Me desperté desorientada, con un dolor punzante que se extendía por cada fibra de mi cuerpo. La luz del cuarto era suave, pero aún así me lastimaba los ojos, y me costó un momento darme cuenta de dónde estaba. Al moverme ligeramente, un dolor agudo en el costado me hizo soltar un quejido. —Señora Del Valle, ¿puede escucharme? —La voz calmada de una doctora interrumpió mis pensamientos. Su figura se materializó a mi lado, vestida con su bata blanca y una expresión seria pero compasiva. —¿Yo... señora Del Valle? —murmuré, confusa. ¿Por qué me llamaba así? Mi mente trataba de procesar la información, pero todo era un caos. —Sí, su esposo Alessandro está muy preocupado por usted —respondió la doctora, con un tono que intentaba tranquilizarme. El nombre de Alessandro resonó en mi mente, trayendo consigo una mezcla de emociones: confusión, miedo, pero también algo más, algo que no podía identificar del todo en ese momento. —¿Dónde estoy? —pregunté, mi voz apenas un susurro mientras luch
Estaba en el baño, arremangándome la camisa mientras intentaba mantener a Omar quieto en la bañera. El pequeño no dejaba de chapotear, salpicando agua por todos lados, riendo a carcajadas cada vez que me empapaba un poco más. —Omar, quédate quieto un momento, por favor —le pedí, tratando de sonar autoritario, pero sin poder evitar sonreír ante su entusiasmo. —¡No quiero, papá! —respondió entre risas, lanzando una vez más agua hacia mí con sus manos pequeñas—. ¡Es divertido! Suspiré, rendido ante su energía inagotable. Nunca imaginé que bañar a un niño de su edad sería tan complicado. Me había enfrentado a negociaciones empresariales, lidiado con situaciones peligrosas, pero esto… Esto era otro nivel de desafío. —Está bien, está bien —cedí finalmente, con una sonrisa—. Pero si sigues salpicando así, ambos vamos a necesitar un baño. Omar me miró con esos ojos grandes y traviesos que tanto me recordaban a Esme, y su risa se hizo aún más contagiosa. No podía enojarme con él. Al cont
Hoy me dieron el alta de la clínica y nos mudamos con Alex a su casa. Es la misma casa que mandó a construir hace años para mí, con cada detalle pensado, incluso las rampas que instaló cuando mi hermanita estaba ciega. Al entrar, me sorprendió la mezcla de nostalgia y emoción que sentí al ver ese lugar, ahora nuestro hogar. Alex insistió en cargarme en brazos mientras cruzábamos la entrada, como si fuera nuestro primer día juntos, y me mostró cada rincón de la propiedad con orgullo. Cada habitación estaba impregnada de recuerdos y promesas del pasado. —Mira, muñeca —dijo al abrir la puerta de lo que sería nuestra habitación—. Todo aquí está pensado para ti. No pude evitar reírme cuando, sin aviso, me llevó directamente a la cama, como si fuéramos recién casados otra vez. Nos encontrábamos solos por primera vez en días, ya que Omar estaba en el colegio. —Mi amor... —murmuró él, mientras me acomodaba suavemente sobre las sábanas—. No quiero lastimarte, ¿cómo sigue ese hermoso b
Ha pasado más de un mes desde el accidente que casi me cuesta la vida y desde que Matt intentó lastimarme. Afortunadamente, Alex ha tomado medidas drásticas para protegerme; ha colocado guardias en la casa y en la oficina para garantizar mi seguridad y la de Omar. Aunque estos cuidados a veces me hacen sentir encerrada, sé que son necesarios. Me he sumergido en el trabajo en la empresa de mi padrino, lo cual me ha dado un propósito renovado. Sin embargo, esta dedicación también ha generado tensiones. Alex no está del todo contento con la cantidad de tiempo que paso con Andrés. A veces puedo ver en sus ojos una mezcla de celos e inseguridad, aunque nunca lo ha expresado abiertamente. Siento la presión de equilibrar mi trabajo y mi relación, especialmente ahora que los sentimientos de Alex son más profundos y vulnerables. Además, Edmundo ha comenzado a presionarme para que me haga cargo de su empresa, ahora que ha revelado que soy su única hija biológica. Aunque al principio me sent
