03

                Días después...

Caminé sin rumbo fijo por la acera desolada, había despertado con ganas de recorrer la ciudad, era agradable tener un día como las demás personas que por razones de la vida a pesar de no tener todo el dinero y las comodidades que yo si, eran felices, se les notaba en sus rostros cansados después de su ardua labor de trabajo, y aún así conservaban esa pizca de alegría que nada ni nadie, les podía robar.

Quizás muchos pensaban que la fama era sinónimo de éxito. Pero no estaba tan segura de ello. Había una frase muy conocida que mi padre solía decirme.

“Ten cuidado con lo que deseas, porque se te puede cumplir”

Papá una vez me contó la historia sobre uno de los máximos representantes de la Ilustración, Voltaire, escritor y filósofo francés, que deseaba la fama. En su juventud escribió que le encantaría ser muy conocido, admirado y respetado. Muy normal en el ser humano, ¿No? 

La vida así se lo cumplió. Su intelecto y talento lo convirtieron en una de las personas más célebres de Francia. El problema era que en esos tiempos, se tenía la creencia popular de que si uno conseguía una prenda de un famoso, esta atraía la “buena suerte”. Voltaire gozaba de tal fama, tanto así, que cada vez que salía a la calle, la gente le arrancaba un pedazo de su ropa. Llegó un punto en el que la fama condujo a Voltaire al hastío. Llegaba a su casa con marcas de pellizcos en la piel y su ropa en trozos. Entonces deseó que su fama se terminara. La vida se lo cumplió también. Al poco tiempo nadie se acordaba de él. En su vejez pasaba la mayor parte del tiempo con su perro. Y a su velorio asistieron unas cinco personas, y su perro.

Las personas creían que esto era maravilloso, y anhelaban tenerla. Algunas de mis compañeras me envidiaban, porque según ellas, el vivir en una gran casa o conducir un lujoso auto hacía mi vida de lo más genial. Lo que no se daban cuenta, era lo infeliz que me hacía vivir complaciendo a los demás, y todo por fingir ser alguien que no era yo. 

Llegué a casa más rápido de lo que pretendía, saludé al señor George, el de seguridad y entré al interior de la mansión que se encontraba en prenumbras. Subí los escalones que dirigían a la segunda planta, unos murmullos provenientes de la oficina de tío Braxton me detuvieron, sigilosamente me acerqué a su puerta sin hacer el menor ruido posible. No entendía lo que decían, sus voces se escuchaba distorsionadas, agudicé mis odios para poder oír bien.

—Grecia es increíble, podremos tener la luna de miel de ensueño. —Sin duda esa era Leighton.

—No lo sé, realmente el viaje será para Liam y Annie, lo que Livingston quiere es que vayamos todos para que Annie se lleven la impresión del lugar y la boda sea allí. Mientras más rápido se casen, mejor para nosotros. —Sentí un nudo formándose en mi estómago. 

—Oh, vaya, viéndolo de ese modo me parece excelente su plan. Pero, ¿Crees que Annie sospeche? Esa niñita es muy lista y si llegase a enterarse del verdadero motivo del viaje, se negará a ir. —Estaban maquinado algo de una forma perversa. 

Ya sabía que tío Braxton era un hombre torcido y frívolo, sin embargo no comprendía por qué tanto afán por deshacerse de mí. No le permitirá esta vez salirse con la suya, si ellos planeaban obligarme a contraer matrimonio con Liam, haría algo al respecto para que eso no sucediera. 

Debía huir antes de que fuera demasiado tarde.

Doy un fuerte suspiro hundiéndome en el asiento. Al instante miles de pensamientos abrumadores caen encima como una balde de agua fría, aprieto los dedos entre la valija en un intento por olvidar esa sensación que está provocando mi pecho, es esa identidad sin rostro que aunque puede ser un poco beneficiosa para ayudarnos a ser prudentes, experimentarla seguido suele ser muy intimidante e inoportuna, justo como ahora.

¡Oh dios mío, lo logré, mi plan funcionó!

Escapé...

Sin embargo, tan pronto como esos pensamientos de felicidad me inundan, enseguida la ansiedad los espanta.

¿Y si me encuentran? «Seguro que ya se dieron cuenta, deben de estar furiosos. Todo va a salir mal. Me van a conseguir seguro». Siguen rumiando en mi cabeza, lo he sentido tantas veces que he aprendido a vivir en la autoaceptación de mi propia realidad, «Nunca seré libre.»

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando siento un líquido caliente en el pecho; el café se ha derramado sobre mi blusa, cabe decir que lo primero que hago es cerrar los ojos reteniendo los insultos que quiero soltarle a la persona que ha estropeado mi camisa. La única que traigo conmigo.

Fabuloso.

Me esfuerzo por apartar la tela mojada de mi piel, está tan caliente que quema como el infierno. 

Pues claro, si es café.

-¡Lo siento mucho! 

Levanto la vista y miro indignada al idiota...

¡Madre mía! Abro la boca embelesada recorriendo al hombre que luce apenado y preocupado. Es alto, de cabello oscuro y con facciones perfectas. «¿Es real o estoy soñando?»

Voy a pellizcarme para ver si realmente no tengo a un actor de Hollywood frente a mí. Pero, el olor a café impregnado en mi ropa me trae de vuelta y recuerdo lo que el apuesto hombre ha ocasionado, así que le doy una mirada fulminante. 

—¿Acaso eres ciego? —Escupo apartando la blusa pegajosa. 

—De verdad lo siento, no vi el... —Abre los ojos mirando la portátil cubierta de café. —¡Maldición! 

Se sienta y enciende el aparato, pero la pantalla comienza a parpadear. De pronto el monitor hace un molesto sonido ensordecedor que atrae la atención de las personas, que miran a nuestra dirección. Noto que el hombre está a punto de estampar el computador contra el suelo, es como si en cualquier momento fuese a darle un tic nervioso en el ojo. La voz de una mujer se escucha a través de los parlantes, ordenando que abrochemos los cinturones y coloquemos los espaldares de las silla en posición vertical, puesto que el avión va a despegar. Sigo las instrucciones acomodando la valija en mi regazo.

Conforme vamos subiendo, quedo atrapada en medio de la variedad de edificios, puedo ver desde los más alto la ciudad en todo su esplendor. Pronto alcanzo a distinguir las nubes que rodean el avión, y me pierdo en ellas. Iré a Dubái, porque si mis tíos pensaron que iría a esconderme en la misma ciudad están muy equivocados. Fue muy difícil tomar la drástica decisión de viajar a un lugar que no conozco, y el simple hecho de estar sola me daba pavor, pero debía hacerlo si no quería terminar atada a un hombre despreciable

Ignorando que el idiota que me ha lanzado su café, se ha sentado al lado. Para completar es mi compañero de viaje. Genial. 

Regreso al respaldo de mi asiento, y decido escuchar música un rato, conecto los auriculares al móvil pero este no enciende. Cierro los ojos mientras resoplo sonoramente. 

Solo a mí se me ocurre viajar y no cargar el celular antes. Ahora tendré que esperar a llegar a el primer hotel que consiga, espero no sean tan caros, el dinero que traigo no me permitirá darme tantos lujos como quisiera. Aunque juntando mis ahorros y los que tomé "prestado" de tío Braxton será más que suficiente para el mes que duraré en aquel país increíblemente precioso, donde estaré a salvo de condenar mi vida para siempre casándome con un chico que no amo. 

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