Guillermo se quedó viendo la fotografía sin siquiera poder parpadear. Sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía el teléfono. En la imagen, el niño miraba a la cámara con una sonrisa inocente. Era imposible negar el parecido. Su mente se nubló por un instante, y sin darse cuenta, cayó sobre el banco del parque, abrumado por la revelación.Andrea, que lo observaba con una sonrisa triunfal, aprovechó el momento para inclinarse hacia él.—Este es Matías. Tiene un año con casi tres meses. Nació de nuestra relación antes de que mi padre nos separara. Te he estado buscando para decírtelo, y mi padre ahora está de acuerdo con nuestra relación, por eso ahora las cosas son diferentes. Él está dispuesto a darnos su bendición.Guillermo sintió que le faltaba el aire. Las palabras de Andrea golpeaban su mente como un martillo, pero también una duda comenzaba a crecer en su interior.—¿Y qué esperas de mí, Andrea? ¿Que lo deje todo y corra a casarme contigo?Andrea se acercó a él y lo miró
Stella permaneció de pie frente a Guillermo, con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión que mezclaba tristeza y resignación. Sus ojos, vidriosos, pero firmes, lo contemplaron como si ya hubiera tomado una decisión definitiva.—Vete, Guillermo. Ella tiene razón en algo —dijo con una media sonrisa que no alcanzó a iluminar su rostro—. Yo he aprendido que ningún hombre puede darte la felicidad. Eso es algo que una tiene que encontrar por sí misma. Y en este momento, no tengo tiempo para estar en medio de conflictos. Debo pensar en mi salud y tranquilidad, además, no puedo poner en riesgo a mi hijo, él es ahora y siempre será lo más importante en mi vida. Adiós.Guillermo dio un paso hacia ella, su mano extendida como si intentara detener lo inevitable.—Stella, por favor, escúchame. Esto no es lo que parece. Andrea no significa nada para mí. No tienes idea de mis sentimientos…Stella negó con la cabeza, su sonrisa ahora cargada de amargura.—Sé perfectamente lo que he visto,
Minutos después, el teléfono vibró con una respuesta."Perdón si te hice sentir incómoda, Alicia. Solo lo asumí porque me mencionaste la vista de dónde vivías y que te gustaba más que donde vivían anteriormente y cómo me contaste lo ocurrido con tu esposo, lo deduje. Espero no haberte molestado."Las palabras parecían razonables, pero algo en sus respuestas todavía la inquietaba. Alicia decidió que sería más cautelosa en sus próximas conversaciones; sin embargo, no pudo evitar preguntarle sobre las flores. La curiosidad la tenía ansiosa.“¿Tú me enviaste flores?”, Los minutos transcurrieron, pero la persona no le respondió el mensaje, luego negó con la cabeza.—Quizás no lo hizo él, ¿cómo podría saber mis gustos y mi dirección?”, pensó y guardó su móvil, sin poder contener su preocupación.Aunque no estaba segura de qué estaba pasando, sabía que no podía ignorar sus instintos.La noche cayó sobre la villa, pero la inquietud de Alicia persistía, como una sombra que no podía disiparse
Miranda se estiró con una sonrisa que trataba de ser despreocupada, se incorporó lentamente, dejando caer la sábana que cubría su cuerpo para dejarlo expuesto y provocarlo, pero Axel no apartó la mirada de sus ojos.A pesar de su aparente calma, sus ojos brillaban con malicia.—Mi amor, pasó lo que ambos queríamos que pasara, Axel. No tienes que sentirte mal por ello.Axel se sentó bruscamente, sosteniendo la ropa contra su cuerpo como si pudiera protegerse de la realidad que lo golpeaba.—¡Estás loca! Yo jamás me he imaginado pasar nada contigo, de hecho esto nunca debió haber ocurrido, Miranda. Además, yo... no recuerdo nada.Ella lo miró con una mezcla de dulzura fingida y manipulación.—Axel, estabas tan vulnerable. Necesitabas consuelo, y yo estaba aquí para ti. Me buscaste y no pude negarme, no tienes por qué lamentarlo.Pero Axel no podía sacudirse la sensación de que algo estaba profundamente mal. Se levantó, con movimientos torpes y evitando mirar a Miranda mientras intentaba
