VII. Lejos de la toxicidad

En el aeropuerto me esperaba el Sr. Thomas. Me alegró mucho el saber que él y su esposa, Alicia, seguían administrando y cuidando esa villa de alquiler. Eran una pareja de personas mayores muy alegres que nos cuidaron con dedicación a Carlos y a mí, durante el tiempo de vacaciones que pasamos aquí en nuestra adolescencia.

Iba en el auto, hablando animada con el Sr. Thomas, a la vez que le mandaba un mensaje a Carlos asegurándole mi llegada sin contratiempos. Por la hora seguramente seguía durmiendo, estoy segura de que pronto me llegarían noticias del desalojo de Elena.

A través de la ventana observaba el paisaje invernal y estaba fascinada por tanta belleza natural, como si fuera la primera vez que lo viera.

En algún momento después de terminar de hablar con el Sr. Thomas, me dormí escuchando la suave música de la radio del auto y no desperté hasta que sentí unas suaves manos que me tocaban y la voz de una mujer mayor llamando mi nombre.

Abrí los ojos, aún media dormida y vi a la Sra. Alicia sonriéndome. Rápidamente, me espabilé y entre abrazos y saludos finalmente entramos a la casa.

Mi vista recorriendo todos los lugares familiares porque prácticamente nada había cambiado en esta villa, aunque si se mantenía muy bien conservada y cuidada.

- Thomas y yo nos pusimos muy alegres al saber que venías- conversó conmigo en la sala la Sra. Alicia entregándome un vaso de agua tibia, para calentar mi garganta del frío, mientras su esposo llevaba mis maletas a la habitación- Pensé que igual vendría el otro chico animado, tan ocurrente y entusiasta de mi comida- agregó y al parecer no había olvidado tampoco a Carlos, es que quién puede olvidar a esa monada.

-Carlos tenía mucho trabajo- respondí sonriendo- pero les mandó saludo a los dos y dice que su rösti no lo olvida ni aunque muera cien veces- palabras literales de Sisi

- Bueno, él no lo podrá comer, pero tu sí- agrega acomodando su delantal de flores- así que tienes el baño listo en tu habitación, descansa y en cuanto esté el almuerzo te llamo, o ¿prefieres comer en la habitación?- dijo, al parecer recordando mis costumbres y me asombra el nivel de detalles y consideraciones que pueden tener, a pesar de tantos huéspedes que vienen aquí.

- ¿Aún sigue ese balcón cerrado en el cuarto, con ventanas hacia las montañas nevadas?- pregunté tentativamente recordando que ese era uno de mis sitios favoritos.

Ese pequeño balcón calentito por la calefacción y protegido con unas ventanas enormes de cristal que te daban una vista completa al panorama invernal más hermoso que he visto en mi vida, y es que me gusta el invierno y la nieve, como ya se habrá notado.

- Claro, querida, justo preparé esa misma habitación para ti, sabía que me lo preguntarías- respondió amablemente.

Entonces, sin interrumpir más sus labores y pidiendo el almuerzo para comer en el cuarto, subí las escaleras para descansar y darme un merecido baño de burbujas.

Por supuesto está de más decir que ese mismo día, Carlos me envió todos los detalles de como echó a Elena de la villa y cualquiera que viera ese espectáculo, sin saber la historia interna pensaría que somos crueles, pero obviamente Elena no se iba a quedar en situación de calle, sin comida, ni ropa.

Para eso tenía a un amante rico que podía mantenerla y un trabajo como artista, que mi compañía le pagaba muy bien, así que ya era hora de sacar sus ahorros y dejar de vivir como sanguijuela, chupando el dinero que me dejaron mis padres por nada.

Los días pacíficos continuaron y estaba disfrutando demasiado de este tiempo a solas conmigo misma. Repartía mis días entre releer algunos de mis libros favoritos, escuchar música agradable mientras hacía senderismo, incluso decidí comenzar a pintar nuevamente con algunos materiales que traje en mi viaje.

Así que una mañana, agarrando un pequeño caballete, lienzo, algunas pinturas acrílicas y pinceles, me dispuse a ir a un sitio en el bosque que sabía tenía un paisaje estupendo.

Cargué todo en el pequeño auto de alquiler porque igual el lugar quedaba un poco distante de la casa y no podía estar llevando todo a pie hasta allá, así que decidí dejar el auto en el estacionamiento de un pequeño motel cerca la parte boscosa que quería visitar.

