Entró al colegio y se fue a la Dirección.
―Señor Walsh, me gustaría hablar con usted ―le dijo la secretaria.
―Claro, Trizia, dígame. ¿Qué pasa?
―Es que la señorita Diana Ximénez no ha venido a trabajar. No se presentó ni ayer ni hoy.
―¿Y eso es importante?
―Es que no avisó ni nada, tampoco ha enviado una licencia. Yo no quiero acusarla, no es mi estilo, pero ella siempre suele hacer esto, falta sin avisar, se va antes, llega tarde…
―Según sus tarjetas, ella jamás falta. De hecho, ese fue un tema que vimos en la reunión la semana pasada, según aparecía en los registros, tenía asistencia perfecta.
―Sí, es que siempre alguien timbra por ella.
―¿Quién lo hace?
―No sé, antes era Marta, pero ahora que la despidieron, no sé. Marta se sent&iac
Baltazar regresó a la oficina y se dirigió a la oficina de James Morgan.―Buenas tardes, James ―lo saludó de un apretón de manos pese a que lo que realmente quería era darle un puñetazo.―Buenas tardes, Baltazar, ¿otra vez por acá? Déjame decirte que tu educadora estrella no se ha presentado a trabajar, la he llamado por teléfono, pero no contesta.―Lo sé.―Ah, ¿qué pasa?, ¿la tienes muy ocupada? ¿Demasiado cansada, tal vez? ―ironizó enojado.―No seas idiota.―Vamos, si la chiquilla está linda, bastante linda, y muy sexy, dime que no te la quieres coger… Si es que no lo has hecho ya. Ustedes siempre se quedan con las mejores.―Basta, no digas idioteces. Quiero hablar algo serio contigo―Tú dirás. Siéntate, hombre, ¿quieres algo?―No.
Baltazar se detuvo en el frontis de su casa, pero no se bajó de inmediato. Necesitaba calmarse, la conversación con James lo había dejado furioso, se imaginó a Diana luchando contra ese hombre mientras él la intimidaba o, incluso, intentaba abusarla. Porque una cosa era segura, no le había creído una sola palabra a ese tipo. Incluso recordó el día que la citó a la oficina y James se puso detrás de ella con sus manos en sus hombros, mientras ella intentaba quitárselo de encima.Sergei se paró al lado del automóvil de Baltazar, a la espera de que él se bajara y llevar el coche al garaje.―Perdón, Sergei, necesitaba un momento a solas ―se disculpó Baltazar tras bajar.―No se preocupe, señor.El jefe le dio dos golpecitos en el hombro a su escolta y entró a la casa. Iba frustrado.En la sala se encontraba Di
Diez para las once, Diana estaba junto a su abuelo en el hospital.―Abuelo, no puedo recordar muchas de las cosas que vivimos juntos y no sé por qué. Tengo recuerdos de algunas cosas y otras parece que nunca las hubiera vivido. No sé en qué se está basando mi mente para traer ciertas cosas, me dicen que mi cerebro intenta protegerse, pero no sé de qué. Recuerdo muchas cosas malas, como las deudas…Diana cerró los ojos. Baltazar y Hamilton la miraban desde el pasillo, por la ventana.―¿Sabes? ―continuó la chica―. Me voy a casar, es un matrimonio de papel, pero será un matrimonio muy ventajoso para mí, porque ya no estaré sola. También te podré llevar a tu nuevo hogar. No quería que te quedaras aquí para que experimentaran con tu cuerpo. Sé que dicen que no hay vida después de la muerte, pero estoy segura de que
