No pude dormir en toda la noche, atormentada por los besos que me robó Omar. No podía dejar de pensar en él: su aliento, sus labios, la forma en que su mirada penetraba en mí. Era el prometido de mi hermana, y eso lo hacía aún más incorrecto, pero el deseo que despertó en mí era innegable. A primera hora, me dirigí a desayunar con Livia y Elena. Opté por un vestido corto, uno que destacaba mis curvas y que, a pesar de todo, me hacía sentir poderosa. Sin embargo, al entrar en la cocina, noté la mirada de desaprobación de Livia, mi madrastra. —Emily, ¿realmente tienes que llevar eso? —dijo, su tono lleno de desdén. —Es solo un vestido, Livia —respondí, intentando mantener la calma, pero mi voz traicionó un poco mi frustración. —Podrías mostrar un poco más de respeto por ti misma —replicó ella, cruzando los brazos con una expresión severa. Pero Livia no se dejó convencer. Su mirada seguía fija en mí, como si esperara que me pusiera algo más conservador. Sin embargo, en ese mome
Emily Estaba muy confundida. Omar me había tocado como nunca nadie lo había hecho, y lo más inquietante era que yo lo había permitido. No podía olvidar que él era mi cuñado, lo cual hacía todo aún más extraño, casi surrealista. Mis pensamientos eran un torbellino de emociones contradictorias: la culpa, el deseo, la prohibición. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había dejado que cruzáramos esa línea? Las horas pasaron con una lentitud exasperante. Cada segundo parecía eterno mientras trataba de enfocarme en mi trabajo, pero su presencia en mi mente era constante. Finalmente, al caer la tarde, decidí salir de mi oficina. Casi de manera automática, me dirigí hacia su despacho, como si una fuerza invisible me empujara hacia él. No sabía qué iba a decirle, pero sentía la necesidad de enfrentarlo, de aclarar lo que había sucedido entre nosotros. Sin embargo, antes de llegar, sentí una mano firme detenerme del brazo. Me giré rápidamente y me encontré con Martín, su mirada reflejaba
Cuando llegué a casa, me sorprendió ver a mi padre sentado en el sofá, hojeando un libro. Su presencia siempre me brindaba una especie de calma, así que me acerqué y lo saludé con un abrazo, dejando escapar un pequeño suspiro. —¿Por qué tienes esa carita? —preguntó con esa sonrisa paternal que tanto conocía—. ¿Hay problemas con Martín? Me mordí el labio, sin saber muy bien cómo empezar. Me dejé caer junto a él en el sofá, sintiendo el peso de la conversación que acababa de tener con Martín aún sobre mis hombros. —Pues... Martín me dijo que está enamorado de mí —solté finalmente, mirándolo de reojo. Para mi sorpresa, él soltó una carcajada fuerte, esa que siempre me hacía sentir pequeña cuando me preocupaba de más por algo. —Mi amor, es evidente que pasa eso. Siempre supe que Martín sentía algo por ti. Pensé que tú le correspondías —dijo, aún sonriendo como si lo que acababa de decir fuera lo más natural del mundo. Fruncí el ceño, algo confusa. —¿Tú lo sabías? —le pregunté, medi
Entré a la oficina de Omar sintiendo una mezcla de nervios y tensión. Sabía que las cosas entre nosotros no habían quedado bien la última vez que nos vimos. Apenas crucé la puerta, lo encontré sentado en su escritorio, con la mirada fija en mí, sus ojos fríos y calculadores recorrieron cada centímetro de mi cuerpo.—Pensé que no ibas a volver después de irte con él —dijo, con una sonrisa burlona mientras se levantaba de su asiento.—Solo vine por unos papeles —le respondí, tratando de mantener mi voz firme, aunque el corazón me latía rápido.Mientras buscaba los documentos, sentí sus pasos acercándose. Sabía que no iba a dejarlo pasar, que su molestia estaba latente, y la forma en que me miraba lo decía todo. Cuando me giré para marcharme, él bloqueó mi camino, cruzando los brazos.—¿Así de fácil, Emily? —dijo, con el tono cargado de sarcasmo—. Te escapas y luego vienes como si nada hubiera pasado.—No tengo nada que explicarte, Omar —repliqué, esforzándome por sonar segura. Me record
