Capítulo 40

Diana se despertó, estaba atada a una silla, amordazada. Se retorció en un intento de liberarse.

―Tranquila, Dianita, solo te vas a hacer daño si sigues así ―le dijo James frente a ella, tenía una sonrisa irónica y ojos desorbitados.

Ella se retorció todavía más.

―Vamos, si prometes quedarte tranquila, te soltaré.

Ella se quedó quieta.

―¿Ves que así es mejor? No sacas nada con rebelarte. Esto es lo que tenía que pasar.

Le quitó la mordaza de la boca.

―¿Qué quiere de mí? ―gritó.

―Sht, no grites, aquí nadie te oirá.

―¿Dónde estoy?

―Lejos de tu hogar, lejos de todo. Solo estamos tú y yo, conejita, al fin podremos estar juntos.

―¡Está loco!

Él la miró amenazante.

―¿Qué quiere de

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