El día del funeral, el cielo estaba gris, parecía que llevaba en él la tristeza de Diana en él. El sacerdote llevó a cabo un oficio para los dos ancianos.Diana se alegró de poder tener a sus dos abuelos juntos, tendría donde visitarlos. Agradeció en silencio el haber encontrado a Hamilton y a Baltazar, de otro modo, nada de eso sería posible. Su abuela habría sido removida del cementerio en el que estaba para ser trasladada a una fosa común y a su abuelo lo estarían utilizando para fines científicos.Después de las palabras del sacerdote y de bajar los ataúdes, Diana se acercó y lanzó un clavel a cada uno. La siguieron en el acto, Hamilton y Baltazar.Baltazar pasó su brazo por sobre el hombro de su prometida.―¿Tranquila? ―le consultó.―Sí, estoy más que tranquila. Ellos descansan
Diana despertó alterada con una pesadilla. Un hombre intentaba abusar de ella.―Diana, Diana… ―le habló Baltazar.Ella se sentó en la cama y se abrazó a su prometido.―Fue una pesadilla, bonita, fue solo una pesadilla, ya pasó, ya pasó.―Sí, fue solo una pesadilla. Perdón.―Tranquila, cariño, tranquila.Ella inspiró y exhaló para calmarse.―¿Pasó?―Sí. Sí.―¿Quieres hablar de lo que soñaste?Ella hizo un puchero.―Si no quieres, no estás obligada.―Es que… Es vergonzoso.―¿Vergonzoso? Los sueños siempre son extraños.―No es ese vergonzoso.―¿Entonces?―Es que soñé que un hombre… quería… ―Volvió a llorar.―¿Viste a ese hombre?―S&iac
Diana y Eliana se preparaban para esperar a la coordinadora de bodas. Iría con la diseñadora que le realizaría el vestido, con la repostera, el cocinero, la decoradora y el estilista para comenzar a seleccionar la temática del matrimonio y el diseño del vestido para coordinar el peinado, las flores y todo lo demás.Diana no pensó que serían tantas cosas que manejar.―Buenas tardes, soy Holly, su coordinadora de bodas. ―Hola, soy Diana, ella es mi asistente Eliana.―Este es mi equipo de trabajo: Heather, ella le diseñará su vestido; Gary se hará cargo de su peinado y tocado; Howard le ayudará con los menús; Alison es la decoradora, e Irene que es nuestra repostera estrella. Con ellos trabajaremos estos meses para que su boda sea la más linda de todas.―Hola a todos, gracias por venir ―saludó Diana, por su profesió
El domingo, después de almuerzo, Diana, fue al cementerio a ver a sus abuelos. Sergei y Eliana la acompañaron, ya que Baltazar debía ir a la comisaría, lo habían llamado porque tenían novedades urgentes y Hamilton tenía un almuerzo con unos inversionistas y luego un juego de golf.―¿Quiere estar sola? ―le preguntó Eliana a su jefa.―Sí, quisiera estar a solas con ellos, primera vez que vengo después del funeral.―Claro, me quedaré por allá esperándola, si necesita algo, solo hágame una seña. Sergei también estará al pendiente.―Gracias a los dos.―De nada.La joven se sentó en el pasto, al lado de las tumbas de sus abuelos.―Hola ―saludó con tristeza―. Yo sé que no he venido, pero he tenido cosas que hacer, además, mi pie no ha estado bien, sigo con la bota, el doctor c
Baltazar esperaba al comandante de bomberos. Golpeaba la mesa con la punta de sus dedos.―Perdón por hacerlo esperar, señor Walsh ―le dijo Walter Lang.―Sí, no hay problema, ¿saben qué pasó?―En el lugar del siniestro se encontraron restos de una sustancia inflamable, creemos que fue un atentado.―¿Se salvó alguna cámara de seguridad?―Bueno, están en línea, el señor Norman, el guardia de seguridad de la escuela, vendrá más tarde a traer los videos, allí seguramente veremos lo que ocurrió.―Si saben algo, me lo informan, por favor.―Por supuesto, lo mantendremos al tanto.―Gracias.―De nada, estamos comunicados.―Sí, sí.Baltazar salió de allí y se dirigió a su oficina. En la recepción, sentada en la sala de espera, se encontró a Franc