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Capítulo 2: Lo Descubriremos Juntos (Parte 1)

Tiara

Una semana ha pasado desde que lo vi en el parque y de pensar en mi vida. Hoy quiero empezar mi lucha. Quiero poder tomar el control de mi salud y de mis decisiones. Hasta puse el despertador a las 6:00 am. Para tomarme la pastilla de la tiroides, junto con la del hierro. Mi madre fielmente se levanta y me vigila hasta que las trago. No me creía cuando entró al cuarto, pero fui fuerte con ella y se marchó. Les cuento que tengo hipotiroidismo, sé que soy flaca y esa es la que engorda. Mi metabolismo está activo, me mantengo haciendo ejercicios y mi madre obsesiva detrás ayuda. Si me descuido llegará una edad que aumente de peso, lo fácil es subirlo y lo malo bajar de peso. Todo ser humano tiene la glándula tiroidea, regula todo el sistema del cuerpo y produce las hormonas. Sin embargo, la mía no produce, tiene una disminución de la producción de hormonas tiroideas. Me tienen que evaluar esporádicamente cada mes o tres meses si está controlado el TSH. El tratamiento es medicamento oral, una pastilla diaria (Syndroid) y depende de cómo sea el TSH es el número de la pastilla. Mi vida siempre será así, cuidando y evaluándose cada mes. Desde los trece años me descubrieron hipotiroidismo y mi madre se convirtió en mi ahogo. Todo es difícil para mí, la pastilla es chiquita, pero soy de las que odia tomar pastillas y para castigo divino tomar diario. Fue una lucha, me bebía tanta agua para una pequeña pastilla. Lo que hace la mente y pensaba que me atoraría. En cierto modo, tengo la culpa de que mi madre sea un ogro. Por llevarle la contraria no tomaba la pastilla y cuando me tocaba la cita con el médico todo estaba mal. Salía todo el sistema descontrolado, quería ser normal y que ella me dejara tranquila. No les he contado que las agujas las odio, cuando me tocaba el análisis cada mes era una pelea y mi madre aguantando mi brazo. He aprendido que solo es una aguja, que el dolor será leve y que duele más sentirse vacía. Aun teniendo cerca a la gente, te sientes sola y atrapada. Nunca he sido de las que escriben en un diario, pero desde que ocurrió el beso con Kendrick todo cambió. He plasmado desde que sentí sus labios en contacto con los míos y me hizo vibrar. Fue un despertar, sentí el pecado y ahora es difícil no sucumbir en el. Lo he seguido en las revistas por la obsesión de mi madre con su familia y siempre me atrajo. Lo vi tan inalcanzable, jamás, me hubiera imaginado ese beso. Siempre lo veía desde la ventana, pero nunca salía. Cuando mi primo venía con sus amigos y en especial con Ken los espiaba. Ese día en la piscina quería dejar de ser la chica tímida e invisible para todos y retar a mi madre fue lo que me impulsó. Nunca imaginé que me besara, tampoco que yo cediera a su encanto y no me arrepiento de ese día. Aún lo revivo, cuando apareció en el parque mis nervios me delataban y hablar con él fue especial. Quiere ser mi amigo y más. Me cuesta creer eso, me da miedo ser una chica más de sus fans. Mi corazón no siente miedo, al contrario, cada vez que lo ve confía en él. A su lado me siento segura y libre. Kendrick me hace sentir especial, normal. Somos dos jóvenes siendo naturales. Me levanto de la cama, guardo mi diario en mi cofre con seguro y la llave siempre está en mi pulsera. Tengo que esconder mis sentimientos bajo llave, mi madre no respeta mi privacidad y quiero tener algo mío. Ella, después del beso, no ha parado de tirar lodo sobre Kendrick. Ahora le ha dado con la edad, sus palabras son que es un niño para mí. Nunca la enfrento, solo escucho su m****a desde lejos y apago el interruptor. Sus palabras se van como el viento, las desecho y a veces me siento mal por ignorarlas. Aunque solo dura cinco minutos la culpa y lo apago de nuevo. Para qué mentir, nunca he tenido amigas y mucho menos el apoyo de una madre. La leona siempre le encontraba algo malo a cada una de las compañeras y me cansé de intentar. Busco en mi armario mi ropa del diario vivir, unos jeans azul, una camisa negra y me doy un baño. En el baño tengo un radio pequeño, lo enciendo y está sonando “Camila”. La canción es una de mis favoritas, “Todo Cambio” y empiezo a cantarla. El universo escribió que fueras para mí y fue tan fácil quererte tanto. Algo que no imaginaba fue perderme en tu amor simplemente paso y todo tuyo ya soy. Entro en la ducha cantando y recordando a Kendrick. De casualidad dan esa canción, es como una señal. Definitivamente, todo cambió desde que vi sus ojos. Mi mente vuela hacia ese beso, añoro verlo y recuerdo cuando toque su pecho. Llámalo destino o coincidencia, pero quiero creer que ese beso fue mucho más. Estoy lista para enfrentar el día de hoy, ese baño me despertó y voy decidida a tomar las riendas. Agarro la laptop, mi bolso que es gigante y pesado, sirve de defensa contra un asaltante. Voy decidida a hablar con mi madre, llego al comedor y la veo parada frente de la mesa. Está con su ropa habitual del trabajo completa de gris. Tiene una taza de café y está viendo unos papeles regados en la mesa. Ella es tan diferente a mí, que a veces me pregunto si soy su hija. Ella, con su corte de macho, la hace ver tan mayor, para colmo siempre está amargada y en realidad el apodo de Leona le cae como anillo. Debo agradecerle a Ken, por ayudarme a reír cada vez que recuerdo el apodo. 

