Al día siguiente, fue a visitarla el doctor Narea, su psiquiatra, el mismo que la había atendido hacía tiempo.
Diana le contó lo que vivió con James en la cabaña. El doctor escuchó y le hizo ver ciertas cosas, le indicó que no sería algo fácil de olvidar, pero que con tratamiento podría recuperarse poco a poco.
―Seguiremos la próxima semana, ¿te parece?
―¿No puede ser más seguido?
―¿Crees que necesites una sesión más cercana?
―Sí, es que siento que no voy a poder sola.
―Bien, entonces podemos encontrarnos en dos días, te dejaré unas tareas para que las realices y te traeré una prueba para ayudarte a superar esto.
―Gracias.
―No hay problema, de todas maneras te dejaré unas pastillas para que puedas dormir, no le harán daño a tu bebé.
Baltazar se acercó a la cama y besó a su mujer.―¿La viste?―Es hermosa, bonita, es igual a ti ―respondió él.―Ya quiero verla.―Dijo la enfermera que la están preparando para traerla, ¿cómo te sientes?―Bien. Creo que nunca me sentí mejor. Me duele todo, pero estoy feliz, me siento completa.―Te amo, bonita, ¿te lo he dicho alguna vez?―Creo que no lo suficiente.―Te amo, te amo, te amo. Me hiciste el hombre más feliz que pisa la tierra.La enfermera llegó con la cunita con la hija de Baltazar y Diana.―¿Ves que se parece a ti?―Es hermosa, tiene tus ojos.―¿Tú crees?―Estoy segura.―Algo que se parezca a mí, igual puse mi granito de arena, ¿no? ―le preguntó divertido.Ella se rio.―No me hagas reír, que me duele. Tiene que par
Diana iba a la escuela, como cada mañana, quince minutos antes de su hora de entrada y media hora antes de que llegaran los niños. Eso lo hacía por uno de sus pequeños, sus padres no podían atrasarse y lo dejaban allí media hora antes de la entrada. Al principio, los padres lo dejaban sentado en una banca, pero Diana no podía permitir que un chiquito de apenas cuatro años quedara solo por tanto tiempo, así es que ella lo cuidaba.La joven iba pensando en sus problemas y en cómo solucionarlos cuando, justo al entrar al estacionamiento, no se dio cuenta de que otro automóvil también iba a entrar y por poco lo choca. Alcanzó a frenar. Ella cerró los ojos nerviosa. Fue su culpa. El hombre se bajó de su automóvil y ella pensó que la insultaría.―¿Se encuentra bien? ―le preguntó él, preocupado.Ell
―Siéntese, por favor ―pidió el dueño del colegio, estaba el Director, también se encontraba allí la Inspectora general y la Orientadora. Obedeció y se sentó. El Director se puso detrás de ella y colocó sus manos en los hombros femeninos. Ella se echó hacia adelante, no le gustaba que ese hombre le pusiera las manos encima. ―Usted dirá ―le pidió a Baltazar, quería salir pronto de allí.―Estuvimos revisando sus tarjetas de ingreso y salida del establecimiento ―dijo de un modo demasiado formal y algo molesto.―¿Hay algún problema?―Claro que sí.La chica se puso blanca, roja y morada, en ese orden; él sonrió y ella se avergonzó más todavía.―Lo que pasa es que hoy llegué más temprano y usted ya estaba aquí, sin embargo, en su tarjeta aparece la hora no
―¿Le pasó algo, señorita? ¿Alguien la lastimó? ―Un hombre de unos cincuenta y cinco años se acercó a ella con cautela, no sabía lo que le había ocurrido, pensó que la habían asaltado o algo así, aunque era un hospital, por lo general los familiares de un enfermo nunca estaban solos.―No, no. Estoy… Solo estoy triste.―¿Perdió a algún ser querido? ―Se acercó con más confianza.―Estoy a punto.―Lo siento.―Gracias.―De nada. ¿No tiene familia con quien compartir este momento?―No, solo somos mi abuelo y yo. Cometí un error y ahora lo estoy pagando.―¿Un error?―Perdón, no debería estarle contando esto.―No se preocupe, quiero saber. Debe desahogarse.―Es que lo traje para un experimento, él tenía demencia senil y alzh
Al día siguiente, Joaquín no llegó. En cierto modo, lo agradeció, tendría algunos minutos para pensar y relajarse antes de que llegaran los niños.―Buenos días, señorita Ximénez ―la saludó Baltazar .―Buenos días, señor, ¿tan temprano por acá? ―Ella se sorprendió y también se frustró, no podría ordenar sus ideas. ―Sí, llegué un poco después de usted, no quería correr el riesgo de que me abollara mi coche, dudo que tenga el dinero para pagar por el arreglo ―le dijo con algo de diversión.―Su patente vale lo que mi auto, así que sí, dudo que pudiera pagar ―contestó ella muy seria, él arrugó el ceño. ―Su niño no llegó. ―Miró la sala en derredor.―No, voy a llamar a la madre más tarde para s
El sábado, después de mucha indecisión, salió a casa de Hamilton Walsh, quedaba en el sector más exclusivo de la ciudad. En el portón la recibió un guardia quien le pidió sus documentos y le hizo un escaneo a la cara.―Puede pasar, debe seguir el camino de la derecha, no se desvíe ―le advirtió con seriedad.―Gracias.Avanzó despacio, no quería equivocarse de camino. Llegó a salvo a la casona, era una enorme mansión muy lujosa y moderna, con enormes ventanales y decorados pilares.Hamilton la esperaba con una gran sonrisa, estaba solo. Diana no sabía si él tenía esposa, no la mencionó en su conversación. Quizá, ella no estaba de acuerdo en casar a su hijo con una total desconocida. Diana pensó que, si era así, le haría un gran favor, ya se estaba arrepintiendo.―Hola, querida,
Diana abrió los ojos y la blanca luz la encandiló, lo que la obligó a cerrar los ojos otra vez. Escuchó que alguien le habló a lo lejos, pero no pudo responder. Volvió a negro.―Se volvió a dormir ―dijo el enfermero.―Menos mal, no debía despertar todavía.―¿Falta mucho?―No, unas cuantas puntadas más y estamos listos. Aquí me faltan dos puntos y ver la herida del brazo, que serán unos cinco.El enfermero miró a la chica que habían llevado, tenía múltiples heridas porque los vidrios del automóvil se incrustaron en su cuerpo y cara; tuvo un esguince en el tobillo y muñeca derechos, nada de gravedad, y una contusión en la cabeza, tendrían que hacerle unas imágenes para asegurarse de que no hubiera daño neurológico.Lo peor no era el cómo estaba física
Baltazar entró a la habitación y vio a Diana sentada, había terminado de comer.―Hola ―lo saludó ella con una sonrisa.―Hola ―respondió él algo confundido por su reacción―. Te ves mejor.―Eso creo. Parece que me faltaba dormir.―Así parece. ¿Has podido recordar?―No. La enfermera me dijo que tú eras mi novio.―Algo así.―¿Algo así? ¿Somos andantes?―Nos vamos a casar.―¡A casar!―Sí.―Perdón que no lo recuerde.―Te acuerdas del día en el que nos conocimos.―Y eso fue hace…―Tres días.―¡Tres! ¿Y en tres días decidimos casarnos?―Es algo un poco más complicado, pero tú no te preocupes, ya tendremos tiempo para hablar cuando estés mejor.―¿Tú sabes qué me p