Alessandro Del Valle Me duele muchísimo la cabeza. El dolor es punzante y constante, y cada latido parece resonar en mis sienes. Estoy mareado, incapaz de concentrarme en nada más que en la sensación de desorientación que me envuelve. Nunca me he sentido tan mal; esto es un nuevo tipo de tormento que no puedo identificar. A pesar de mi malestar, no puedo apartar la vista de Esmeralda, que duerme plácidamente en la cama cercana. Su rostro sereno y la forma en que su cabello se esparce sobre la almohada me transmiten una calma inesperada. Es hermosa, y en su quietud parece estar en un mundo separado del mío, uno donde los problemas no tienen cabida. Observarla me brinda una pequeña dosis de consuelo, una paz efímera en medio de mi sufrimiento. Pero la vida no es perfecta. A pesar de la tranquilidad que me ofrece la visión de Esmeralda, no puedo ignorar la presencia de Omar en la habitación. Su mera existencia aquí, en este lugar que debería ser un refugio, me resulta una irritant
Esmeralda Estaba tranquilamente en la empresa, enfocada en mi trabajo, cuando al llegar a la oficina me encontré con una escena que me dejó en shock. Allí, justo frente a mí, estaba Andrés, mi mejor amigo, besándose apasionadamente con una mujer. Pero no era cualquier mujer... ¡Era Livia! La misma mujer que había intentado robarse a mi esposo. No podía creer lo que veía. Sentí una mezcla de incredulidad y traición. Andrés, el hombre en quien más confiaba, involucrado con la persona que había causado tanto caos en mi vida. Me quedé parada en la puerta, incapaz de moverme o de decir una palabra. Las preguntas inundaban mi mente: ¿Cómo podía ser esto? ¿Desde cuándo estaba pasando? ¿Qué estaba haciendo Andrés con alguien como ella? Era demasiado extraño, casi imposible de procesar. Mi corazón latía con fuerza mientras trataba de entender lo que estaba sucediendo. ¿Había estado jugando con ambos lados todo este tiempo? —Andrés... —susurré, apenas capaz de pronunciar su nombre. Al esc
Esmeralda Cuando llegamos a casa, el ambiente era sofocante. Alex estaba visiblemente molesto, y el silencio entre nosotros era insoportable. Sentí cómo el miedo empezaba a apoderarse de mí, temía que malinterpretara todo lo que había sucedido y pensara que estaba celosa de Andrés y Livia. —Alex, por favor, entiende... —comencé, intentando suavizar el tono mientras me acercaba a él—. Andrés es mi mejor amigo, y sé que Livia lo está usando. No quiero que ella le haga daño. Alex se detuvo en seco y me miró con una mezcla de incredulidad y furia. Su mandíbula estaba apretada, y sus ojos reflejaban más de lo que estaba dispuesto a decir. —¿Tu mejor amigo? —repitió con amargura—. Andrés no es tu amigo, Esmeralda. Está enamorado de ti, y lo sabes muy bien. —¡Eso no es cierto! —respondí rápidamente, tratando de controlar la situación, aunque algo en mi interior me hacía dudar de mis propias palabras. —¿No? —Alex se giró hacia mí, señalándome con dureza—. Y lo peor de todo es que, al p
Esmeralda Desperté en una habitación de clínica, con la luz suave de la mañana filtrándose a través de las cortinas. La cama era incómoda y el olor a desinfectante llenaba el aire. A mi lado, Alex estaba sentado en una silla, su rostro pálido y la expresión de preocupación marcada en sus rasgos. Lo último que recordaba era el desmayo repentino en la oficina, y ahora sentía un dolor punzante en la cabeza.—¿Qué me pasó, amor? —murmuré, mi voz sonando débil y rasposa—. Me duele la cabeza.Alex me miró con ojos llenos de ansiedad y se inclinó hacia mí. Tomó mi mano entre las suyas, buscando consolarme con su contacto cálido.—Te desmayaste en la oficina —explicó con voz temblorosa—. Los médicos están revisándote. No sabes cuánto me asustaste. Dijeron que fue un mareo severo, pero están haciendo todos los exámenes necesarios. ¿Te duele mucho la cabeza?Sus palabras me tranquilizaron un poco, aunque el dolor seguía presente y me sentía desorientada. Ver a Alex tan preocupado me hizo senti