Alessandro Del Valle Me duele muchísimo la cabeza. El dolor es punzante y constante, y cada latido parece resonar en mis sienes. Estoy mareado, incapaz de concentrarme en nada más que en la sensación de desorientación que me envuelve. Nunca me he sentido tan mal; esto es un nuevo tipo de tormento que no puedo identificar. A pesar de mi malestar, no puedo apartar la vista de Esmeralda, que duerme plácidamente en la cama cercana. Su rostro sereno y la forma en que su cabello se esparce sobre la almohada me transmiten una calma inesperada. Es hermosa, y en su quietud parece estar en un mundo separado del mío, uno donde los problemas no tienen cabida. Observarla me brinda una pequeña dosis de consuelo, una paz efímera en medio de mi sufrimiento. Pero la vida no es perfecta. A pesar de la tranquilidad que me ofrece la visión de Esmeralda, no puedo ignorar la presencia de Omar en la habitación. Su mera existencia aquí, en este lugar que debería ser un refugio, me resulta una irritant
Alessandro Del Valle Me duele muchísimo la cabeza. El dolor es punzante y constante, y cada latido parece resonar en mis sienes. Estoy mareado, incapaz de concentrarme en nada más que en la sensación de desorientación que me envuelve. Nunca me he sentido tan mal; esto es un nuevo tipo de tormento que no puedo identificar. A pesar de mi malestar, no puedo apartar la vista de Esmeralda, que duerme plácidamente en la cama cercana. Su rostro sereno y la forma en que su cabello se esparce sobre la almohada me transmiten una calma inesperada. Es hermosa, y en su quietud parece estar en un mundo separado del mío, uno donde los problemas no tienen cabida. Observarla me brinda una pequeña dosis de consuelo, una paz efímera en medio de mi sufrimiento. Pero la vida no es perfecta. A pesar de la tranquilidad que me ofrece la visión de Esmeralda, no puedo ignorar la presencia de Omar en la habitación. Su mera existencia aquí, en este lugar que debería ser un refugio, me resulta una irritant
Esmeralda Cuando llegamos a casa, el ambiente era sofocante. Alex estaba visiblemente molesto, y el silencio entre nosotros era insoportable. Sentí cómo el miedo empezaba a apoderarse de mí, temía que malinterpretara todo lo que había sucedido y pensara que estaba celosa de Andrés y Livia. —Alex, por favor, entiende... —comencé, intentando suavizar el tono mientras me acercaba a él—. Andrés es mi mejor amigo, y sé que Livia lo está usando. No quiero que ella le haga daño. Alex se detuvo en seco y me miró con una mezcla de incredulidad y furia. Su mandíbula estaba apretada, y sus ojos reflejaban más de lo que estaba dispuesto a decir. —¿Tu mejor amigo? —repitió con amargura—. Andrés no es tu amigo, Esmeralda. Está enamorado de ti, y lo sabes muy bien. —¡Eso no es cierto! —respondí rápidamente, tratando de controlar la situación, aunque algo en mi interior me hacía dudar de mis propias palabras. —¿No? —Alex se giró hacia mí, señalándome con dureza—. Y lo peor de todo es que, al p
Esmeralda Desperté en una habitación de clínica, con la luz suave de la mañana filtrándose a través de las cortinas. La cama era incómoda y el olor a desinfectante llenaba el aire. A mi lado, Alex estaba sentado en una silla, su rostro pálido y la expresión de preocupación marcada en sus rasgos. Lo último que recordaba era el desmayo repentino en la oficina, y ahora sentía un dolor punzante en la cabeza.—¿Qué me pasó, amor? —murmuré, mi voz sonando débil y rasposa—. Me duele la cabeza.Alex me miró con ojos llenos de ansiedad y se inclinó hacia mí. Tomó mi mano entre las suyas, buscando consolarme con su contacto cálido.—Te desmayaste en la oficina —explicó con voz temblorosa—. Los médicos están revisándote. No sabes cuánto me asustaste. Dijeron que fue un mareo severo, pero están haciendo todos los exámenes necesarios. ¿Te duele mucho la cabeza?Sus palabras me tranquilizaron un poco, aunque el dolor seguía presente y me sentía desorientada. Ver a Alex tan preocupado me hizo senti
