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Capítulo 2: Lo Descubriremos Juntos (Parte 4)

Al terminar la película, me despido y veo la hora, son las 9:00 de la noche. Estoy en el carro, pongo seguro y verifico mi celular. No quise interrumpir mi momento en familia, tengo diez llamadas perdidas de mi madre. Dos de mi hermano, una de Fabi y un mensaje de voz. Le doy a escuchar el mensaje y dice:

Así quieres que confié en ti, no contestas las llamadas y menos avisas. ¿Dónde estás?

Mi madre histérica, no estoy para ti y peleas. Abrí los mensajes de texto, uno de mi hermano y otro de Fabi.

Te llamé, comunícate con mamá. Me ha llamado tres veces. No me importa si estás de fiesta, pero llámala. ¡Besos, Rodri!

Prima, le contesté a la loca de titi. Le dije que estás en casa y habló pestes. Pero nada raro en ella. ¡Tqm! Tu primo, salva tu culito.

Me empiezo a reír, le envié un texto a Fabi.

¿Dónde te encuentras? Salí ahora de tu casa.

En vez de enviar texto, me llamó y rápido contesté.

—Fabi, tan mal estás que no puedes escribir.

No soy Fabi, pero es mejor escuchar tu voz que escribir. 

Mi corazón se emociona, su voz es más ronca que en persona.

—Ahora eres secretario de Fabi, no conocía ese trabajo. 

Su sonrisa suave me enamora más, nunca imaginé que fuera posible, pero estoy emboba.

Estoy loco por verte, por ti hago cualquier oficio. Ven a casa, me imagino que sabes cuál es mi casa.

—Sí, sé tu dirección, pero no estoy de ánimo de fiesta. Mi día fue agotador, emocionalmente no soy la chica que necesitas y sería aguafiestas.

Nunca serías aguafiestas, contigo me perdería fiestas y todo por verte. Ven, tengo de invitado la luna, tranquilos bajo su firmamento y apartados. ¡Acepta, por favor!

—Con semejante propuesta, es imposible negarse. Nos vemos luego.

Te llamaré desde mi celular, para que me llames cuando llegues.

—Sale y vale.

Te esperamos la luna y yo.

Me marcho, estoy emocionada por verlo y nerviosa. Suena el celular, número extraño y coloqué el altavoz.

Ya tienes mi celular, te veo pronto.

—Tengo una duda, ¿los periodistas molestarán? Porque no tengo un carro lujoso con tintes.

Créeme, te puedo regalar uno.

—De ninguna manera aceptaría un regalo así. 

Fue relajando, sé que no aceptarías. Por otro lado, si me diera la gana de hacerlo es porque puedo y deseo.

—Hablemos de la entrada y de los periodistas.

Cuando veas la entrada principal, pasas el redondel y verás una verja. Ahora mismo mi padre espantó a los periodistas. Así que no creo que tengas problemas.

—Cuando esté ahí, te llamo.

Él vive por el salón la Rosa, unas casas gigantes y con terrenos. Una vez estaba con mi madre y me enseñó su casa. El viaje es relativamente cerca, en veinte minutos estoy pasando por casas hermosas, con fachadas elegantes y marco a Ken. 

¿Llegaste? Estoy saliendo hacia el patio.

—Pase ahora mismo la entrada principal. Paso el redondel y estoy frente a la muralla del castillo. 

Ya abro, mi doncella.

Al abrir el portón eléctrico, entré a su casa y es literalmente un castillo. Me quedo anonadada viendo a Ken, con una camisa roja “Volcom”, pantalón de traje de baño negro y tenis. Él camina hacia el carro, va por el lado del pasajero y trata de abrir, pero está cerrado. Suelta el celular Tiara, me percaté de que aún tengo el celular en la oreja y lo suelto en el posavasos. Me suelto el cinturón, me estiré por encima del asiento y quité el seguro. Él rápido entra con su mirada de pícaro, trágame tierra y me sonrojo. 

—Pensé que nunca me abrirías. Cuánto te extrañé. —Se me acerca y me besa al lado de los labios.

