Me miré una última vez en el espejo antes de bajar las escaleras. El vestido dorado que llevaba tenía un pequeño escote y dejaba mi espalda al descubierto. Era elegante y delicado, perfecto para la ocasión. Mi tía Perla lo había diseñado especialmente para mí. Ella tenía un don con la moda, y siempre decía que quería verme lucir lo mejor posible, aunque no suelo exhibirme mucho. Esta vez hice una excepción, porque era un día importante para Elena. Tía Perla y su esposo, mi tío Brandon, siempre habían sido amables conmigo. Brandon, el hermano de Livia, era tan diferente a ella que a veces me costaba creer que compartieran la misma sangre. Siempre me trataban con cariño, como si yo realmente fuera parte de la familia. Dejé mi cabello rubio suelto, con algunas ondas suaves, y me apliqué un poco de maquillaje, lo justo para sentirme especial pero sin exagerar. Hoy no era mi día, sino el de Elena, y no quería llamar demasiado la atención. Con un último suspiro de nerviosismo, bajé las e
Omar Del Valle Me encontraba en el jardín, lejos del bullicio y de las conversaciones que no me interesaban, con Elena colgada de mi cuello como siempre. Su necesidad de atención empezaba a ser agotadora, y aunque sus labios se acercaban a los míos una y otra vez, el simple hecho de besarla me provocaba una desgana que no lograba ocultar. —Mi amor, podemos escaparnos... —me susurró, sus ojos brillando de emoción mientras se acercaba más. Sabía lo que insinuaba, lo había hecho tantas veces antes, pero por alguna razón nunca había sentido el deseo de seguirle el juego. —No, Elena... —respondí con calma, apartándola suavemente—. Yo te respeto. Traté de poner la mejor sonrisa que pude, aunque lo que en realidad quería era alejarme de ahí. —Soy un caballero —agregué, como si eso explicara todo—. No podemos hacer esto. No es solo por ti o por mí, es por nuestras familias. ¿Te imaginas lo que pensaría tu madre si supiera que no te respeto como se debe? ¿O lo que diría mi tío And
Me desperté antes del amanecer, el aire aún fresco entrando por la ventana. Sabía que hoy sería otro día agotador, pero no me importaba. Desde que entré en la universidad para estudiar Finanzas, he trabajado medio tiempo en la empresa de mi papá. Cada mañana, me lleno de determinación porque lo que más deseo es ser como él algún día. No solo quiero aprender, sino que quiero estar a la altura de sus expectativas y, sobre todo, ser su apoyo en el futuro.Me vestí rápidamente con mi traje de trabajo; aunque solo era una becaria, me gustaba verme profesional. Tenía el cabello recogido en una coleta baja, lo que me daba un aire más serio. Tomé mi bolso, y sin hacer mucho ruido para no despertar a nadie, salí de la casa.Al llegar a la empresa, sentí el ambiente familiar de siempre: el sonido de los teléfonos, las conversaciones rápidas entre los empleados, y el aroma a café que llenaba el aire. Siempre me daba una extraña sensación de pertenencia, como si este fuera mi lugar, donde realmen
Han sido dos días intensos, agotadores. Omar no dejaba de ser insoportable conmigo. Desde su llegada, parecía empeñado en hacerme la vida imposible, y lo peor era que no podía entender por qué me trataba de esa manera. Cada vez que cruzábamos palabras, sus comentarios eran fríos y despectivos, y a menudo parecía disfrutar al señalar cualquier pequeño error que cometiera.Lo que más le molestaba, sin duda, era que no cumplía con las ocho horas diarias de trabajo. Yo, por supuesto, siempre había trabajado medio tiempo porque iba a la universidad. Era algo que mi padre había aprobado desde el principio, y aunque me dedicaba por completo en mis horas en la empresa, Omar parecía no verlo de la misma forma.Martín y yo estábamos sentados en mi pequeña oficina, una de las tantas que se encontraban en el piso de finanzas. Era un espacio modesto, con un escritorio cubierto de papeles, mi laptop y algunas plantas que había traído para darle vida al lugar. Estábamos en nuestro descanso, y aunque