Esmeralda Desperté en una habitación de clínica, con la luz suave de la mañana filtrándose a través de las cortinas. La cama era incómoda y el olor a desinfectante llenaba el aire. A mi lado, Alex estaba sentado en una silla, su rostro pálido y la expresión de preocupación marcada en sus rasgos. Lo último que recordaba era el desmayo repentino en la oficina, y ahora sentía un dolor punzante en la cabeza. —¿Qué me pasó, amor? —murmuré, mi voz sonando débil y rasposa—. Me duele la cabeza. Alex me miró con ojos llenos de ansiedad y se inclinó hacia mí. Tomó mi mano entre las suyas, buscando consolarme con su contacto cálido. —Te desmayaste en la oficina —explicó con voz temblorosa—. Los médicos están revisándote. No sabes cuánto me asustaste. Dijeron que fue un mareo severo, pero están haciendo todos los exámenes necesarios. ¿Te duele mucho la cabeza? Sus palabras me tranquilizaron un poco, aunque el dolor seguía presente y me sentía desorientada. Ver a Alex tan preocupado me hizo
Alessandro Del Valle Estaba en una reunión crucial con mi padre y Andrés, tratando de mantener el enfoque en los temas empresariales a pesar de la tensión en la sala. La presencia de Andrés me molestaba, pero, desgraciadamente, era mi hermano y mi hijo lo quería como a un tío, lo que complicaba aún más la situación.Noté que Andrés tenía una expresión de pánico, su rostro palidecía y su mirada estaba llena de preocupación. No pude evitar la pregunta que surgió de mi frustración.—¿Qué mierda te pasa? —le pregunté con dureza, aunque la verdad, no me importaba mucho lo que le ocurriera—. ¿Qué demonios está pasando?Mi padre, que estaba al tanto de la situación, intervino de inmediato con una mezcla de sorpresa y desaprobación.—Hijo, Alex tiene razón, te ves muy mal —dijo mi padre, su voz cargada de desdén—. ¿Qué está pasando?Andrés, con un nudo en la garganta, finalmente reveló su angustia.—Livia está embarazada. Me lo acaba de decir...Una risa irónica y sin control escapó de mis l
Esmeralda Salvatierra Mi corazón estaba hecho trizas, lleno de una rabia que no sabía cómo calmar. Cada vez que intentaba buscar ayuda, cada vez que levantaba la voz pidiendo justicia para mi padre, lo único que recibía era un rechazo tras otro. La gente que había estado a nuestro lado en las buenas y en las malas ahora nos daba la espalda. Estaba convencida de que le habían tendido una trampa. Mi padre, el hombre que había dedicado toda su vida a esa empresa, que se había ganado el respeto con honestidad y trabajo duro, ahora estaba en prisión. Lo acusaban de fraude, de robarle a su socio, de desfalcar los fondos de una empresa en la que había invertido su alma y su corazón. Las pruebas que presentaban en su contra eran todas fabricadas, y cada intento de demostrar su inocencia parecía más inútil que el anterior. Además de los amigos de mi padre también los abogados m rechazaban. Cuando llegué a casa, el sonido extraño me hizo detenerme en seco. Al principio, pensé que se
Decidí optar por un vestido corto de tono rojo: moderno, pero con un toque de elegancia. La elección era estratégica; necesitaba proyectar una imagen de confianza y determinación mientras me dirigía al restaurante donde me reuniría con el señor Edmundo Del Valle. Era un hombre millonario y temido, con grandes influencias en el mundo empresarial, conocido por su siniestra arrogancia. Sabía que él se hospedaria en ese hotel y posiblemente bajaría a a cenar allí, era mi única oportunidad porque él no deseaba verme. Me dirigí a una mesa reservada y esperé con una mezcla de impaciencia y ansiedad. Los minutos pasaban lentamente hasta que finalmente alguien llegó. Sin embargo, no era Edmundo, sino Alessandro, su hijo mayor. Alessandro apareció con una presencia dominante y una actitud de desdén que me resultaba familiar. Su cabello oscuro y su mirada azul intensa emanaban una aura siniestra.Recordé esos días de nuestra infancia, cuando me sentía tontamente enamorada de él, pero cuando cr