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Me enamoré de mi esposo ¡Imposible!
Me enamoré de mi esposo ¡Imposible!
Por: Karina Peña De Goncalves
Capítulo 01. Un esposo de mentira

   —Tres años, ¿a dónde se fueron que ni cuenta me di?

  Maddison se masajeaba la sien, hablándole a una estancia vacía.

  Estaba hastiada de esta vida que le ha tocado, era su tercer aniversario de matrimonio.      

  Una vez más estaba sola como cada año desde que la hicieron aceptar un matrimonio con un hombre que no estuvo presente, que no conocía, que aún no conoce y muchas veces piensa que no existe.

   Mira a su alrededor, esta es una casa que es de ambos, pero él jamás ha venido, con empleados que han firmado un acuerdo de confidencialidad, que no le pueden decir al mundo lo patética de su situación.

   —Señora Maddison — la llamó su ama de llaves tronando los dedos frente a ella.

   —Sí, dime Paquita, discúlpame que estoy algo cansada. 

  —Más temprano llegó este sobre para usted, perdone que pasé por alto entregarle cuando llegó.

   Madison tomó el sobre y leyó:

   Sra. Maddison Hamilton

   Maddison sintió nervios por este sobre, porque tenía su apellido de casada.

   Dejó de ser la señorita Maddison Palermo y se convirtió en la Señora Maddison Hamilton solo firmando un papel y recibiendo un anillo de su padre.

   Uno que ni siquiera sabía si lo mandó su esposo o lo compró su padre.

  « ¿Será de él?»

Sacó los documentos, el membrete decía: Sentencia de divorcio y al final la firma de su esposo.

   Maddison sintió que le dieron un golpe bajo, cuando levantó los documentos engrapados cayó una hoja suelta.

Era una nota a puño y letra, ella la tomó y notó que sus manos temblaban, leyó:

   Me dirijo a ti que ya eres una mujer y no una niña, quiero mi libertad, ya pagué lo que debía, espero que hayan aprovechado de este tiempo y que sus negocios se mantengan exitosos, solo debes firmar y así como nos casamos estaremos divorciados.

Logan Hamilton

   Maddison arrugó la nota y la hizo un puño, su respiración se hizo errática y sintió un pitido fuerte en los oídos.

   «Él no vendrá…»

   — ¡Después de todo este tiempo él no vendrá! Soy una idiota de la que se burlaron. ¡Me quitó tres años de mi vida y me manda solo una nota exigiendo su libertad!

   —Señora cálmese por favor.

   Se miró al espejo y vio a una mujer triste, ya no era una jovencita alegre, era una señora de mentira.

   Agarró la copa de vino blanco y la arrojó al espejo rompiéndolo y su imagen se devolvió fragmentada, así exactamente se sentía; rota, destruida…

   —Señora, por favor, ¿quiere que llame a su padre? —insistía la pobre Paquita angustiada.

   —Quiere su libertad; ¡¿y cómo queda mi libertad en estos años?! Navidades encerradas en mi habitación, vacaciones enteras, no tengo amistades, nadie puede saber que mi vida es una ilusión que terminé creyendo, mientras él allá afuera anda sabe Dios haciendo qué, me pide a mi libertad, pues no me da la gana, él tiene razón ya no soy una niña. 

   Maddison salió de la casa dando un portazo.

    Media hora más tarde Maddison llegaba a una mansión extraordinaria, al tocar la puerta un mal encarado mayordomo que parecía salido de la nobleza inglesa abrió la puerta.

   —Señora Maddison, ya los señores están durmiendo.

   —Pues necesito hablar con mi padre, ¿lo llamas tú o lo llamo yo?

   —Pero qué alboroto es este —exclamó su madrastra Charlotte bajando las escaleras—, ¿qué horas son estas de hacer visitas? Eres una maleducada Maddison, contigo perdí el tiempo al tratar de educarte.

   —Charlotte necesito hablar con mi padre y es urgente.

   —Él ya se retiró a descansar, espera a mañana y lo verás en la oficina.

   Charlotte pensó que Maddison le haría caso, siempre lo había hecho, pero ahora no puede ni quiere controlarse.

   —Yo misma buscaré a mi padre —espetó Maddison sin detenerse y comenzó a subir las escaleras.

   —Pero niña ¿qué es lo que te pasa? ¡Ay! —exclamó Charlotte cuando Maddison le pasó por un lado, no tuvo que llegar a la habitación de su padre, él abrió la puerta y la vio desconcertado.

   — ¡¿Se puede saber qué gritos son esos?! ¿Maddison?, ¿ha pasado algo?