Cuando llegué a la oficina, estaba completamente furiosa. La forma en que Omar había tratado a Martín seguía dando vueltas en mi cabeza, haciéndome hervir de rabia. Sin embargo, sabía que debía enfocarme en mi trabajo. No podía dejar que él viera cuánto me afectaba.Apenas crucé la puerta, escuché su voz resonar con esa frialdad característica.—Al fin la princesa se dignó a venir —dijo, sin molestarse en levantar la vista de su escritorio, mientras tocaba su reloj de manera deliberada—. El horario de almuerzo terminó hace cinco minutos.Me detuve por un segundo, intentando calmarme antes de hablar, pero la ira me quemaba la garganta.—Estaba en mi descanso —repliqué, mi voz más afilada de lo que pretendía.Omar levantó la mirada lentamente, con una expresión entre aburrida y molesta, y se apoyó en el respaldo de su silla, cruzando los brazos.—Ah, claro. Siempre tan diligente. Aunque, curiosamente, parece que tu "trabajo" siempre coincide con charlas y risas con ese tal Córdoba —dijo
Estaba completamente molesta cuando decidí salir temprano de la oficina. Omar me había sacado de quicio con su actitud arrogante y manipuladora, y sentía que necesitaba alejarme antes de explotar. Al llegar a casa, esperaba encontrar un poco de tranquilidad, pero en cuanto abrí la puerta, algo me hizo detenerme. Se escuchaban gemidos desde el fondo de la casa. Fruncí el ceño, el corazón latiendo más rápido por la curiosidad y el desconcierto. Me dejé guiar por los ruidos, cada paso hacia el pasillo que conducía a las habitaciones me llenaba de una sensación de inquietud. Los gemidos se hacían más fuertes conforme me acercaba a la habitación de Elena. Algo no estaba bien. Cuando empujé ligeramente la puerta de su habitación, me quedé petrificada. Ahí estaba mi hermana, completamente entregada, haciendo el amor apasionadamente. Pero lo que realmente me dejó helada fue el hombre que estaba con ella. No era Omar. El hombre que la acompañaba era el chófer. Un hombre robusto, de asp
Cuando logré deshacerme de Elena, me subí al caballo detrás de Emily. Era completamente loca al subirse a un caballo e irse sin conocer el lugar, pero no podía evitar sentirme atraído por su audacia.No tardé en llegar al río, y no dejé de mirarla mientras nadaba. Era completamente hermosa; su piel bronceada brillaba al sol, su cabello dorado se pegaba a su espalda, y sus ojos color cielo claro reflejaban la luz de una manera hipnotizante. Cada vez que el agua caía por su espalda, me encontraba atrapado en la visión de su figura, especialmente cuando el movimiento acentuaba sus curvas.No podía apartar la mirada de su trasero mientras el agua lo acariciaba, creando un espectáculo que era difícil de ignorar. La forma en que se movía, ligera y despreocupada, me hizo olvidar momentáneamente las preocupaciones que siempre me seguían. Cuando el caballo hizo un mal movimiento y se escuchó el ruido, Emily salió del río, su mirada alerta y curiosa.—¿Quién está ahí? —preguntó, su voz resonan
No pude dormir en toda la noche, atormentada por los besos que me robó Omar. No podía dejar de pensar en él: su aliento, sus labios, la forma en que su mirada penetraba en mí. Era el prometido de mi hermana, y eso lo hacía aún más incorrecto, pero el deseo que despertó en mí era innegable. A primera hora, me dirigí a desayunar con Livia y Elena. Opté por un vestido corto, uno que destacaba mis curvas y que, a pesar de todo, me hacía sentir poderosa. Sin embargo, al entrar en la cocina, noté la mirada de desaprobación de Livia, mi madrastra. —Emily, ¿realmente tienes que llevar eso? —dijo, su tono lleno de desdén. —Es solo un vestido, Livia —respondí, intentando mantener la calma, pero mi voz traicionó un poco mi frustración. —Podrías mostrar un poco más de respeto por ti misma —replicó ella, cruzando los brazos con una expresión severa. Pero Livia no se dejó convencer. Su mirada seguía fija en mí, como si esperara que me pusiera algo más conservador. Sin embargo, en ese mome