Alicia recorría los pasillos de la villa buscando a Stella. Había notado que algo no estaba bien desde que regresaron, pero Stella había evitado conversar con ella, cuando lo más que le gustaba era ir hasta a su dormitorio y pasar rato hablando.Cuando llegó a la habitación de Stella, encontró la puerta ligeramente entreabierta. La imagen que vio le encogió el corazón. Stella estaba sentada en el borde de la cama, con las manos cubriendo su rostro y los hombros temblando ligeramente. Alicia entró con cuidado, cerrando la puerta tras de sí.—Stella, ¿qué ocurre? —preguntó suavemente, acercándose y colocándole una mano en el hombro.Stella levantó la mirada, sus ojos hinchados y rojizos. Intentó esbozar una sonrisa, pero el esfuerzo fue en vano.—Nada, Alicia. Solo estoy cansada. No te preocupes por mí —respondió con voz entrecortada.Alicia frunció el ceño, sentándose a su lado.—Sabes que puedes confiar en mí. Si algo te está haciendo daño, quiero ayudarte.Pero Stella negó con la cab
El restaurante estaba bañado por una suave luz cálida, y el murmullo de las conversaciones llenaba el ambiente de una tranquilidad sofisticada. Guillermo estaba sentado frente a Stella, quien sonreía mientras hojeaba el menú. El brillo en sus ojos hacía que el corazón de Guillermo latiera con más fuerza. Disfrutar de momentos así con ella era todo lo que deseaba.Habían arreglado sus diferencias ese mismo día. Apenas salió Andrea, fue y le tocó la puerta del dormitorio, pero como no quiso abrirle, se subió por el balcón y como también tenía esa puerta cerrada, le habló desde el otro lado, con una sinceridad que terminó tumbando las barreras que Stella había construido.—Andrea es solo una parte de mi pasado, Stella —comenzó, su voz cargada de emoción—. No significa nada para mí. Terminé con ella casi dos años, cuando estaba en el ejército. Apareció en mi vida de forma insistente y terminé teniendo una relación con ella. Era la hija de un general, y cuando nos descubrieron, él me amen
Guillermo se quedó viendo la fotografía sin siquiera poder parpadear. Sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía el teléfono. En la imagen, el niño miraba a la cámara con una sonrisa inocente. Era imposible negar el parecido. Su mente se nubló por un instante, y sin darse cuenta, cayó sobre el banco del parque, abrumado por la revelación.Andrea, que lo observaba con una sonrisa triunfal, aprovechó el momento para inclinarse hacia él.—Este es Matías. Tiene un año con casi tres meses. Nació de nuestra relación antes de que mi padre nos separara. Te he estado buscando para decírtelo, y mi padre ahora está de acuerdo con nuestra relación, por eso ahora las cosas son diferentes. Él está dispuesto a darnos su bendición.Guillermo sintió que le faltaba el aire. Las palabras de Andrea golpeaban su mente como un martillo, pero también una duda comenzaba a crecer en su interior.—¿Y qué esperas de mí, Andrea? ¿Que lo deje todo y corra a casarme contigo?Andrea se acercó a él y lo miró
Stella permaneció de pie frente a Guillermo, con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión que mezclaba tristeza y resignación. Sus ojos, vidriosos, pero firmes, lo contemplaron como si ya hubiera tomado una decisión definitiva.—Vete, Guillermo. Ella tiene razón en algo —dijo con una media sonrisa que no alcanzó a iluminar su rostro—. Yo he aprendido que ningún hombre puede darte la felicidad. Eso es algo que una tiene que encontrar por sí misma. Y en este momento, no tengo tiempo para estar en medio de conflictos. Debo pensar en mi salud y tranquilidad, además, no puedo poner en riesgo a mi hijo, él es ahora y siempre será lo más importante en mi vida. Adiós.Guillermo dio un paso hacia ella, su mano extendida como si intentara detener lo inevitable.—Stella, por favor, escúchame. Esto no es lo que parece. Andrea no significa nada para mí. No tienes idea de mis sentimientos…Stella negó con la cabeza, su sonrisa ahora cargada de amargura.—Sé perfectamente lo que he visto,
