche, ¿Qué les estaba ocultando Leia? Se formó un silencio incómodo entre las tres grandes amigas.—Sigue siendo por Caleb, ¿verdad? — preguntó desanimada Kristel al recargarse completamente en el asiento trasero.Leia volvió a observarla por el retrovisor mientras avanzaba y tragó pesadamente.—Ah, no hablemos de ese idiota— se quejó Hillary que bajó el visor del auto y se observó en el espejo tras él — Por cierto, ¿quiénes serían los que se estaban rompiendo la cara en el estacionamien
Casi dos horas después, y luego de que cada fármaco se hubiese agotado, la enfermera estaba retirando el catéter a Emireth.—Oh, señorita Emireth, ¿pasará ya a su habitación? — Astrid que recién llegaba se alegró al verla ponerse en pie.La chica no respondió al solo verla dar giros emocionada.—Fue todo por hoy, tu amiga puede irse al haber sido una muy buena paciente— dijo la madura enfermera, que antes de pasar a revisar al otro paciente, le guiñó un ojo a la niña.Emireth se sujetó el estómago al sentir asco y comenzó a caminar despacio.—¿No prefiere esperar al joven Caleb? – cuestiono la pequeña.—No, él salió a atender una llamada— Emireth fue cortante y siguió caminando. Astrid la tomó de la mano y ella rodó los ojos, pero no se soltó.Apenas cruzaron la puerta, en la intersección de pasillos cercana, observaron al médico que estaba a cargo de esa lacia pelinegra, el mismo que parecía hablar con algún familiar de un paciente.—¡Oh, mire, es el doctor Arthur! — alzó la voz la
Leia dejó escapar el aliento y sintió cómo el corazón le comenzó a latir fuertemente, se quedó quieta al recargarse en el marco de la puerta de ese cuarto de baño y, casi sintiendo cómo se le cerraba la garganta, intentó pensar qué era lo que iba a hacer.Tragó pesadamente el nudo de angustia y buscó ser objetiva, aunque con Caleb mezclado, aquello era un acto casi imposible.Bajó la mirada al suelo blanco que todavía conservaba minúsculas marcas de agua luego de la ducha y, se preguntó con sinceridad si iba a lograrlo, su cuerpo vibró a la expectativa y un nerviosismo extraño quiso invadirla.Dejó escapar el aliento y negó con firmeza, no podía flaquear.—Vamos a salir de esto, Leia— se aseguró al momento de apretar su móvil en su mano y girar para abandonar ese baño.Apagó la luz y cerró la puerta como pretendiendo dejar ahí todas sus dudas.«Diablos» pensó la cobriza al dirigirse a su escritorio y cerrar su portátil, sin ánimo de con sus tareas.—Haré el resto entre clases— se dijo
Tres clases más, una comida rápida y una jornada laboral de más de cinco horas, fue lo que separó a la joven del día pactado.Leia ni siquiera había sentido las horas que pasó en la universidad ese día jueves. Pensar que había aprendido algo de los temas visto, era ser optimista. Ese día sus amigas tuvieron peculiar interés en hablar con ella y, de alguna forma, había logrado evitarlo. No pensar que estaba viéndose grosera con esas chicas que siempre, con mayor o menor confianza, la que quería apoyado en todas sus decisiones; simplemente, necesitaba mantenerse lo más objetiva posible. Sonrió sin ganas. Y con ellas dos dándole opiniones desde dos puntos de vista diferentes, aquello era imposible.Prácticamente desde que había vuelto de la universidad, con todos sus planes hechos, que se deshicieron. No pudo pasar bocado a pesar de saber que debería hacerlo. Se tardó más de lo esperado en la ducha y se vistió con poco esmero; apenas se maquilló para disimular las ojeras.Eran las cuatro