Omar Del Valle Estaba charlando con mi tío Brandon, y podía sentir la tensión en el aire. Su expresión era de desagrado, y sabía que no se tomaría a la ligera lo que había visto. —No entiendo qué demonios estás haciendo, Omar —dijo Brandon, cruzando los brazos—. Eres el prometido de una de mis sobrinas y besas a otra. Esto no solo es inapropiado, es una locura. —No me digas lo que debo hacer, Brandon —respondí, intentando mantener la calma mientras una parte de mí deseaba dejar salir toda mi frustración. —¿Y qué? ¿Vas a seguir persiguiendo a Emily mientras prometes lealtad a Elena? No tienes idea de lo que estás arruinando aquí —dijo, su voz tensa. Me crucé de brazos, tratando de mantenerme firme. La verdad era que no podía dejar de pensar en Emily, incluso si eso significaba hacer enojar a mi familia. —No estoy persiguiendo a nadie —dije, aunque sabía que no era cierto. La imagen de Emily, su piel bronceada y su risa, invadía mis pensamientos constantemente. Brandon me
Cuando el coche se detuvo frente al departamento de Omar, mi corazón latía con fuerza, pero no por el motivo que él creía. Estaba furiosa, agotada de sus manipulaciones, de la forma en que creía que podía controlarme como si fuera su propiedad. Sentí el peso de su mirada mientras me quedaba sentada, sin intención de moverme.—Baja del coche —me ordenó, su voz llena de una autoridad que me hacía hervir por dentro.Me negué, apretando los puños. Mi mente estaba en caos, pero una cosa estaba clara: no podía seguir soportando esto.—No, Omar. Esto no está bien —respondí, mi voz más firme de lo que me sentía—. No puedes seguir con este juego. No soy tuya y jamás lo seré.Lo vi rodear el coche y abrir la puerta de mi lado. Su figura me intimidaba, pero me negaba a mostrarlo. Su mirada era oscura, como si estuviera conteniendo una tormenta de emociones.—Claro que lo eres —sus palabras salieron como un veneno suave, su mano alcanzando la mía para tirar de mí—. Vas a entenderlo tarde o tempra
Sentí los labios de Omar sobre los míos, sus besos eran intensos y voraces, como si quisiera devorarme. Mi corazón latía con fuerza mientras él retiraba mi vestido de la cabeza hacia arriba, dejándome en ropa interior. La brisa fría de la habitación contrastaba con el calor que emanaba de su cuerpo, y un escalofrío recorrió mi espalda. —Omar, yo nunca... —logré confesar, mi voz apenas un susurro. La realidad de lo que estaba sucediendo comenzaba a hundirse en mí, y aunque deseaba detenerlo, había una parte que no quería que esto terminara. —No digas nada, Emily. —Me interrumpió con un tono suave pero autoritario, sus ojos profundos fijos en los míos—. Solo déjate llevar. No podía evitarlo. Su cercanía me desarmaba, y mis dudas se desvanecían con cada roce de su piel. Pero la voz de la razón luchaba en mi mente, recordándome que era el prometido de mi hermana. ¿Cómo podía estar aquí, a punto de cruzar una línea que no debería siquiera haberse planteado? Sin embargo, cuando sus labio
Me desperté temprano con la camisa de Omar puesta y me dirigí a preparar el desayuno. Estaba tranquilamente preparando unos panqueques cuando sentí que él me agarraba de atrás. —Me harás quemarme... —reí, tratando de concentrarme en la sartén. —Eso no me importaría —murmuró en mi oído, con su voz baja y seductora, mientras sus manos se deslizaban lentamente por mi cintura, tirándome más cerca de su cuerpo. Sentí el calor de su aliento en mi cuello y la presión de su cuerpo detrás del mío. Mis dedos temblaron ligeramente sobre la espátula, tratando de mantener la compostura. —No puedes hacer eso mientras cocino —protesté en tono suave, aunque sabía que mis palabras no tenían mucho peso. —Puedo hacer lo que quiera... —susurró Omar, sus labios rozando la piel de mi cuello, su respiración caliente contra mi oído. Me estremecí, pero traté de mantenerme firme, concentrándome en los panqueques que tenía frente a mí. —Omar... —murmuré, intentando sonar seria—. Me vas a hacer quemar todo