   —Vine a que me expliques de una vez por todas que significa mi matrimonio y que es lo que te debe Logan Hamilton…

   —Vamos a mi estudio, por favor aquí no…

     — ¿Se puede saber qué es lo que te invadió para que vinieras a estas horas?

     —Mi esposo me mandó una sentencia de divorcio.

     Víctor Palermo se sirvió un trago doble de la licorera que se toma de un trago.

   —No firmaste ¿cierto? —inquirió y estaba pálido.

   —Papá, ¿qué es lo que te obligó a sacrificarme así?

   —Maddison estás exagerando, eres una mujer respetable, aún muy joven y ya tienes una fortuna asegurada, tienes…

   —Tengo derecho a estar molesta, tengo derecho a exigir una explicación y dejar de ser obediente y la hija buena, porque me arruinaste la vida papá.

   —Hamilton está en deuda conmigo, tu matrimonio es un asunto de negocios, eso ya lo sabes.

   —Me dijiste que él vendría, que podíamos ser amigos, que él estaba de acuerdo y que todo esto acabaría pronto, año tras año dándome excusas y ahora él no tuvo reparos en enviar los papeles de divorcio y humillarme, ¡yo te creí papá!

   —No firmes nada, actúa como si nada hubiera pasado.

   Maddison se decepciona, porque su padre entiende el obstáculo en los negocios, pero no entiende lo que ella sufre.

   —Me usaste como ficha de juego.

   —A ti no te ha faltado nada, eres mi mano derecha en la empresa —exclamó su padre indignado.

   —Tres años, papá, años que nadie me devolverá. Más te vale llamarlo y decirle que venga y me dé la cara, no estoy dispuesta a seguir siendo un peón del sucio juego de ambos.

   —Maddison no hay ningún juego sucio, tu matrimonio con Logan Hamilton es una sencilla y llana transacción comercial…

   —Aparentemente válida por tres años porque ha dicho: “ya pagué lo que debía”.

   —Estupideces de ese hombre, no le prestes atención, te frustra no conocerlo, pero créeme que no te pierdes de nada.

   —Pues igual quiero conocerlo, aunque sea para celebrar el divorcio.

   —Te he dicho que ignores esa demanda de divorcio, el padre de Logan y yo tenemos un acuerdo que no caduca y Logan lo sabe.

   — ¿Qué esperas que no lo llamas? —Lo retó Maddison.

   —Yo no llamaré a nadie a esta hora.

   —Llámalo o firmaré la sentencia y la enviaré por correo.

   —No puedes hacer eso, él quiere manipularte.

   —Ambos me han manipulado —Maddison negó con la cabeza—, siempre he considerado que eras un hombre honrado, pero ahora no sé qué creer.

   Víctor suspiró y expresó en voz baja.

   —Maddison, los negocios son un juego de resistencia.

   — ¡La mía quedó agotada! Quiero hablar con él, porque no fue solo un negocio como me hiciste creer, me tocó fingir una vida delante del mundo, y no es justo.

   Víctor Palermo miró a su hija y tuvo la decencia de bajar la cara.

   —Le enviaré un correo electrónico.

   Maddison odiaba escribir a ese correo electrónico, siempre contestaba alguien más que era muy feliz en hacerle saber que el señor Hamilton no estaba disponible para verla y que tampoco tenía teléfono celular para atenderla.

   —Me respondió, está en la ciudad, puede verte mañana en la noche —Maddison sintió una absurda emoción, a ella jamás le había contestado, lo conocería por fin, su padre terminó de leer la respuesta y se levantó de la silla indignado—. Imposible, me dice que solo hablará contigo, y que yo no puedo estar presente.

   Maddison tomó su teléfono y escribió al correo electrónico de Logan.

   “Acepto reunirme contigo a solas, te espero en casa después del trabajo”

   —Estoy de acuerdo con mi “marido” —acentuó la última palabra con sarcasmo, un divorcio es un asunto de marido y mujer; no te quiero en la reunión, papá, necesito que Logan me explique qué es lo que te debía y pagó arruinando tres años que nadie me devolverá.

   Más cerca de lo que Maddison hubiera imaginado estaba Logan Hamilton acostado en una cama, una morena esbelta lo ve enfurruñada.

   —Suelta ese teléfono y ven a bañarte conmigo, por fin estás aquí y ya te están llamando.

   —Dame un segundo cariño, le contesto a mi esposa.

   La mujer lo vio con mala cara.

   —No es gracioso Logan.

   —Para nada es gracioso, pero sí necesario si quiero ser libre, la veré mañana.

   —Yo voy contigo, no confío en esa mujer.

   Logan la observó en silencio sin mostrar ninguna emoción en el rostro.

   —No tienes por qué ponerte celosa, quiero recuperar mi vida, iré solo para que no haya problema y ella firme el divorcio.

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