—Ya he pedido perdón por eso— soltó viendo cómo las primeras lágrimas amenazaban con rebasar los ojos azulinos.—Y eso no cambia nada, me hiciste amarte deliberadamente – acusó.—Yo también me enamoré— respondió de inmediato y con voz seca. Leia quiso morir – Y eso no fue planeado –No, seguro que no, pensó ella. Lo planeado era destruirla y botarla como a un perro.Cuando ella sollozó, él quiso tomarle una mano, pero ella la apartó, como si él le quemase. Caleb se molestó.—Y cuando me enamoré, te lo dije— volvió a hablar él – Yo lo hice, Leia, fui sincero en ese entonces –—¿Y por qué no lo dijiste todo? Decirme la verdad no hubiese ahorrado todo esto– le reprocho.—¿Y qué querías que te dijera? ¿Qué te usé? ¿Qué jugaba contigo para quedarme con Emireth? ¡Me acobardé, maldita sea! – soltó frustrado, lastimándola con cada palabra – Y no fui el único en mentir— reprochó.—¡Pero yo sólo tenía miedo por lo que sintió! – ella se defendió al dejar rodar sus lágrimas luego de pestañear, y
—Leia— mencionó al querer acercarse más a ella, luego de que la joven retrocediera.Ella soportó el estremecimiento de toda su piel.—Vine a preguntarte una cosa— su voz salió ronca, luego de ese beso, pero su rostro no demostró más.Él dejó escapar el aliento al llevarse una mano a arrastrar su largo flequillo.—¿Qué cosa? – preguntó secamente, molesto.—Aquella noche, cuando los chicos fueron a nuestra casa— le recordó.—¿Qué con ello? – ante la molestia de la voz, ella apretó los puños para soportar el nudo en el estómago.—Te escuché hablando con Elton –Él contuvo el aliento. Ya sabía a dónde iba.—¿Querías…?—¿Embarazarte? – interrumpió completando su frase. Ella casi palidece y él sonrió con ironía. Si Leia ya lo sabía, ¿qué caso tenía seguir mintiendo? – Si, eso pretendí durante mucho tiempo, debía asegurar tu permanencia a mi lado – dijo el con franca y terrible honestidad.La sangre le bajó hasta los pies a la joven frente a él, a ella se le volvieron a llenar de lágrimas lo
De regreso a casa, Leia condujo con menor velocidad, su mirada fija en el frente, pero su mente sumergida en su interior, hizo todo en automático, pues apenas recordaba si había tenido obstáculos, justo al estar girando en la esquina que la llevaría a su hogar.Estacionó y bajó cuando ya estaba oscureciendo, sintió una nostalgia bañarla completa y sus siguientes pasos se sintieron pesados, era tan triste sentirse sola, sus ojos casi se vuelven a mojar, pero contuvo las ganas cuando las luces de un coche iluminaron su delgado cuerpo.Ella entrecerró los ojos y el conductor del auto concedió a apagar las mismas al estacionarse, a escasos metros de ella, un auto mucho más elegante que los que normalmente transitaban por ahí, eso extrañó a Leia que de cualquier forma no perdió tiempo para apretar sus llaves y retomar su camino.La puerta del auto se abrió en total silencio.—Leia— una voz fría, seria, distante, la detuvo.Ella se mantuvo quieta al reconocerlo, no se giró a verlo, al haber
—No— respondió con la garganta ardiendo, luego de ese largo trago de Bourbon – Mañana iré por la tarde. Deja todo resuelto – demando el rubio.—Tu vuelo es por la noche, te necesito aquí temprano, aún hay asuntos que atender y debes elegir a quien será tu asistente personal en el proyecto. ¿Has visto los currículums que te envíe a tu correo? – cuestiono Stefano al otro lado de la línea.—No— volvió a responder al tiempo de colocar su vaso sobre la mesa ratona en medio de su sala. El rose de cristal contra cristal, fue escuchado incluso por el interlocutor del de ojos azules – Elige a la más apta, no tengo cabeza para eso –El otro resopló sonoramente —Tienes que tener la cabeza fría, no comiences a descuidar tus obligaciones nuevamente, por favor –—¡No me digas lo que tengo que hacer! – cortó Caleb molesto, haciendo que la persona que lo acompañaba en su departamento dejara de prestarle atención a su móvil y voltease a verlo con toda atención – Elige hoy mismo a quien creas pertinent