El sábado, después de mucha indecisión, salió a casa de Hamilton Walsh, quedaba en el sector más exclusivo de la ciudad. En el portón la recibió un guardia quien le pidió sus documentos y le hizo un escaneo a la cara.
―Puede pasar, debe seguir el camino de la derecha, no se desvíe ―le advirtió con seriedad.
―Gracias.
Avanzó despacio, no quería equivocarse de camino. Llegó a salvo a la casona, era una enorme mansión muy lujosa y moderna, con enormes ventanales y decorados pilares.
Hamilton la esperaba con una gran sonrisa, estaba solo. Diana no sabía si él tenía esposa, no la mencionó en su conversación. Quizá, ella no estaba de acuerdo en casar a su hijo con una total desconocida. Diana pensó que, si era así, le haría un gran favor, ya se estaba arrepintiendo.
―Hola, querida,
Diana abrió los ojos y la blanca luz la encandiló, lo que la obligó a cerrar los ojos otra vez. Escuchó que alguien le habló a lo lejos, pero no pudo responder. Volvió a negro.―Se volvió a dormir ―dijo el enfermero.―Menos mal, no debía despertar todavía.―¿Falta mucho?―No, unas cuantas puntadas más y estamos listos. Aquí me faltan dos puntos y ver la herida del brazo, que serán unos cinco.El enfermero miró a la chica que habían llevado, tenía múltiples heridas porque los vidrios del automóvil se incrustaron en su cuerpo y cara; tuvo un esguince en el tobillo y muñeca derechos, nada de gravedad, y una contusión en la cabeza, tendrían que hacerle unas imágenes para asegurarse de que no hubiera daño neurológico.Lo peor no era el cómo estaba física
Baltazar entró a la habitación y vio a Diana sentada, había terminado de comer.―Hola ―lo saludó ella con una sonrisa.―Hola ―respondió él algo confundido por su reacción―. Te ves mejor.―Eso creo. Parece que me faltaba dormir.―Así parece. ¿Has podido recordar?―No. La enfermera me dijo que tú eras mi novio.―Algo así.―¿Algo así? ¿Somos andantes?―Nos vamos a casar.―¡A casar!―Sí.―Perdón que no lo recuerde.―Te acuerdas del día en el que nos conocimos.―Y eso fue hace…―Tres días.―¡Tres! ¿Y en tres días decidimos casarnos?―Es algo un poco más complicado, pero tú no te preocupes, ya tendremos tiempo para hablar cuando estés mejor.―¿Tú sabes qué me p
Baltazar y Hamilton llegaron a la casa en completo silencio, cada uno embebido en sus propios pensamientos.―¿Estás dispuesto a casarte con ella? ―preguntó el padre tras servirse unos tragos mientras esperaban la comida.―Sí.―¿Por qué te enojaste tanto cuando la viste aquí?―Porque creí que era una cazafortunas más.―Pero ya la conocías y sabías que ella no era así.―Sí, pero sabes que uno nunca puede estar seguro.―¿Y ahora sí lo estás?―No, pero no la dejaré sola. La quisieron matar, ¿te das cuenta? Aunque se vaya del colegio, puede estar en riesgo; aunque yo despida a todos el lunes, será peor. Prefiero tenerla cerca y protegida. Además, no tiene a nadie más en el mundo. ¿Te imaginas nosotros no hubiésemos estado allí? Habría vivido todo
A las doce salieron de la clínica. Hamilton la llevó a su casa, pues Baltazar tenía una reunión y saldría a las dos.Entraron a la sala, ella recordó la discusión con Baltazar, la forma en que la trató. Hamilton se dio cuenta y la acercó más a su cuerpo, le estaba ayudando a caminar por la bota que debía usar.―Tranquila, todo estará bien.―Lo sé, tiene que ir mejor, ¿verdad?―Claro que sí, niña, tiene que ir mejor. Lo mereces.Ella se detuvo y lo miró.―¿De verdad que Baltazar ya no está enojado conmigo?―Por supuesto que no, él está muy arrepentido por haberse enojado contigo y haberte tratado tan mal.―Él tenía sus razones, creyó que yo quería su dinero.―Ya aclaré ese punto con él y lo entendió, tú no te
Hamilton llamó a Eliana para que acompañara a Diana a su habitación.―Ella será tu dama de compañía, Diana, todo lo que necesites, se lo pides a ella ―le explicó―, Eliana se quedará a tu lado todo el tiempo, siempre que quieras, de todas maneras, estará al pendiente de ti.―Gracias.Baltazar sonrió burlesco.―Está bien ―corrigió la chica.―Bueno, ahora debemos ir a trabajar. Nos vemos más tarde.Los dos hombres se despidieron de la chica con un beso en la mejilla y esperaron a que ella se fuera a su dormitorio.―¿Qué haremos con Francesca? Ella es capaz de cualquier cosa y estaba muy enojada ―le preguntó Baltazar a su padre.―Mientras esté aquí en la casa, estará segura, los guardaespaldas velarán por ella y, cuando tenga que salir, le pondremos un par de escoltas; no es la &u
Al día siguiente, Baltazar fue citado a la comisaría, tenían cosas importantes que hablar con él. En cuanto llegó, lo hicieron entrar a la oficina del comisario Randall, quien estaba a cargo del caso.―Revisamos las cámaras de seguridad del estacionamiento ―le informó el detective―, el video está cortado, alguien lo intervino. En el video del día que le reventaron los neumáticos a la señorita Ximénez, no aparece nada en el lapso anterior a la llegada de ustedes. Solo se ve a tres personas antes del corte: James Morgan, Trizia Bonn y Frank Holand. El último en pasar fue el señor Morgan.―Voy a averiguar quién tuvo acceso a estos videos antes de traerlos. ¿Saben quién se los hizo llegar?―En eso estamos. Las cámaras debieron ser entregadas intactas, esto es un delito también, por lo que será tomado en cuent
Entró al colegio y se fue a la Dirección.―Señor Walsh, me gustaría hablar con usted ―le dijo la secretaria.―Claro, Trizia, dígame. ¿Qué pasa?―Es que la señorita Diana Ximénez no ha venido a trabajar. No se presentó ni ayer ni hoy.―¿Y eso es importante?―Es que no avisó ni nada, tampoco ha enviado una licencia. Yo no quiero acusarla, no es mi estilo, pero ella siempre suele hacer esto, falta sin avisar, se va antes, llega tarde… ―Según sus tarjetas, ella jamás falta. De hecho, ese fue un tema que vimos en la reunión la semana pasada, según aparecía en los registros, tenía asistencia perfecta.―Sí, es que siempre alguien timbra por ella.―¿Quién lo hace?―No sé, antes era Marta, pero ahora que la despidieron, no sé. Marta se sent&iac
Baltazar regresó a la oficina y se dirigió a la oficina de James Morgan.―Buenas tardes, James ―lo saludó de un apretón de manos pese a que lo que realmente quería era darle un puñetazo.―Buenas tardes, Baltazar, ¿otra vez por acá? Déjame decirte que tu educadora estrella no se ha presentado a trabajar, la he llamado por teléfono, pero no contesta.―Lo sé.―Ah, ¿qué pasa?, ¿la tienes muy ocupada? ¿Demasiado cansada, tal vez? ―ironizó enojado.―No seas idiota.―Vamos, si la chiquilla está linda, bastante linda, y muy sexy, dime que no te la quieres coger… Si es que no lo has hecho ya. Ustedes siempre se quedan con las mejores.―Basta, no digas idioteces. Quiero hablar algo serio contigo―Tú dirás. Siéntate, hombre, ¿quieres algo?―No.