Mientras tanto, Alicia estaba en el jardín, disfrutando de la brisa fresca cuando de pronto vio a un hombre parecido a Axel. Caminó hacia la verja del vecino, pero antes de que poder bien, el hombre ingresó rápidamente a la casa, frunció el ceño desconcertada.—Creo que estoy enloqueciendo, es que hasta me lo estoy imaginando —murmuró con un suspiro y regresó al interior de la villa.Mientras tanto, Axel seguía recostado de la puerta, luchando contra el impulso de correr hacia ella y confesar su pecado. Pero el miedo al rechazo y la vergüenza de lo que había ocurrido con Miranda lo paralizaban. En ese momento, su teléfono vibró con una llamada de Samuel.“Señor Thorne, tiene que venir, hay algo que necesita saber. Es sobre la señora Miranda”.Axel cerró los ojos, sintiendo cómo la culpa y la rabia lo invadían nuevamente. ¿Qué querría Miranda ahora? ¿Acaso le parecía que no lo había jodido lo suficiente?, se preguntó. Por un momento una idea cruzó su cabeza. ¿Será posible que todo eso
Stella no perdió tiempo. Sabía exactamente dónde encontrar a Miranda, porque ya había mandado averiguar todo sobre ella. Se dirigió a las oficinas de la sede de la empresa que tenía y entró sin anunciarse, pero su porte era tan elegante y seguro que nadie se atrevió a impedirle el paso.Cuando llegó al piso donde estaba la oficina de Miranda, ella estaba conversando con su secretaria y cuando escuchó los pasos, se giró sorprendida.—Vaya si es Stella… querida. ¿A qué debo el honor? —preguntó Miranda con un tono burlesco que no pasó desapercibido para la recién llegada.Ella no perdió tiempo en formalidades. Se acercó a Miranda, sus ojos ardiendo de rabia.—Escucha bien, Miranda. No sé qué juego estás jugando, pero se acabó. He visto lo que hiciste con mi hermano, y no voy a permitir que sigas manipulándolo. Te aprovechaste de su estado de ebriedad, y eso es un delito. Si mi hermano quiere, puede denunciarte.Miranda arqueó una ceja, fingiendo confusión.—¿De qué hablas, Stella? Axel y
Axel no podía apartar de su mente el rostro de Alicia. Cada vez que cerraba los ojos, la imaginaba mirándolo con decepción y desprecio. Había tomado medidas para sacar a Miranda de su vida, pero aún quedaba la tarea más difícil: enfrentarse a su esposa. La culpa lo corroía, pero también el miedo al rechazo.Se sirvió otro vaso de whisky, sintiendo de nuevo el calor extenderse por su garganta. Con cada trago, su determinación crecía, aunque también su temeridad. Necesitaba hablar con ella, suplicarle que lo perdonara, aunque no estaba seguro de cómo hacerlo."Las palabras no serán suficientes", pensó, su mirada fija en la guitarra que descansaba en un exhibidor de su despacho. Una idea absurda, impulsada por el alcohol, cruzó por su mente. Sonrió amargamente al pensar en lo ridículo que parecía, pero esa idea se aferró a él como una tabla de salvación.Tomó la guitarra, se subió al ascensor privado, salió tambaleándose un poco hacia su auto, pero nadie lo detuvo. Condujo hasta la vill
Alicia se quedó paralizada al escuchar esas palabras. Aunque sospechaba que tenía algo con Miranda, escucharlo de la boca de Axel fue como recibir una puñalada en el corazón. Cerró los ojos por un momento, tratando de controlar el torbellino de emociones que la invadía.—Lo sé —dijo finalmente, con voz temblorosa. —O al menos lo sospechaba.Axel la miró sorprendido, sus ojos vidriosos por el alcohol.—¿Lo sabías? —balbuceó.—No soy estúpida, Axel —respondió ella, cruzándose de brazos. —Pero escucharlo de ti... duele más de lo que imaginaba.Se hizo un silencio tenso entre ellos. Alicia luchaba contra el impulso de echarlo de la casa, de gritarle todo lo que sentía. Pero algo la detenía. Quizás era la vulnerabilidad que veía en él, tan poco característica del Axel que conocía.—¿Por qué, Axel? —preguntó finalmente. —¿Por qué lo hiciste?Él bajó la mirada, avergonzado.—No lo sé... Por idiota. Estaba ebrio, me sentía... perdido pensando que estabas con alguien más. Pero eso no es excusa