Con la llegada de la noche, las estrellas brillaron apenas notoriamente sobre la ciudad, los ojos tan azules de Caleb se abrieron despacio y su atención se posó sobre el escritorio pegado a la pared de enfrente, viéndolo sin ver, al seguir recostado sobre su cama.El reloj de pared marcaba las diez más veinte, y él hacía apenas diez minutos que iba llegando, esa noche se había propuesto ver a Leia, buscarla una vez más, pero la verdad estaba agotado, física, anímica y moralmente, había permanecido al lado de Emireth cerca de cinco horas, hasta que la chica se durmió; apenas al salir se había dirigido a un bar del centro y bebió acompañado de un par de botellas sobre la barra, quemándose la garganta con licor e ignorando el vibrar de su celular, necesitaba entenderse, la dolorosa desazón que su fallido matrimonio le había dejado, era ligeramente apaciguada al echar sobre sus hombros el peso de sus culpas, Leia tenía razón en estar molesta, si lo odiaba podía entenderla, había sido un b
Luego de dejar su auto estacionado frente a su casa, entrar a la misma y subir sin siquiera cenar, y darse una ducha rápida que sólo le provocó más frío, Leia se encontraba acostada, hecha un ovillo, sobre su cama y envuelta por un enorme cobertor.Los ojos entre azulinos y verdosos de la joven brillaban, al reflejarse en ellos la luz que provenía del otro lado del balcón, pero su visión no enfocaba nada en particular, cuando Leia quedaba sola, sus recuerdos volvían a ella, torturándola y haciéndola dudar de incluso sus más primarias decisiones; era, era como si su subconsciente buscara protegerse del dolor y la animara a minimizar el daño que se le había hecho, a hacerle creer que tal vez exageró al tomar la decisión de irse y odiaba a esa parte de ella que vibraba por volver a sentir el calor de Caleb.Era tan patética, sonrió con tristeza… sí, sentía todo eso, pero aun, costándole mucho, estaba soportándolo bien, ¿verdad?Sus ojos ardieron y se forzó a no llorar, esta vez no.Cerró
Odió dividirse entre amarla, o intentar olvidarla y dejarla ir, lo incorrecto o lo moral, hacer lo que su juicio, orgulloso y soberbio le dictaba hacer, pensando únicamente en él; o lo que debería hacer… alejarse al haberla dañado a plena conciencia, un tiempo ni siquiera le importó lastimarla, es más, la quería enamorada de él para destruirla y destruir a James, y Leia, esa dulce niña no se lo merecía, nunca se lo mereció.Maldita sea, ¿Qué debía hacer?Pocos minutos antes de las tres, Caleb salió por fin de su coche, dando un portazo que llamó la atención de más de uno por el lugar, se recargó en la cajuela de su auto y apoyó su pie sobre la defensa al llevarse un cigarrillo a los labios y encenderlo, un viento fresco hizo arder más al tabaco y también le revolvió el flequillo al rubio, al tiempo de dar la primera calada.Los ojos penetrantemente azules del joven recorrieron el estacionamiento, por el que ahora concurrían más estudiantes, y mantuvo su atención por el sector que daba
—¿Qué pasa contigo, Leia? — preguntó preocupada Kristel al asomarse en medio de los dos asientos delanteros, luego de que Hillary corriera al lugar del copiloto — Desde hace un par de días te ves rara, demasiado pensativa – —Y demacrada— añadió Hillary.Leia sonrió sin ánimo y vio por el retrovisor a su amiga. Tardó unos segundos en contestar.—Sólo estoy cansada— respondió al volver su vista al camino — Y creo que esta gripe me pone peor – Esa respuesta dejó una sensación de falsedad dentro de ese coche, ¿Qué les estaba ocultando Leia? Se formó un silencio incómodo entre las tres grandes amigas.—Sigue siendo por Caleb, ¿verdad? — preguntó desanimada Kristel al recargarse completamente en el asiento trasero.Leia volvió a observarla por el retrovisor mientras avanzaba y tragó pesadamente.—Ah, no hablemos de ese idiota— se quejó Hillary que bajó el visor del auto y se observó en el espejo tras él — Por cierto, ¿quiénes serían los que se estaban rompiendo la cara en el estacionamien