—¡Buenos días, madre! —Mis nervios van en aumento y ella alzó su vista. 

Nunca sonríe, su rostro es tieso. Esa obsesión con la familia de Kendrick es sospechosa. Mi padre es a todo dar, tenemos buena relación y soy idéntica a él. Fui, un ¡ay se rompió el condón! Y bebé a bordo. Cada uno asumió su responsabilidad. Aunque debo admitir que hubiera preferido vivir con mi padre, es llevadero. Siempre he sospechado que mi madre, tuvo amor platónico con el padre de Kendrick y no lo supera. Me saca de mis pensamientos, está casi gritando.

—¡Hey! ¿Estás bien? ¿Te sientes mal? —Se me acercó e iba a tocarme, pero di un paso atrás. 

No esperaba esa reacción, se quedó con la mano en el aire y me quedo viendo fijo una mancha de humedad de la pared. Habla Tiara, ha pasado una semana pensando cómo zanjar el tema. Es viernes, el mejor día. Es hora de que dejes el miedo atrás. 

—Estoy bien. Quiero hablar contigo… 

Me interrumpe, de mala manera, su carácter presente.

—No puedo ahora —suelta la taza fuerte y recoge los papeles de cantazo.

Los mete a empujón en el maletín. Está evadiendo el tema y sabe que no le gustará la conversación. Se iba a marchar, pero la bloqueé, me miró mal y tomé valor.

—Desde hoy tomaré el control de mi vida, salud y todo lo referente —iba a interrumpir, pero la detengo con mi mano enfrente de su cara.

La vuelvo a dejar pasmada, nunca esperó que alzará mi voz y menos que la dejara con su palabra a mitad. 

—Te agradezco todo lo que has hecho por mí, pero ya tengo diecinueve años y no soy una niña. Quiero enfrentarme a la vida, necesito tomar mis decisiones aunque no sean las correctas. Quiero equivocarme. Sé que en el pasado te decepcioné, jugué con mi salud, pero no sucederá. Necesito mis pastillas —extiendo mi mano y espero los frascos.

Ella los esconde de mí, pero si no los suelta y se niega me tocará ir al médico. Buscar otra receta y seguir con mi plan.

—Estás mal y te atreves a pedir el control de tu salud. Nunca te ha importado, una vez confíe en ti y no te tomabas las pastillas. Iba al chequeo y estabas de mal a peor. Has visto las consecuencias… —la interrumpí.

—Sí, esta semana me informé y vi casos. Me equivoqué al no valorar mi vida, pero quería ser normal y tú me tratas como si fuera impedida. Déjame respirar, me siento inútil.

—Desde que ese muchacho riquitillo apareció en tu vida has cambiado. Todo lo cuestionas, serás una más en su vida.

—Él no tiene nada que ver con ser independiente, confía en mí. Deja que tome mis decisiones, déjame ser feliz —mi voz es nerviosa y aguanto las ganas de llorar.

Me duele ver su dolor, pero necesito que entienda que no soy feliz. A veces no puedes proteger a tus hijos porque necesitamos caernos. Ella busca en su maletín, saca los dos frascos y los pone de mala manera en la mesa.

—Toma se feliz, pero no pienso ceder en las citas. No me cuestiones en eso, te amo demasiado para dejar que te mates. En la próxima cita veré si valió la pena darte el control de tu salud.

Agarré los potes, sin mirar atrás me marché. En mi carro respiré profundo y se me escapa una lágrima, pero es de felicidad. Siento que la mano que me ahoga se va soltando poco a poco. Guardé las pastillas y me encaminé hacia la panadería de Manolo. Queda al lado de la lavandería de mi hermano, todos los días desayuno ahí. Espero que a mi madre se le pase este enojo, tampoco la odio. La quiero a pesar de todo. Voy en silencio por el camino, volviendo a repetir lo sucedido. Siempre enciendo la radio, pero no estoy de ánimo. Siento que fui dura con ella. Sé que me ama, siempre me ha cuidado y nunca valoré su ayuda. M*****a conciencia, siento que estoy bien y que fui cruel a la vez. Llegué a la panadería, al entrar me recibe el aroma de pan y bacon. Está llena, pero rápido Manolo al verme deja a un lado todo y se dirige a darme mi abrazo mañanero. Me cae de maravilla, es tan paternal mi viejo. Los años le han dejado una gran calva en el medio y a los lados pelo canoso. Me paso molestando sus tres pelos, decídete a rasurar para que seas mi calvo sexy.

—¡Hola, mi Tiara! ¿Lo mismo de siempre?

—Todo igual a excepción, quiero jugo de uva y una botella de agua.

—¿No deseas “Coca Cola” para enfrentar tu día de trabajo? —Su mirada de sorpresa vale oro. 

—Hoy quiero empezar a comer más saludable.

—Nunca es tarde para cuidarse, enseguida traigo tu comida —me tira una guiñada y se marcha.

En lo que llega saco el celular, busco mi alerta de Kendrick y veo sus fotos. Salidas con sus amigos, mi primo sale en dos salidas y las chicas, pero ninguna está encima de él. Eso es extraño, ninguna foto agarrando traseros y metiendo mano en cueros. Una nota dice: El “Playboy” está empezando en el mundo de los videojuegos y viene fuerte para la competencia. El joven rebelde ha demostrado que es multifacético en fiestas, adrenalina y en el mundo del negocio. Me quedo pasmada al leer esto, nunca me imaginé que hiciera algo más que fiestas y ser holgazán. Aparece Manolo con mi plato favorito, huevos revueltos, papas hash brown, bacon y tostadas.

—¡Gracias, esto huele bien! —Guardo el celular en mi bolsillo.

—¡Que lo disfrutes! —se inclinó.

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