Esmeralda Desperté en una habitación de clínica, con la luz suave de la mañana filtrándose a través de las cortinas. La cama era incómoda y el olor a desinfectante llenaba el aire. A mi lado, Alex estaba sentado en una silla, su rostro pálido y la expresión de preocupación marcada en sus rasgos. Lo último que recordaba era el desmayo repentino en la oficina, y ahora sentía un dolor punzante en la cabeza.—¿Qué me pasó, amor? —murmuré, mi voz sonando débil y rasposa—. Me duele la cabeza.Alex me miró con ojos llenos de ansiedad y se inclinó hacia mí. Tomó mi mano entre las suyas, buscando consolarme con su contacto cálido.—Te desmayaste en la oficina —explicó con voz temblorosa—. Los médicos están revisándote. No sabes cuánto me asustaste. Dijeron que fue un mareo severo, pero están haciendo todos los exámenes necesarios. ¿Te duele mucho la cabeza?Sus palabras me tranquilizaron un poco, aunque el dolor seguía presente y me sentía desorientada. Ver a Alex tan preocupado me hizo senti
Esmeralda Estaba sentada en la sala de estar, sintiendo una mezcla de ansiedad y preocupación. La noticia de mi embarazo me había dejado inquieta, especialmente con Matt acechando en las sombras, empeñado en hacerme la vida imposible. Intenté concentrarme en el momento presente, abrazando a Omar, que se acurrucaba en mis brazos mientras jugaba con su pequeño peluche. Alex, con su típico entusiasmo, estaba en la cocina, ocupándose de preparar una comida que olía increíblemente bien. Me sentía reconfortada al ver cómo se esforzaba, a pesar de las circunstancias difíciles. Alex salió de la cocina con una sonrisa amplia, sus manos aún cubiertas de harina. Se acercó a nosotros con una expresión curiosa y esperanzada. —Mamita, quiero ver a mi hermanito —dijo Alex, sus ojitos brillando con emoción—. ¿Lo puedo cargar? Le sonreí con ternura, sintiendo el peso de su expectativa. Lo abracé más fuerte y le acaricié la cabeza antes de responder. —Amor, tu hermanito está en mi estómago —le exp
Alessandro Del Valle Estaba en una reunión crucial con mi padre y Andrés, tratando de mantener el enfoque en los temas empresariales a pesar de la tensión en la sala. La presencia de Andrés me molestaba, pero, desgraciadamente, era mi hermano y mi hijo lo quería como a un tío, lo que complicaba aún más la situación.Noté que Andrés tenía una expresión de pánico, su rostro palidecía y su mirada estaba llena de preocupación. No pude evitar la pregunta que surgió de mi frustración.—¿Qué mierda te pasa? —le pregunté con dureza, aunque la verdad, no me importaba mucho lo que le ocurriera—. ¿Qué demonios está pasando?Mi padre, que estaba al tanto de la situación, intervino de inmediato con una mezcla de sorpresa y desaprobación.—Hijo, Alex tiene razón, te ves muy mal —dijo mi padre, su voz cargada de desdén—. ¿Qué está pasando?Andrés, con un nudo en la garganta, finalmente reveló su angustia.—Livia está embarazada. Me lo acaba de decir...Una risa irónica y sin control escapó de mis l
Cuando abrí los ojos, el miedo me invadió de inmediato. Me encontraba en una cama que no reconocía, en un lugar completamente desconocido. Mi corazón latía con fuerza, y la sensación de terror me paralizaba. No sabía dónde estaba ni cuánto tiempo había pasado. Traté de moverme, pero el pánico me mantenía inmóvil. De pronto, escuché unos pasos que se acercaban, y mi estómago se revolvió al ver a Matt entrar en la habitación. Su sonrisa retorcida me heló la sangre. No podía creer que me hubiera secuestrado, que hubiera ido tan lejos este miserable. —Mi amor, al fin despiertas —dijo con una voz suave, casi burlona, que me hizo estremecer. El miedo dio paso al desespero. Tenía que escapar, tenía que volver a casa, a Alex, a Omar. No podía quedarme ahí. —Matt... —mi voz temblaba mientras trataba de contener el pánico—, déjame ir, te lo suplico. Pero sabía que suplicar no serviría de nada. Matt no era del tipo que mostraba compasión. La habitación parecía cerrarse a mi alrededor, mient
