Sábado por la mañana, Alba y Lucía amanecen en la mansión de Leandro. Por el bien de su abuela, Alba aceptó la invitación de su jefe el día anterior, antes de irse a la mansión de Leandro, pasaron por el apartamento de Alba para recoger ropa y luego se fueron a la mansión. Al llegar les asignó habitaciones juntas en el primer piso.Ambas salen sus respectivas habitaciones y se van a desayunar al comedor por órdenes de Leandro, aunque este no se encuentre presente, así como faltó a la cena, su excusa es porque anda ocupado, de igual forma, a Alba le resulta fácil estar distanciados.Leandro se encuentra en la oficina de su mansión, hoy es el gran día y nada puede fallar, aunque su gusto por las mujeres es exquisito, necesita opinión femenina para escoger el atuendo de Alba.Su celular suena y lo chequea, una video llamada de su mamá y contesta.—Hola madre. —Saluda sin interés.—¡Hola, cariño! —se escucha ansiosa.—¿Qué tal Italia?—Lo mismo de siempre, estos diseñadores como qu
Leandro espera en la puerta principal, camina de un lado a otro para calmar la ansiedad, no le gusta esperar a pesar de que es temprano, pero la tensión en saber cómo se verá Alba lo tiene nervios.—Sr Suárez —Alba lo llama y él se voltea.Su quijada cae impresionado por el deslumbre de Alba. Los estilistas la dejaron muy hermosa, todo encajaba en ella. Su cabello consiste en un moño alto de aspecto messy, con flequillo largo y ligero por debajo del pómulo, y mechones sueltos que enfatizan ese efecto desordenado. En su rostro tiene un acabado de Mob wife makeup, haciendo que se vea como una chica empoderada.—Se-se-señorita Bermúdez —tartamudea.—¿Ahora es usted que no habla bien? Creo que he absorbido toda su personalidad —bromea.Leandro carraspea la garganta y se acomoda el traje fingiendo naturalidad.—Me parece que la ropa interior le ha traído seguridad.—Tal vez fue porque se la puso primero.—Puede ser, absorbió todo de mi.—¿Tanto que los dejó sin huevos? —retoma el
Leandro busca a Ester con la mirada y le encuentra entrando a la sala, parece que Enrique no es tan estúpido como para poner su terreno en la apuesta, solo era motivación para que Leandro aceptara.—Voy a mi conquista, espero que cumplas cuando gane.Enrique se va y deja a Leandro para acercarse a Alba. Realmente está despreocupado, su plan no se basaba en sacarle una apuesta a Enrique, sus intenciones es que Alba llegue a él, solo espera que con Ester cerca, su plan no falle.—Hola —Saluda Enrique a Alba.—Hola —le sonríe.—¿Viene sola? —Le da un sorbo a su copa.—Así es.—¿Desea compañía?—Vine por trabajo, no por diversión.—Entonces me parece que se puede dar la mano con mi socio —bromea y Alba se confunde—, soy Enrique, Enrique Fuenmayor. —Ofrece su mano y ella se lo estrecha.—Un placer, soy Alba Bermúdez.—¿Bermúdez? No me suena, creo que usted es única en esta fiesta, como su nombre —Lleva la mano de Alba hasta su labios y deposita un beso en la parte superior de su
—Acepto su invitación. Salgamos de este lugar. —Iremos a un bar que está cerca de aquí, pero es un lugar muy prestigioso y no todo el mundo puede entrar. —Sí, sí, estará perfecto —responde ella sin escuchar lo que el socio de su jefe le dice. Para ella, en ese instante, solo le importa desaparecer de aquel lugar y alejarse de Leandro lo más que pueda. Enrique Fuenmayor, le ofrece su brazo, ella se enlaza a él y caminan hacia la entrada principal. Leandro busca con la mirada a la pareja quien parece haber desaparecido de pronto. —¿Sucede algo, mi amor? —No, nada. Sólo busco un mesonero que pueda cambiar mi trago. —Allí, frente a ti, tienes justamente uno. —dice en un tono un poco sarcástico. —¡Bien, ya regreso! Desde allí, Leandro alcanza a ver a su asistente saliendo del salón de fiesta acompañada de su socio y sonriendo de alegría. Tuvo intenciones de llamarla, pero estaba atado de pies y manos. Por un lado, Ester lo observaba, por el otro sería una estupidez de