Me pongo a mil, creo que se escucha el tambor de mi corazón y suspiro. Roza mi mejilla, me quita un mechón que tapa mi ojo y acaricia mi lóbulo. Todo es tan íntimo, tan increíble y se aparta de un cantazo.

—¡Hola, Ken, también te extrañé! —Formular palabras fue difícil y me dio su sonrisa. 

—Es bueno saberlo. Continúa directo, pasa la casa y llegaremos a nuestro sitio. 

Al fijarme bien, la casa es hermosa y su fachada imponente. Es de dos pisos, su color gris y azul claro le dan un toque elegante. Hay varios carros al frente, su jardín de película y es inmenso el terreno. Me señala una pequeña loma, me deleito con tanta belleza y al final veo el bohío de madera. Está oscuro, se ven las estrellas tintineando y la luna redonda de testigo. Es maravilloso vivir aquí, estoy impresionada. 

—Llegamos, es mi lugar favorito. 

Sin esperar me bajo del carro, subo la cabeza y respiro libre. Escucho la puerta cerrarse del auto. No lo esperé, entré al bohío y se encendió un foco. Al voltearme veo a Ken recostado en mi carro con sus brazos cruzados, se ve acorde al paisaje y hace ver lindo a mi carcacha “Mirage”. Nunca creí posible que alguien fuera tan hermoso y lo tengo a pasos de mí. 

—Sin palabras estoy.

Se acerca callado, mis nervios aumentan y me volteo. Me acerqué al barandal para ver el paisaje, el aire dándome en mi rostro y siento su brazo rozando con el mío.

—No hacen falta palabras cuando tu rostro habla por sí solo. Me encanta que disfrutes esta maravilla al igual que yo. Nada de los lujos que tengo se compara con este paisaje.

—Es increíble, lo ocupado que vivimos y nos perdemos los detalles simples. Olvidamos respirar.

—La noche es nuestra hoy.

—Debo admitir que me asustaste hoy. No puedes andar dando esos sustos. ¿Estás bien?

—¿Te preocupaste por mí?

—¡Claro, que sí! —lo admití.

—No fue más que un resbalón por así decirlo. Estábamos probando la motora, perdí el control y me barrí en el cemento. Solo fueron rasguños insignificantes. 

—Muéstrame lo pequeño que fue. 

Se mueve más hacia el foco, me muestra su brazo todo raspado, señala su pierna, ambos lado derecho y se voltea alzando la camisa. Se me escapa un gemido, me tapo la boca y él se giró. Es mucho para decir insignificante, están pelados y en carne viva. Qué ardor debe sentir y molestia.

—No te hagas, te debe arder. Es un tajo pequeño y duele como loco.

Se acerca a mi lado, me siento cómoda con él y me agrada su cercanía.

—Son consecuencias de la adrenalina, así que las acepto con orgullo y arden, pero pasará. Así es mi vida, son cantazos de experiencias y unos duelen más que otros.

—¡Me alegro de que estés bien!

—¡Gracias! Me alegro de estar aquí contigo. Vamos a sentarnos fuera del bohío.

Nos sentamos, se ve mejor la vista y la brisa mueve nuestros cabellos.

—Vamos, valiente, ¿por qué no te acuestas? ¿Estás tiquismiquis? —dije bromeando.

—No seas cruel, otro día me acuesto a contarte las estrellas. 

Nos reímos, me sostiene la mano y me sonrojo. Porque mi cuerpo es tan delator, pero así soy, ni modo.

—Después de un día tan emocional, esto es lo mejor para terminarlo —comenté en paz.

—¿Cómo te fue con tu tía? 

Me sorprendo, él ve mi confusión y aclara.

—Nos contó hoy Fabian. Fue muy duro para él, pero lo apoyaremos. Hasta llamé al médico de cabecera de mi familia, pero se comunicó con el médico de tu tía. Está muy regado el cáncer, va más allá del dinero y duele tanto ver a mi mejor amigo sufriendo. 

Mi primo habló, estoy muy orgullosa de él. Lo mejor es que sus amigos lo apoyan. Saber que Ken intentó ayudar con su dinero, es valioso.

—¡Gracias por todo! —Sollocé como si no hubiera derramado lágrimas en el día de hoy.