Minutos después, el teléfono vibró con una respuesta."Perdón si te hice sentir incómoda, Alicia. Solo lo asumí porque me mencionaste la vista de dónde vivías y que te gustaba más que donde vivían anteriormente y cómo me contaste lo ocurrido con tu esposo, lo deduje. Espero no haberte molestado."Las palabras parecían razonables, pero algo en sus respuestas todavía la inquietaba. Alicia decidió que sería más cautelosa en sus próximas conversaciones; sin embargo, no pudo evitar preguntarle sobre las flores. La curiosidad la tenía ansiosa.“¿Tú me enviaste flores?”, Los minutos transcurrieron, pero la persona no le respondió el mensaje, luego negó con la cabeza.—Quizás no lo hizo él, ¿cómo podría saber mis gustos y mi dirección?”, pensó y guardó su móvil, sin poder contener su preocupación.Aunque no estaba segura de qué estaba pasando, sabía que no podía ignorar sus instintos.La noche cayó sobre la villa, pero la inquietud de Alicia persistía, como una sombra que no podía disiparse
Miranda se estiró con una sonrisa que trataba de ser despreocupada, se incorporó lentamente, dejando caer la sábana que cubría su cuerpo para dejarlo expuesto y provocarlo, pero Axel no apartó la mirada de sus ojos.A pesar de su aparente calma, sus ojos brillaban con malicia.—Mi amor, pasó lo que ambos queríamos que pasara, Axel. No tienes que sentirte mal por ello.Axel se sentó bruscamente, sosteniendo la ropa contra su cuerpo como si pudiera protegerse de la realidad que lo golpeaba.—¡Estás loca! Yo jamás me he imaginado pasar nada contigo, de hecho esto nunca debió haber ocurrido, Miranda. Además, yo... no recuerdo nada.Ella lo miró con una mezcla de dulzura fingida y manipulación.—Axel, estabas tan vulnerable. Necesitabas consuelo, y yo estaba aquí para ti. Me buscaste y no pude negarme, no tienes por qué lamentarlo.Pero Axel no podía sacudirse la sensación de que algo estaba profundamente mal. Se levantó, con movimientos torpes y evitando mirar a Miranda mientras intentaba
Mientras tanto, Alicia estaba en el jardín, disfrutando de la brisa fresca cuando de pronto vio a un hombre parecido a Axel. Caminó hacia la verja del vecino, pero antes de que poder bien, el hombre ingresó rápidamente a la casa, frunció el ceño desconcertada.—Creo que estoy enloqueciendo, es que hasta me lo estoy imaginando —murmuró con un suspiro y regresó al interior de la villa.Mientras tanto, Axel seguía recostado de la puerta, luchando contra el impulso de correr hacia ella y confesar su pecado. Pero el miedo al rechazo y la vergüenza de lo que había ocurrido con Miranda lo paralizaban. En ese momento, su teléfono vibró con una llamada de Samuel.“Señor Thorne, tiene que venir, hay algo que necesita saber. Es sobre la señora Miranda”.Axel cerró los ojos, sintiendo cómo la culpa y la rabia lo invadían nuevamente. ¿Qué querría Miranda ahora? ¿Acaso le parecía que no lo había jodido lo suficiente?, se preguntó. Por un momento una idea cruzó su cabeza. ¿Será posible que todo eso
Stella no perdió tiempo. Sabía exactamente dónde encontrar a Miranda, porque ya había mandado averiguar todo sobre ella. Se dirigió a las oficinas de la sede de la empresa que tenía y entró sin anunciarse, pero su porte era tan elegante y seguro que nadie se atrevió a impedirle el paso.Cuando llegó al piso donde estaba la oficina de Miranda, ella estaba conversando con su secretaria y cuando escuchó los pasos, se giró sorprendida.—Vaya si es Stella… querida. ¿A qué debo el honor? —preguntó Miranda con un tono burlesco que no pasó desapercibido para la recién llegada.Ella no perdió tiempo en formalidades. Se acercó a Miranda, sus ojos ardiendo de rabia.—Escucha bien, Miranda. No sé qué juego estás jugando, pero se acabó. He visto lo que hiciste con mi hermano, y no voy a permitir que sigas manipulándolo. Te aprovechaste de su estado de ebriedad, y eso es un delito. Si mi hermano quiere, puede denunciarte.Miranda arqueó una ceja, fingiendo confusión.—¿De qué hablas, Stella? Axel y