02

Al llegar a casa subí directo a la habitación, encerrándome en ella. Cambié el largo vestido Chanel por una sencilla pijama de algodón. Caminé al baño y enjuagué mi rostro quitando todo el maquillaje. Regresé a la recamara y saqué el cuaderno lleno de retratos, los que solía hacer a escondidas para no ser descubierta, puesto que era un desperdicio de tiempo y les parecía basura a ellos, sobre todo a tío Braxton que se empeñaba en romper y botar mis lápices, pinturas y cuadernos con tal de que no verme dibujar. Por esa razón había decidido hacerlo solo cuando él no se encontrara en la mansión, es decir, los fines de semana que le tocaba ir de viaje de negocios. 

Unos toques a la puerta interrumpieron 

mis pensamientos, escondí el cuaderno debajo del enredón blanco. Acomodé los libros de la universidad simulando estudiar.

—Querida, mañana temprano iremos de compras. Necesitas el vestido de boda cuanto antes. —Fruncí el ceño.

—Pero, aún no hemos planeado la fecha.

Leighton soltó un chasquido.

—Eso es lo de menos, el vestido es lo más importante y necesitamos asegurarnos de que sea el mejor. —Rodé los ojos.

—Ah, y otra cosa —Volteó a mi dirección. —Deja de comer tantos dulces y comidas grasosas que vas a engordar más de lo que estás y lucirás horrible el día de tu boda. 

Caminó a la puerta y antes me miró de soslayo con una mueca de asco en su rostro. Ella siempre hacía ese tipo de comentarios hirientes, hasta el punto de obligarme a llevar una dieta estricta que me mantuviera "saludable." Al principio no le prestaba atención e intentaba ignorarla, pero sus críticas fueron cada vez más severas y terminaba vomitando lo poco que había ingerido. Todo comenzó en la adolescencia, mis padres habían muerto y me refugié en los dulces que era lo único que lograba hacerme sentir bien, a los quince años de edad mi peso aumentó y Leighton me obligó a asistir a un nutricionista, además del gimnasio que hay en la mansión. 

Debo admitir que agradecía que me hubiera ayudado a arreglar mi imagen, sin embargo su obsesividad por mantenerme saludable al igual que ella era demasiado atosigante. Controlaba a su antojo todo lo que tenía que ver con la ropa que usaba, incluso mis amistades. 

El celular vibró encima de la cómoda, miré la pantalla leyendo el nombre de Lauren, mi mejor amiga. 

—¿Sí? —respondí colocando el móvil en mi oreja. 

—¡Amiga! —chilló desde el otro lado. —Te extrañé, tuve que sentarme sola en la cafetería y ni vas a creer quién preguntó por ti.

—¿Quién? 

—Ryan Connor —canturreó. 

—¿Ryan? —Fruncí el entrecejo sin saber de quién hablaba.

—¿Es en serio? !Por dios Annie! ¿Todas mueren por ese bombón y tú no tienes idea de quién es? —Rodé los ojos divertida. —El rubio que rayó tu auto.

¡Claro, ya lo recuerdo! 

Cómo olvidar a el imbécil grosero que no se disculpó por dañar el auto que me había regalado Liam, realmente no fue la gran cosa, apenas se notaba el pequeño rasguño. Sin embargo, lo que si no podía sacar de mi mente fueron aquellos grisáceos ojos que me miraron con intensidad. Escuché que venía de España y sabía hablar varios idiomas, ya entendía porqué las chicas de mi universidad estaban coladas por él nuevo. 

—Ah, sí, lo recuerdo. —Me limité a decir.

—Bueno, me ha pedido que te invite a la fiesta que hará Jordan en el club nocturno de su padre. —Comentó. 

—No lo sé Lauren, sabes cómo son mis tíos y lo más probable es que no...

—¡Tonterías! Basta de que te tengan encerrada las veinticuatro horas del día, están arruinando tu juventud. No sales de fiestas, ni siquiera te dan permiso de salir conmigo, anda Annie, al menos hazlo por mí esta vez. —Suspiré analizando sus palabras.

—De acuerdo, pero solo será un rato, y luego me traes de vuelta antes que ellos se den cuenta, ¿Vale? 

—¡Bien! —Gritó contenta. —¿Cómo estuvo la cena? 

Mi sonrisa se borró recordando la propuesta de Liam, aún procesaba todo, había aceptado casarme con un hombre que no amaba y todo era por complacerlos a ellos, esas dos personas que se hicieron cargo de mí cuando perdí a mis padres.

—Nada interesante, ya sabes, charlas aburridas, quedé con hambre puesto que solo te sirven un bocado y... —Dudé en contarle que estaba comprometida con Liam, sabía lo que Lauren pensaba de él, tampoco le agradaba al engreído de Livingston. —Y eso. 

Me limité a decir, por ahora lo mantendría en secreto hasta que decidiera comentarle de la futura boda. 

Boda...

Mi boda, jamás imaginé que terminaría haciendo lo que tanto odiaba, casarme por obligación con un hombre que no amaba. 

—¿Cómo vas con Blake? —cambié de tema. El suspiro de Lauren sonó de que todo iba de maravilla.

Comenzó a contarme de la cita en el concierto de la banda en la que tocaba el moreno de ojazos verdes, a decir verdad era muy atractivo y traía enamorada a Lauren. El chico tenía una personalidad estupenda, desde que lo conocí me infundió tanta confianza, y eso no me sucedía siempre. Había leído que era normal reaccionar así, puesto que todos en algún momento de sus vidas hemos sentido desconfianza, siendo una emoción tan desagradable que puede originarse en el temor a que nos hagan daño y/o a pasarlo mal. Y aunque también suele ser hacia una persona en concreto, en ocasiones puede darse ante una situación o cosa. 

Lauren continuó hablando de su príncipe, como ella le decía, y luego tuvo que colgar ya que debía cuidar de su hermano pequeño. Nos despedimos prometiéndole que iría la la fiesta de Ryan. Me quedé observando el techo blanco adornado con la brillante lámpara de metal, mis ojos se sentían pesados y poco a poco sin darme cuenta me quedé dormida. 

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