Stella no perdió tiempo. Sabía exactamente dónde encontrar a Miranda, porque ya había mandado averiguar todo sobre ella. Se dirigió a las oficinas de la sede de la empresa que tenía y entró sin anunciarse, pero su porte era tan elegante y seguro que nadie se atrevió a impedirle el paso.Cuando llegó al piso donde estaba la oficina de Miranda, ella estaba conversando con su secretaria y cuando escuchó los pasos, se giró sorprendida.—Vaya si es Stella… querida. ¿A qué debo el honor? —preguntó Miranda con un tono burlesco que no pasó desapercibido para la recién llegada.Ella no perdió tiempo en formalidades. Se acercó a Miranda, sus ojos ardiendo de rabia.—Escucha bien, Miranda. No sé qué juego estás jugando, pero se acabó. He visto lo que hiciste con mi hermano, y no voy a permitir que sigas manipulándolo. Te aprovechaste de su estado de ebriedad, y eso es un delito. Si mi hermano quiere, puede denunciarte.Miranda arqueó una ceja, fingiendo confusión.—¿De qué hablas, Stella? Axel y
Axel no podía apartar de su mente el rostro de Alicia. Cada vez que cerraba los ojos, la imaginaba mirándolo con decepción y desprecio. Había tomado medidas para sacar a Miranda de su vida, pero aún quedaba la tarea más difícil: enfrentarse a su esposa. La culpa lo corroía, pero también el miedo al rechazo.Se sirvió otro vaso de whisky, sintiendo de nuevo el calor extenderse por su garganta. Con cada trago, su determinación crecía, aunque también su temeridad. Necesitaba hablar con ella, suplicarle que lo perdonara, aunque no estaba seguro de cómo hacerlo."Las palabras no serán suficientes", pensó, su mirada fija en la guitarra que descansaba en un exhibidor de su despacho. Una idea absurda, impulsada por el alcohol, cruzó por su mente. Sonrió amargamente al pensar en lo ridículo que parecía, pero esa idea se aferró a él como una tabla de salvación.Tomó la guitarra, se subió al ascensor privado, salió tambaleándose un poco hacia su auto, pero nadie lo detuvo. Condujo hasta la vill
Alicia se quedó paralizada al escuchar esas palabras. Aunque sospechaba que tenía algo con Miranda, escucharlo de la boca de Axel fue como recibir una puñalada en el corazón. Cerró los ojos por un momento, tratando de controlar el torbellino de emociones que la invadía.—Lo sé —dijo finalmente, con voz temblorosa. —O al menos lo sospechaba.Axel la miró sorprendido, sus ojos vidriosos por el alcohol.—¿Lo sabías? —balbuceó.—No soy estúpida, Axel —respondió ella, cruzándose de brazos. —Pero escucharlo de ti... duele más de lo que imaginaba.Se hizo un silencio tenso entre ellos. Alicia luchaba contra el impulso de echarlo de la casa, de gritarle todo lo que sentía. Pero algo la detenía. Quizás era la vulnerabilidad que veía en él, tan poco característica del Axel que conocía.—¿Por qué, Axel? —preguntó finalmente. —¿Por qué lo hiciste?Él bajó la mirada, avergonzado.—No lo sé... Por idiota. Estaba ebrio, me sentía... perdido pensando que estabas con alguien más. Pero eso no es excusa
Alicia, después de ceder momentáneamente al beso de Axel, lo apartó bruscamente, como si despertara de un trance. Sus ojos estaban llenos de rabia contenida y confusión.Axel intenta sostenerla de nuevo, pero Alicia lo empuja con fuerza.—Esto no cambia nada, Axel. No puedes pretender que un beso arregle toda tu traición.Esto hace que Axel se aleje, recordándole que aún hay heridas abiertas entre ellos.Ella aprovecha su confusión y se levanta de la cama, conmovida, pero firme, dejando claro que necesita espacio para procesar lo que acaba de suceder.Axel intenta hablar, pero ella lo interrumpe, su tono cortante.—Quédate aquí esta noche, pero no esperes que esto signifique algo más. Tú y yo... tenemos un largo camino por delante, si es que hay un camino juntos.Con esas palabras salió de la habitación y regresó a su habitación, incapaz de olvidar lo ocurrido. Sus pensamientos giran en torno a la traición de Axel y el peso de su propio embarazo. “¿Cómo podría criar a mis hijos con u
