II. Soy una consumada cornuda

Llegué al hotel Nova, estoy segura de que casi al límite de velocidad y posiblemente ese sorbo de trago que me tomé daría positivo para alcoholemia, pero no podía importarme menos, así de poco me quería a mi misma. Subí a la habitación que me habían indicado en el mensaje y giré el pomo para entrar directamente.

El nombre de Dylan se quedó atascado en mi garganta cuando me quedo un poco impactada por la decoración festiva en la sala de la suite, todo el gran sofá desordenado, una botella de champán vacía con dos copas en la mesita de cristal del centro, globos coloridos, confetis y una gran pancarta colgada que decía: “Feliz cumpleaños bebé, te amo demasiado”.

Lo primero que pasó por mi mente fue que me había equivocado posiblemente de habitación, revisando el teléfono que tenía en mi mano, fui a comprobar la información cuando un gemido proveniente del cuarto me congeló en el sitio. Era muy obvio lo que estaban haciendo en la habitación, pero lo más impactante es que hubiera jurado que había escuchado el nombre de mi novio.

Me quedé parada como una estaca debatiéndome entre la idea de irme o quedarme a averiguar lo que sucedía en ese cuarto de hotel. Era una tonta enamorada, pero aún mi coeficiente intelectual no había llegado a cero y varias conjeturas se estaban formando en mi mente, algo me decía que si miraba dentro de esa habitación no habría vuelta atrás.

Tomando una decisión decidí acercarme, siempre me he considerado una mujer valiente que no huye de las dificultades, así que hoy no sería el día de cambiar, o al menos eso supuse. La puerta de la habitación estaba media abierta, solo una pequeña rendija por donde se colaban los gemidos y por donde pude observar de primera mano todo el panorama en su interior a pesar de la tenue iluminación.

Sentado en el borde de la amplia cama estaba el hombre por el que he estado esperando durante cinco años, con los pantalones aun sin quitar completamente, bajados hasta los tobillos, las medias y los zapatos puestos, amasando con sus manos, las blancas nalgas de una mujer que estaba sentada a horcajadas cabalgando sobre su hinchado miembro, que salía y entraba haciendo sonidos obscenos de chapoteo.

La mujer gimió más alto al sentir que succionaba uno de sus pezones y aceleró los movimientos de sus caderas, el corto cabello rubio estaba pegado a su nuca sudorosa, su boca se abría en gemidos sensuales entrecortados; ese mismo cabello que tantas veces acaricié cuando niña para consolarla en las noches de tormentas, esa boca que todos los días hablaba palabras dulces y engañosas en mis oídos.

Era Elena la que estaba meneándose como una prostituta encima del desgraciado de Dylan.

Los dos estaban entregados a su pasión y no se dieron cuenta de que yo los espiaba desde la puerta. Muchas ideas pasaron por mi cabeza en esos momentos, ¿entraba y los enfrentaba?, ¿huía y olvidaba todo lo que vi?, ¿acaso estoy en una pesadilla y tengo que despertar?

Pensé en todo tipo de tonterías mientras caminaba casi corriendo hacia el estacionamiento donde dejé el auto, porque sí, al final me fui y no los enfrenté. Al parecer no era tan valiente como pensaba.

Arranqué el auto con manos temblorosas y gruesas lágrimas caían de mis ojos, mientras trataba de procesar todo lo que había visto en ese hotel, mientras analizaba desde otra óptica muchas cosas que habían sucedido y yo era tan ciega que nunca me había dado cuenta de nada, ¿desde cuándo estaban juntos?, ¿se divertían los dos jugando conmigo mientras clavaban puñales a mi espalda? ¿Cuántos de nuestros supuestos amigos saben de ellos?

Me sentía tan desolada, tan poca cosa. Un sentimiento de abandono, de desamor y baja autoestima comenzó a echar raíces en mi corazón, ¿será que mi destino es permanecer sola en el mundo y sin nadie que me quiera?

Pero si había alguien que me quería, que siempre me había apoyado, que trató de advertirme y yo lo aliené y me separé de él bajo el veneno de Elena y Dylan. Toqué a tientas el celular buscando el contacto de Carlos, pero las gruesas lágrimas limitaban mi visión.

A través de mi vista empañada logré dar con el número de mi amigo, pero cuando iba a llamarlo, una luz repentina en la ventana a mi lado y el pitido constante de un claxon fue el último recuerdo que tenía de ese horrendo día.

*********

- Alexa, Alex…- siento la voz de Dylan que me devuelve al presente y al escucharlo llamarme por mi diminutivo cariñoso, la bilis se revuelve en mi estómago y casi tengo ganas de vomitar en su cara.

Afortunadamente, no tiene tiempo a decir más nada, porque entra el médico con la enfermera a examinarme y escucho que él les dice que estoy como entretenida, el doctor le dice que es normal por los sedantes y da instrucciones que apenas entiendo porque aún me siento media mareada y luego vuelven a suministrarme un calmante que me deja knockout en pocos minutos.

No sé cuanto tiempo había pasado, pero escuchaba así como a lo lejos voces de personas discutiendo, quería decirles que se callaran para seguir durmiendo, pero mi boca no se abría porque aún estaba media drogada por el medicamento. Los sonidos se fueron haciendo más nítidos y escuchaba a intervalos la voz de un hombre diciendo:

- “Eres un desgraciado, no creas que no conozco a los de tu calaña”…“No me toques, crees que porque eres mujer no me voy a defender, podrás engañar a tu prima, pero yo, esa actitud de falsa inocencia tuya no me la trago, eres más venenosa que una cascabel”

- Cállate la boca, voy a llamar a seguridad para que te saquen- escucho responder a Dylan y sé por su tono que está muy enojado en estos momentos.

