Baltazar y Hamilton llegaron a la casa en completo silencio, cada uno embebido en sus propios pensamientos.
―¿Estás dispuesto a casarte con ella? ―preguntó el padre tras servirse unos tragos mientras esperaban la comida.
―Sí.
―¿Por qué te enojaste tanto cuando la viste aquí?
―Porque creí que era una cazafortunas más.
―Pero ya la conocías y sabías que ella no era así.
―Sí, pero sabes que uno nunca puede estar seguro.
―¿Y ahora sí lo estás?
―No, pero no la dejaré sola. La quisieron matar, ¿te das cuenta? Aunque se vaya del colegio, puede estar en riesgo; aunque yo despida a todos el lunes, será peor. Prefiero tenerla cerca y protegida. Además, no tiene a nadie más en el mundo. ¿Te imaginas nosotros no hubiésemos estado allí? Habría vivido todo
A las doce salieron de la clínica. Hamilton la llevó a su casa, pues Baltazar tenía una reunión y saldría a las dos.Entraron a la sala, ella recordó la discusión con Baltazar, la forma en que la trató. Hamilton se dio cuenta y la acercó más a su cuerpo, le estaba ayudando a caminar por la bota que debía usar.―Tranquila, todo estará bien.―Lo sé, tiene que ir mejor, ¿verdad?―Claro que sí, niña, tiene que ir mejor. Lo mereces.Ella se detuvo y lo miró.―¿De verdad que Baltazar ya no está enojado conmigo?―Por supuesto que no, él está muy arrepentido por haberse enojado contigo y haberte tratado tan mal.―Él tenía sus razones, creyó que yo quería su dinero.―Ya aclaré ese punto con él y lo entendió, tú no te
Hamilton llamó a Eliana para que acompañara a Diana a su habitación.―Ella será tu dama de compañía, Diana, todo lo que necesites, se lo pides a ella ―le explicó―, Eliana se quedará a tu lado todo el tiempo, siempre que quieras, de todas maneras, estará al pendiente de ti.―Gracias.Baltazar sonrió burlesco.―Está bien ―corrigió la chica.―Bueno, ahora debemos ir a trabajar. Nos vemos más tarde.Los dos hombres se despidieron de la chica con un beso en la mejilla y esperaron a que ella se fuera a su dormitorio.―¿Qué haremos con Francesca? Ella es capaz de cualquier cosa y estaba muy enojada ―le preguntó Baltazar a su padre.―Mientras esté aquí en la casa, estará segura, los guardaespaldas velarán por ella y, cuando tenga que salir, le pondremos un par de escoltas; no es la &u
Al día siguiente, Baltazar fue citado a la comisaría, tenían cosas importantes que hablar con él. En cuanto llegó, lo hicieron entrar a la oficina del comisario Randall, quien estaba a cargo del caso.―Revisamos las cámaras de seguridad del estacionamiento ―le informó el detective―, el video está cortado, alguien lo intervino. En el video del día que le reventaron los neumáticos a la señorita Ximénez, no aparece nada en el lapso anterior a la llegada de ustedes. Solo se ve a tres personas antes del corte: James Morgan, Trizia Bonn y Frank Holand. El último en pasar fue el señor Morgan.―Voy a averiguar quién tuvo acceso a estos videos antes de traerlos. ¿Saben quién se los hizo llegar?―En eso estamos. Las cámaras debieron ser entregadas intactas, esto es un delito también, por lo que será tomado en cuent
Entró al colegio y se fue a la Dirección.―Señor Walsh, me gustaría hablar con usted ―le dijo la secretaria.―Claro, Trizia, dígame. ¿Qué pasa?―Es que la señorita Diana Ximénez no ha venido a trabajar. No se presentó ni ayer ni hoy.―¿Y eso es importante?―Es que no avisó ni nada, tampoco ha enviado una licencia. Yo no quiero acusarla, no es mi estilo, pero ella siempre suele hacer esto, falta sin avisar, se va antes, llega tarde… ―Según sus tarjetas, ella jamás falta. De hecho, ese fue un tema que vimos en la reunión la semana pasada, según aparecía en los registros, tenía asistencia perfecta.―Sí, es que siempre alguien timbra por ella.―¿Quién lo hace?―No sé, antes era Marta, pero ahora que la despidieron, no sé. Marta se sent&iac
