Hamilton los esperaba para salir a almorzar a un lujoso restaurant. Se ducharon y se vistieron para la ocasión. Al padre le llamó la atención que ambos se arreglaron en la habitación de su hijo. ¿Qué había pasado en la Luna de Miel? Se veían muy contentos, parecía que el amor al fin los había tocado.
En el camino al local, le contaron algunas de las actividades que habían realizado.
―Nunca había andado a caballo ―contó Diana―, no pensé que fueran tan altos.
―Pero ¿te gustó?
―Me fascinó, ahora quiero tener un caballo para mí solita.
―Te compraré una yegua para que la montes cuando vamos a la finca.
―No, si lo decía en broma ―replicó ella con timidez.
―No, yo ya lo había pensado, pero quería ver si te gustaba primero.
―Me encantó.
―Y anduvo en
Los días pasaron sin novedad. Diana se trasladó al dormitorio de Baltazar, pero estaban pensando en cambiarse a la casa de él.―¿Quieres ir a ver la casa ahora? ―le preguntó Baltazar un día a su mujer.―Bueno, ¿queda lejos?―No, a menos de cinco minutos de aquí, en realidad, es la casa de al lado.―¿La casa de al lado? Ah, claro, con el tamaño de esta casona, es lógico que el vecino más próximo quede a cientos de kilómetros.―Tampoco son tantos. ¿Quieres ir?―Sí.Salieron, Sergei los hizo escoltar por tres de sus hombres. No quería que sufrieran ningún contratiempo.Salieron en el automóvil de Baltazar y lo siguieron sus guardaespaldas en otro vehículo. La casa de Baltazar era muy similar a la de su padre, solo que era un poco más pequeño el terreno.―&iex
Diana se despertó, estaba atada a una silla, amordazada. Se retorció en un intento de liberarse.―Tranquila, Dianita, solo te vas a hacer daño si sigues así ―le dijo James frente a ella, tenía una sonrisa irónica y ojos desorbitados.Ella se retorció todavía más.―Vamos, si prometes quedarte tranquila, te soltaré.Ella se quedó quieta.―¿Ves que así es mejor? No sacas nada con rebelarte. Esto es lo que tenía que pasar.Le quitó la mordaza de la boca.―¿Qué quiere de mí? ―gritó.―Sht, no grites, aquí nadie te oirá.―¿Dónde estoy?―Lejos de tu hogar, lejos de todo. Solo estamos tú y yo, conejita, al fin podremos estar juntos.―¡Está loco!Él la miró amenazante.―¿Qué quiere de
Baltazar estaba desesperado, no entendía por qué Sergei tardaba tanto en llegar con noticias. Había pasado más de una hora desde que había ido a buscar los registros de las cámaras de seguridad y todavía no regresaba.―Cálmate, hijo, no sacas nada con desesperarte ―le dijo su padre.―No puedo estar tranquilo, papá, Diana está desaparecida y no sé dónde. ¿Por qué se fue así? Estoy seguro de que algo malo le ocurrió. Voy a casa de Francesca, ella debe estar metida en esto.―Si quieres te acompaño. ―Te lo agradecería.Iban a salir, pero Sergei entró a la casa.―¿A dónde van? ―preguntó extrañado.―Íbamos donde Francesca, queríamos saber si ella sabe algo.―No es necesario ―contestó el guardaespald
Al día siguiente, Diana se despertó mareada y con un fuerte dolor de cabeza, además, estaba amarrada a la cama.―¿James? ―preguntó al verlo a su lado.―Dianita, cariño, ¿cómo te sientes?―Mal, ¿qué me pasó?―Lo siento, tuve que amarrarte anoche. ―¿Amarrarme? ¿Por qué?―Me atacaste. O eso quisiste.―¿Y eso por qué? No recuerdo nada después de la cena.―Lo que pasa es que te sedé anoch
Diana se despertó, como cada mañana, estaba atada a la cama.―Buenos días, cariño, ¿cómo dormiste? ―le preguntó James que estaba a su lado y le dio un corto beso.―Bien, ¿y tú?―Duermo muy bien cuando estoy a tu lado.Ella sonrió.―Quiero ir al baño.―Sí, claro, cariño.La soltó y, sin levantarse, la dejó ir, ya no tenía miedo de que se quisiera escapar, no lo había hecho. Al salir, él preparaba el desayuno como cada mañana.―Huele muy rico ese café, gracias.―Me alegra que te guste lo que te preparo.―James, estaba pensando algo…―Dime, cariño, ¿qué quieres?―¿Crees que podríamos ir a caminar un poco? Necesito un poco de aire.―¿Quieres irte?―¡No! Solo digo que hoy está li
―¿Qué? ―exclamaron los tres a la vez tras escuchar las palabras del médico.―Sí, tiene alrededor de seis semanas.Baltazar besó a su esposa.―Seremos padres, bonita, seremos padres ―le dijo feliz―. ¿Estás contenta?―Doctor, ¿no tendrá problemas mi bebé con todo lo que pasó?―Mañana vendrá un obstetra a verte, él te hará los exámenes pertinentes, yo no puedo decirte nada, por lo menos hasta el momento se ve bien y, si es como tú dijiste, que no hubo violencia en su trato, podría decir que no hay problema.―¿Y la droga que me dio?―Enviamos los análisis, el resultado estará en unos días, ahí veremos qué fue lo que te dio, si es que él no habla antes.―¿Y cuándo me podré ir a casa?―Mañana, quiero que te quedes
Al día siguiente, fue a visitarla el doctor Narea, su psiquiatra, el mismo que la había atendido hacía tiempo.Diana le contó lo que vivió con James en la cabaña. El doctor escuchó y le hizo ver ciertas cosas, le indicó que no sería algo fácil de olvidar, pero que con tratamiento podría recuperarse poco a poco.―Seguiremos la próxima semana, ¿te parece?―¿No puede ser más seguido?―¿Crees que necesites una sesión más cercana?―Sí, es que siento que no voy a poder sola.―Bien, entonces podemos encontrarnos en dos días, te dejaré unas tareas para que las realices y te traeré una prueba para ayudarte a superar esto.―Gracias.―No hay problema, de todas maneras te dejaré unas pastillas para que puedas dormir, no le harán daño a tu bebé.
Baltazar se acercó a la cama y besó a su mujer.―¿La viste?―Es hermosa, bonita, es igual a ti ―respondió él.―Ya quiero verla.―Dijo la enfermera que la están preparando para traerla, ¿cómo te sientes?―Bien. Creo que nunca me sentí mejor. Me duele todo, pero estoy feliz, me siento completa.―Te amo, bonita, ¿te lo he dicho alguna vez?―Creo que no lo suficiente.―Te amo, te amo, te amo. Me hiciste el hombre más feliz que pisa la tierra.La enfermera llegó con la cunita con la hija de Baltazar y Diana.―¿Ves que se parece a ti?―Es hermosa, tiene tus ojos.―¿Tú crees?―Estoy segura.―Algo que se parezca a mí, igual puse mi granito de arena, ¿no? ―le preguntó divertido.Ella se rio.―No me hagas reír, que me duele. Tiene que par