05

Me sobresalto oyendo la risa ronca que suelta el pervertido, sin notarlo las comisuras de mis labios se elevan en una sonrisa.

—A ver, ¿Y por qué vendrías tú y no otra persona? Debes ser una princesa muy arriesgada, eh. —Niego con la cabeza entre divertida y avergonzada. —¿Es tu primera ves en el país? —pregunta cambiando de tema. Su hombro roza con el mío al darle paso a un señor de barba que lo saluda con un asentimiento de cabeza.

—Sí, ¿Tú?

Intercambia algunas palabras con el señor de aspecto serio. Es inevitable no oír su perfecta pronunciación en árabe, finjo checar la hora en mi reloj que adorna la pálida piel de mi muñeca.

—No, de hecho vivo prácticamente aquí. —Contesta. Frunzo el ceño sin entender. —Negocios —añade viendo mi confusión.

—Oh.

Guardamos silencio en lo que resta el transcurso en el elevador, a los pocos minutos las puertas se abren en el piso al que me dirijo, salgo del ascensor y el pervertido también lo hace. Solo que él va directo a una de las habitaciones exclusivas del hotel.

Millonario, ¿Por qué no me sorprende?

Registro la tarjeta magnética por medio de un pequeño electroimán que emite un sonido agudo y rápidamente se activa la cerradura de la puerta, dándome acceso al interior. Mis ojos se agrandan recorriendo la suites, es una gran habitación con cama king size, dotada de una esmerada exquisitez y decorada con elegantes y lujosos textiles. Sala de estar de gran dimensión con varios sofás, sillones y mesa de café; además del Baño en mármol con jacuzzi y ducha incluida. Las paredes de un color marfil dan la sensación de estar en un palacio, una lámpara de araña que cuelga del techo ilumina la estancia creando un ambiente elegante.

Dejo la valija en la cómoda y voy al baño a tomar un largo baño de espumas, me despojo de la ropa, sin perder más tiempo entro a la bañera y sumerjo mi cuerpo desnudo en el agua tibia. En el acto cierro los ojos relajándome por completo, solo espero no quedarme dormida.

(***)

Observo mi reflejo en el espejo, estoy enfundada en un vestido rojo de tirantes finos, más arriba de las rodillas. Llevo minutos debatiéndome si debo salir con esta prenda, debido al código estricto de la vestimenta en el país, por otro lado es la única ropa que traje y tengo que ir de compras. Las maletas quedaron en el auto de tío Braxton, no podía arriesgarme de bajar con ellas para el baño, sino iba a ser muy sospechoso y lo más probable es que todo mi plan por escapar se hubiese arruinado.

Me armo de valor y salgo de la habitación, camino de prisa subiendo al elevador que por fortuna se encuentra vacío. No tardo mucho en llegar al primer piso, varios hombres usan el thawb o dishdash, una túnica blanca que llega hasta los tobillos, además, lo acompañan con un turbante llamado kafiyyeh que usan en la cabeza. Me siento fuera de lugar, y la incomodidad crece cuando las personas, incluyendo aquellos hombres, se fijan en mi presencia. Me miran con desaprobación, claramente estoy pasando por alto el protocolo, tengo entendido que hay que ser conservador y no es bien visto que las mujeres usen ropa ajustada, faldas muy cortas, poca ropa o sugestiva en espacios públicos.

—Estupendo. Ahora me expulsaran del país por romper sus reglas.

—No llegan a tanto, pero por lo que veo eres muy dramática. —Me sobresalto escuchando esa voz ronca. —Sígueme la corriente.

¿Ah...?

—Usted, necesito que venga conmigo. —Ordena un hombre barbudo con traje azul oscuro. —Señor Ara...

—¡Akram! Amigo mío, cuánto tiempo sin verte. —Lo interrumpe dándole un apretón de mano. —Ah, ella es Annie, mi novia.

¡¿Qué?! ¿Cómo sabes mi nombre?

Giro la cabeza viéndolo confundida, él por el contrario posa su mano en mi hombro en un movimiento fugaz.

—Un gusto señora. —Debo dibujar una sonrisa amable, que sale más como una mueca, no me culpen, aún proceso lo que él pervertido acaba de decir.

—Igualmente —respondo.

El hombre se acerca al pervertido y le susurra algo en el oído que no logro escuchar, luego se despide retirándose por el largo pasillo.

—¿Qué fue... —Una mano tironea de mi brazo, de pronto tengo la espalda pegada al metal frío del elevador.

—De nada —emite con sarcasmo.

—¿Por qué se supone que deba agradecerte?

Frunce el ceño.

—¿No es obvio? —eleva una ceja. —Te iban a obligar a pagar una multa o peor, pasarías la noche en la cárcel por tu ropa. —Explica escaneando mis piernas descubiertas hasta el pronunciado escote en el pecho. Instintivamente crucé los brazo para cubrirme.

—No fue mi intención, mis maletas se extraviaron. —Miento apartando la mirada de la suya. —Bueno, y ¿Por qué le dijiste que era tu novia? —me encuentro preguntando.

—Ah, pues no lo sé, es lo único que se me ocurrió. —Dice encogiéndose de hombros.

Salimos del ascensor, caminamos en silencio por el largo pasillo iluminado, se detiene en la puerta de la suite de su habitación. Achico los ojos no entendiendo lo que hace, ni crea que se pasará de listo.

—Hey, lo que sea que esa cabecita esté pensando, está muy equivocada. Te prestaré un abrigo y así no llamarás la atención de los hombres. —Vuelve a agarrar mi brazo y me arrastra al interior cerrando la puerta tras él.

El lugar es tres veces más grande que mi suite, sin duda todo es completamente lujoso. Hay una enorme ventana con vista a la ciudad. Dubái es conocida por su increíble visión de futuro y sus innovadoras hazañas arquitectónicas, por lo que no es de extrañar que albergue algunos edificios impresionantes y se puedan apreciar todos esos majestuosos

—Creo que este te quedará perfecto —coloca encima de mis hombros un abrigo dorado de tela brillante. —Es de mi hermana, lo olvidó la última vez que vino a visitarnos. —Menciona notando que observo el abrigo. —Vaya, eres muy pequeña.

Ignoro lo último y volteo quedando de frente.

—Gracias —murmuro.

—De nada. —Guarda las manos en los bolsillos de su vaquero blanco. —Si quieres te indico dónde quedan las tiendas, así no te pierdes en el centro comercial.

—De acuerdo, te lo agradezco.

—No hay de qué, preciosa. —Me sonrojo al ver que guiña un ojo a mi dirección y se dirige a la puerta.

¿Preciosa? ¿Está coqueteando...? Sacudo la cabeza. Seguro le dice así a todas, le resto importancia y lo sigo detrás.

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