04

El llanto del niño hizo que despertara de golpe, por la brusquedad siento la cabeza palpitar, presiono los costados de mi sien masajeándolos suavemente para aliviar el aguijón que se produce cada vez que los gritos del mocoso son más fuertes. Entorno los ojos al hombre que está a mi lado, sus dedos se mueven con rapidez en el teclado de su computador.

Ya va, ¿No se había dañado?

El sonido que hace es molesto, quiero tomar aunque sea una siesta antes de aterrizar, pero por lo que veo el universo parece conspirar en mi contra. Toco su hombro pero está tan concentrado en lo que hace que debo volver a darle un leve golpecito en el brazo, aún así nada.

Frustrada, e irritada por el ruido, tomo el impulso de cerrar la pantalla de su portátil importándome un pepino si he aplastado sus dedos. Furibundo voltea a verme, lo miro de la misma manera elevando una de mis pobladas cejas castañas.

—Algunos intentamos descansar, puedes tener la amabilidad de ser menos ruidoso con lo que sea que estás haciendo. —Su expresión cambia a una de sorpresa, tal vez no se esperaba que me comportara así. Pero cuando de dormir se tratase no medía mis acciones con tal de descansar plácidamente.

Sus ojos azules se conectaron con los míos, dios, si que es guapo. Pero ni eso le quitaba lo idiota.

—Disculpa, pero esto no es tu recamara para que andes ordenando que guarde silencio, tú necesitas descansar, y yo trabajar. —Abrió su portátil ignorando mi mirada fulminante. —Escucha, tengo menos de una hora para terminar con un proyecto, si tanto te obstina el sonido de las teclas pues cambia de puesto o lánzate por la ventana.

¿Qué se ha creído este?

Estoy por protestar pero la voz chillona de la azafata llega a mis oídos, le pregunta al zopenco de al lado si todo está bien.

—Sí

—No

Decimos los dos al unisono, la mujer con cabello rubio nos observa fastidiada. Es su trabajo, no debería de quejarse si algunos pasajeros tienen un problema durante el viaje.

Me apresuro a hablar.

—Verá, lo que sucede es que solo le he pedido que no haga tanto ruido con su portátil.

El hombre resopla.

—No entiendo porqué te molesta tanto si yo he tenido que aguantarme tus estruendosos ronquidos. Te pareces a mi abuela.

Abro la boca indignada, ahora si que acaba de pasarse. Y eso no es todo, tengo ganas de arrancarle las horribles extenciones a la estúpida azafata al verla aplanar sus labios para no reírse. Simula seriedad pero ya es tarde porque palidece al darse cuanta de mi cara, se marcha excusándose de que la llaman.

Cruzo lo brazos sobre mi pecho imitando el gesto del idiota, este clava la mirada en la abertura de mi blusa manchada.

—¿Se te perdió algo allá abajo? —cuestiono a casi nada de estampar mi pequeña valija en su hermosa cara.

¿Dije hermosa? ¡Agh!

El pervertido niega con la cabeza apartando sus ojos de mis pechos, vuelve su vista al ordenador y lo cierra.

—No creo que encuentre algo allí de todos modos. —Seguido de eso se levanta del asiento dejándome con los miles de insultos que he querido soltarle desde que manchó mi blusa.

(***)

Bajo del lujoso auto con techo rosa, sí, muy extraño, ¿No? Pero aquí en Dubái es de lo más normal, son taxis exclusivos para el uso del género femenino. Fue lo que me explicó la mujer con acento extranjero. También agregó que estando en la ciudad, me sentiría en un mundo completamente diferente, en medio de lujos, oro y extravagancias. Y vaya que tenía razón. Pude ver a muchas personas paseando animales salvajes como mascotas, casi solté un gritito observando al enorme león acercarse a la ventana.

Reviso el mapa que obtuve al bajar de la avión, ya que en Dubái no hay direcciones ni código postal, ubicarme en la gran ciudad sería un poco complicado. Me acerco al majestuoso edificio de vidrios azules, ingreso al interior y es mucho más sorprendente, detrás del mostrador se encuentra una mujer con rasgos llamativos, supongo que es de aquí. Viste un uniforme blanco con rojo bien arreglado y prolijo que consiste en dos piezas. Debe ser la recepcionista.

—Buenas noches —levanta la vista de la tablet.

—Buenas noches, bienvenida al hotel Arafat ¿En qué puedo ayudarle? —Dice en un perfecto inglés.

—Sí, bueno quiero reservar una habitación en el hotel. —Informo colocando la valija en el suelo reluciente.

—De acuerdo, ¿Para cuándo quiere hacer la reserva? —Habla con amabilidad.

—Desde hoy, y solo por una semana.

—Bien, ¿Qué tipo de habitación quiere? —Pregunta.

—Una habitación con jacuzzi.

—Todas la habitación cuentan con jacuzzis octogonal con hidromasajes, cama Queen, dos Tv de cuarenta y ocho pulgadas, secador de cabello, servicio de wifi, Bar tridimensional, muebles, cuatro pufs con mesa, ducha doble, secador de cabello, servicio Wifi y estacionamiento. También disponemos de saunas, gimnasio, spa, piscina y un restaurante.

—Sonríe con profesionalismo.

sí que es lujoso...

—Eh, esa está bien. —Balbuceo procesando todo lo que acaba decirme.

—Perfecto, ¿Me podría decir su nombre, por favor? —inquiere sin borrar su sonrisa.

—Oh, sí, Annie Palmer. —Teclea en el portátil.

—Vale. Para garantizar su reserva necesito los datos de su tarjeta de crédito. —Se la tiendo y le indico el número. —Muy bien. Tome nota de su reserva, es la trescientos veintiséis y queda en el octavo piso. Muchas gracias por elegir nuestro hotel, buenas noches.

Entrega mi tarjeta de crédito y la otra tarjeta de llave para acceder a la habitación. Me despido agradeciéndole y subo al elevador pulsando el piso correspondiente, antes de que las puertas se cierren un cuerpo lo detiene ingresando al interior del amplio ascensor. Lo veo y no puedo creer que se tarda del mismo hombre.

—¿Acaso me persigues? — apenas las palabras salen de mi boca y me siento estúpida de lo que acabo de preguntar.

El pervertido, (ya que no me sé el nombre) ladea la cabeza hacia mí, cabe destacar que debe bajar su rostro para poder verme, y no es para menos, parezco Tinkerbell a comparación de su prominente altura de metro noventa. Viéndolo bien, su presencia es intimidante.

—¿Quién te crees, de la realeza? —bromea con voz gruesa y vibrante.

¡Oh dios mío! ¡Hasta su voz fue sexy! Escucho mi vocecilla interior.

¿Qué? ¡Claro que no! Es un idiota y eso le quita todo lo lindo.

—Eso tú no lo sabes, tal vez escapé del palacio y vine de infiltrada para averiguar secretos del hotel. —Necesito cerrar la boca para no seguir diciendo estupideces sin sentido.

Definitivamente estoy loca.

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