Me abraza, me dejé consolar y me recuesto de su pecho. El que un día toque sin nada de por medio, el que anhelaba volver a tocar y ahora estoy llorando a moco tendido.

—Llora, saca tu dolor y te sostendré.

—Verla, tan demacrada fue… un impacto. Siempre estaba retrasando… la visita y al encontrarla en ese estado, me partió el alma… —me ahogué en llanto y tomé aire—. No dejaré que el miedo me impida visitarla. Ella es mi madre y saber… que se está apagando duele. La vida es injusta. Fui una inmadura.

Me limpié molesta mis lágrimas, Kendrick subió mi mentón y quedamos mirándonos. 

—No te eches la culpa.

—Es que aún no sabes por qué lo digo.

—Pues cuéntame y yo decido. 

—Tengo hipotiroidismo, todos tenemos la glándula tiroidea, pero la mía no produce bien por explicar sencillo. Desde los trece años me la descubrieron, mi madre se obsesionó y me volví rebelde. Le hice la vida imposible en los análisis, las pastillas tengo que tomar una diaria, no me la bebía, en fin, jugué con mi salud. Cuando te sientes bien… —sorbí por la nariz— aunque digan que estás mal te crees la mujer intocable. Quería llevar la contraria a todos. No quería aceptar mi enfermedad, quería ser normal, sin pastillas y sin mi madre encima. Todo por querer molestar. Ahora veo que hay gente que anhela más tiempo para vivir. Me hace ver lo insensata que fui. 

Bajé la mirada, pero me hizo enfrentar sus ojos hipnotizadores. 

—Todos nos equivocamos en la vida, tú aceptaste tu error y es lo que vale. Debe ser difícil tener a tu leona madre encima todo el tiempo.

Me empiezo a reír al escuchar su apodo de sus labios.

—Siempre me sacas una sonrisa con el apodo. —Sus dedos limpiando mi rostro y ese gesto me cautiva.

—Es una leona. En fin, lo importante aquí, ya no jugarás con tu salud. Además, tengo una idea para que la molestes sin afectar tu salud. 

—¿Se puede saber cuál es esa súper idea?

—La súper idea es que te dejes ver conmigo en público —con su dedo índice me toca la nariz. 

—Debo admitir que es una buena idea, pero sería perjudicial. 

—Si es perjudicial para mí lo acepto, pero si es para ti, me niego a que sufra mi Sirena.

—¡¿Sirena?! —interrogué curiosa.

—¿Lo dije en voz alta? —Se me acerca más al rostro y respiramos el mismo aire.

Sus ojos miran mi boca y los míos observan sus perlas marrones con toques de verde.

—Escuché sirena —dije y me muerdo el labio por nerviosismo.

—Pues debiste escuchar esto también. 

Antes de que pudiera preguntar, me besó y me rendí a su boca. Loca por sentir sus labios y su posesión. Mis petardos explotando dentro de mi estómago. Estoy viviendo el momento, nuestras lenguas acoplándose y al despegarnos me relamí los labios.

—¿Qué dijiste? —pregunté en un hilo de voz.

—Sirena. 

—Después. —Mi corazón al ritmo del tambor.

—Muero por probar tus labios —su voz se puso ronca y tragó duro.

—Definitivamente, no escucho bien —dije decidida a vivir.

Lo abrazo por el cuello, me lanzo por sus labios y nos besamos. Estoy probando, degustando y perdiéndome en él. Si esto que siento por Kendrick (lo que está creciendo dentro de mí) se llegara a acabar, lo acepto. Me hago responsable del dolor porque nunca olvidaré estos petardos dentro de mí. Vale la pena arriesgarse. 

—¡Sirena!

—¿Qué nos depara Kendrick?

—Lo averiguaremos juntos de la mano, paso a paso buscaremos juntos la libertad. 

Quería contestarle que seremos novios y te ayudaré en el camino. No obstante, sé que tan solo al oír la palabra novios se asustaría y alejaría de mí. Así que poco a poco le enseñaré a ser libre y que mi amor por ella es real. Esto que siento por Tiara es valioso, le enseñaré cómo protejo lo que es mío y ella es mía. 

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