Baltazar regresó a la oficina y se dirigió a la oficina de James Morgan.―Buenas tardes, James ―lo saludó de un apretón de manos pese a que lo que realmente quería era darle un puñetazo.―Buenas tardes, Baltazar, ¿otra vez por acá? Déjame decirte que tu educadora estrella no se ha presentado a trabajar, la he llamado por teléfono, pero no contesta.―Lo sé.―Ah, ¿qué pasa?, ¿la tienes muy ocupada? ¿Demasiado cansada, tal vez? ―ironizó enojado.―No seas idiota.―Vamos, si la chiquilla está linda, bastante linda, y muy sexy, dime que no te la quieres coger… Si es que no lo has hecho ya. Ustedes siempre se quedan con las mejores.―Basta, no digas idioteces. Quiero hablar algo serio contigo―Tú dirás. Siéntate, hombre, ¿quieres algo?―No.
Baltazar se detuvo en el frontis de su casa, pero no se bajó de inmediato. Necesitaba calmarse, la conversación con James lo había dejado furioso, se imaginó a Diana luchando contra ese hombre mientras él la intimidaba o, incluso, intentaba abusarla. Porque una cosa era segura, no le había creído una sola palabra a ese tipo. Incluso recordó el día que la citó a la oficina y James se puso detrás de ella con sus manos en sus hombros, mientras ella intentaba quitárselo de encima.Sergei se paró al lado del automóvil de Baltazar, a la espera de que él se bajara y llevar el coche al garaje.―Perdón, Sergei, necesitaba un momento a solas ―se disculpó Baltazar tras bajar.―No se preocupe, señor.El jefe le dio dos golpecitos en el hombro a su escolta y entró a la casa. Iba frustrado.En la sala se encontraba Di
Diez para las once, Diana estaba junto a su abuelo en el hospital.―Abuelo, no puedo recordar muchas de las cosas que vivimos juntos y no sé por qué. Tengo recuerdos de algunas cosas y otras parece que nunca las hubiera vivido. No sé en qué se está basando mi mente para traer ciertas cosas, me dicen que mi cerebro intenta protegerse, pero no sé de qué. Recuerdo muchas cosas malas, como las deudas…Diana cerró los ojos. Baltazar y Hamilton la miraban desde el pasillo, por la ventana.―¿Sabes? ―continuó la chica―. Me voy a casar, es un matrimonio de papel, pero será un matrimonio muy ventajoso para mí, porque ya no estaré sola. También te podré llevar a tu nuevo hogar. No quería que te quedaras aquí para que experimentaran con tu cuerpo. Sé que dicen que no hay vida después de la muerte, pero estoy segura de que
El día del funeral, el cielo estaba gris, parecía que llevaba en él la tristeza de Diana en él. El sacerdote llevó a cabo un oficio para los dos ancianos.Diana se alegró de poder tener a sus dos abuelos juntos, tendría donde visitarlos. Agradeció en silencio el haber encontrado a Hamilton y a Baltazar, de otro modo, nada de eso sería posible. Su abuela habría sido removida del cementerio en el que estaba para ser trasladada a una fosa común y a su abuelo lo estarían utilizando para fines científicos.Después de las palabras del sacerdote y de bajar los ataúdes, Diana se acercó y lanzó un clavel a cada uno. La siguieron en el acto, Hamilton y Baltazar.Baltazar pasó su brazo por sobre el hombro de su prometida.―¿Tranquila? ―le consultó.―Sí, estoy más que tranquila. Ellos descansan