Dejé la casa vacía porque el Sr. Thomas y la Sra. Alicia habían salido a hacer las compras del mes y me embarqué hacia la aventura.

Llevaba mis cosas, por el bosque, con algo de dificultad, pero con felicidad por la expectativa de retomar un pasatiempo abandonado, que me relajaba y gustaba mucho.

Con confianza caminé hacia el sitio, debo decir que soy muy buena para orientarme, cuando escuché de repente lo que parecía un gemido de dolor.

Enseguida me detuve y afiné el oído, pero al no volver a escuchar nada, supuse que lo había imaginado; antes siquiera de dar el primer paso, volví a escuchar un quejido y un arbusto a mi lado comenzó a moverse.

Dicen que la curiosidad mató al gato, pero como yo no soy un gato decidí acercarme e investigar, cosa para nada inteligente que puede hacer una chica sola en un bosque, mira lo que le pasó al gato y ¡él incluso tiene nueve vidas para gastar!, yo solo tenía una y la estaba arriesgando en estos momentos.

Dando pequeños pasos me acerqué al arbusto que actualmente había dejado de moverse, incluso los quejidos ya no se escuchaban, mirando a mi alrededor, con las palmas de las manos sudadas y reuniendo coraje, decidí descubrir de una vez por todas la fuente del sonido, “podría ser un conejito”, me dije para darme ánimos.

Pero la realidad me mostró que no era para nada un conejito, sino un hombre tirado en el suelo, oculto entre los arbustos, con las manos atadas a la espalda, la ropa sucia y rasgada, sobre todo la pernera de su pierna derecha, rezumaba sangre oscura mezclada con la tierra del suelo.

No podía ver su rostro porque estaba cubierto por su pelo, sangre y una barba descuidada. Sin pensar en nada, tiré todo lo que llevaba al suelo y me acerqué rápidamente para comprobar su estado.

Ciertamente, soy una chica de ciudad delicada y no voy a mentir, estaba súper asustada de ver tanta sangre y a un hombre a punto de morir en mis brazos.

Comprobé que aún respiraba y en el momento que aparté el cabello castaño rojizo de su cara para verlo, abrió de repente sus ojos azules celestes, llenos de odio y frialdad, que luego cambiaron a ¿alivio?, o eso creí.

- …Rápido… Esconder… Médico no- articuló con dificultad y luego volvió a desmayarse dejándome totalmente pasmada.

Mi mente funcionando al mil porciento para analizar rápido la situación en la que me encontraba, era obvio que este hombre huía de algo, por sus palabras y situación, tal vez ahora ya alguien estaba sobre su pista y en cualquier momento llegaría a este sitio.

Así que delante de mí tenía dos opciones: dejarlo y huir lo más rápido posible, o involucrarme posiblemente en un asunto turbio y peligroso, salvando a un desconocido que no sabía qué consecuencias podría traerme.

Por supuesto, siendo quien soy, decidí arriesgarme y rescatarlo, como dicen por ahí, salvar la vida de un hombre es más importante que construir una pagoda de siete pisos.

Comencé a arrastrarlo con dificultad, era imposible para mí, con una estatura de 1,70 cm cargar con un hombre que claramente estaba más allá de los 1,85 cm, eso sin contar que con el cuerpo relajado las personas pesan más.

Espero no agravar su situación médica de esta forma, pero no quedaba de otra. Miraba a mi alrededor nerviosamente de vez en cuando, temerosa de que cualquier momento un mafioso iba a salir de atrás de un árbol para amenazarme de muerte. Tropecé varias veces, casi cayéndome de culo, pero apreté los dientes y resistí hasta el final.

Gracias a los cielos el estacionamiento del motel estaba desierto porque en realidad esta zona no es muy transitada.

Toda empapada en sudor, con los brazos y piernas adoloridos, las manos sucias y temblando acomodé como pude al hombre en el asiento trasero, agarré un trapo de tela que tenía en el auto para después limpiar los pinceles y lo utilicé como un vendaje compresivo improvisado en la herida de su pierna que era la más grave y arranqué a toda prisa del lugar, esperando haber tomado una buena decisión y no estar poniendo en riesgo mi vida y la de los que me rodeaban.

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