Siento mi estómago hinchado y los movimientos suaves de mi bebé dentro de mí, un recordatorio constante de la pesadilla en la que estoy atrapada. Han sido meses interminables, llenos de angustia y miedo. Matt está completamente loco. No es el hombre que alguna vez conocí, si es que alguna vez lo fue. Me ha obligado a mudarme de casa varias veces, siempre bajo la vigilancia constante de sus hombres, que me custodian como si fuera una prisionera. No tengo un momento de paz, me siento asfixiada, cada día más atrapada en esta vida que no elegí. Su control es absoluto. No puedo ni siquiera respirar sin sentir el peso de sus amenazas. Si no hago lo que él quiere, promete lastimar a Omar, mi hijo, o a Alex, el hombre que amo. Cada vez que pienso en ellos, el miedo se intensifica y me paraliza. Sé que Matt es capaz de cualquier cosa. Estoy al borde del abismo, y lo peor de todo es que con cada día que pasa, el nacimiento de este bebé se acerca, y eso solo lo hará más cruel. Si ya me control
El asco me invadía mientras sentía a Matt devorar mi cuello, su aliento caliente y pesado rozando mi piel. Cada vez que su boca se apretaba contra mí, el repudio me recorría como un veneno. Trataba de desconectar, de cerrar los ojos y bloquear el dolor, pero era inútil. El peso de su cuerpo sobre el mío me hacía sentir atrapada, como si no hubiera escapatoria. Entraba en mí una y otra vez, sus jadeos ásperos en mi oído, mientras sus manos se aferraban con fuerza a mis caderas, forzando cada movimiento. Sentía sus dedos clavándose en mi piel, obligándome a seguir su ritmo implacable. Quise gritar, empujarlo, detenerlo, pero sabía que cualquier resistencia solo le daría más poder sobre mí. Su dominio era total, y yo solo podía aguantar, deseando que el tormento terminara pronto. El dolor físico se mezclaba con el asco, convirtiendo cada segundo en una tortura. Sentía cómo su respiración agitada llenaba el cuarto, cada jadeo retumbando en mis oídos como un recordatorio de su control ab
Estaba tranquilamente con mi abultado vientre, sosteniendo a mi bebé entre mis brazos mientras jugábamos en el jardín, cuando de repente escuché varios disparos. Mi corazón se aceleró, y supe al instante que algo terrible estaba ocurriendo. Observé cómo varios hombres llegaban junto con Alessandro, todos armados. Sin pensarlo, coloqué a la bebé en una silla cercana y me dirigí hacia las escaleras. Allí, lo vi: Alex estaba apuntando con un arma a Matt, y sin darle tiempo a reaccionar, le disparó en el pecho. Matt cayó al suelo, malherido. Alex, sin perder un segundo, corrió hacia mí y me envolvió en sus brazos con fuerza. —Amor, ya estás bien, los dos están bien —me susurró mientras yo rompía en llanto, incapaz de contener las emociones. Matt, aún en su locura, gritaba desde el suelo mientras nos miraba con odio. —¡Que no la toque, ella es mi esposa! —bramaba con la voz rota por el dolor y la rabia. Alex, enfurecido, me abrazó más fuerte y, antes de soltarme, miró a Matt con
El frío del gel sobre mi abdomen me hizo estremecer levemente, pero fue un pequeño precio a pagar por lo que estaba a punto de ver. El sonido del latido constante llenaba la sala, resonando como una pequeña melodía de esperanza. Alex estaba junto a mí, su mirada fija en la pantalla donde aparecía nuestra bebé en blanco y negro, moviéndose con delicadeza dentro de mí. El doctor pasó suavemente el transductor sobre mi vientre, y por un momento todo lo demás quedó en silencio. Alex apretó mi mano, su piel estaba más fría de lo normal, y podía sentir la tensión en su cuerpo. Desde que había sido secuestrada, no había visto a Alex tan nervioso como hoy. —Mira, ahí está —dijo el doctor con una sonrisa suave, señalando la pantalla—. Esa es su cabeza, y aquí están sus brazos. Alex exhaló profundamente, como si hubiera estado conteniendo la respiración durante todo el tiempo. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras observaba los movimientos suaves y tranquilos de nuestra bebé. —Está.