De forma abrupta, Leandro la sujetó de ambos brazos, estrechando su cuerpo contra el suyo; sus labios colisionaron con los de ella en el más explosivo de los besos. Alba se entregó a aquel intenso momento y su cuerpo reaccionó de forma instintiva. Podía sentir sus manos firmes en sus brazos y el roce de sus senos contra su pecho, su lengua danzando al ritmo suave y cadencioso de sus labios. Su piel reclamando sus caricias y su vagina humedeciéndose como si estuviese lloviendo en sus adentros.Tanto Alba como Leandro, añoraban aquel momento, ambos se necesitaban y deseaban intensamente; necesitaban descubrir que era ese sentimiento que los envolvía en el deseo mutuo y compartido de querer estar próximos el uno del otro.Sin embargo, en la mente de Leandro también habían otras miles de interrogantes, ¿Dónde estuvo metida? ¿Qué estuvo haciendo con Enrique Fuenmayor? Dejándose llevar por aquellas interrogantes, terminó apartándose de ella.—¡Lo siento! No debí hacerlo —fue lo único q
Definitivamente, no. Ella no era una mujer impulsiva, además debía tener dignidad y respeto hacia sí misma. Se levanta de la cama, se desviste, limpia el maquillaje en su rostro, llora y se consuela a sí misma. Luego se acuesta y se queda dormida hasta la mañana siguiente. Un rayo de luz se filtra por la ventana, Alba se levanta, mira el reloj. Se apresura en ponerse de pie e ir a ver a su abuela. Había olvidado ir a su habitación cuando llegó. Un fuerte dolor de cabeza la hace sentarse.—¡Joder! —se lleva la mano a la cabeza y frota sus sienes. Nunca había tomado licor, mucho menos de esa manera. Sentía que la cabeza le iba a estallar y no recordaba con precisión sobre lo que había pasado la noche anterior.Realmente discutió con su jefe o fue parte de un sueño. Si era cierto, ahora la vergüenza que sentía le impedía siquiera salir de aquella habitación. Tocaron a la puerta, ella dio la orden de entrada, la empleada de servicio abrió y entró a la habitación.—Srta Alba,
—¿Qué pretende hacer, Sr Suárez? —Toma el último vestigio de seguridad que queda dentro de ella— ¿Piensa convertirme en una de sus amantes?Leandro se enoja ante la absurda pregunta de la pelicastaña. Se aparta de ella por segunda vez. Alba exhala un suspiro, era lo mejor, aunque podía mirar el desconcierto en la mirada del hombre que la enloquece, no deja de pensar en que es un hombre comprometido.—Es mejor que te vayas —esgrime él. —Sí, es mejor. Su prometida puede llegar y malentenderlo todo y la única perjudicada sería yo. —dice agriamente. —¡No te expreses así de ella! Ester no sería capaz de botarte de tu puesto. En todo caso soy yo quien está fallando en la relación y por lo menos tú, deberías agradecerle el cargo que tienes.—¿Agradecerle a su novia? —pregunta con un evidente matiz irónico, lo cual irrita aún más a Leandro.—¡Sí, agradecerle! De no ser por su bondad, no estarías trabajando en la empresa.—¿De dónde saca eso? Yo a su novia no la conozco. Apenas la vi
La mirada intimidante de Leandro mantiene a Martina nerviosa, reconoce que su jefe siempre ha sido así, pero lo conoce bastante bien como para saber qué algo sucede.—Sr Suárez, ¿Sucede algo? —pregunta ella, temerosa.—¿Debería suceder algo, Martina? —Alza una ceja severo.—Pues no lo sé, me ha llamado, pero solo me ha pedido que me quedé aquí.—Solo estoy pensando en que voy a hacer contigo.Martina alza la mirada, sorprendida.—¿A qué se refiere señor?—A que te di la oportunidad de decirme la verdad y me has fallado, nuevamente.—No entiendo.Leandro aclara su garganta, le impacienta las personas que lo quieran tomar por tonto.—¿Quieres que ate los cabos o te confesaras sobre la contratación de la señorita Bermúdez? Martina desorbita los ojos y traga saliva.—Y-yo… —tartamudea.—La verdad Martina o lo averiguaré y sabes que será peor.La secretaria principal asiente y le confiesa los planes de su prometida, Leandro aprieta la mandíbula al escuchar cada palabra y cor