Casi dos horas después, y luego de que cada fármaco se hubiese agotado, la enfermera estaba retirando el catéter a Emireth.—Oh, señorita Emireth, ¿pasará ya a su habitación? — Astrid que recién llegaba se alegró al verla ponerse en pie.La chica no respondió al solo verla dar giros emocionada.—Fue todo por hoy, tu amiga puede irse al haber sido una muy buena paciente— dijo la madura enfermera, que antes de pasar a revisar al otro paciente, le guiñó un ojo a la niña.Emireth se sujetó el estómago al sentir asco y comenzó a caminar despacio.—¿No prefiere esperar al joven Caleb? – cuestiono la pequeña.—No, él salió a atender una llamada— Emireth fue cortante y siguió caminando. Astrid la tomó de la mano y ella rodó los ojos, pero no se soltó.Apenas cruzaron la puerta, en la intersección de pasillos cercana, observaron al médico que estaba a cargo de esa lacia pelinegra, el mismo que parecía hablar con algún familiar de un paciente.—¡Oh, mire, es el doctor Arthur! — alzó la voz la
Leia dejó escapar el aliento y sintió cómo el corazón le comenzó a latir fuertemente, se quedó quieta al recargarse en el marco de la puerta de ese cuarto de baño y, casi sintiendo cómo se le cerraba la garganta, intentó pensar qué era lo que iba a hacer.Tragó pesadamente el nudo de angustia y buscó ser objetiva, aunque con Caleb mezclado, aquello era un acto casi imposible.Bajó la mirada al suelo blanco que todavía conservaba minúsculas marcas de agua luego de la ducha y, se preguntó con sinceridad si iba a lograrlo, su cuerpo vibró a la expectativa y un nerviosismo extraño quiso invadirla.Dejó escapar el aliento y negó con firmeza, no podía flaquear.—Vamos a salir de esto, Leia— se aseguró al momento de apretar su móvil en su mano y girar para abandonar ese baño.Apagó la luz y cerró la puerta como pretendiendo dejar ahí todas sus dudas.«Diablos» pensó la cobriza al dirigirse a su escritorio y cerrar su portátil, sin ánimo de con sus tareas.—Haré el resto entre clases— se dijo
Tres clases más, una comida rápida y una jornada laboral de más de cinco horas, fue lo que separó a la joven del día pactado.Leia ni siquiera había sentido las horas que pasó en la universidad ese día jueves. Pensar que había aprendido algo de los temas visto, era ser optimista. Ese día sus amigas tuvieron peculiar interés en hablar con ella y, de alguna forma, había logrado evitarlo. No pensar que estaba viéndose grosera con esas chicas que siempre, con mayor o menor confianza, la que quería apoyado en todas sus decisiones; simplemente, necesitaba mantenerse lo más objetiva posible. Sonrió sin ganas. Y con ellas dos dándole opiniones desde dos puntos de vista diferentes, aquello era imposible.Prácticamente desde que había vuelto de la universidad, con todos sus planes hechos, que se deshicieron. No pudo pasar bocado a pesar de saber que debería hacerlo. Se tardó más de lo esperado en la ducha y se vistió con poco esmero; apenas se maquilló para disimular las ojeras.Eran las cuatro
—Ya he pedido perdón por eso— soltó viendo cómo las primeras lágrimas amenazaban con rebasar los ojos azulinos.—Y eso no cambia nada, me hiciste amarte deliberadamente – acusó.—Yo también me enamoré— respondió de inmediato y con voz seca. Leia quiso morir – Y eso no fue planeado –No, seguro que no, pensó ella. Lo planeado era destruirla y botarla como a un perro.Cuando ella sollozó, él quiso tomarle una mano, pero ella la apartó, como si él le quemase. Caleb se molestó.—Y cuando me enamoré, te lo dije— volvió a hablar él – Yo lo hice, Leia, fui sincero en ese entonces –—¿Y por qué no lo dijiste todo? Decirme la verdad no hubiese ahorrado todo esto– le reprocho.—¿Y qué querías que te dijera? ¿Qué te usé? ¿Qué jugaba contigo para quedarme con Emireth? ¡Me acobardé, maldita sea! – soltó frustrado, lastimándola con cada palabra – Y no fui el único en mentir— reprochó.—¡Pero yo sólo tenía miedo por lo que sintió! – ella se defendió al dejar rodar sus lágrimas luego de pestañear, y