Guillermo salió de la presencia de Stella sintiéndose frustrado, porque no encontraba la manera de convencerla de que las cosas no eran así como ella estaba pensando. Decidió ahora buscar la manera de poder acercarse a su hijo, por eso se dirigió a la guardería donde estudiaba. A lo lejos vio cómo Andrea recogiéndolo.Matías corría feliz hacia ella, ajeno a las tensiones que rodeaban su existencia. Guillermo sintió un nudo en el pecho. Había evitado confrontar a Andrea por este asunto demasiado tiempo, pero sabía que ya no podía posponerlo. Tenía que luchar por su hijo.Se acercó lentamente, sus pasos firmes, pero su corazón martillando en su pecho.—Andrea, necesitamos hablar —dijo, su voz seria, pero contenida con la mirada fija en el pequeño que lo miraba fijamente.Andrea lo miró con una mezcla de desdén y falsa sorpresa. Levantó la barbilla, ajustando su bolso mientras tomaba la mano de Matías.—No hay nada que discutir, Guillermo. Tú tomaste tus decisiones, y yo tomé las mías —
Esa misma noche, Guillermo estaba en su casa, con los puños apretados, la frustración hervía bajo su piel. Las palabras de Andrea resonaban en su mente, cargadas de reproches y chantaje. A pesar de su determinación de no ceder, la situación parecía complicarse a cada momento. El abogado le había advertido que enfrentarse a Andrea y su familia no sería sencillo, pero Guillermo no esperaba que los problemas llegaran tan rápido ni de forma tan directa como lo hicieron.El eco de unos pasos fuera de la casa lo puso alerta. Apenas tuvo tiempo de levantarse cuando un fuerte golpe en la puerta principal retumbó en la estancia. Antes de que pudiera reaccionar, cuatro hombres vestidos de negro irrumpieron en su espacio, moviéndose con precisión casi militar.—¿Quién demonios son ustedes? —exigió Guillermo, su tono firme, pero con una chispa de incredulidad. Dio un paso atrás, evaluando rápidamente la situación.Uno de los hombres, alto y de complexión robusta, avanzó hasta quedar frente a él.
Axel, por su parte, cuando se despertó, se quedó viendo a los lados. A pesar de haber estado ebrio, estaba consciente de todo lo ocurrido, recordaba el beso que le había dado a Alicia. Se levantó con la firme intención de buscarla para hablarle, pero ya se había ido. Estaba dispuesto a esperarla, pero en ese momento su celular repicó y era su asistente.Apenas atendió la voz del hombre se escuchó al otro lado de la línea.“Señor, tengo los resultados de los análisis de las fotografías que me pidió, en donde se evidencia que fue un montaje, además gracias a la investigación, tenemos hasta el estudio fotográfico donde se realizó el montaje y hay un dato más, está vinculado con Miranda Sullivan”.Axel escuchó las palabras de su asistente. Así que había sido esa mujer para traer conflicto con Alicia.—Envíame toda la información ahora mismo a mi correo —ordenó con voz tensa—. Y programa una reunión con el equipo legal para dentro de una hora.Colgó el teléfono y se pasó una mano por el ro
Axel miró la pantalla de su teléfono, sintiendo como si el suelo se estuviera moviendo bajo sus pies. Alicia estaba cuestionando la identidad de Saúl, y él no tenía idea de cómo responder sin revelar la verdad. Su mente trabajaba a toda velocidad, buscando una salida que no lo delatara. No podía permitir que Alicia lo descubriera. No ahora, cuando todo estaba tan mal entre ellos y esa era la única cercanía que tenía con ella.Con un suspiro de frustración, decidió ganar tiempo. Escribió una respuesta rápida."Claro que te conozco, Alicia. Te vi en el centro comercial hace unos días. Estabas tan hermosa, tan tranquila, que no quise acercarme por miedo a asustarte. Ibas a pensar que te estaba acosando. Aunque eso no evito que pudiera observarte. Tu sonrisa, tu manera de moverte... me cautivaron."Envió el mensaje y se recostó en el asiento del auto, esperando ansiosamente la respuesta de Alicia. Sabía que era una mentira descarada, pero no tenía otra opción. Necesitaba mantener el enga