- ¿Te crees el rey del universo Dylan Wilde? Este es el hospital de mi familia, quiero ver tú y cuántos hijos de puta más me van a separar de Alexa- escucho a Carlos responderle y ya no puedo aguantar mis emociones por más tiempo al saber que tengo cerca un apoyo.

- Sisi- lo llamo entrecortadamente por el apodo cariñoso que siempre le he dado y siento que no puedo hablar más por el nudo en mi garganta.

Unos brazos cálidos me abrazan y me reconfortan, caigo en cuenta de cuanto extrañaba a mi amigo, a mi confidente, siento que puedo dejarme ir, desahogar todos mis agravios y que alguien estará ahí para ayudarme a recoger los pedazos rotos de mi vida y volver a armarla más sólida y fuerte.

- Alex cariño, no vuelvas a hacerme esto, casi infarto al saber por mi padre que estabas hospitalizada por un accidente- me dice acariciando mi espalda mientras yo le lleno de lágrimas y mocos la camisa.

Siento que de repente sus brazos se tensan y me aprieta más contra él- Ni se te ocurra acercarte, lo creas o no, esta mariquita, como me dices, te va a partir la cara si le sigues haciendo daño.

- Dylan y yo solo queremos cuidar a Alexa, somos su familia, no tienes que ser tan agresivo- escucho la suave voz de Elena y si no la hubiese visto con mis propios ojos jamás pensaría que alguien que se ve tan puritana e inofensiva, podría tragarse con tanta agresividad el pene de mi propio novio.

- Quiero quedarme sola con Carlos- dije interrumpiendo las maldiciones que sé que Carlos tenía ya en la punta de su lengua.

- Alex…- me dice Dylan con ojos preocupados que en el pasado me hubiesen conmovido, pero que en estos momentos me provocaban un asco total. Es increíble como se puede pasar del amor al odio en tan poco tiempo, es verdad eso que dicen que entre el odio y el amor hay solo una delgada línea, lástima que yo lo verifiqué de la manera más cruel.

- Seguro están cansados de cuidarme este tiempo, así que vayan a casa y tomen un respiro, ya ven que estoy mejor- agregué en el mejor tono que pude porque decidí que aún no era hora de rasgarme la cara con ellos- Carlos se queda aquí y me ayuda.

- Si es tu decisión la respetamos- responde Dylan, no muy contento con mi acercamiento a Carlos- vuelvo en la noche a cuidarte- agrega y hace el gesto de acercarse a besarme pero Sisi lo interrumpe:

- ¿Sabes cuantas bacterias hay en un beso? ¿Y más en el beso de un animal?, vas a agravar su situación médica- le dice y Dylan aprieta los puños, luego me mira, pero yo mantengo mi actitud de "estoy cansada y no voy a llamarle la atención a Carlos como lo hacía en el pasado para aplacar la situación", así que da media vuelta y sale enojado del cuarto de hospital.

- ¿Necesitas que traiga algo de la casa para ti?- pregunta Elena quedándose parada en la puerta, muy comprensiva y preocupada por mis necesidades.

- Un insecticida para que lo uses en ti misma, cucaracha- murmura Carlos y casi me río en la cara de Elena por sus ocurrencias.

- No es necesario, estoy bien- respondo superficialmente sin querer gastar más energía por hoy en su juego de doble cara.

- Ahora que estamos solos, necesito que digas con sinceridad Alex, ¿qué está pasando aquí?- me enfrenta Carlos una vez que todos se fueron, con total seriedad.

No mires su actitud despreocupada, este hombre cuando se pone serio es para tener en cuenta, no por gusto es uno de los mejores especialistas rehabilitadores médicos del país.

Respiré hondo y volví a recordar todos los acontecimientos para contarle a Carlos. No me interrumpió, pero su cara era más fea que llorar, nunca lo había visto tan enojado.

- Qué hijos de su puta madre, sabía que en algo andaban- exclamó finalmente apretando los dientes- esas miradas furtivas, esa relación tan extremadamente buena, se defendían mutuamente, tan empalagosos al punto que las personas que no los conocían, pensaban que ellos dos eran los novios y tu la prima. No tenía pruebas de su infidelidad, pero tampoco dudas; no voy a decir que te lo dije, pero te lo dije- agregó insultado.

- Sisi, yo lo siento- dije bajando la cabeza avergonzada- he sido injusta todo este tiempo y por mi culpa nuestra relación…

- Shhss- interrumpió mi disculpa- Alexa Reed De Luca, desde la escuela primaria juramos con saliva y barro que seríamos los mejores amigos por siempre y los amigos se pelean, se equivocan y perdonan. Yo también soy culpable por alejarme y dejarte en manos de esas sanguijuelas que casi provocan tu muerte. Estoy agradecido por recuperarte y más agradecido porque estés a salvo. Solo lamento haber tenido la razón, sabes que lo que más deseo es tu felicidad.

- Lo sé- respondo con los ojos rojos y nos abrazamos fuertemente

- Y ya basta de llorar, mira como me has dejado la camisa mujer- me dice luego del emotivo abrazo, examinando su camisa con pesar y sé que está tratando de animarme como solo él puede hacerlo- sabes que entró un nuevo cardiólogo que es para infartar de lo bueno que está, quería dar una buena impresión y has arruinado mi futuro matrimonio- agrega dramáticamente y saca finalmente una sonrisa genuina de mis labios - Esa es mi chica. Ahora recoge esos ovarios, póntelos de nuevo fuertemente y pensemos como vamos a hacer para vengarnos de ese par de Judas Iscariote.

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